Goteras, moho y andamios: la tortura de 220 familias con una de las mayores inmobiliarias como casero en Madrid
La empresa Nestar, gestora residencial de Azora, descuida el mantenimiento de un edificio en el sureste de Madrid, en el que el precio del alquiler aumenta muy por encima del IPC
Cada vez que Paula Garc¨ªa sale de su casa en el distrito madrile?o de Villa de Vallecas recuerda que la amenaza se cierne sobre su cabeza. En la planta de arriba est¨¢ la caldera del edificio, de la que se filtra agua sucia constantemente a su vivienda. Al lado de la puerta principal y 20 cent¨ªmetros debajo del diferencial el¨¦ctrico, se ve el rastro de las goteras que se cuelan por una caja met¨¢lica, como l¨¢grimas ennegrecidas que se alargan hasta el suelo.
El caso es uno de las m¨¢s graves de la urbanizaci...
Cada vez que Paula Garc¨ªa sale de su casa en el distrito madrile?o de Villa de Vallecas recuerda que la amenaza se cierne sobre su cabeza. En la planta de arriba est¨¢ la caldera del edificio, de la que se filtra agua sucia constantemente a su vivienda. Al lado de la puerta principal y 20 cent¨ªmetros debajo del diferencial el¨¦ctrico, se ve el rastro de las goteras que se cuelan por una caja met¨¢lica, como l¨¢grimas ennegrecidas que se alargan hasta el suelo.
El caso es uno de las m¨¢s graves de la urbanizaci¨®n, aunque no es ajeno a las 220 familias que viven en el n¨²mero 7 de la calle de Mart¨ªn Mu?oz de las Posadas. Los residentes acusan al propietario del bloque, Nestar, gestor inmobiliario del grupo ¡ªel tercer tenedor m¨¢s grande de Espa?a, con cerca de 9.000 viviendas en cartera¡ª, de incumplir sus responsabilidades de mantenimiento y de incluir cl¨¢usulas contractuales abusivas. En el interior de las viviendas, el moho se come los techos desde las esquinas y las manchas de humedad brotan de los muros. Los garajes y los trasteros se inundan cuando llueve. Azora, que opera bajo el nombre de Nestar, tiene al menos siete promociones en el barrio del Ensanche de Vallecas.
Garc¨ªa se mud¨® en 2020 al piso 7-A del portal L, atra¨ªda por la tranquilidad que le brindaba educar a sus hijas dentro de una urbanizaci¨®n. ¡°Se supone que es algo seguro tenerlas ac¨¢ adentro sin que est¨¦n en la calle¡±, afirma esta madre que, tres a?os y medio despu¨¦s, no solo se ha visto obligada a buscar un parque en el exterior al que llevar a sus dos hijas a jugar, sino que tiene que lidiar con las paredes manchadas por las filtraciones que gotean cerca de los electrodom¨¦sticos.
¡°Mi preocupaci¨®n son mis hijas o que me pegue un petardazo en la cocina¡±, confiesa. Un par de veces le ha saltado la luz. ¡°Los azulejos se est¨¢n cayendo¡±, narra mientras se?ala bajo el lavabo de la cocina. Las manchas se multiplican en el aseo y el sal¨®n. Por ser uno de los casos m¨¢s graves, confirma haber recibido de Nestar una propuesta de compensaci¨®n, pero la idea no la convence. ¡°Lo que necesito es vivir en condiciones habitables¡±, ha se?alado la mujer, que gasta casi mil euros mensuales en el pago de la vivienda.
La fachada del enorme patio interior del bloque est¨¢ taponada por unos andamios que cubren las siete plantas. Parece en obras, aunque los vecinos aseguran que desde hace meses nadie trabaja all¨ª. El parque infantil y los ¨¢rboles han sido arrasados. En su lugar, brilla una explanada de cemento vallada, donde la promesa de una piscina no termina de tomar forma. Los vecinos est¨¢n convencidos de que Nestar, en su af¨¢n de subir los precios del alquiler, usa la t¨¢ctica de aburrirlos hasta que se marchen para negociar con nuevos inquilinos con contratos m¨¢s rentables.
Nestar desmiente que su intenci¨®n sea la de hostigar a los inquilinos. La empresa ha admitido en un comunicado que ha mandado a EL PA?S demoras imprevistas en las obras de reforma entre mediados de enero e inicios de marzo ¡°por causas ajenas, ya que la constructora contratada entr¨® en quiebra¡±. La empresa no precisa las causas de la humedad en las viviendas, pero s¨ª acusa a algunos residentes de no reportar las aver¨ªas ¡°en su debido momento¡±, algo que contradice los informes de da?os que enviaron los vecinos a partir de 2020. La sociedad no ha contestado a este peri¨®dico cu¨¢ntas incidencias ha registrado en la urbanizaci¨®n, ni ha detallado alguna soluci¨®n para los da?os en los pisos y zonas comunes.
En 2013, una alianza de Azora y Goldman Sachs, conocida como Encasa Cibeles, compr¨® casi 3.000 propiedades que eran de la Comunidad de Madrid. Tras a?os de litigio, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid declar¨® la nulidad la compra y la devoluci¨®n de las propiedades que no se hubiesen vendido a terceros. El Gobierno regional ha tenido que desembolsar 109 millones por la restituci¨®n de los inmuebles, pero Azora a¨²n reclama en los tribunales entre 65 y 90 millones m¨¢s.
Cl¨¢usulas abusivas
Los vecinos de la urbanizaci¨®n de las goteras se han unido para interponer una demanda colectiva. No solo denuncian abandono del arrendatario, sino condiciones que consideran ¡°abusivas¡± en el contrato. El Sindicato de Inquilinas, al que se han afiliado recientemente, ha se?alado que estos t¨¦rminos contractuales ¡°encubren cuantiosas subidas de alquiler¡±.
Algunos de esos apartados son la transferencia del pago del IBI ¡ªun impuesto a la propiedad¡ª a los inquilinos a partir del tercer a?o, as¨ª como el impuesto de recogida de basuras y una cuota para la Comunidad ¨Dpese a los desperfectos que presenta el edificio¨D. Tambi¨¦n deben costear un seguro de impago anual que supera los 300 euros. Nestar se?ala que los firmantes conoc¨ªan las cl¨¢usulas antes de firmar el documento y que los puntos que repercuten en subidas del alquiler son ¡°perfectamente v¨¢lidos seg¨²n la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU)¡±, que fija que el IBI y la comunidad corren por cuenta del arrendatario salvo acuerdo contrario, aunque en la gran mayor¨ªa de los alquileres es as¨ª. En enero de 2023, la justicia declar¨® nulas este tipo de cl¨¢usulas redactadas por Azora, en un juicio celebrado en Barcelona, cuya sentencia ha sido recurrida por la empresa.
Sara Torrijos, inquilina de 35 a?os, se queja de una multa ¡°superabusiva¡± que suele agregar Nestar en los contratos para obligar a los inquilinos que quieran marcharse a pagar el 33% de los alquileres restantes hasta la finalizaci¨®n del contrato. Esto significa que si Torrijos, que paga 760 euros de alquiler, quiere renunciar a su contrato que vence en 2027, debe de pagar m¨¢s de 10.000 euros de penalizaci¨®n. ¡±Al final ni te puedes quedar ni te puedes ir. Si te vas, siguen haciendo negocio contigo¡°, reprocha la mujer, antes de mencionar que algunos vecinos ¡°est¨¢n sufriendo depresiones¡± por el mal estado de su vivienda. Nestar afirma por escrito que dicha cl¨¢usula aplica ¡°¨²nicamente si se va antes del primer a?o¡± y puntualiza: ¡°Si hubiera circunstancias de inhabitabilidad rescindimos contrato sin ninguna penalizaci¨®n¡±.
La portavoz socialista en el Ayuntamiento de Madrid, Mar¨ªa Reyes Maroto, ha visitado este martes la urbanizaci¨®n. Cerca de las 11.00, una decena de vecinos la esperaban para mostrarle el estado de sus viviendas y otros tantos se unieron espont¨¢neamente durante el recorrido.
Una residente de la primera planta le cuenta que no utiliza su dormitorio hace m¨¢s de dos meses: ¡°Estoy durmiendo en la sala porque [la habitaci¨®n] tiene moho y me hace da?o¡±. Marco S¨¢nchez, otro inquilino, subraya que ¡°los andamios llevan cuatro meses sin utilizar y hay vecinos a los que se les han intentado meter a la casa [para robar]¡±. Una tercera voz sentencia: ¡°Nos est¨¢n pisoteando, nos est¨¢n tomando por tontos¡±. Maroto considera que las viviendas est¨¢n ¡°en ruinas¡± y apunta a la reciente venta de 12 parcelas del Consistorio a empresas privadas para recordar que ¡°el Ayuntamiento est¨¢ continuando con estas pr¨¢cticas¡± de vender ¡°el patrimonio p¨²blico para beneficiar a fondos de inversi¨®n¡±.
Estos son los motivos que abren otro frente en la batalla de la especulaci¨®n inmobiliaria en Madrid, donde los vecinos se atrincheran contra los grandes tenedores. Saben que su ¨²nica opci¨®n es ir juntos a los tribunales, asociados. Amenazan incluso con una huelga de alquiler. No quieren quedarse mirando el techo.
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