An Wei, el artista que se forj¨® entre rollitos de primavera
En su corta trayectoria, el pintor madrile?o ha participado en diversas exposiciones individuales, gracias a prestigiosas becas como Mario Antol¨ªn Premios BMW y el Circuito de Artes Pl¨¢sticas
Es dif¨ªcil de olvidar la primera vez que se siente la confianza ajena depositada en uno mismo. Con ocho a?os An Wei (Madrid, 31 a?os) se dedicaba a pintarrajear servilletas con el traqueteo fren¨¦tico de los platos del restaurante chino de sus padres y el olor a rollitos de primavera de fondo. Una tarde el vecino de arriba, vendedor de arte que sol¨ªa frecuentar el bar de enfrente, le pregunt¨®: ¡°?Te gusta pintar?¡±. ?l fue quien le present¨® a un amigo que daba clases de pintura llamado Mariano, con quien comenz¨® a realizar copias de cuadros del Barroco espa?ol. ¡°Como maestro era muy bueno, me explicaba todos los pasos del proceso desde el momento de la preparaci¨®n del lienzo hasta los pigmentos que usaban y me lo pon¨ªa todo en contexto. Es una formaci¨®n a la que pocos pueden acceder y jam¨¢s me cobr¨® nada¡±, rememora Wei. La amistad entre maestro y pupilo es tan fuerte que a¨²n hoy contin¨²an vi¨¦ndose de vez en cuando: ¡°Es como si fuera mi hermano o mi padre¡±.
En su trayectoria, Wei ha participado en diversas exposiciones individuales y ha obtenido la beca Mario Antol¨ªn Premios BMW en 2021 y el Circuito de Artes Pl¨¢sticas en 2020. ¡°Ganar esas dos becas me cambiaron much¨ªsimo la vida. La parte econ¨®mica es muy importante, pero es tambi¨¦n una forma de dar visibilidad dentro de la escena¡±, explica Wei, que no entiende la pintura como un fin, si no, m¨¢s bien como un medio para alterar el espacio, donde el propio espectador pueda formar parte de la obra. Por ello algunas de sus contempor¨¢neas creaciones se encuentran en paquetes de tabaco de liar, o en murales, a la vista de todos, como el rostro infantil que luce la pared de La tabacalera y por el que pasa cada d¨ªa. ¡°Me gusta la idea de que muchas veces ignoramos cosas a nuestro alrededor que son bellas. Puede haber belleza en la cotidianidad, puede ser digno de ser representada¡±.
Cuando Wei comenz¨® a pintar acababa de volver de China, donde hab¨ªa estado viviendo algunos a?os con sus t¨ªos. ¡°Fue un shock. De repente, ten¨ªa que compartir habitaci¨®n con mi hermano, vivir en un bajo muy peque?o, donde parte del sal¨®n era el almac¨¦n del restaurante¡±, cuenta. Este se encontraba cerca de San Bernardo y se llamaba Norte de China a pesar de que la familia proven¨ªa del sur, y fue uno de los primeros establecimientos de comida oriental que se abrieron en Madrid. An no recuerda un d¨ªa en el que sus padres no trabajaran a destajo, festivos y domingos incluidos: ¡°He pasado muchos agostos en Madrid, no me fui de vacaciones hasta mucho tiempo despu¨¦s, tambi¨¦n porque empec¨¦ a trabajar¡±.
Su primer trabajo fue como frutero para costearse la selectividad, pero en su curr¨ªculum hay un poco de todo. Desde vendedor de latas en un festival, hasta camarero para costearse sus estudios de Bellas Artes en la Universidad Complutense. ¡°Fueron unos a?os locos, sin un duro. Me fui de Erasmus un a?o a Francia. All¨ª fue donde pas¨¦ hambre realmente. Me acuerdo que mis colegas me ayudaban porque no pod¨ªa, y ya ni hablar de los materiales para pintar, que son car¨ªsimos¡±, recalca Wei. Tambi¨¦n trabaj¨® en la taquilla del Museo del Prado, donde com¨ªa a toda prisa para que le diera tiempo a pasar r¨¢pidamente por delante de los cuadros, y en la plaza de toros. ¡°Recuerdo que solo reun¨ª el valor para entrar en una corrida una vez, y me tuve que salir¡±, confiesa.
Despu¨¦s de todo el esfuerzo para entrar en la universidad, Wei dej¨® la carrera a falta de seis meses de entregar su trabajo de fin de grado. ¡°Yo quer¨ªa ser profesor. Supongo que ten¨ªa una idea muy rom¨¢ntica sobre la profesi¨®n. Quer¨ªa devolverle al universo el favor que me hab¨ªa hecho, pero al final durante mis estudios me decepcionaron un poco las expectativas¡±, reconoce. Fue en esa situaci¨®n cuando decidi¨® dedicarse al arte por su cuenta, como lleva haciendo desde hace cinco a?os. Al principio viv¨ªa en una habitaci¨®n en Tirso de Molina que ten¨ªa un agujero que conectaba al piso de abajo, por el m¨®dico precio de 250 euros. Todo para reducir los gastos que conlleva alquilar un lugar de trabajo. El taller en el que est¨¢ ahora lo encontr¨® por casualidad, a base de tocar puertas y preguntar por garages. ¡°Los due?os alquilaban cuartos para ensayos de grupos rockeros y me dijeron: tenemos un agujero infame, no s¨¦ si te podr¨¢ interesar¡±, dice mientras se encoge de hombros. Si algo ha demostrado el pintor, es que poco importa el lugar a la hora de que se forje el arte.
En el momento en que le dieron la beca, un amigo le aconsej¨® que lo mejor era que mantuviera los pies en el suelo: ¡°Me dijo: Te tienes que dar cuenta de que eres el mismo artista, la ¨²nica diferencia es que ahora te han dado un poco de pasta. No eres ni mejor ni peor que antes¡±. Esta an¨¦cdota le sirvi¨® para relativizar todo lo que le estaba ocurriendo, aunque An ve talento en la escena art¨ªstica madrile?a, tambi¨¦n en su grupo de amigos del gremio, aunque esto no siempre conlleva un reconocimiento. ¡°Un comentario m¨ªo recurrente es: Alg¨²n d¨ªa comeremos bogavante, como s¨ªmbolo de la riqueza¡±. La frase ya se ha convertido en una broma entre con sus amigos, con los que comparte penurias econ¨®micas. Cuando An empez¨® en el mundillo, su objetivo era exponer en ARCO. Ahora en vez de sue?os por cumplir, prefiere estar m¨¢s tranquilo con el proceso, y disfrutar de las metas y los bogavantes del camino.
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