La historia de c¨®mo un cura rojo intent¨® salvar al ¨ªdolo quinqui en el Madrid de la hero¨ªna
Una iglesia de Getafe esconde una versi¨®n de ¡®La ¨²ltima cena¡¯ en la que los ap¨®stoles son toxic¨®manos de los ochenta a los que Pedro Cid, el p¨¢rroco, trat¨® de ayudar. Uno de ellos fue Jos¨¦ Luis Manzano, int¨¦rprete de ¡®El pico¡¯ o ¡®Navajeros¡¯
Su aspecto es el de un Caravaggio corrompido. Un Baco suburbial: rizos perfectos pero sucios y enmara?ados; un cuerpo que en otra ¨¦poca pudo ser de escultura griega, pero ahora apenas se tiene en pie; los brazos agujereados, surcados de venas negras; la mirada perdida. Un derrotado Jos¨¦ Luis Manzano da tumbos por las calles de Madrid en busca de un gramo de hero¨ªna m¨¢s. Unos a?os antes la fama lo hab¨ªa golpeado con toda su fuerza: sus colaboraciones con el director Eloy de la Iglesia, expareja y mentor, lo convirtieron en el rostro del cine quinqui: el Jaro de Navajeros, Paco de El pico, el Tocho de La estanquera de Vallecas. Ahora est¨¢ en horas bajas. Es 1989 y con tan solo 27 a?os es apenas una sombra de lo que fue, abandonado por De la Iglesia y la industria. Un d¨ªa, un mal pico le deja en un charco del poblado chabolista de La Celsa. Alguien le reconoce, le limpia, le acoge. Se despierta d¨ªas despu¨¦s en Getafe, con un mono que le arrastra. A¨²n no lo sabe, pero acaba de toparse con la Iglesia y su pen¨²ltima oportunidad de redenci¨®n.
El salvador de Manzano, un joven al que llaman Jos¨¦ El Asturiano, tambi¨¦n batalla con sus propios demonios. Pero conoce a alguien que ayuda a los chavales que, como ellos, lidian con la adicci¨®n: uno de esos ¡°curas rojos¡± que pueblan los barrios obreros del Madrid de los ochenta, Pedro Cid. Desde la parroquia Nuestra Se?ora de F¨¢tima, en el barrio de la Alh¨®ndiga, en Getafe, Cid mantiene una cruzada contra la droga. Son los a?os en los que una epidemia de hero¨ªna arrasa la periferia y, como canta Sabina, por la M-30 derrapa el caballo de la desolaci¨®n. El Asturiano no puede hacerse cargo de Manzano. Llama al p¨¢rroco, que acoge al antiguo icono quinqui y durante los siguientes dos a?os se convierte en su principal apoyo. En ese tiempo, Cid le encarga un mural para la iglesia a un vecino, Te¨®filo Barba. Y el artista pinta una versi¨®n de La ¨²ltima cena de Leonardo da Vinci en la que los ap¨®stoles tienen los rostros de los j¨®venes adictos a los que asiste Cid.
Jesucristo es El Asturiano. Manzano, a su derecha, es San Juan. A su lado tambi¨¦n est¨¢ Cid, como Sim¨®n Pedro. Est¨¢n sentados a una mesa donde no hay comida. Detr¨¢s de ellos, una masa de figuras gris¨¢ceas, calvas y deformes, casi alien¨ªgenas, sin expresi¨®n, huyen de una ciudad que se ve en el horizonte. ¡°Es la marginaci¨®n, los calvorotas no van buscando comida, acuden atra¨ªdos por el mensaje. Son desechos de la sociedad en una ciudad muy bonita, colorida, pero vac¨ªa¡±, explica Barba (74 a?os) junto al mural, que se conserva en el interior de la iglesia, una ma?ana de octubre.
¡°Hab¨ªa un ambiente duro, muy dif¨ªcil en esa ¨¦poca. Pedro era un personaje entregado completamente al ser humano, al pobre, al miserable¡ y aqu¨ª en el barrio ten¨ªa materia prima¡±. La obra, un acr¨ªlico sobre madera de unos 12 metros de largo por dos y medio de alto, contin¨²a con una imagen del calvario y la resurrecci¨®n. Pero para entender en toda su complejidad esa particular versi¨®n de La ¨²ltima cena, la labor de Cid y a Manzano, hay que remontarse en el tiempo.
¡°Un cura que se pas¨® noches y noches sacando chavales de comisar¨ªa¡±
1975. Pedro Cid llega a la Alh¨®ndiga para encargarse de la parroquia. No es un sacerdote al uso. Ha pasado un tiempo en Paraguay, donde ha conocido la teolog¨ªa de la liberaci¨®n. El barrio es en esos a?os un foco de movimiento obrero y cultural, el escenario en el que un grupo de vecinos hartos del abandono institucional se organizan para recuperar las calles. Cid se convierte en referente de esa particular corriente combativa. Su iglesia ¡ªen la plaza de Tirso de Molina, hoy llamada Pedro Cid¡ªacoge a obreros en huelga de las f¨¢bricas aleda?as, asociaciones, una biblioteca impulsada por los propios vecinos¡
¡°El trabajo que hac¨ªa Pedro de transformaci¨®n de la sociedad es desde una perspectiva religiosa, no se quedaba en las horas de despacho o las misas¡±, dice Guillermo Almonacid (66 a?os), amigo de Cid hasta el fallecimiento del p¨¢rroco en 2015 y figura activa en los movimientos culturales del barrio. A ese contexto llega Manzano, y como tantos otros j¨®venes adictos, se aloja en el apartamento del p¨¢rroco, encima de la iglesia. Enfrente estaba el kiosco Paco, regido por el propio Francisco P¨¦rez y su esposa, Amalia Pascual, amigos de Cid. ¡°Solo vi a Manzano dos o tres veces, ya estaba medio ido. Me choc¨®. Dije: ¡®?Co?o, t¨² eres el de El pico!¡¯. Ten¨ªamos el casete de los Burning de Navajeros [el grupo compuso la banda sonora de la pel¨ªcula] y se lo regal¨¦¡±, recuerda Pascual.
La hero¨ªna se hab¨ªa instalado en el d¨ªa a d¨ªa del barrio. ¡°Lo ten¨ªamos muy normalizado¡±, recuerda Pascual, ¡°era una situaci¨®n chunga en un barrio chungo¡±. ¡°En el kiosco tuvimos una gran cantidad de robos. En los barrios obreros donde atiza la droga es as¨ª, la gente tiene que buscarse la vida¡±. Para Pascual y P¨¦rez la presencia de los j¨®venes alrededor de la plaza se volvi¨® algo normal. Recuerdan rellenar los papeles de su boda en el kiosco con la ayuda de varios de ellos, entre humo y olor a hach¨ªs.
¡°Pedro les daba un lugar, estaba ah¨ª cuando lo necesitaban. Era un cura que se pas¨® noches y noches sacando a chavales de comisar¨ªa¡±, recuerda P¨¦rez. ¡°Si todos los sacerdotes fueran as¨ª, a la Iglesia le ir¨ªa mucho mejor, predicaba con el ejemplo¡±, sentencia Pascual. No todos los vecinos del barrio ve¨ªan con tan buenos ojos el trabajo del p¨¢rroco. Menos a¨²n que pintara un mural en la iglesia con caras de yonquis. ¡°Le acusaban de haber elevado al rango de santos a drogadictos, pero no fue ensalzar la droga, era representar desde el punto de vista cristiano la lucha de Pedro¡±, defiende Barba.
Amistad, septicemia y la c¨¢rcel de Carabanchel
Cid fue un padre para Manzano, alguien que con infinita paciencia le recib¨ªa con comprensi¨®n despu¨¦s de sus habituales reca¨ªdas. El cura lleg¨® a salvarle de una septicemia que el int¨¦rprete consigui¨® a base de agujerearse sin tregua el mismo brazo, como recoge Eduardo Fuembuena en Lejos de aqu¨ª (2021), una profunda investigaci¨®n en la vida de Manzano y su tortuosa y desigual relaci¨®n con Eloy de la Iglesia.
Cid fue una de las pocas personas en la vida del actor que vieron en ¨¦l a la persona y no a la caricatura, a aquel chaval de buen coraz¨®n crecido en la miseria de los poblados chabolistas y las viviendas sociales, en los m¨¢rgenes de la sociedad; un joven casi analfabeto que fue reclutado, masticado y luego escupido por la industria del cine. Acabaron haci¨¦ndose amigos, pasaban largas horas conversando, escap¨¢ndose lejos de la ciudad, alejando al joven de malas compa?¨ªas.
Pero la adicci¨®n de Manzano siempre resurg¨ªa. En 1991, Cid no puede m¨¢s. Despu¨¦s de encontrarle poni¨¦ndose un pico y de la reacci¨®n violenta del actor, el p¨¢rroco le pide que se vaya. Manzano busca refugio con De la Iglesia, pero el director malvive en pensiones de mala muerte, pidiendo limosnas, adicto a las pastillas.
Manzano vuelve a las calles. Cae en un infierno aun mayor del que hab¨ªa conocido, vagabundea por Madrid, rasca de donde puede para un pico m¨¢s. Acaba siendo detenido por un asalto con violencia y es encerrado en la c¨¢rcel de Carabanchel, prisi¨®n que hab¨ªa conocido durante los rodajes, a?os atr¨¢s, en los d¨ªas dorados en los que el futuro se aparec¨ªa en forma de alfombras rojas.
Desde la c¨¢rcel se pone en contacto con Cid, que vuelve a socorrerle. En una entrevista para Intervi¨² cuando a¨²n cumple condena, Manzano dice: ¡°Solo he podido contar con mi madre y con Pedro Cid¡±. Para el p¨¢rroco las cosas tampoco son favorables. La Iglesia, cansada de su activismo social, est¨¢ intentando echarle de Nuestra Se?ora de F¨¢tima. Pero los vecinos se movilizan contra el Arzobispado, se encierran en la parroquia, cantan canciones de Labordeta y movilizan al barrio. Ganan el pulso y Cid consigue quedarse.
Manzano sale de prisi¨®n y se refugia con De la Iglesia. El 20 de febrero de 1992, dos semanas despu¨¦s de ser excarcelado, el director encuentra al joven actor muerto en el ba?o, con una jeringuilla todav¨ªa clavada en el muslo izquierdo. La causa oficial de la muerte es sobredosis. Hoy, 30 a?os despu¨¦s, con el resurgir del mundo quinqui en forma de moda est¨¦tica y acr¨ªtica, sus nombres vuelven a ser recordados. De Manzano quedan un pu?ado de buenas pel¨ªculas, una historia de pobreza y resistencia, y un mural casi olvidado en una iglesia de barrio, con el rostro inmortalizado de aquel ap¨®stol de los desamparados. Cid muri¨® de c¨¢ncer en 2015. A su homenaje acudieron algunos de los chavales a los que ayud¨®. Aquellos que sobrevivieron.
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