Frivolidades
Este a?o no podemos echarnos unas risas porque no hay nada que celebrar
Quiz¨¢ sea un juego del calendario. Una cuesti¨®n de fechas festivas de animaci¨®n colectiva acompa?adas de una sucesi¨®n de luces navide?as que juran que todo va bien y anuncios que dicen que todo ir¨¢ mejor. Quiz¨¢ tenga que ver que pusimos fin a un a?o terrible, desgraciado. El tema es que, entre turr¨®n y rosc¨®n (entre las sobras de turr¨®n de chocolate blanco y la fruta escarchada del rosc¨®n que no le gusta a nadie), surge un sentimiento de sobremesa que pide un poco de ligereza. Dig¨¢moslo de otro modo: solo queremos echarnos unas risas.
Hubo un tiempo en el que este pa¨ªs se permit¨ªa siestas tranquilas y frivolidades a la hora del caf¨¦. Nos re¨ªamos de las grabaciones del primer d¨ªa de rebajas de las c¨¢maras de seguridad de El Corte Ingl¨¦s donde una avalancha de se?oras con abrigo de pelo, del de animales muertos de verdad, se peleaban por un bolso de 20 euros. ?ramos fr¨ªvolos contando en Twitter la ¨²ltima de nuestro cu?ado (o cu?ada, que el cu?adismo es tambi¨¦n paritario) en la cena de Nochebuena. Y las campanadas eran motivo de jolgorio nacional y no pesaba sobre ellos la gravedad de creer que el reloj de la Puerta del Sol estaba marcando el fin de una era mientras nosotros nos esforz¨¢bamos por no atragantarnos con las uvas, que bastante hemos tenido este a?o.
Ni siquiera podemos celebrar la llegada de la vacuna porque mientras nosotros festejamos, resulta que Madrid tiene de los peores datos de vacunaci¨®n de toda Espa?a.
Busco esa frivolidad durante la primera semana del 2021 paseando por Madrid. Creo encontrarla en el ¨¢rbol de Navidad gigante del Four Seasons, una aberraci¨®n natural llena de luces de colores. Creo encontrarla en el pianista y las copas de champ¨¢n que veo detr¨¢s de las ventanas del hotel, iluminadas y brillantes en las manos de los que brindan mientras a m¨ª la mascarilla me empa?a las gafas. Pero solo es un fugaz destello que se apaga en cuanto me giro y veo a un hombre sin hogar, apenas vestido, resistiendo entre cartones el fr¨ªo de enero. No podemos tener cosas bonitas, pienso. Ni siquiera podemos celebrar la llegada de la vacuna porque mientras nosotros festejamos, resulta que Madrid tiene de los peores datos de vacunaci¨®n de toda Espa?a porque solo ha estado vacunando cinco de los 11 primeros d¨ªas de la campa?a y adem¨¢s ha rechazado vacunadores p¨²blicos del Ayuntamiento para gastarse casi un mill¨®n en vacunadores privados. Ay, la frivolidad.
Dec¨ªa Almudena Grandes en una columna publicada hace ya algunos a?os que ¡°Nada inhabilita m¨¢s a un pol¨ªtico que la falta de sensibilidad hacia el sufrimiento ajeno, excepto, quiz¨¢s, el cinismo que pretende enmascararla¡±. Pienso mucho en esa frase estos d¨ªas en los que contemplo emocionada la nieve que nos ha espolvoreado por encima Filomena. El entusiasmo se me pasa cuando me acuerdo que durante la ola de fr¨ªo, el precio de la electricidad ha alcanzado m¨¢ximos hist¨®ricos. Eso, para los que podamos pagarla, porque en La Ca?ada no tienen ni suministro.
Echo de menos la frivolidad, echo de menos echarnos unas risas. Dicho de otro modo: espero que pronto todos podamos volver a permit¨ªrnosla.
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