Rescate in extremis en la residencia
Las autoridades evac¨²an de urgencia a los ancianos de un centro que se hab¨ªa quedado sin personal
Cuando vio aparecer a lo lejos las luces de las ambulancias, la due?a de la residencia de ancianos se emocion¨®. Sinti¨® que les acababan de salvar la vida en el ¨²ltimo momento.
Monteverde es un peque?o hogar de ancianos situado en lo alto de una colina, en una urbanizaci¨®n boscosa de Villaviciosa de Od¨®n. Hasta ahora no hab¨ªan pasado por demasiados problemas. Mientras en otras residencias mor¨ªa gente a diario por la expansi¨®n del coronavirus, los 24 residentes del centro no presentaban s¨ªntomas. Viv¨ªan ajenos a la alarma que se hab¨ªa extendido en toda Espa?a. La propagaci¨®n de la Covid-19 parec¨ªa controlada aqu¨ª dentro. Sin embargo, desde hace poco m¨¢s de una semana, los empleados comenzaron a enfermarse. La situaci¨®n se extendi¨® al resto de personas con las que conviv¨ªan bajo el mismo techo. Una anciana tuvo que ser ingresada de urgencia en el hospital de M¨®stoles. Otros internos comenzaron a toser y tener fiebre. En apenas unos d¨ªas toda la estructura del centro se desmoron¨®. La plantilla se qued¨® a cero. No hab¨ªa nadie que pudiera levantar a los ancianos o hacerles la comida.
Por eso, cuando Lara Fresneda escuch¨® el viernes que ven¨ªan a rescatar a los ancianos solo pudo darle gracias a Dios. La recepci¨®n de la residencia est¨¢ decorada con estampitas de santos y v¨ªrgenes.
A esas alturas, solo quedaba ella al frente, con la ayuda de Olga L¨®pez, la gestora del centro. El m¨¦dico hab¨ªa enfermado hace ocho d¨ªas. Los cuatro auxiliares, tambi¨¦n. La cocinera desapareci¨® con s¨ªntomas. El mismo camino tom¨® la limpiadora. Con el apoyo de un trabajador que presentaba s¨ªntomas y 39 de fiebre, Fresneda y L¨®pez se enfrentaron a toda la operaci¨®n de la residencia. Si algo ten¨ªan claro las dos es que no iban a dejar a los ancianos atr¨¢s.
Con solo cuatro manos se ocuparon estos d¨ªas de levantarlos por la ma?ana, asearlos, vestirlos, darles el desayuno y sentarlos a ver dibujos animados frente al televisor. Era mejor no ponerles el telediario, convertido ahora en un parte de guerra. Hab¨ªa, adem¨¢s, que confinar a ocho residentes que presentaban s¨ªntomas claros de contagio por coronavirus. No hab¨ªa tiempo para hacer la comida, por lo que se tuvo que encargar la familia de un interno que vive cerca. Los cocineros improvisados llevaron unas cazuelas gigantes con sopa y lentejas.
¡ª Estos mayores que tenemos son la gente que levant¨® un pa¨ªs. Que ha sufrido una guerra y una posguerra. Que mueran ahora abandonados... No es justo. Eso es lamentable.
Dijo Olga L¨®pez el viernes, horas antes de primer rescate, en el que evacuaron a los once residentes con m¨¢s problemas al hospital gigante abierto en Ifema. Iba enfundada en un traje EPI, una indumentaria que antes nos parec¨ªa extra?¨ªsima pero que poco a poco se ha colado en nuestras vidas. Solo se le ve¨ªan los ojos. La protecci¨®n la lleva por una situaci¨®n personal que se a?ade a la dif¨ªcil situaci¨®n que vive en la residencia: su madre est¨¢ ingresada en la UVI por el virus.
Las dos responsables del centro, desde que se vieron superadas por las circunstancias, alertaron a todas las autoridades posibles. Se pusieron en contacto con el Ministerio de Sanidad, Interior, servicios sociales del Ayuntamiento de Villaviciosa de Od¨®n, la Comunidad de Madrid, la Guardia Civil y los responsables del hospital m¨¢s cercano. Les falt¨® contactar con la Casa Real. Durante los primeros d¨ªas solo recibieron el silencio como respuesta. ¡°Somos un grano de arena en una monta?a¡±, se lament¨® L¨®pez. En esas horas cr¨ªticas vieron aparecer por all¨ª unos agentes de la guardia civil, que las proveyeron de mascarillas y guantes.
En un primer momento, Monteverde actu¨® con m¨¢s celo que las autoridades. El d¨ªa 5, por recomendaci¨®n del m¨¦dico, restringi¨® las visitas de los familiares. En las noticias ya se hablaba de los estragos que producir¨ªa un brote de Covid-19 en los hogares de ancianos. La Comunidad de Madrid ordenar¨ªa el confinamiento de todos los centros cuatro d¨ªas despu¨¦s. Sin embargo, eso no les salv¨® de sufrir los estragos del virus.
¡°El primer caso fue el de la mujer. Despu¨¦s, uno detr¨¢s de otro. Cayeron los auxiliares con fiebre. Basta que llames al centro de salud, digas que tienes fiebre y que trabajas aqu¨ª, te dan la baja. Como es normal. A partir de ah¨ª, empez¨® a sentirse mal un abuelo, despu¨¦s otro. En cadena. De momento hemos logrado salvarles pero es cuesti¨®n de tiempo que enfermen del todo y no podamos hacer nada¡±, lamentaban las responsables.
La llegada de cuatro ambulancias para trasladar a los primeros once ancianos alivi¨® la situaci¨®n, aunque no la erradic¨® del todo. Todav¨ªa quedan doce cuya salud se ha ido deteriorando poco a poco. A diferencia de otras residencias que han ocultado informaci¨®n al exterior para evitar ver manchado su nombre, Monteverde avis¨® a los familiares y llam¨® con insistencia a todas las estructuras posibles del Estado. Estaban en serios problemas, en medio de una situaci¨®n excepcional para toda una naci¨®n, pero un caso especialmente dram¨¢tico para ellas en particular.
Responsables del Gobierno regional les aseguraron este s¨¢bado que se llevar¨ªan antes de que acabara el d¨ªa al resto de ancianos. Los quer¨ªan trasladar a los hoteles medicalizados que han ido adaptando para aliviar la saturaci¨®n de los hospitales. Ante esa perspectiva, L¨®pez y Fresneda ayudaron a los ancianos a hacer sus maletas con lo imprescindible. Un pijama, una muda de ropa, la medicaci¨®n, los informes m¨¦dicos. Los mayores se sentaron a esperar a que vinieran a por ellos. Estaban inquietos. Se hizo de noche y las ambulancias, esta vez, no aparecieron en el horizonte. Cenaron pizza que les llev¨® protecci¨®n civil y se fueron a la cama, decepcionados.
Este domingo esperar¨¢n, delante del televisor, a que alguien venga a rescatarlos.
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