Han vuelto
Las semanas de asueto pol¨ªtico que vivimos tras el 4-M eran un espejismo: las cornetas llaman de nuevo a la batalla
Lo mejor de las ¨²ltimas elecciones madrile?as fue que se acabaran. La gente vot¨® y por fin dejamos atr¨¢s aquellas semanas interminables de griter¨ªo y de amenazas, de balas en el correo y de temores a que se destruyese nuestro modo de vida madrile?o o a que la momia de Franco echase a andar en la cripta de Mingorrubio. En el ¨²ltimo mes ya no hab¨ªamos vuelto a tener pesadillas con escuadrones bolivarianos que recorr¨ªan la ciudad cerrando bares y asaltando domicilios de la clase media para exigir el pago de impuestos, como tampoco con pistoleros de camisa azul que paseaban rojos por Madrid R¨ªo.
Desde el 4 de mayo, todo era relajaci¨®n y sosiego. La presidenta se oxigenaba con la brisa mediterr¨¢nea de Ibiza; el Gobierno de S¨¢nchez parec¨ªa haberse tomado un descanso de su empe?o cotidiano por hundir Madrid; Pablo Iglesias se hab¨ªa retirado a sus cuarteles y cortado la coleta. La reyerta pol¨ªtica enmudec¨ªa. La primavera y la libertad resplandec¨ªan en la capital. Las flores coloreaban los parques, el canto de los pajarillos endulzaba el aire.
Las primeras perturbaciones se detectaron con la reaparici¨®n de la presidenta en el programa de Bert¨ªn Osborne. Segu¨ªamos en un ambiente vacacional, con el calor hogare?o, las risas y la campechan¨ªa que siempre garantizan las funciones de Bert¨ªn. Pero ese d¨ªa ya se col¨® alguna palabra terrible, de esas que parec¨ªan haberse desvanecido semanas atr¨¢s: la presidenta tach¨® de ¡°c¨¢ncer¡± al retirado Iglesias. Los primeros presagios de que esta primavera pol¨ªtica iba a ser ef¨ªmera tomaron cuerpo. Y se confirmaron muy pronto.
Lo de Col¨®n signific¨® el retorno a lo grande de la presidenta, otra vez protagonista entre los protagonistas, de nuevo con la mecha encendida para una explosi¨®n que reverber¨® por toda Espa?a durante varios d¨ªas. El terreno estaba preparado para un discurso de investidura que confirm¨® que Madrid tiene mucho m¨¢s que un Gobierno: es un crucial basti¨®n de resistencia contra el enemigo sanchista que conspira para arruinar la capital, vaciar los bolsillos de sus ciudadanos y vender la unidad de la patria.
Al d¨ªa siguiente, lleg¨® Roc¨ªo Monasterio para ratificarlo con una diatriba contra un diputado negro, no por ser negro, sino por ser ¡°ilegal¡±, curiosa forma de reducir el racismo a una cuesti¨®n administrativa. Extra?a que la l¨ªder de Vox, tan admiradora del esp¨ªritu empresarial, no valore al emprendedor que ha sido Serigne Mbay¨¦: se jug¨® el tipo en una patera, se busc¨® la vida en la calle, ahorr¨® para abrir un negocio y hoy es un espa?ol m¨¢s. Todo eso lo consigui¨® sin estar acusado de hacer obras ilegales ni de firmar como falso arquitecto.
Con la molicie en que vivimos tras el 4-M, ya hab¨ªamos olvidado que solo faltan dos a?os para las pr¨®ximas elecciones. Los contendientes est¨¢n de vuelta y las cornetas llaman de nuevo a la batalla. Al parecer, el destino de la civilizaci¨®n sigue estando en juego.
Suscr¨ªbete aqu¨ª a nuestra nueva newsletter sobre Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.