Las cotorras parlotean
Ya casi no se ven gorriones pero en algunas zonas las cotorras funcionan como despertador
Cuando era peque?a no hab¨ªa debate acerca del esfuerzo tit¨¢nico que supon¨ªan los deberes. Se hac¨ªan y ya. Cerrabas el cuaderno de matem¨¢ticas, abr¨ªas el de lengua y a continuaci¨®n te pon¨ªas a leer, de forma fren¨¦tica, ese libro de ingl¨¦s que te hab¨ªan mandado hace un mes pero no hab¨ªas ni tocado. Si encima ibas a extraescolares, apa?abas la agenda infantil de ministra ¨Ddaba igual que tuvieras 12 a?os¨D del mejor modo posible, aunque supusiera perder horas de juego y hasta de descanso.
No era raro que vivi¨¦ramos el tiempo que dedic¨¢bamos a nuestras obligaciones escolares como si de un cautiverio se tratara. Mi amiga Mar¨ªa viv¨ªa en el portal de al lado y cuando la angustia por haber dejado todo para el ¨²ltimo d¨ªa nos ahogaba, como a¨²n no hab¨ªa m¨®viles, sac¨¢bamos el brazo por la ventana y nos hac¨ªamos el s¨ªmbolo de ¡°ok¡± con el fin de transmitirnos ¨¢nimo.
La ventana era nuestra ¨²nica escapatoria. Nos serv¨ªa para entretenernos, huir un rato y reflexionar. Me di cuenta de eso hablando con Jes¨²s Rodr¨ªguez, un vecino de Alcorc¨®n que tiene unas intervenciones en Twitter de lo m¨¢s ¨²tiles. Un d¨ªa, hizo un hilo con fotos que ¨¦l mismo tom¨® sobre las paradas de autob¨²s que, en lugar de contar con una marquesina, disponen ¨²nicamente de una especie de m¨¢stil. El palo no protege de la lluvia ni del viento o el sol y cuando la espera es larga, puede convertirse en un martirio. En otra ocasi¨®n, mostr¨® la cantidad de nidos de cotorras que hay en el municipio. Al preguntarle por qu¨¦ se hab¨ªa interesado por estas aves, me respondi¨® que se acord¨® de que cuando hac¨ªa deberes de ni?o y miraba por la ventana hab¨ªa un mont¨®n de gorriones. Hoy, Jes¨²s es profesor y ya casi no se ven; sin embargo, las bandadas de cotorras surcan los cielos y los ti?en de un verde vivo hermoso, extra?o y desubicado.
En el colegio no me ense?aron c¨®mo se llama el sonido que emiten las cotorras porque, entonces, no eran tan comunes por aqu¨ª. Estaban lejos, en el sur del planeta, y solo algunas personas las ten¨ªan en sus casas, en jaulas que colocaban en las cocinas. Pero lleg¨® un momento en el que se escaparon o las soltaron. Entonces se unieron, se reprodujeron y se reprodujeron y se reprodujeron y ahora son el despertador en un mont¨®n de vecindarios en los que tambi¨¦n ponen sus nidos de hasta cien kilos. En Alcorc¨®n tuvieron que retirar uno en noviembre por el riesgo que entra?aba que un objeto tan pesado pudiera caer sobre los transe¨²ntes.
Parece ser que es dif¨ªcil actuar a nivel local, ya que se trata de seres vivos que no pidieron venir y, aunque en la localidad se tomaran medidas, vendr¨ªan de las urbes cercanas. No debemos olvidar que pueden volar. Y parlotear, as¨ª es como se denomina el verbo que designa su manera de comunicarse. Dado que ya se han instalado en nuestros barrios y las escuchamos no est¨¢ de m¨¢s que lo sepamos.
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