¡°?Vac¨ªo? Est¨¢ desierto¡±: poco movimiento y muchas dudas en las estaciones y el aeropuerto de Madrid
¡°Yo no sab¨ªa nada de estas restricciones. ?Me tendr¨¦ que quedar aqu¨ª?¡±, se preguntan los viajeros en Atocha
Puerta de Atocha amanec¨ªa el s¨¢bado como si el Sol no hubiese salido por la ma?ana. La estaci¨®n estaba desierta. Los efectos del primer d¨ªa de restricciones de movilidad y de nuevos aforos y horarios de cierre se ve¨ªan en esta estaci¨®n de ferrocarril sin tener que forzar el ojo. A medio gas, y sin ning¨²n control policial, Atocha contin¨²a recibiendo a los trenes que conectan a Madrid con el resto del pa¨ªs y los que se van salen puntuales a su hora, pero con muchos menos pasajeros. En las estaciones de autobuses y en el aeropuerto, la calma tambi¨¦n ha sido total y apenas si hab¨ªa viajeros. Lo que s¨ª hab¨ªa es mucha confusi¨®n y dudas en torno a qu¨¦ se puede hacer y qu¨¦ no.
Una de las viajeras de Atocha, Gelevi, de Rep¨²blica Dominicana, que aterriz¨® en Madrid el s¨¢bado por la ma?ana y esperaba un tren para llegar a Barcelona a visitar a su t¨ªa durante un mes. ¡°Yo no sab¨ªa nada de estas restricciones. ?Me tendr¨¦ que quedar aqu¨ª? Y para volver, ?podr¨¦ coger mi vuelo?¡±. Las restricciones, en principio, duran dos semanas, pero cuando se cumpla una semana ser¨¢n evaluadas en una reuni¨®n bilateral entre los Gobiernos central y de la Comunidad.
La capital, Alcal¨¢, Alcobendas, Alcorc¨®n, Fuenlabrada, Getafe, Legan¨¦s, M¨®stoles, Parla y Torrej¨®n tienen desde anoche limitados sus movimientos de entrada y salida. Son 4.786.948 ciudadanos que no pueden moverse de sus municipios salvo por motivos laborales, de estudios, m¨¦dicos o de cuidado de dependientes debidamente justificados. Adem¨¢s, se ha decretado el cierre de los bares y restaurantes a las once de la noche, clausura de las barras y reducci¨®n del aforo a la mitad en comedores y al 60% en terrazas.
En una de las cafeter¨ªas a la sombra del jard¨ªn de la estaci¨®n, el camarero se apoya sobre la barra con los brazos cruzados, no hay casi desayunos. ¡°?Vac¨ªo? Esto est¨¢ desierto. Yo te digo, 90% menos, como poco¡±. En el momento en el que el ¨²nico cliente se levanta de su mesa, su compa?ero salta sobre ella armado con un desinfectante, por lo menos hay algo que hacer. La falta de pasajeros la confirma Margarita, la vigilante que revisa los billetes en el control de seguridad. ¡°Los fines de semana suele haber menos gente, pero ahora es otra cosa. Tendr¨¢n miedo, supongo, pero aqu¨ª se puede viajar sin problema. De hecho, a nosotros no nos han dado ninguna instrucci¨®n especial y no hay ning¨²n polic¨ªa controlando¡±.
Para algunos viajeros no ser¨ªa un problema aunque hubiese controles, ya que est¨¢n volviendo a sus hogares, una de las excepciones. Miguel es estudiante de la Rey Juan Carlos y es de Huesca. Ha estado en Madrid poco m¨¢s de una semana, pero como sus clases son online, ¡°para qu¨¦ estar encerrado¡± en su piso de la capital cuando pod¨ªa volver a casa. ¡°Este siempre hab¨ªa sido mi plan, solo he estado en Madrid una semana por si ten¨ªa que hacer alguna gesti¨®n de la universidad, lo de las restricciones solamente me asegura que he tomado la decisi¨®n correcta¡±, explica.
En la estaci¨®n sur hay una tranquilidad impropia de un s¨¢bado por la ma?ana. Las personas deambulan con cuentagotas. Algunos viajeros van corriendo porque est¨¢n a punto de perder el autob¨²s, mientras que otros est¨¢n esperando por retrasos. Aicharo Alca?iz, madrile?a de 56 a?os, tiene que cuidar a su padre en Cuenca y vive en un municipio confinado, Parla. Su billete era para las diez de la ma?ana, pero tiene que esperar otras dos horas. ¡°No sab¨ªa si pod¨ªa ir a darme una vuelta o si infrinjo la ley si salgo de la estaci¨®n¡±. Para salir de dudas, ha tenido que llamar a un familiar que es polic¨ªa. Tampoco sab¨ªa si necesitaba un permiso para ir de Parla a Madrid y de Madrid a Cuenca, que efectivamente necesita. ¡°Por si acaso, tengo una autorizaci¨®n para salir por razones de cuidado sanitario¡±, aclara.
Los negocios son los que m¨¢s sufren. Fernando Mart¨ªn, de 46 a?os, trabaja en AvanzaBus y admite que con respecto al s¨¢bado pasado ha ca¨ªdo en un 75% el n¨²mero de viajeros. ¡°Los datos tampoco eran buenos antes, pero ahora menos¡±. El viernes hubo movimiento debido a que mucha gente adelant¨® su viaje por temor a quedarse en la capital. ¡°El bus a Valencia iba lleno. Parec¨ªa como la primera escapada de verano¡±. El futuro lo ve negro. ¡°Entre nosotros comentamos que pueden empezar de nuevo los ERTE [expedientes de regulaci¨®n temporal de empleo]. Habr¨¢ que esperar a lo que pacten el Gobierno y los sindicatos¡±. Pero Mart¨ªn conserva la esperanza: ¡°Somos como el Ave F¨¦nix y renaceremos de nuestras cenizas¡±.
La estaci¨®n sol¨ªa tener mucha vida antes de la pandemia. Kevin ?lvaro, de 26 a?os, lo nota mucho en quiosco Relay. ¡°En toda la ma?ana he vendido un peri¨®dico, hace un a?o me compraban al menos toda la prensa¡±, constata. No sabe si cerrar la tienda o no, como por ejemplo ha hecho la cafeter¨ªa de la estaci¨®n. Siguiendo por el pasillo, la mitad de los comercios est¨¢n cerrados. En la tienda de chucher¨ªas Kelly Beans, Miguel Prieto, de 33 a?os, est¨¢ siempre con una sonrisa pero, detr¨¢s de la mascarilla, se aprecia desesperaci¨®n. ¡°No se vende nada¡±. Parece que sus palabras tienen efecto porque justo entra una clienta a por una botella de agua fr¨ªa. Sin embargo, ha sido un espejismo. La tienda vuelve a estar vac¨ªa enseguida. ¡°Estamos con mucha incertidumbre, si no cambia pronto la cosa el jefe tendr¨¢ que tomar medidas¡±. Tampoco entiende que les limiten hasta las diez de la noche para vender. ¡°Antes cerr¨¢bamos a las once o m¨¢s tarde y ha sentado mal¡±.
A las afueras de la ciudad, un cartel que reza ¡°sin barreras¡± da la bienvenida a la T1 del aeropuerto Adolfo Su¨¢rez Madrid-Barajas. Sin embargo, s¨ª que las hay. Un control de acceso proh¨ªbe la entrada a aquellos sin billete y a acompa?antes sin una causa justificada, exactamente igual que desde hace meses. Aparte de eso, nadie pregunta el motivo del viaje o el lugar del que se viene. ¡°Todo sigue igual, no ha cambiado nada en mi trabajo¡±, afirma una vigilante. Hasta ahora se hac¨ªan controles de temperatura y cuestionarios m¨¦dicos y las nuevas medidas no incluyen un protocolo espec¨ªfico. Los ministerios implicados reconocen que falta por cerrar un operativo para controlar la movilidad sin un motivo justificado.
Valle va cargada hasta las cejas, sin embargo, no va a volar. En la barrera hay un compa?ero de trabajo de su hija esper¨¢ndola con la maleta abierta. All¨ª mismo intercambian objetos a trav¨¦s de una cinta con el logo de Aena. La hija de Valle vive en El Cairo, se supon¨ªa que iba a volver en verano para que su hijo viera a su abuela, pero no ha podido ser. ¡°Mira a ver si te caben otros zapatitos para el ni?o o este libro¡±, le pide Valle. El hombre solo lleva una peque?a maleta de mano, pero hace lo que puede. ¡°Cuando me digas que no cabe m¨¢s paro¡±. A¨²n quedan cosas en la bolsa cuando terminan.
La terminal est¨¢ pr¨¢cticamente vac¨ªa, tan solo unos cuantos viajeros cargados con maletas peque?as y ataviados con mascarilla se cruzan con los pocos trabajadores. Las vigilantes lo achacan a que ¡°el s¨¢bado suele ser un d¨ªa flojito¡±. No hay casi turistas, la mayor¨ªa de los viajeros vuelve a casa. Alexail Orellana, de 33 a?os, ha pasado septiembre visitando a su familia en Madrid. Ahora vuelve a Par¨ªs, donde vive desde hace m¨¢s de 10 a?os. ¡°No he tenido que cambiar el vuelo¡±.
Le ocurre lo mismo a ?scar, que tambi¨¦n vuelve a Par¨ªs tras pasar unos d¨ªas con su novia. Queda en el aire cu¨¢ndo llegar¨¢ el pr¨®ximo reencuentro. ¡°Estuvimos m¨¢s tiempo sin vernos en la cuarentena, ahora toca esperar¡±, comentan. En cambio, Carina ha volado a Madrid desde Canarias exclusivamente para hacer un examen. Est¨¢ estudiando administraci¨®n y direcci¨®n de empresas de forma telem¨¢tica y los ex¨¢menes siguen siendo presenciales. ¡°No me han pedido nada en el aeropuerto¡±, afirma Carina. ¡°De todos modos, el viaje estaba justificado as¨ª que no me preocupaba¡±.
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