Primavera confinada en el zoo sin p¨²blico
El recinto siempre ha vivido su mayor afluencia de p¨²blico en el puente de comienzo de mayo
Una paloma despistada se cuela en la jaula de la pareja de linces. Revolotea de lado a lado, tratando de escapar de las nuevas instalaciones de los felinos y se golpea, una y otra vez, con el final de la valla. El alboroto que est¨¢ armando los despierta y ya siguen el vuelo del ave, que tiene todo el cielo para salir. El error se convierte en mortal cuando se estampa contra el cristal desde el que los turistas deber¨ªan estar observando el comportamiento de la protegida especie ib¨¦rica. Y uno de ellos lo aprovecha para atrapar a la paloma en el aire, con un salto y pirueta dignos de Hollywood. La vida salvaje, aunque encerrada, no perdona. Tampoco en plena pandemia. [Fotogaler¨ªa: visita al zoo de Madrid mes y medio despu¨¦s de que se decretase el estado de alarma]
En la naturaleza lo de siempre, siempre es nuevo. En un zoo lo de siempre, siempre es igual. Salvo en abril, cuando la primavera desborda las rutinas de los animales. Y con una epidemia mundial que seca el recinto de visitantes: lo de siempre habr¨ªa sido que este puente de mayo la taquilla del Zoo Aquarium de la Casa de Campo echara humo. No es pol¨ªtica de la empresa ser transparente con las cifras de visitantes, pero s¨ª reconocen que es un hito de afluencia, junto con Semana Santa. No ser¨¢ en este 2020, para el que tampoco hay fecha de reapertura. Quiz¨¢ en agosto, qui¨¦n sabe. Cuando suceda la pareja de linces quiz¨¢s dejen esta actividad que mantienen al atardecer. ¡°Les vemos jugar y acercar cabeza con cabeza¡±, dice Eva Mart¨ªnez, veterinaria del recinto.
Lo llama ¡°comportamientos afiliativos¡± y dice que es una de las pocas peculiaridades que ha tra¨ªdo el confinamiento al zoo. No a los pandas gigantes. Hace unos d¨ªas la hembra llam¨® al macho, pero este no mostr¨® inter¨¦s alguno. Viven en habitaciones separadas y la oportunidad pas¨® de largo. ¡°Las hembras solo se muestran activas y receptivas a los machos en un tiempo muy escaso, unas horas, un d¨ªa, en muchos a?os. Las posibilidades son muy bajas¡±, cuenta Agust¨ªn L¨®pez, director de biolog¨ªa del zoo.
Asegura y repite que en las instalaciones los animales no notan la ausencia de p¨²blico, est¨¢n a lo suyo, pero esas cebras han salido al borde de su recinto a mirar nuestro paso. Hasta el le¨®n se ha levantado a observarnos, como si los encerrados fu¨¦ramos nosotros y ellos el p¨²blico. Como si los que estuvieran en peligro de extinci¨®n no fueran ellos.
Un zoo sin gente no tiene sentido, porque no podemos difundir ni educar. Nos dedicamos a despertar concienciasAgust¨ªn L¨®pez, director de biolog¨ªa del zoo
Lo que m¨¢s sorprende del vac¨ªo es el silencio en el que ahora todo se oye. La escritora M¨®nica Fern¨¢ndez-Aceytuno contaba en su libro El pa¨ªs de los p¨¢jaros que duermen en el aire (Espasa) que en los bosques se oye como en las catedrales, ¡°y hasta una hoja cruje al caer y chocar contra las ramas de su propio ¨¢rbol¡±. As¨ª, ahora. Aqu¨ª. El silencio se extiende por la Casa de Campo y los pastores que ocupan el parque con su reba?o escuchan por la noche aullar a los lobos, desde la majada a unos tres kil¨®metros del recinto. El zoo, en un gesto antinatural, parece m¨¢s natural sin los pelotones de humanos y con los animales a su aire, pero ?tiene sentido sin ellos? ¡°Un zoo sin gente no tiene sentido, porque no podemos difundir ni educar. Nos dedicamos a despertar conciencias¡±, dice Agust¨ªn L¨®pez, asumiendo que esas mismas conciencias despertadas aqu¨ª son las que al madurar rechazan el cautiverio de los animales.
¡°Hoy los animales viven mucho mejor que antes en este museo¡±, sostiene L¨®pez. Se refiere a los esfuerzos por adaptar unas instalaciones de hormig¨®n, dise?adas por el arquitecto Javier Carvajal, en los 70, a un modelo menos lesivo. Pero el dise?o original es intocable, es Bien de Inter¨¦s Cultural (BIC), como el resto del parque madrile?o desde 2010. ¡°Hay que convivir con ello¡±, explica el experto, que sabe que a la vista del p¨²blico no es tan agradable. ¡°Somos reservorios de vida salvaje. Aunque los animalistas nos acusan de carceleros, no podr¨ªamos trabajar aqu¨ª si supi¨¦ramos que no est¨¢n bien cuidados¡±, a?ade el bi¨®logo, que indica c¨®mo hay menos especies que antes para darles m¨¢s espacio. Todas las criaturas han nacido en cautiverio y los movimientos de especies se hacen en base a los criterios sociales y gen¨¦ticos que marca la organizaci¨®n internacional European Association of Zoos and Aquaria (EAZA), cuyo objetivo es ¡°mantener poblaciones sanas a cien a?os vista¡±.
Hemos tenido muchos partos y estos d¨ªas para nosotros son igual de agitados y los cuidados y las atenciones son los mismosEva Mart¨ªnez
La hembra del casuario acaba de poner un quinto huevo. Son de color verde brillante y los incuba el macho. La vida se abre paso lejos de las miradas. ¡°Hemos tenido muchos partos y estos d¨ªas para nosotros son igual de agitados y los cuidados y las atenciones son los mismos. A los veterinarios no nos influye tanto la presencia de gente en nuestro trabajo¡±, dice Eva Mart¨ªnez.
Los expertos se?alan que esta primavera la tasa de reproducci¨®n es muy buena, el zoo se ha llenado de reci¨¦n nacidos entre las an¨¢tidas, las lechuzas, los b¨²hos, varios c¨¦rvidos, una cr¨ªa de orangut¨¢n y una de elefante, unos d¨ªas antes de la declaraci¨®n del estado de alarma. Hay una campa?a en redes sociales para ponerle nombre: Sani (por los sanitarios), F¨¦lix (por Rodr¨ªguez de la Fuente) o Hope (por la esperanza, a pesar de todo).
La primavera est¨¢ que revienta y las m¨¢quinas expendedoras est¨¢n apagadas. No hay refrescos, pero los ¨¢rboles y plantas revientan de clorofila, el arroyo lleva agua y la naturaleza salvaje se confunde con la otra, la alimentada. Los zorros se cuelan por la noche y se comen los huevos de los flamencos, las cig¨¹e?as saludan con su crotoreo, que suena a casta?uela y fiesta de pueblo. Y el ¨²nico koala que vive en Espa?a sale a tomarse una rama de alguno de los 16 tipos de eucalipto que tiene al alcance, para calmar sus caprichos de sibarita y que remata con un sue?o de 22 horas diarias. El cuidador lo lleva hasta su jard¨ªn privado un poco apartado. ¡°Es poco probable que surja alg¨²n caso de contagio de coronavirus entre animales del zoo, pero debemos prevenir¡±, dice Eva, la veterinaria con guantes y mascarilla. Mayra, la koala, por G¨®mez Kemp, est¨¢ tranquila. El rinoceronte sigue jalando sus 20 kilos de forraje al d¨ªa (y un poco de fruta). Las aves rapaces y los delfines siguen entrenando sus n¨²meros y ensayando nuevos.
Aunque vive de ser visto, el zoo no se ha detenido. C¨®mo volver¨¢n a aceptarnos en sus vidas confinadas despu¨¦s de meses de silencio y paz. Y, sobre todo, c¨®mo volveremos a mirarles despu¨¦s de haber estado como ellos tres meses.
Los animales, durante el confinamiento de las im¨¢genes
Pincha para ver la fotogaler¨ªa de la visita al zoo mes y medio despu¨¦s de que se decretase el estado de alarma.
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