Los jubilados mueven la calle
Los movimientos vecinales que levantaron las grandes ciudades en los a?os 70 siguen siendo la punta de lanza de las reivindicaciones ante las autoridades
El primer d¨ªa que se manifestaron eran 20 vecinos reunidos en la calle para impedir la construcci¨®n de un t¨²nel durante la remodelaci¨®n del Santiago Bernab¨¦u y este viernes, tres a?os despu¨¦s, el Real Madrid anunci¨® la suspensi¨®n de todos los conciertos programados. En la otra punta de la ciudad, una iniciativa m¨¢s modesta de los vecinos de Usera llamada ¡®La ruta de la caca¡¯ para denunciar la suciedad en sus calles logr¨® que Borja Carabante, mano derecha del alcalde Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez Almeida y hombre poco dado a reconocer fallos, admitiera que, ¡°efectivamente¡±, hay m¨¢s basura y decidi¨® aumentar la frecuencia de la recogida. Y en el Distrito de Hortaleza, una mujer ha puesto en marcha una Ong de acogida de migrantes que ha recaudado m¨¢s de 10.000 euros en donaciones y ha doblado el n¨²mero de voluntarios tras la publicaci¨®n de su historia hace dos semanas en este peri¨®dico. Estas tres luchas vecinales tienen un punto en com¨²n: est¨¢n encabezadas por septuagenarios con m¨¢s ganas que achaques que agitan la administraci¨®n con sus demandas.
Los jubilados sigue siendo la punta de lanza de gran parte de las luchas vecinales que vive la ciudad. Lo hacen con recursos legales o largas charlas en la asociaci¨®n, pero tambi¨¦n en la calle cuando toca remangarse: en cada desahucio, junto a los j¨®venes movilizados de las plataformas, siempre hay un grupo de ancianos que no tiene problema en encararse con polic¨ªas, caseros o los matones de desokupa.
En un momento de la pel¨ªcula ¡®El 47¡ä que acaba de estrenarse, el actor Eduard Fern¨¢ndez que interpreta la vida de Manolo Vital, un conductor de autob¨²s y l¨ªder vecinal de Torre Bar¨®, a las afueras de Barcelona, discute en una asamblea la estrategia que seguir¨¢n para traer el transporte p¨²blico al barrio. Tras varias horas de discusi¨®n entre vecinos de toda la vida, el conductor de autob¨²s se levanta y dice airado: ¡°Vale, todo esto est¨¢ muy bien, pero ?d¨®nde est¨¢n los j¨®venes? Este barrio lo construimos con nuestras propias manos, para ellos¡±. Algo as¨ª sucede dentro del movimiento vecinal que despu¨¦s de a?os languideciendo sigue encabezado por la tercera edad con peque?as victorias que van desde mantener abierto un colegio en Lavapi¨¦s a frenar la tala de ¨¢rboles.
El Vallecas al que lleg¨® en Pepe Molina, de 77 a?os, era un barrio en el que la gente se alumbraba con l¨¢mparas de carburo que desprend¨ªan un olor horrible. No hab¨ªa colegios, solo algunas academias en pisos y tampoco centros de salud ni alcantarillado, recuerda. ¡°La gente viv¨ªa en casas bajas que hab¨ªa que hacer en una noche porque una ley de entonces permit¨ªa derribar cualquier construcci¨®n sin techo¡±. La asociaci¨®n Palomeras Sureste que fund¨® junto a cientos de extreme?os, manchegos y andaluces reci¨¦n llegados a la ciudad, logr¨® traer la electricidad, agua y el transporte hasta convertir el barro y las chabolas en un lugar digno. En el Vallecas de hoy las reivindicaciones tienen que ver con el desmontaje del escalextri que parte el barrio o la proliferaci¨®n de viviendas tur¨ªsticas por la llegada de turismo, algo impensable hace unas d¨¦cadas. ¡°Por suerte esas luchas que ped¨ªan agua potable o la llegada del metro ya no son necesarias, pero hay otras nuevas y no conseguimos que se incorpore gente joven. Ahora apuestan m¨¢s por el activismo en internet, pero el meg¨¢fono y la movilizaci¨®n siguen funcionando¡±, dice.
Muchos de quienes hoy lideran los movimientos vecinales llegaron de la mano de sus padres y cuando Franco muri¨® ten¨ªan 25 a?os. Su vida pol¨ªtica se form¨® en asociaciones de este tipo y ahora, casi 50 a?os despu¨¦s, siguen estando a la cabeza. ¡°La gente mayor le echa m¨¢s narices, tiene menos miedo a la represi¨®n o al qu¨¦ dir¨¢n. Tienen m¨¢s conciencia de lo que se est¨¢n jugando y el futuro que dejan. Ojal¨¢ que pudi¨¦ramos transmitir algunas de estas ideas a los j¨®venes porque aqu¨ª hay gente muy luchadora¡±, dice Molina sobre su barrio. ¡°Estamos en la misma trinchera, y muchas de las batallas que se dan en otras esferas pueden ser ejercidas en el barrio, como es la defensa del medio ambiente, el espacio p¨²blico o los Derechos Humanos. Son peleas que nos unen a j¨®venes y mayores¡±, apuntala.
En Madrid hay unas 300 asociaciones vecinales que tienen entre 200 miembros, las peque?as, a m¨¢s de 1.000, las m¨¢s grandes. El a?o pasado desaparecieron 20 y se incribieron siete. Las que se extinguieron fue, principalmente, por falta de gente joven y las que se crearon tienen que ver con problemas nuevos como la Asociaci¨®n de vecinos afectados por los ruidos del Bernab¨¦u. Al frente de esta asociaci¨®n est¨¢ Enrique Mart¨ªnez de Azagra, de 74 a?os, que el viernes celebr¨® una victoria hist¨®rica al forzar la suspensi¨®n de todos los conciertos programados hasta que el club blanco no termine con la insonorizaci¨®n.
Antes logr¨® la imputaci¨®n del n¨²mero dos del club blanco que tendr¨¢ que ir a declarar el pr¨®ximo mes por delito ambiental. La lucha no ha sido f¨¢cil. Los cuatro mejores bufetes de abogados de Madrid, despachos con nombre de apellidos compuestos, rechazaron el caso de los vecinos contra Florentino P¨¦rez y el Ayuntamiento de Madrid. El propio Mart¨ªnez de Azagra fue la persona que llam¨® a la puerta de todos esos despachos. Peleaban no solo contra uno de los hombres m¨¢s poderos de Espa?a, sino contra una Administraci¨®n que ha hecho del nuevo Bernab¨¦u su se?a de identidad. La punta de lanza de la Marca Madrid. ¡°Creo que esta generaci¨®n est¨¢ m¨¢s acostumbrada a la lucha y las din¨¢micas actuales, redes sociales o tejido del barrio hacen a los j¨®venes mirarse hacia adentro. Falta sociedad civil. La primera reacci¨®n es la desconfianza¡±, dice sobre la batalla.
Las asociaciones vecinales son un instrumento pol¨ªtico peculiar. Sirvieron para forjar democracia antes de la muerte de Franco con cientos de asambleas celebradas en casas, en descampados o en el local de la iglesia, ¨²nico lugar permitido para una reuni¨®n de m¨¢s de diez personas. Cinco d¨¦cadas despu¨¦s, no tienen esca?os ni puesto fijo en el Ayuntamiento, pero todos los partidos pol¨ªticos pasan por ah¨ª y es el primer lugar al que acude la polic¨ªa o una compa?¨ªa de gas que necesita canalizar el servicio. Son el primer escudo contra los problemas de droga o las bandas juveniles. ¡°El movimiento vecinal es la organizaci¨®n pol¨ªtica m¨¢s pura y la que m¨¢s impacta en la calidad de vida de la gente. Trabaja sin un duro de forma voluntaria y gratuita. No somos sindicalistas libertados o financiados por partidos o recibiendo recursos de nadie, simplemente hay una obligaci¨®n moral de hacerlo para mejorar nuestro barrio¡±, a?ade Molina, fundador de la primera asociaci¨®n registrada en Madrid.
Emilia Lozano, de 71 a?os, esperaba disfrutar con su marido de los viajes del Imserso tras su jubilaci¨®n, pero tiene la casa llena de emigrantes que ya no tienen cambida en los centros de acogida. Cansada de ver como eran expulsados del centro de atenci¨®n de su barrio, decidi¨® habilitar una casa en su pueblo de Toledo para que pudieran llevar una vida digna mientras aprenden espa?ol y un oficio. ¡°Nos falta gente joven. No conseguimos llegar a los que tienen menos de 30 a?os. Quienes est¨¢n m¨¢s comprometidos se enfocan en internet y subestiman la fuerza de la calle, de los vecinos unidos, del boca a boca o de compartir en voz alta los problemas del barrio¡±.
Uno de esos escasos j¨®venes implicadas en la asociaci¨®n de su barrio es Alma L¨®pez. Para ella, la forma de acercarse y lograr el relevo generacional es combinar la reivindicaci¨®n con las propuestas y las iniciativas para crear comunidad. L¨®pez se uni¨® a la asociaci¨®n de vecinos Moscard¨® de Usera en 2018, cuando ten¨ªa 33 a?os y es una de las voces m¨¢s activas. ¡°Nuestra agrupaci¨®n est¨¢ compuesta principalmente por jubilados, pero este a?o hemos logrado 200 socios nuevos, principalmente mayores. Se nota que hemos salido de una etapa casi apagada a tener impacto y hacer ruido. Despu¨¦s de la Transici¨®n, la gente percib¨ªa a las asociaciones como organizaciones muy politizadas o vinculadas a partidos de izquierdas y ahora ven que estamos enfocadas en movilizarnos frente al ayuntamiento, independientemente del color que sea. El ¨²nico fin es mejorar el barrio¡±, explica. ¡°No se trata solo de quejarse y quejarse, sino fomentar actividades propositivas como recuperar los relojes de sol o la feria del libro que organizamos en Usera. Se trata de crear barrio y tambi¨¦n comunidad¡±, resume.
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