La ¨²ltima vez que Adaliz perdon¨® a su asesino
La Audiencia Provincial juzga a Francisco Giovanni, un hombre que mat¨® a su pareja en el portal de su casa y amenaz¨® a sus hijas con hacerles lo mismo con el cuchillo a¨²n en la mano
Un cuchillo con la empu?adura gris pasa por delante de los ojos de cada uno de los miembros del jurado. El silencio es total. Unos segundos antes, Francisco Giovanni apenas puede mantener la mirada sobre el arma con la que el 17 de septiembre de 2019 asest¨® una decena de pu?aladas a Adaliz, su mujer, en el portal de la casa familiar en Madrid. Cuando a¨²n yac¨ªa en el suelo, las hijas de la pareja, de entonces ocho y diez a?os, bajaron alarmadas por los gritos de su madre. ?l se gir¨® y les dijo que acababa de matarla y que se marcharan si no quer¨ªan que les pasara lo mismo. Este es el relato que se ha podido escuchar este jueves en el juicio por el que este hombre se enfrenta a 32 a?os de c¨¢rcel. Lo contaron las propias ni?as en una grabaci¨®n que hoy se ha reproducido en la Audiencia Provincial. Un d¨ªa antes, Adaliz hab¨ªa perdonado por en¨¦sima vez a Giovanni por sus golpes y sus borracheras.
El testimonio que sale de la boca de las peque?as asombra no por lo que cuentan, sino por c¨®mo lo hacen. En el juicio se ha empleado la grabaci¨®n en lugar de su declaraci¨®n presencial para no obligarles a revivir una vez m¨¢s la vida de moratones, amenazas e insultos que llevaron junto a su padre.
Lejos del llanto o la estupefacci¨®n, las menores relataron en su d¨ªa todo tipo de atrocidades con profusi¨®n de detalles y aparente naturalidad. ¡°A mi madre le dec¨ªa que era una hija de p... y le daba golpes contra la puerta. A m¨ª me pegaba con el cintur¨®n y me dec¨ªa que era est¨²...¡±, contaba la mayor, que evit¨® en su declaraci¨®n decir palabrotas. ¡°Mi padre le dijo a mi madre muchas veces: ¡®?Cuando menos te lo esperes te voy a matar! ?Te voy a dar donde m¨¢s te duele!¡±, reproduc¨ªa la peque?a de las hermanas con una normalidad que asusta. Un d¨ªa en el que estaba en la casa un sobrino de siete a?os de la mujer, el hombre solt¨®: ¡°No te mato ahora porque el ni?o no puede ver tanta sangre¡±.
En su intervenci¨®n, el acusado, de 44 a?os, se ha blindado en su alcoholismo para justificar sus lagunas sobre el d¨ªa del asesinato y, en general, sobre todos los episodios de maltrato sostenidos por varios testigos en la fase de instrucci¨®n. La relaci¨®n de Giovanni y Adaliz, que muri¨® con 31 a?os, comenz¨® en 2008. En 2009 ella present¨® la primera denuncia por maltrato, algo que se repiti¨® en 2011 y 2018. En la ¨²ltima ocasi¨®n, decidi¨® no seguir adelante con la denuncia, algo que sucede en muchos casos de violencia de g¨¦nero.
En las anteriores ocasiones, hab¨ªa obtenido ¨®rdenes de alejamiento y le quit¨® las llaves de casa al hoy acusado varias veces, pero nada de eso sirvi¨® para librarse de su agresor. ¡°Pap¨¢ sab¨ªa escalar y sub¨ªa por las tuber¨ªas hasta nuestras ventanas¡±, han contado las ni?as. Las peque?as siguen teniendo miedo por si su padre o alguno de sus ¡°amiguitos que roban y matan¡± vuelven a por ellas en su nueva casa, porque sus habitaciones son exteriores.
La advertencia de las ni?as
La ma?ana del asesinato, el acusado acudi¨® a pedir ayuda para tratar su adicci¨®n a un centro de atenci¨®n a drogodependientes. Pero, nada m¨¢s salir, entr¨® a un comercio y compr¨® cerveza y ¡°una de esas botellitas de ron¡±, seg¨²n su propio relato. Desde las diez de la ma?ana y hasta las seis de la tarde, consumi¨® una cerveza tras otra, mezclada con chupitos. Bebi¨® en la calle, en el bar de un paisano, en la puerta de un comercio chino. Sobre las cuatro, regres¨® a casa donde intent¨® entrar, pero las ni?as no le abrieron.
As¨ª que se plant¨® frente al portal a esperar a que su mujer regresara, seg¨²n sus explicaciones, corroboradas por sus hijas, que lo vigilaban desde la ventana. Las peque?as llegaron a mandar un mensaje a su madre para advertirle de que tuviera cuidado al volver porque ¡°pap¨¢ estaba fuera¡± e incluso le hicieron fotograf¨ªas.
Sobre las siete, lleg¨® Adaliz del trabajo. ?l la empuj¨® dentro de portal, y la atac¨®. Ella solo pudo gritar: ¡°?Socorro! ?Que me mata!¡±. Sus ni?as oyeron los alaridos desde la casa, pero la puerta estaba atrancada y mientras la mayor trataba de abrirla, notaron c¨®mo la voz de su madre cada vez era m¨¢s d¨¦bil. Acertaron a escuchar c¨®mo pronunciaba sus nombres por ¨²ltima vez. Lo que vieron al llegar abajo fue a Adaliz en el suelo con un gran charco de sangre. Yanire, una viandante testigo de los hechos ha relatado c¨®mo vio una silueta asestaba pu?aladas a otra a trav¨¦s de un cristal trasl¨²cido. Y a continuaci¨®n advirti¨® la sangre que corr¨ªa por el escal¨®n de entrada. Mientras, las dos ni?as gritaban por la ventana: ¡°?No dejen que mi padre haga da?o a mi madre!¡±. Una vez consumado el asesinato, el acusado sali¨® agitado a la calle y, sin parar de fumar, y esper¨® a la polic¨ªa.
¡°Ni con mil vidas m¨¢s podr¨¦ arrepentirme lo suficiente ni reparar este da?o. He pensado quitarme la vida, pero ser¨ªa una forma cobarde y mezquina de no hace frente a la situaci¨®n¡±, ha asegurado el acusado, que est¨¢ en tratamiento psicol¨®gico y farmacol¨®gico en prisi¨®n y permaneci¨® seis meses internado en el ala de psiquiatr¨ªa. Giovanni ha llorado al contar que empez¨® a beber y esnifar pegamento en su Ecuador natal, y que esta senda de adicciones le ha llevado a perder su ¡°hogar, familia y vida¡±. Adaliz trat¨® de sacarle de su vida una y otra vez, pero ¨¦l siempre regresaba.
La hija peque?a finaliza su relato sobre el d¨ªa en el que su madre fue asesinado con una frase que pronuncia con tremenda lucidez: ¡°No me imaginaba mi vida sin ella, pero no lo logr¨®¡±. Adaliz acababa de convertirse en la cuarta v¨ªctima de violencia de g¨¦nero en dos d¨ªas.
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