¡°Esto no es una discoteca, caballero¡±
150 polic¨ªas custodian el per¨ªmetro y evitan las aglomeraciones en las calles de Preciados y del Carmen
La pandemia ha obligado a vigilar el acceso a las calles m¨¢s c¨¦ntricas de la capital para evitar aglomeraciones. Se imponen una especie de barreras, la custodia de 150 agentes y hasta la utilizaci¨®n de drones. Y se impone tambi¨¦n una nueva casu¨ªstica de excusas para atravesar la barrera. No es una frontera, pero a veces lo parece.
¡ªLo siento, no se puede pasar, dice el polic¨ªa municipal.
¡ªEs que vamos a la calle del Pozo, replica una pareja joven.
¡ªPero, ?son residentes?, inquiere el agente.
¡ªNo... bueno... en realidad vamos por una chorrada. A recoger un rosc¨®n para merendar.
El polic¨ªa sonr¨ªe: ¡°A ver, un rosc¨®n no es ninguna chorrada, pero no se puede pasar hasta que nos den el aviso. No creo que tarde m¨¢s de 15 minutos¡±.
¡ªLe prometemos que cogemos el rosc¨®n y salimos, insisten los j¨®venes.
¡ªSi es que da igual, porque en la calle del Pozo hay otro control. Esperad unos minutos y en cuanto se vac¨ªe un poco y nos avisen, pod¨¦is pasar.
Son las 18.33 del s¨¢bado. Dos municipales y dos vallas controlan el acceso de peatones en la confluencia de la plaza de Jacinto Benavente con la calle de la Cruz. El bullicio de la plaza contrasta con la visi¨®n de la v¨ªa, en la que apenas se divisa gente paseando. Las aglomeraciones est¨¢n en el ¨¢rea m¨¢s cercana a Sol.
En el tiempo que ha durado la conversaci¨®n inicial, se ha formado un grupo de unas diez personas que quieren pasar el control.
¡ªVengo a hacer un recado, explica un chico.
¡ªLo siento, hasta que no nos avisen de que se puede pasar, est¨¢ cerrado, contesta el agente.
En los 24 minutos que dura esta escena repetir¨¢ la misma frase hasta a ocho personas diferentes. Y a todas ellas les contestar¨¢ con amabilidad y buen humor.
¡°Tenemos que ir a una casa ah¨ª al lado para recoger unas cosas¡±, dicen dos chicos.
El guardia vuelve a repetir su frase al tiempo que dos personas cruzan la valla desde el interior del per¨ªmetro cerrado.
¡ªY ahora que han salido dos ?no podemos entrar nosotros?, le pregunta uno de los chicos.
¡ªEsto no es una discoteca, caballero, contesta el agente.
Los chicos se r¨ªen. El polic¨ªa tambi¨¦n. Flota en el aire cierto ambiente navide?o y al agente le ha hecho gracia su ¨¢gil respuesta.
Las vallas se abren para dejar paso a dos microbuses. Una joven hace una broma sobre pasar agachados pegados a uno de los laterales de los veh¨ªculos. Tras los autobuses, se acerca un grupo de personas, que acceden al per¨ªmetro.
¡ª?Y ellos?, pregunta uno.
¡ªSon residentes, contesta el agente.
¡ªAh, yo tambi¨¦n soy residente, devuelve la voz.
¡ªD¨¦jeme ver su DNI, le dice el polic¨ªa.
Silencio. Parece que ya no es residente.
La escena transcurre con calma. No hay malas caras ni malas contestaciones. Varias personas intentan acceder haci¨¦ndose las despistadas.
¡°Es que vamos a Bravo Murillo¡±, dice un se?or al que acompa?an una se?ora y varios ni?os.
Se hace un inc¨®modo silencio general. Como si esa excusa no estuviera entre las aceptadas y todo el mundo estuviera trazando en su cabeza un mapa para llegar a Bravo Murillo sin la necesidad de atravesar Sol.
¡°Pues va a tener que rodear el per¨ªmetro, porque por aqu¨ª no se puede pasar¡±, contesta el agente.
Todos los presentes siguen pensando en lo lejos que est¨¢ Bravo Murillo y en lo mala que ha sido la excusa.
¡°Voy a trabajar¡±, ¡°voy a casa de un amigo¡±, ¡°vengo a por tabaco¡±. Cada persona tiene un motivo para acceder al per¨ªmetro. A las 18.57, se abre la valla. No queda nadie de la escena inicial.
¡ª?D¨®nde est¨¢n los chicos que iban a por el rosc¨®n?, pregunta el agente a su compa?ero.
¡ªSe fueron hace 10 minutos.
¡ªPues tampoco deb¨ªan tener tantas ganas... Y se vuelve a re¨ªr.
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