Ya s¨ª, perfecto, pero devu¨¦lveme los tuppers
Si hay un grupo que ha demostrado una paciencia infinita y una encomiable capacidad de adaptaci¨®n es el compuesto por las personas de m¨¢s edad
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Nos resultar¨¢ imposible olvidar la covid-19. Hemos padecido (y a¨²n estamos en ello) p¨¦rdidas econ¨®micas y humanas; nos ha enfrentado a una soledad sin parang¨®n y a convivencias sin escapatoria; ha provocado que resignifiquemos la expresi¨®n ¡°echar de menos¡± y, en definitiva, nos ha infligido dolor y miedo.
Con todo, hemos crecido creando redes vecinales, fortaleciendo las preexistentes y reactivando formas de convivencia del pasado que casi hab¨ªamos olvidado. No cabe duda de que hemos aprendido porque no nos ha quedado otra y debido a que se nos han planteado retos nuevos. En este contexto, si hay un grupo que ha demostrado una paciencia infinita y una encomiable capacidad de adaptaci¨®n, teniendo en cuenta su apego a las rutinas, es el compuesto por las personas de m¨¢s edad.
Sin embargo, a pesar de la situaci¨®n que atravesamos, muchos padres y madres se empe?aron en seguir d¨¢ndonos tuppers, no sin antes hacernos prometer que les devolver¨ªamos los recipientes una vez acabara la pandemia, so pena de destierro afectivo
Les ha tocado aprender a hacer videollamadas, por ejemplo, y no ha sido un camino f¨¢cil. Al principio solo les ve¨ªamos los ojos o el pelo, incluso la pared que ten¨ªan enfrente. En la actualidad, son bastantes los que se defienden. Por si eso no fuera suficiente, han sobrevivido, con peor o mejor suerte, al brutal lanzamiento de bulos a trav¨¦s de whatsapp y a los intentos de timo v¨ªa email. Se han le¨ªdo tres veces los libros que ten¨ªan en las estanter¨ªas y cuando les pareci¨® que ya estaba bien, desempolvaron las enciclopedias Larousse de la ¨¦poca en la que todav¨ªa exist¨ªa la URSS. Han completado yincanas en el sal¨®n, en el pasillo y en la terraza, tratando de emular lo que ya hac¨ªan en los parques. Tambi¨¦n hay quien, cansado de ver la vida desde la ventana, ha salido del armario y se ha convertido en balconazi (que es la manera de designar a los que vigilaban e increpaban a las personas que, presuntamente, se saltaban el confinamiento).
Sin embargo, a pesar de la situaci¨®n que atravesamos, muchos padres y madres se empe?aron en seguir d¨¢ndonos tuppers, no sin antes hacernos prometer que les devolver¨ªamos los recipientes una vez acabara la pandemia, so pena de destierro afectivo. A tal efecto, montaron estructuras seguras y eficaces: yo les dejaba a los m¨ªos las bolsas de materia prima en el ascensor, las recog¨ªan con guantes y mascarilla para, a continuaci¨®n, depositaban el producto manufacturado, correspondiente a parte de lo cocinado y consumido de la compra anterior, en el suelo del elevador, y pulsaban el bot¨®n. La mercanc¨ªa siempre lleg¨® sana y salva a mi est¨®mago. Me r¨ªo yo del fordismo.
Ahora que ya pueden salir, toca prepararse. Mi hermano les ha comprado unas m¨¢scaras, porque eso no son mascarillas, de fibra de vibranium, parecidas a las de la Segunda Guerra Mundial, con doble v¨¢lvula y gafas incorporadas que valdr¨ªan para la covid-19 y para Chern¨®bil. La exageraci¨®n es l¨®gica, dado que no es sencillo decir adi¨®s al miedo. Ganas de salir hay, pero tambi¨¦n falta de costumbre. Lo ¨²nico bueno es que parece que lo peor ya ha ha pasado y que, poco a poco, ser¨¢ menos peligroso compartir espacios. Ojal¨¢, pronto, en muchos hogares en los que guste eso de comer paella (thieboudienne, modika o sushi) los s¨¢bados y cocido los domingos, puedan volver a juntarse en torno a la mesa familiar. Ser¨¢ el momento ¨®ptimo para devolver los tuppers.
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