?Roy Orbison en holograma? No, gracias
El Gran Teatro Bankia Pr¨ªncipe P¨ªo, que se ha convertido en hogar para los conciertos ficticios, programa ahora una actuaci¨®n conjunta del m¨²sico fallecido y Buddy Holly
Que la realidad supera a la ficci¨®n es algo que se dice mucho y que, al menos, m¨¢s all¨¢ de confinarse todo el planeta durante semanas y acostumbrarse a ver a la gente por la calle con mascarillas, sabemos con cierto conocimiento de causa desde que los Beatles irrumpieron como cometas supers¨®nicos en el mundo. No hay historia m¨¢s perfecta que la que los cuatro fabulosos de Liverpool protagonizaron en la d¨¦cada de los sesenta del siglo pasado. Apenas ocho a?os de vida que han dado para construir todo un mundo, un mito, una f¨¢bula m¨¢s grande que cualquier palabra escrita o hablada.
El deporte tambi¨¦n es propicio para ello: ah¨ª han estado o est¨¢n con sus cosas, yendo m¨¢s lejos que la imaginaci¨®n, personajes como Maradona, Michael Jordan, Rafa Nadal o la gimnasta Simone Biles. Tambi¨¦n en pol¨ªtica, a veces, sucede. Solo que suele ser al contrario: para mal. Tenemos ejemplos muy recientes como Donald Trump. En Madrid, est¨¢ Isabel D¨ªaz-Ayuso, que, aun estando en categor¨ªa de alevines con respecto al otro, como escrib¨ªa el otro d¨ªa Enric Gonz¨¢lez en este peri¨®dico, es capaz de superarse cada semana dejando cualquier desprop¨®sito verbal imaginado en una menudencia.
La realidad supera a la ficci¨®n, pero la ficci¨®n es el nuevo credo. Vivimos rodeados de ella en series, pel¨ªculas, programas de televisi¨®n, videojuegos, redes sociales e incluso pol¨ªtica. Ahora, tambi¨¦n, incluso en la m¨²sica. No por lo que nos dicen las canciones -ojal¨¢-, sino por los conciertos, tan dif¨ªciles de ver estos d¨ªas de pandemia. Por los conciertos con hologramas, una propuesta que desde hace a?os ha ido funcionando en Estados Unidos y Reino Unido y hoy se est¨¢ abriendo paso como una oferta de ocio en la capital. De hecho, el Gran Teatro Bankia Pr¨ªncipe P¨ªo se ha convertido en hogar para estas actuaciones ficticias. Y lo es por una alianza con la empresa Base Hologram, que estaba detr¨¢s el pasado marzo del espect¨¢culo sobre Mar¨ªa Callas y en noviembre sobre Whitney Houston. Ahora, le toca el turno a otros dos ilustres cad¨¢veres: Roy Orbison y Buddy Holly. Ver para creer.
Hay bastante de perverso en asistir a un concierto de estos dos pioneros del rock¡¯n¡¯roll en 2021. Es comprensible la curiosidad, m¨¢s bien el morbo, como es tambi¨¦n entendible que uno tenga que frotarse los ojos en m¨¢s de una ocasi¨®n para cerciorarse de que el tipo que est¨¢ sobre el escenario no es el aut¨¦ntico Roy Orbison. El holograma proyectado con l¨¢ser de alta tecnolog¨ªa militar es de un realismo extremo y mueve la boca al un¨ªsono de la letra de la canci¨®n, marca las notas de la guitarra correctamente, flexiona las rodillas para los ligeros movimientos de baile, interact¨²a con la banda ¨Dformada por humanos de carne, hueso y sufridores como todos de las limitaciones del covid¨D y saluda al p¨²blico, aunque el p¨²blico est¨¦ con mascarilla, sin decir ni mu. Incluso al correspondiente Buddy Holly se le agitan los flecos de su chaleco.
Los m¨²sicos no saltan al escenario: aparecen y se desvanecen. Primero, surge Roy Orbison y, despu¨¦s, Buddy Holly. No se cruzan en camerinos ni se chocan la mano en el cambio de bolo. Cuando le toca el turno al genio gafapasta, Roy Orbison da las gracias y se esfuma. Literalmente. Se evapora como una nube, desaparece como por un conjuro m¨¢gico de Harry Potter. Surge, entonces, Buddy Holly, despu¨¦s de un v¨ªdeo nost¨¢lgico sobre la importancia de uno y otro. Sale Tom Petty y Bono de U2 hablando de la grandeza de Orbison. Y Don McLean y varias estrellas m¨¢s comentando lo esencial que fue Holly. Es dif¨ªcil saber que da m¨¢s yuyu: si esos hologramas con pinta de verdaderos o esos v¨ªdeos record¨¢ndonos que estamos haci¨¦ndonos los locos con esos m¨²sicos como si no hubieran muerto. Recordemos: Buddy Holly palm¨® al estrellarse su avi¨®n en 1959 y Roy Orbison se fue por un ataque al coraz¨®n en 1988. Quiz¨¢ han tenido cada uno decenas de imitadores desde entonces, pero ambos han sido irrepetibles.
Los ingleses siempre tienen una expresi¨®n para algo, incluso para lo m¨¢s ins¨®lito. En teatro, suelen decir la expresi¨®n a suspension of disbelief (el suspenso de la incredulidad) cuando se refieren al momento en el que el espectador renuncia a todo lo que sabe de antes y se deja implicar emocionalmente por lo que va a suceder en el escenario. Forma parte del c¨®digo establecido para asombrarse por la magia del arte.
El problema es que un holograma, por muy real que parezca, no solo es hacerle trampas a la vida, sino al mismo arte. Conmigo que no cuenten. Puede tener su p¨²blico buscando su grano de entretenimiento, como los reality-shows o buena parte de la pol¨ªtica, pero no son verdad. Ni siquiera son mentira. Son un reflejo de algo que deber¨ªa ser real para conectar con la humanidad. El arte es esa empresa que, por absurdo, disparatado, novedoso o extra?o que sea, explica el misterio de la realidad desde la experiencia. No la reproduce. La desentra?a. Cuando la realidad supera a la ficci¨®n para bien es, simple y llanamente, porque, como Roy Orbison, Buddy Holly y los Beatles hac¨ªan en vida, no hay nada mejor que ella, que los seres humanos que la hicieron posible.
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