El ¡°exesp¨ªa de la KGB¡± se compromete a salir de la casa que habita en Madrid tras seis meses de impago
Los caseros perdonar¨¢n la deuda a Felipe Turover si se marcha el 30 de marzo, seg¨²n un acuerdo homologado ante el juez
Felipe Turover, un individuo ruso descrito en un ¨¦xito de ventas como ¡°exesp¨ªa de la KGB¡±, ha prometido este jueves abandonar la casa de las afueras de Madrid en la que lleva viviendo seis meses como moroso junto a sus caseros. La familia madrile?a que le alquil¨® un dormitorio en su chalet de Villaviciosa de Od¨®n ha llegado con ¨¦l a un acuerdo validado ante un juez, por el que Turover se marchar¨¢ de su dormitorio el 30 de marzo a cambio de una condonaci¨®n de la deuda de 6.100 euros, seg¨²n ha informado la abogada de los caseros. De no abandonar voluntariamente la casa, una comisi¨®n de desahucio lo har¨ªa por la fuerza el 4 de abril y la deuda ser¨ªa exigida, seg¨²n el acuerdo entre las partes.
El caso de Turover ha tenido una gran repercusi¨®n medi¨¢tica por lo llamativo de las circunstancias: un inquilino moroso con un pasado extraordinario, unos caseros que recurrieron a los medios de comunicaci¨®n como estrategia de presi¨®n y una convivencia puerta con puerta cargada de tensi¨®n. Turover, de 56 a?os, aparece en el libro Putin¡¯s People (La gente de Putin), de la excorresponsal de Financial Times en Mosc¨² Catherine Belton, quien hizo una investigaci¨®n de siete a?os. Belton lo entrevist¨® en Boadilla del Monte durante tres d¨ªas y lo presenta como un oficial senior de la agencia de esp¨ªas KGB que en los a?os noventa fue cercano al hoy presidente Vladimir Putin. La prensa internacional report¨® a finales de esa d¨¦cada c¨®mo Turover jug¨® un papel clave en la salida del poder del expresidente Boris Yeltsin, al denunciar la corrupci¨®n de ¨¦ste y su familia ante la justicia suiza. Turover se mud¨® a Espa?a a?os m¨¢s tarde porque su padre, una eminencia en la interpretaci¨®n ruso-espa?ola, viv¨ªa en Boadilla. Pero asfixiados por las deudas tuvieron que vender esa vivienda a mediados de 2019.
Demanda de desahucio
Los caseros, un matrimonio jubilado, desconoc¨ªan la identidad de Turover cuando este apareci¨® por su casa en enero de 2021, en principio alquilando una habitaci¨®n de Airbnb durante solo 10 d¨ªas. Descubrieron su pasado al indagar sobre ¨¦l en internet. En octubre, les dej¨® de pagar y presentaron una demanda de desahucio. ?l les dijo que la ley estaba de su parte, conocedor de que en Espa?a los inquilinos morosos no pueden ser desalojados por la fuerza, una medida que busca proteger a personas vulnerables para que no se queden sin techo.
Frustrados por la lentitud de la justicia, los caseros recurrieron a la prensa, una estrategia de presi¨®n inusual ya que otros arrendadores contratan a empresas de desokupaci¨®n o pagan al inquilino para que se marche. Mar¨ªa Lloyd, de 64 a?os, ha explicado que no quer¨ªan usar estos m¨¦todos y que ha confiado en que la exposici¨®n p¨²blica pod¨ªa ser suficiente. Despu¨¦s de que este peri¨®dico revelara el caso, las televisiones mostraron durante semanas la tensi¨®n en el chal¨¦, donde Turover ocupa el cuarto adyacente al dormitorio del matrimonio. Pero no sirvi¨® de nada. Turover permaneci¨® en la casa a pesar de que asegur¨® en varias entrevistas que planeaba irse de inmediato.
En febrero, las televisiones dejaron de visitar el chal¨¦. Durante este tiempo el inquilino moroso ha permanecido en su cuarto sin ocupaci¨®n alguna, seg¨²n los caseros. Tras la invasi¨®n rusa de Ucrania, Antena 3 se present¨® un d¨ªa en la vivienda para recabar la opini¨®n de Turover. Seg¨²n Lloyd, sin abrir la puerta dijo: ¡°Todas las guerras son malas, porque muere gente¡±.
La ley fue reformada en 2018 para convertir el desahucio en un juicio expr¨¦s, pero la lentitud de la justicia sigue desesperando a muchos propietarios. Lloyd ha expresado alivio este jueves tras llegar al acuerdo en el Juzgado de Primera Instancia n¨²mero 1 de M¨®stoles, pero ha a?adido que se siente insatisfecha: ¡°Me parece humillante tener que aceptar esto, pero nos han dicho que es lo mejor¡±.
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