EE UU vs China: escenarios de la nueva guerra fr¨ªa

Las dos superpotencias del siglo XXI avanzan en un pulso por la hegemon¨ªa cada vez m¨¢s intenso y repleto de peligros

Pek¨ªn, Washington, Madrid, Bruselas, M¨¦xico - 25 jul 2020 - 22:30 UTC

Tres d¨¦cadas despu¨¦s de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, las dos superpotencias del siglo XXI parecen lanzadas hacia una nueva guerra fr¨ªa. Estados Unidos y China avanzan en una espiral de amenazas, sanciones y acusaciones de espionaje de consecuencias imprevisibles, para ellos mismos y para el resto del mundo. Desde la confrontaci¨®n en los ¨¢mbitos comerciales y tecnol¨®gicos hasta la competici¨®n armament¨ªstica y la lucha por la influencia en los distintos continentes, los dos gigantes protagonizan un pulso por la hegemon¨ªa global repleto de peligros y de final incierto.

El duelo por la hegemon¨ªa global que tiene al mundo en vilo

MACARENA VIDAL LIY (PEK?N) / AMANDA MARS (WASHINGTON)

Un r¨¦gimen autoritario contra una democracia. Un enorme abanico de hostilidades en todos los ¨¢mbitos, geogr¨¢ficos o sectoriales. Espionaje, propaganda, m¨²sculo militar, s¨ªmbolos. La historia, dicen, se repite; parece ser verdad. La Guerra Fr¨ªa del siglo XX entre el Kremlin y la Casa Blanca amaga con volver en el siglo XXI, esta vez entre el antiguo vencedor, EE UU, y la nueva potencia en ascenso, China. En las ¨²ltimas dos semanas, ambos han llevado al paroxismo un fren¨¦tico baile de roces, choques, amenazas y sanciones, cierres de consulados, acusaciones de espionaje y vetos de viajes, en el que el paso de uno se ha visto respondido por el otro en una simetr¨ªa tan perfecta como desasosegante. Un peligroso duelo a un ritmo cada vez m¨¢s intenso, de duraci¨®n y final a¨²n impredecibles. Y que, sea a la hora de elegir tecnolog¨ªa 5G, decidir sistemas de defensa o votar resoluciones internacionales, amenaza con arrastrar ¡ªcomo en la primera Guerra Fr¨ªa¡ª al resto de pa¨ªses a uno u otro lado de la pista de baile.

Hay, sin embargo, una diferencia radical con respecto a la Guerra Fr¨ªa que se desarroll¨® durante la segunda mitad del siglo XX. La antigua URSS nunca fue la potencia econ¨®mica que es China, y los dos pa¨ªses entonces enfrentados no se encontraban tan interconectados financiera y productivamente como lo est¨¢n ahora las dos mayores econom¨ªas del mundo. ¡°Para m¨ª, eso significa que esta guerra va a durar al menos tanto como aquella o m¨¢s incluso. S¨¦ que no es una perspectiva muy bonita, pero es lo que veo¡±, se?ala Gary Hufbauer, experto del Instituto Peterson de Econom¨ªa Internacional y, sobre todo, un veterano de la primera l¨ªnea de fuego de aquel interminable pulso con Mosc¨². Hufbauer, alto cargo del Tesoro de EE UU a finales de los a?os setenta, considera que ¡°como ocurri¨® en la Guerra Fr¨ªa, ambos bandos van a buscar aliados para reforzarse, pero China tiene m¨¢s habilidad para eso. Rusia atrajo aliados con la ocupaci¨®n militar. Pek¨ªn no lo necesita, [el presidente chino] Xi [Jinping] est¨¢ usando la econom¨ªa para poner a otros pa¨ªses en su ¨®rbita¡±.

El calibre de las fricciones es tal que ya nadie minimiza su relevancia. Las relaciones ¡°afrontan sus mayores problemas¡± desde que los dos pa¨ªses establecieron lazos diplom¨¢ticos plenos en 1979, ha reconocido recientemente el ministro de Exteriores chino, Wang Yi. ¡°La relaci¨®n con China est¨¢ muy da?ada¡±, ha declarado el presidente estadounidense, Donald Trump. El secretario de Estado de EE UU, Mike Pompeo, ha venido a declarar el fin de la pol¨ªtica de acercamiento, al clamar que ¡°el mundo libre debe triunfar contra esta tiran¨ªa¡±.

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Parad¨®jicamente, este grave deterioro se produce apenas seis meses despu¨¦s de que los dos pa¨ªses firmaran el 16 de enero, con toda pompa y circunstancia en el sal¨®n Este de la Casa Blanca, entre aplausos y alharacas, el acuerdo que deb¨ªa poner fin a todos los desacuerdos entre ellos, la primera fase de un pacto para poner fin a la guerra comercial que libraban desde 2018.

La pandemia de covid-19 ha hecho saltar ese proyecto por los aires, y ha sacado de nuevo a la luz las tensiones que la firma del acuerdo comercial hab¨ªa escondido debajo de la alfombra. Unas tensiones basadas en una enorme desconfianza mutua, de ra¨ªces hist¨®ricas e ideol¨®gicas y que las recriminaciones en torno al origen y la gesti¨®n del virus han puesto de nuevo en el primer plano. La rivalidad, ha quedado claro, es sist¨¦mica y se extiende a todo tipo de ¨¢reas.

La competencia es por la influencia mundial ¡ªChina, con su iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, Estados Unidos con el peso de sus 75 a?os como superpotencia¡ª; por la innovaci¨®n en ¨¢reas como la inteligencia artificial o los veh¨ªculos el¨¦ctricos; en la carrera espacial ¡ªambos est¨¢n lanzando misiones a Marte con d¨ªas de diferencia¡ª o en el armamento ultramoderno, sea termonuclear, convencional o cu¨¢ntico. Ahora, tambi¨¦n, por conseguir la vacuna que ayude a resolver la crisis m¨¢s grave en lo que va de siglo.

La primera estrategia de Seguridad Nacional de la Administraci¨®n de Trump, presentada en diciembre de 2017, se?alaba a China y Rusia como rivales que amenazaban la prosperidad y los valores de Estados Unidos. ¡°Despu¨¦s de haber sido desestimada como un fen¨®meno del siglo pasado, la competencia entre grandes poderes ha vuelto¡±, dec¨ªa el documento, recuperando el lenguaje de la carrera entre superpotencias.

Las bases de este pulso que hoy parece al rojo vivo estaban, en resumen, ya negro sobre blanco en aquel diagn¨®stico del Gobierno de Trump cuando a¨²n no hab¨ªa cumplido un a?o. La sinton¨ªa que al republicano le gustaba mostrar respecto a Xi, por desconcertante que resultara (lleg¨® a alabar la reforma constitucional del l¨ªder chino para perpetuarse en el poder), nunca implic¨® zanjar conflictos. Ahora, ambos azuzan la guerra contra el otro y obtienen, en buena parte, r¨¦ditos pol¨ªticos en casa.

La lista de desencuentros, invectivas o represalias rec¨ªprocas ha aumentado sin tregua en los ¨²ltimos meses. Restricciones mutuas de entradas a funcionarios en torno a T¨ªbet y Hong Kong, donde una nueva ley de Seguridad Nacional impuesta por China anula, seg¨²n Estados Unidos, la amplia autonom¨ªa del enclave. Sanciones rec¨ªprocas por la situaci¨®n de la minor¨ªa musulmana uigur en la regi¨®n de Xinjiang, donde Washington ¡ªy numerosos expertos¡ª denuncian terribles abusos de los derechos humanos. Previamente, cada uno tambi¨¦n hab¨ªa expulsado a periodistas e impuesto l¨ªmites a los visados de corresponsales del otro.

Ambos chocan en el mar del Sur de China, donde Pek¨ªn reclama la mayor parte de las aguas y Washington ha declarado ilegales las alegaciones de soberan¨ªa chinas. Cobra nueva vida el Di¨¢logo de Seguridad Cuadrilateral (Quad) ¡ªel foro informal de defensa entre Jap¨®n, Australia, EE UU y la India en la regi¨®n Asia-Pac¨ªfico¡ª en medio de los roces fronterizos de China con sus vecinos. Discuten por su armamento nuclear: la Casa Blanca desea que China recorte su arsenal, mientras que el gigante asi¨¢tico le replica que se sentar¨¢ a negociarlo ¡°si Estados Unidos est¨¢ dispuesto a reducir [el suyo]¡± a su nivel. Washington y Taip¨¦i se hacen gui?os mutuamente, para irritaci¨®n del Gobierno de Xi, que considera Taiw¨¢n parte inalienable del territorio chino y su inter¨¦s primordial.

En el campo de la tecnolog¨ªa, desde hace m¨¢s de un a?o se arrastra la disputa en torno a Huawei, el gigante chino del que EE UU sospecha que puede actuar como caballo de Troya en los terminales o las redes 5G occidentales; una disputa en la que Washington presiona a sus aliados para que rechacen las ofertas chinas y que en Pek¨ªn se percibe como un intento de neutralizar a un competidor que ha tomado la delantera. Solo el acuerdo comercial sigue de momento en marcha, aunque agarrado con alfileres y pese a que Trump ya ha declarado que no tiene ning¨²n inter¨¦s por avanzar a la fase dos del pacto.

China considera que su auge corrige injusticias hist¨®ricas y devuelve al pa¨ªs al lugar que hist¨®ricamente le corresponde. Desde hace ya tiempo ¡ªy desde luego, desde el comienzo de la guerra comercial¡ª ha llegado tambi¨¦n a la conclusi¨®n de que Estados Unidos es una potencia decadente que quiere impedir el ascenso de China en el escenario global para no perder sus ventajas. Es una convicci¨®n generalizada: tan ubicua entre los c¨ªrculos de poder como en las charlas de los ciudadanos de a pie. Y Pek¨ªn responde ¡ªo se anticipa¡ª con una asertividad creciente, que ha aumentado de manera notable durante la pandemia. Estados Unidos, por su parte, cree que Pek¨ªn amenaza sus intereses estrat¨¦gicos y compite de manera injusta en el ¨¢mbito comercial.

A medida que se ha deteriorado la relaci¨®n, tambi¨¦n lo ha hecho la percepci¨®n mutua de las dos sociedades. Un estudio del Pew Research Center de abril se?alaba que un 66% de los estadounidenses alberga una opini¨®n desfavorable de China ¡ªla mayor proporci¨®n desde que empez¨® este sondeo, en 2005¡ª, frente al 26% que la tiene positiva. A su vez, una encuesta de la Universidad Renmin de Pek¨ªn entre un centenar de acad¨¦micos chinos apunta que el 62% de ellos cree que Estados Unidos quiere lanzar una guerra fr¨ªa contra su pa¨ªs.

¡°Ahora mismo, el nuevo entendimiento es que las relaciones entre China y Estados Unidos no volver¨¢n a ser las mismas¡±, indicaba, citado por el peri¨®dico Global Times, Liu Weidong, uno de los encuestados y asociado a la Academia China de Ciencias Sociales, uno de los grandes laboratorios estatales de ideas.

Porque, ?y si Trump pierde la reelecci¨®n el 3 de noviembre? Los datos de Pew evidencian que los frentes entre ambos pa¨ªses van m¨¢s all¨¢ de la agenda trumpista y Joe Biden, aspirante dem¨®crata a la Casa Blanca, ha transmitido un mensaje duro contra el r¨¦gimen de Xi.

Ciudadanos de Hong Kong se manifestaban el pasado septiembre con banderas de EE UU.
Ciudadanos de Hong Kong se manifestaban el pasado septiembre con banderas de EE UU.SOPA Images / SOPA Images/LightRocket via Gett

Hufbauer da por seguro que esta guerra fr¨ªa seguir¨¢ con Biden en la presidencia. ¡°La ret¨®rica y el ¨¦nfasis ser¨¢ diferente posiblemente. Biden hablar¨ªa de comercio, pero seguramente hablar¨ªa m¨¢s de Hong Kong, o de los uigures, de las condiciones laborales, medio ambiente¡­ Cambiar¨ªa la conversaci¨®n, pero la guerra comercial no desaparecer¨¢¡±, opina. Biden, para empezar, ha presentado un programa econ¨®mico que abraza parte del nacionalismo econ¨®mico de Trump bajo el lema ¡°compra productos americanos¡±.

Que los roces se hayan acrecentado se debe, al menos en parte, a motivos internos. Ninguno de los dos rivales atraviesa su mejor momento. Si Estados Unidos tiene ya la vista puesta en sus elecciones de noviembre, China ha conseguido dejar atr¨¢s lo peor de la pandemia, pero a un gran coste. No solo econ¨®mico ¡ªen el primer semestre ha sufrido una contracci¨®n del 1,6%¡ª , sino tambi¨¦n de imagen: su asertiva pol¨ªtica exterior y su gesti¨®n de la covid-19 ha despertado, o agravado, suspicacias en otros pa¨ªses, que endurecen a su vez sus posturas hacia el gigante asi¨¢tico.

¡°Trump y Xi se encuentran en un dilema parecido¡±, opinaba Orville Schell, de Asia Society, en una reciente v¨ªdeoconferencia organizada por esta instituci¨®n. ¡°Ambos buscan, en cierto modo, exportar sus problemas echando la culpa a asuntos de fuera, o agitando problemas en el extranjero. Ambos utilizan mucho las vanaglorias de tipo nacionalista. Los dos son populistas hasta la m¨¦dula. A ambos les aterra el desempleo, y la mayor parte de su legitimidad proviene de su capacidad de gesti¨®n econ¨®mica. Hay muchas similitudes entre los dos, lo que explica quiz¨¢ por qu¨¦ a pesar de todo han conseguido mantener su amistad¡±, afirmaba Schell.

Una confrontaci¨®n plena est¨¢ lejos de las intenciones de ambos pa¨ªses. Tienen, al fin y al cabo, los dos ej¨¦rcitos m¨¢s potentes del mundo. Y sus econom¨ªas, quieran o no, est¨¢n fuertemente interconectadas. Un desacople ser¨ªa ¡°poco pr¨¢ctico¡±, aseguraba el ministro Wang este mes en un discurso ante acad¨¦micos estadounidenses en el que intentaba un llamamiento a la calma.

Aunque el da?o puede ya estar hecho. ¡°La guerra comercial de los ¨²ltimos dos a?os ha tenido poco impacto real en la econom¨ªa china. S¨ª lo ha tenido, en cambio, en la psicolog¨ªa de la sociedad¡±, ha declarado Wang Wen, decano ejecutivo del Instituto de Estudios Financieros Chongyang, de la Universidad Renmin. ¡°La imagen que sol¨ªamos tener de Estados Unidos ¡ªdemocracia, libertad, apertura, normas claras, palabras que probablemente nos vengan a la mente a la mayor¨ªa¡ª, esa imagen positiva, ha desaparecido¡±.

Hace 11 a?os, en una entrevista publicada por Atlantic Council, preguntaron a Zbigniew Brzezinski, consejero de Seguridad Nacional con Jimmy Carter, qu¨¦ lecci¨®n hab¨ªa aprendido de la Guerra Fr¨ªa. Pudo haber dicho ¡°no precipitarse¡±: fue ¨¦l quien en 1979 recibi¨® una llamada de madrugada en la que le informaban de un ataque de misiles sovi¨¦ticos que acab¨® siendo un error.

Pero lo que dijo fue: ¡°La ca¨ªda del tel¨®n de acero y los acontecimientos de esos a?os se manejaron con sofisticaci¨®n y con una Am¨¦rica involucrada trabajando estrechamente con los alemanes, los brit¨¢nicos y los franceses. Necesitamos socios serios, por eso defiendo tanto que haya una voz europea a la que escuchar, pero depende de los europeos modelarla. De momento no la tenemos, tenemos un vac¨ªo pol¨ªtico en Europa¡±. Era 2009. Ahora Europa, aunque sigue con sus debates internos, es la que no encuentra interlocutor al otro lado del Atl¨¢ntico.

La inmensa batalla cuyo desenlace marcar¨¢ el futuro de la globalizaci¨®n

ALICIA GONZ?LEZ (MADRID)

La relaci¨®n comercial es escenario de un tit¨¢nico pulso entre las dos grandes potencias globales. La dimensi¨®n enorme de la batalla reside tanto en la envergadura de los intercambios sometidos a nuevos aranceles ¡ªun volumen de comercio que roza los 500.000 millones de d¨®lares (430.000 millones de euros) anuales¡ª como en las potenciales consecuencias en t¨¦rminos de cadenas de suministro globales. La tensi¨®n en este dominio ha sido muy intensa a lo largo de la presidencia de Donald Trump y la pandemia ha dejado en papel mojado la fr¨¢gil tregua sellada entre ambos pa¨ªses en enero pasado. Ha puesto, adem¨¢s, en entredicho la fiabilidad de China como principal productor mundial de suministros m¨¦dicos y equipamientos sanitarios y ha forzado a una revisi¨®n generalizada de las cadenas globales de suministro. El coronavirus, como coinciden buena parte de los expertos, no ha hecho sino acentuar las tendencias econ¨®micas, geopol¨ªticas y sociales que ya ven¨ªan gest¨¢ndose con anterioridad. Tambi¨¦n en la pugna entre EE UU y China.

El pacto firmado el 15 de enero en la capital estadounidense por Trump y el viceprimer ministro chino, Liu He, obligaba a China a comprar 200.000 millones de d¨®lares m¨¢s en grano, cerdo, aviones, equipamiento industrial y otros productos estadounidenses. Era la coronaci¨®n de un gran esfuerzo diplom¨¢tico estadounidense, un elemento central en la ideolog¨ªa proteccionista que aup¨® al poder a Trump y es un factor clave para entender las relaciones actuales entre las dos potencias. Pero los nuevos protocolos derivados de la pandemia y la debilidad de la demanda interna y externa por la crisis econ¨®mica desatada por el coronavirus hacen pr¨¢cticamente imposible cumplir lo acordado. ¡°China ha tomado medidas para poner en marcha algunos de los compromisos incluidos en la fase uno del acuerdo comercial, como la protecci¨®n de la propiedad intelectual, pero la capacidad de cumplir las metas de compras se est¨¢ desvaneciendo¡±, subraya el informe de primavera sobre China de Rhodium Group.

Terreno abonado para que Estados Unidos adopte nuevas medidas sancionadoras o sepulte definitivamente el acuerdo en los pr¨®ximos meses. ¡°Funcionarios de la Casa Blanca aseguran que las posibilidades de que Trump ponga fin al acuerdo son de un 51% frente a un 49%¡±, explica Ian Bremmer, presidente de la consultora Eurasia Group, en Nueva York. ¡°Pero no quiere hacerlo demasiado pronto por el impacto que una reacci¨®n negativa de los mercados puede tener sobre el ciclo electoral¡±, advierte.

Trump y el vice primer ministro chino, Liu He, mostraban el acuerdo firmado, el pasado 15 de enero en la Casa Blanca.
Trump y el vice primer ministro chino, Liu He, mostraban el acuerdo firmado, el pasado 15 de enero en la Casa Blanca.Mark Wilson / Getty Images

Trump inici¨® la guerra comercial contra China en marzo de 2018 imponiendo aranceles a las importaciones de acero y aluminio. Una medida que golpeaba de lleno a muchas empresas estadounidenses ¡ªdesde embotelladoras de latas de refrescos a fabricantes aeron¨¢uticos¡ª y que desat¨® una escalada entre las dos potencias. En total, EE UU ha impuesto aranceles sobre productos chinos por valor de 360.000 millones de d¨®lares (sobre un total de 452.200 millones de d¨®lares importados en 2019) y China ha sancionado el equivalente al total de productos que compra de EE UU, 110.000 millones de d¨®lares.

Con eso, EE UU logr¨® reducir su d¨¦ficit comercial con China un 18% el a?o pasado y situarlo a niveles similares a los de 2016, pero el impacto de los aranceles ha golpeado con dureza a las empresas y consumidores del propio pa¨ªs.

Seg¨²n un informe de la Reserva Federal de Nueva York, las compa?¨ªas estadounidenses ¡°han soportado pr¨¢cticamente todos los costes¡± de los nuevos aranceles impuestos por la Administraci¨®n, lo que ha reducido los beneficios y la inversi¨®n. Las represalias, dec¨ªa el informe, les han obligado a cambiar sus cadenas de suministro, con el consiguiente incremento de costes. Tanto que, seg¨²n los c¨¢lculos de la entidad, dos a?os de guerra comercial con China han reducido la capitalizaci¨®n de las empresas estadounidenses en 1,7 billones de d¨®lares.

¡°Los grandes beneficiados de la escalada arancelaria han sido Vietnam (que vio aumentar sus exportaciones a EE UU un 35% o 17.500 millones de d¨®lares), junto a Europa (31.200 millones) y M¨¦xico (11.600 millones)¡±, apuntan en una nota Yukon Huang y Jeremy Smith, de Carnegie Asia Program. Mientras tanto, ¡°la industria estadounidense no ha logrado cubrir esa diferencia y el ¨ªndice de producci¨®n industrial registr¨® su primera ca¨ªda anual desde 2015¡±, insisten.

Dominio geopol¨ªtico

En realidad, el enfrentamiento entre EE UU y China ha excedido desde el principio los contornos de la relaci¨®n comercial, con la mira puesta en el dominio geopol¨ªtico. Aunque no se haya traducido en el boom de empleo y de la producci¨®n de la industria nacional que pregonaba Trump, lo cierto es que los aranceles y las limitaciones impuestas al comercio con compa?¨ªas chinas, especialmente en el ¨¢mbito tecnol¨®gico, est¨¢n obligando a las empresas no solo de EE UU, sino tambi¨¦n de terceros pa¨ªses, a buscar proveedores alternativos para sus suministros. Por ejemplo, una encuesta de UBS entre empresas asi¨¢ticas apunta que un 85% de sus directivos tienen intenci¨®n de mover parte de su capacidad fuera de China.

Esta tendencia, que ya exist¨ªa, se ha agudizado con la covid-19 y la intenci¨®n de muchos Gobiernos es repatriar la fabricaci¨®n de productos de primera necesidad, sobre todo m¨¦dicos y sanitarios, para reducir su dependencia de China ante una posible repetici¨®n de episodios de emergencia global. Un escenario que conlleva un claro repunte de las pol¨ªticas proteccionistas y, con ello, un freno a la globalizaci¨®n, no solo de bienes, sino tambi¨¦n ¨Cy como novedad¨C de los servicios.

¡°El centro de la presi¨®n de EE UU sobre su rival geopol¨ªtico ha pasado del comercio al acceso a los mercados de capital y la tecnolog¨ªa¡±, subrayan los economistas de UBP en un reciente informe de perspectivas.

De hecho, la Casa Blanca ha planteado al Congreso que estudie la posibilidad de prohibir que los fondos de pensiones p¨²blicos inviertan en activos chinos. Asimismo, ha creado un grupo de trabajo, encabezado por el secretario del Tesoro, Steve Mnuchin, y el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, para decidir si impiden que algunas compa?¨ªas chinas coticen en Wall Street y, por tanto, no puedan captar la financiaci¨®n que necesitan para sus negocios. El informe ser¨¢ presentado en agosto.

As¨ª las cosas, no parece que el grado de enfrentamiento entre EE UU y China se vaya a reconducir en un futuro pr¨®ximo. ¡°En la Guerra Fr¨ªa, EE UU pod¨ªa permitirse imponer sanciones a Rusia porque sus v¨ªnculos econ¨®micos eran m¨ªnimos. Pero ese no es el caso con China¡±, explica Arthur Kloeber, de Gavekal Research, en una videoconferencia con clientes. ¡°Washington tiene que evitar, por un lado, agravar la situaci¨®n econ¨®mica en un momento como el actual y no puede olvidar que China es el segundo mayor tenedor de deuda de EE UU, por detr¨¢s de Jap¨®n¡±. Pero como apunta en un informe Raoul Leering, de ING, ¡°si el presidente Trump cree que China puede ser una cabeza de turco para la actual crisis y que eso puede impulsar sus posibilidades de reelecci¨®n, la adopci¨®n de nuevas medidas proteccionistas es una clara opci¨®n¡±, zanja.

Los misiles chinos inquietan al Pent¨¢gono

CARLOS TORRALBA (MADRID)

El pasado octubre, en la conmemoraci¨®n del 70? aniversario de la fundaci¨®n de la Rep¨²blica Popular, China sac¨® pecho con las ¨²ltimas joyas de su industria armament¨ªstica. En Tiananmen se exhibieron por primera vez el DF-41 ¡ªcapaz de alcanzar cualquier pa¨ªs desde su territorio y lanzar hasta 12 cabezas nucleares¡ª, la ¨²ltima versi¨®n de los bombarderos estrat¨¦gicos H-6N ¡ªcon un rango de combate de m¨¢s de 5.000 kil¨®metros¡ª y el JL-2 ¡ªun misil bal¨ªstico intercontinental de lanzamiento submarino¡ª. Pek¨ªn mostr¨® al mundo su tr¨ªada nuclear, su arsenal at¨®mico listo para ser utilizado desde tierra, mar y aire.

En el ocaso de la Guerra Fr¨ªa, el gasto militar chino representaba poco m¨¢s del 1% mundial ¡ªmenos que el de Italia o Kuwait¡ª, seg¨²n c¨¢lculos del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigaci¨®n de la Paz (Sipri). Desde entonces, Pek¨ªn ha llevado a cabo un proceso de modernizaci¨®n de las Fuerzas Armadas que se ha acelerado bajo el mando de Xi, quien purg¨® los altos rangos de oficiales corruptos y desleales. Aunque a¨²n lejos del de EE UU, el gasto militar chino ya equivale al menos al 14% del global. Y no deja de crecer, incluso en tiempos de pandemia. El primer ministro, Li Keqiang, anunci¨® el mes pasado que la inversi¨®n en defensa se elevar¨¢ un 6,6% el pr¨®ximo a?o.

Militares chinos, el pasado 1 de octubre en Tiananmen durante el ¨²ltimo ensayo del desfile.
Militares chinos, el pasado 1 de octubre en Tiananmen durante el ¨²ltimo ensayo del desfile.Kevin Frayer / Getty Images

China ya no depende como anta?o de las importaciones de material militar. Ha desarrollado una industria armament¨ªstica y naval de primer orden y cada a?o obtiene m¨¢s r¨¦ditos con las exportaciones. Pakist¨¢n ¡ªdonde construye su segunda base en el extranjero, como revelan im¨¢genes de sat¨¦lite ¡ª, Banglad¨¦s y Myanmar son sus principales clientes. Los fabricantes chinos de armamento destacan en el ¨¢mbito de la inteligencia artificial y en la producci¨®n de drones y misiles.

Desde hace m¨¢s de medio siglo, Washington y Mosc¨² han estado limitados por una estructura de control armament¨ªstico pactada por ambos. Y Pek¨ªn ha sabido sacar partido en las ¨²ltimas d¨¦cadas de las ataduras a las que estaban sometidas las otras dos superpotencias. El Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, por sus siglas en ingl¨¦s) prohib¨ªa a EE UU y a la URSS (luego a Rusia como su sucesora) almacenar, probar o desplegar misiles terrestres, convencionales o nucleares, de alcance intermedio (de entre 500 y 5.500 kil¨®metros). Durante los 32 a?os que dur¨® el veto, Pek¨ªn despleg¨® al menos 2.000 de estos misiles, seg¨²n c¨¢lculos de servicios de inteligencia occidentales.

Pelda?o a pelda?o, este sistema de seguridad del que, en cierta medida, se benefici¨® el orden mundial, se ha ido desintegrando. El INF concluy¨® el a?o pasado, tras la notificaci¨®n de la Casa Blanca, y en junio comenzaron en Viena las negociaciones para tratar de prorrogar el New Start ¡ªque expira en febrero y limita el n¨²mero de cabezas nucleares desplegadas por EE UU y Rusia¡ª, el ¨²ltimo resquicio de la estructura de control pactada por Washington y Mosc¨². El mensaje de los negociadores de Trump en la capital austriaca ha sido claro: sin representantes de Pek¨ªn en la mesa, no hay nada de lo que hablar. Un diplom¨¢tico chino asegur¨® a la agencia Reuters que estar¨ªan ¡°encantados¡± de participar en una negociaci¨®n trilateral con la condici¨®n sine qua non de que Rusia y EE UU reduzcan su arsenal nuclear ¡ªde unas 4.300 y 4.150 cabezas, respectivamente¡ª hasta las cifras chinas ¡ªunas 300¡ª. Las posibilidades de que Pek¨ªn acuerde someterse a un sistema de control armament¨ªstico y desarme progresivo son pr¨¢cticamente nulas.

Adem¨¢s de en el programa bal¨ªstico, los avances m¨¢s notables son los de la Armada china. En 1996, el Ej¨¦rcito Popular de Liberaci¨®n realiz¨® unos ensayos con unos proyectiles en aguas cercanas a Taiw¨¢n. El entonces presidente de EE UU, Bill Clinton, respondi¨® a la amenaza a la isla autogobernada con el env¨ªo de dos portaviones a la zona, poniendo fin a la crisis. Menos de 25 a?os despu¨¦s, las tornas han cambiado. La flota de Pek¨ªn suma 335 barcos de guerra; la de EE UU, cincuenta menos, seg¨²n un informe del Servicio de Investigaci¨®n del Congreso (CRS, por sus siglas en ingl¨¦s) presentado en mayo. En 2012, la Armada china bot¨® su primer portaviones, el a?o pasado el segundo y para 2022 ya pretende tener cuatro operativos.

En general, el armamento y las capacidades del Ej¨¦rcito chino siguen estando lejos de las del estadounidense. Pero la brecha es exponencialmente menor que hace unas d¨¦cadas, e inexistente ya en algunos ¨¢mbitos. Una de las visiones m¨¢s pesimistas es la de Christian Brose, exdirector del Comit¨¦ de las Fuerzas Armadas en el Senado. En su reciente libro, The Kill Chain: Defending America in the Future of High-Tech Warfare (La cadena de la muerte: C¨®mo defender a EE UU en la futura guerra de armamento ultratecnol¨®gico), asegura que en caso de conflicto en el Pac¨ªfico, los suyos tendr¨ªan todas las de perder. Brose dibuja un panorama en el que las bases de Guam, Jap¨®n y Corea del Sur se ¡°inundar¨ªan¡± de proyectiles; los portaviones resultar¨ªan indefendibles cerca de las costas chinas y los F-35 ¡ªlos cazas m¨¢s sofisticados del mundo¡ª estar¨ªan pronto fuera de juego porque los aviones cisterna necesarios para repostar habr¨ªan sido destruidos.

El portaviones chino 'Liaoning', en diciembre de 2016 durante unas maniobras en el Pac¨ªfico.
El portaviones chino 'Liaoning', en diciembre de 2016 durante unas maniobras en el Pac¨ªfico.STR / AFP via Getty Images

No todos en el Pent¨¢gono comparten las proyecciones de Brose, pero s¨ª se reconoce sin tapujos que el desarrollo y despliegue de armamento antia¨¦reo y antibuque, y los deslumbrantes avances en misiles terrestres ¡ªbal¨ªsticos y de crucero¡ª colocan a las tropas estadounidenses en la regi¨®n en una situaci¨®n muy vulnerable. ¡°China supone ahora un gran desaf¨ªo a la capacidad de la Marina estadounidense de dominar y controlar las aguas del Pac¨ªfico occidental ¡ªel primer reto de semejante envergadura desde el fin de la Guerra Fr¨ªa¡ª¡±, se admite en el citado informe de mayo del CRS.

Para tratar de revertir la situaci¨®n, altos rangos militares estadounidenses alertaron en marzo al Congreso de la urgencia de adoptar una nueva estrategia; y de la necesidad de invertir miles de millones de d¨®lares en ella. Unidades de marines peque?as, r¨¢pidas y m¨®viles. Y cargadas con unos Tomahawk dise?ados espec¨ªficamente para este escenario. Pero para que estos comandos puedan ser efectivos, EE UU deber¨¢ ¡ªexplic¨® el general David Berger en el Senado¡ª desplegar un arsenal de misiles terrestres equiparable al implantado por China. Ante las intenciones de Trump, el gobernador de la prefectura japonesa de Okinawa ha reiterado que ninguna de las islas que administra albergar¨¢ ese tipo de armamento nuclear que EE UU tuvo vetado durante m¨¢s de tres d¨¦cadas.

Mientras el Ej¨¦rcito estadounidense vagaba sin rumbo y desangr¨¢ndose en las guerras de Afganist¨¢n e Irak, y el Pent¨¢gono se centraba m¨¢s en las posibles amenazas de Mosc¨² y el terrorismo yihadista, China se convirti¨® en una superpotencia capaz de plantarles cara en un conflicto a gran escala. ¡°El futuro embosc¨® a EE UU¡±, sentencia Brose en su libro. Lo cierto es que hoy no bastar¨ªa con enviar dos portaviones para defender a aliados como Taiw¨¢n, Jap¨®n o Corea de Sur.

La carrera tecnol¨®gica que pueden perder los dos

BERNARDO MAR?N (MADRID)

Desde que los utensilios de hierro sustituyeron a los de bronce y estos a los de cobre la superioridad tecnol¨®gica ha marcado el auge y el ocaso de las civilizaciones. Tambi¨¦n decidir¨¢ la hegemon¨ªa mundial en el siglo XXI. Y ha generado un conflicto abierto entre China y EE UU que, por primera vez desde que los sovi¨¦ticos lanzaron el Sputnik en 1957, siente que puede estar perdiendo la carrera de la innovaci¨®n. A las puertas de la nueva revoluci¨®n industrial del 5G, el enfrentamiento acerca la posibilidad de un retroceso en la interdependencia tecnol¨®gica entre ambos pa¨ªses, con enormes implicaciones en la econom¨ªa y geopol¨ªtica global.

El ¨²ltimo episodio de este pulso se vivi¨® a mediados de julio con el anuncio por parte del Gobierno de Boris Johnson de que prohibir¨¢ el uso de la tecnolog¨ªa de Huawei en las redes 5G ¡ªla quinta generaci¨®n de tecnolog¨ªa de comunicaci¨®n inal¨¢mbrica¡ª a partir de 2027. En la decisi¨®n, que supon¨ªa un giro en la anterior posici¨®n brit¨¢nica, pesaron las sanciones impuestas en mayo por EE UU para frenar la adquisici¨®n por parte de la compa?¨ªa de microprocesadores o software de tecnolog¨ªa estadounidense, cruciales para su desarrollo. Una medida que Washington justifica con el argumento de que Huawei y otras empresas chinas est¨¢n controladas por el Ej¨¦rcito Popular y son una amenaza para la seguridad nacional.

El veto a Huawei supondr¨¢ un retraso de al menos dos a?os en el 5G brit¨¢nico y requerir¨¢ una inversi¨®n extra de 3.000 millones de euros. Pero no ser¨¢n los ¨²nicos costes de est¨¢ arriesgada carrera. ¡°Hay grandes dependencias que hacen que la competencia sea peligrosa para ambas partes. Las empresas de semiconductores de EE UU obtienen grandes ingresos del acceso al mercado de China, que utilizan para impulsar su I+D. Y China sigue dependiendo en gran medida de EE UU de semiconductores clave como los GPU y para software de sistemas operativos de los m¨®viles¡±, explica Paul Triolo, jefe de Geotecnolog¨ªa de la consultora Eurasia Group.

Mike Pompeo y Boris Johnson, el pasado enero en Londres.
Mike Pompeo y Boris Johnson, el pasado enero en Londres.WPA Pool / Getty Images

¡°Si Washington intenta aislar a las tecnol¨®gicas chinas de los proveedores estadounidenses, esto las obligar¨¢ a mejorar sus capacidades e intentar cerrar la brecha con sus rivales. Ser¨¢ un juego a largo plazo donde habr¨¢ muchos ganadores y perdedores entre las compa?¨ªas involucradas¡±, cuenta Triolo. En ¨²ltima instancia se abre paso un escenario, cada vez menos improbable, de desacople tecnol¨®gico de ambos pa¨ªses, con la emergencia de dos bloques rivales que no compartan informaci¨®n ni infraestructuras.

Para ?gueda Parra, ingeniera, sin¨®loga y doctora en Ciencias Pol¨ªticas, el nuevo momento Sputnik que ha hecho reaccionar a EE UU ha sido darse cuenta del retraso que acumula en la carrera del 5G y del Internet de las cosas (IoT, por sus siglas en ingl¨¦s), los dos aspectos que m¨¢s van a cambiar los ecosistemas de la industria. ¡°Por primera vez China va a participar en los est¨¢ndares que van a generar una revoluci¨®n industrial. Lo hace como actor protagonista, a dos a?os vista de su rival m¨¢s cercano. Y adem¨¢s, con la experiencia del desarrollo comercial de esa tecnolog¨ªa en su pa¨ªs¡±, explica.

Pek¨ªn ya declar¨® abiertamente sus intenciones de convertirse en una superpotencia innovadora cuando en mayo de 2015 lanz¨® el plan estrat¨¦gico Made in China 2025. La iniciativa, financiada con 300.000 millones de d¨®lares, pretende convertir la gran f¨¢brica de productos baratos del mundo en punta de lanza de la rob¨®tica o la biotecnolog¨ªa. Y despierta enormes recelos en Occidente porque consagra el control estatal de la econom¨ªa que dificulta la competencia de las empresas extranjeras.

A Andr¨¦s Ortega, investigador del Real Instituto Elcano, no le gusta la denominaci¨®n ¡°guerra fr¨ªa¡±. ¡°Entonces hab¨ªa una competencia entre sistemas ideol¨®gicos que intentaban convencer a otros pa¨ªses. Ahora compiten por los mercados. El Gobierno chino no intenta exportar su sistema, ni tiene aliados¡±, explica. Lo que s¨ª hay son dos modelos econ¨®micos que resuelven de forma distinta una cuesti¨®n crucial: la de la propiedad de los datos. ¡°En China, el Estado patrocina el avance tecnol¨®gico y puede acceder a la informaci¨®n que las empresas tienen de los ciudadanos. En EE UU el dinamismo surge de las empresas privadas en cuyas manos est¨¢n los datos, que han sabido monetizar con gran ¨¦xito¡±.

Ese acceso de las autoridades de Pek¨ªn a la informaci¨®n que manejan las empresas ha sido uno de los principales argumentos para poner bajo sospecha a las compa?¨ªas chinas. Y los recelos no solo proceden de Estados Unidos. A finales de junio, la India prohibi¨® 59 apps chinas, escud¨¢ndose en su seguridad nacional. Entre ellas, TikTok, la plataforma de v¨ªdeos cortos que en 2019 se convirti¨® en la m¨¢s descargada del mundo. D¨ªas despu¨¦s, Pompeo sugiri¨® que EE UU podr¨ªa tambi¨¦n prohibirla y que solo deber¨ªan usarla ¡°quienes quieran que sus datos acaben en manos del Partido Comunista Chino¡±.

La que en medio de esta lucha de titanes se encuentra en situaci¨®n de clara desventaja es Europa. Entre las 20 empresas de Internet m¨¢s grandes del mundo no hay ninguna con sede en el continente. Entre los 50 mayores unicornios (startups valoradas en m¨¢s de 1.000 millones de d¨®lares) tampoco hay ninguna radicada en la UE. China y EE UU copan tambi¨¦n el ranking de superordenadores, aunque el mayor sea japon¨¦s.

El problema europeo no es solo econ¨®mico, tambi¨¦n de soberan¨ªa. ¡°Hay una dependencia brutal de Europa de la tecnolog¨ªa estadounidense y china por una cuesti¨®n de falta de inversi¨®n. La Comisi¨®n est¨¢ intentando invertir en inteligencia artificial m¨¢s o menos lo que invierte Google por s¨ª sola¡±, explica Ortega. ¡°Hay iniciativas para recuperar esa soberan¨ªa, como el proyecto Gaia X [una nube europea], impulsada por Francia y Alemania. Pero hay dificultades, porque, a diferencia de EE UU o China, no es un solo Estado, ni siquiera un ¨²nico mercado en t¨¦rminos de lengua y datos¡±.

EL PULSO POR LA INFLUENCIA EN DISTINTOS CONTINENTES

Europa se resiste a quedar atrapada de nuevo entre dos bloques

BERNARDO DE MIGUEL (BRUSELAS)

El riesgo de quedar atrapada en medio de una nueva guerra fr¨ªa planea desde hace meses sobre Europa. Pero la escalofriante posibilidad tom¨® carta de naturaleza, al menos virtual, durante la videoconferencia de los ministros de Asuntos Exteriores de la UE el 15 de junio, en la que particip¨® Pompeo. ¡°Habl¨® abiertamente de guerra fr¨ªa¡±, rememora con preocupaci¨®n un diplom¨¢tico comunitario. ¡°Nunca mencion¨® la palabra China, siempre habl¨® del Partido Comunista de China, y nunca se refiri¨® a Xi Jinping como presidente de un pa¨ªs, sino como secretario general de un partido pol¨ªtico¡±, a?ade la misma fuente con evidente inquietud.

La cita dej¨® un regusto amargo entre los europeos, incluso entre los m¨¢s atlantistas, al poner en evidencia que el choque entre Washington y Pek¨ªn puede experimentar una escalada que coloque a la UE entre dos fuegos comerciales y diplom¨¢ticos.

¡°Creo que la posici¨®n de Europa debe ser la de no participar en esta confrontaci¨®n¡±, martillea desde hace semanas el vicepresidente de la Comisi¨®n Europea y Alto Representante de Pol¨ªtica Exterior de la UE, Josep Borrell. El jefe de la diplomacia comunitaria est¨¢ convencido de que ¡°hay un intento de que Europa se posicione con unos o con otros¡±.

Creo que la posici¨®n de Europa debe ser la de no participar en esta confrontaci¨®n
Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea

Pero los tirones de uno y otro lado son cada vez m¨¢s fuertes. Y parece dif¨ªcil que la UE, el mayor bloque econ¨®mico por el n¨²mero de socios y la mayor potencia comercial del mundo, pueda mantenerse al margen de una disputa que marcar¨¢ desde el desarrollo tecnol¨®gico de las pr¨®ximas d¨¦cadas (con el despliegue de la tecnolog¨ªa 5G como primera batalla) hasta la aniquilaci¨®n o transformaci¨®n del orden multilateral surgido despu¨¦s de 1945, pasando por la carrera espacial o la coordinaci¨®n frente a emergencias globales relacionadas con el clima o con la salud.

¡°Estamos en medio, si no nos movemos, las dos partes nos aplastar¨¢n¡±, advierte una fuente diplom¨¢tica. Y recomienda, como ¨²nica soluci¨®n, ¡°aumentar la soberan¨ªa estrat¨¦gica en todos los terrenos¡±. ¡°Europa tiene que encontrar su propio lugar entre EE UU y China, no podemos limitarnos a seguir la tendencia que impere en Washington en cada momento¡±, defiende un alto cargo de la UE. Alemania es el socio que m¨¢s aboga por seguir una v¨ªa propia, pero la tolerancia del Gobierno de Angela Merkel con la dictadura comunista de Xi se encuentra cada vez m¨¢s en entredicho. Y la intervenci¨®n de Pek¨ªn para acabar con las protestas en Hong Kong mediante una nueva ley de seguridad que amenaza las libertades en la antigua colonia ha colocado a Berl¨ªn en una posici¨®n casi imposible de mantener.

Fuentes diplom¨¢ticas consideran que Alemania ya empez¨® a matizar su deferencia hacia China en 2019, cuando la Comisi¨®n Europea oficializ¨® la expresi¨®n ¡°rival sist¨¦mico¡± para describir a la segunda potencia econ¨®mica del planeta, solo por detr¨¢s de EE UU.

Desde entonces, el tono de Bruselas se ha endurecido progresivamente sin que Berl¨ªn haya podido evitarlo. Y la crisis econ¨®mica provocada por la covid-19 parece marcar un punto de no retorno en el enfriamiento del entusiasmo europeo con China, que alcanz¨® su punto ¨¢lgido cuando Bruselas defendi¨® a capa y espada el ingreso del gigante asi¨¢tico en la Organizaci¨®n Mundial de Comercio en 2001 a pesar de tratarse de una econom¨ªa claramente intervenida por el Estado.

La apertura europea tambi¨¦n ha facilitado una creciente inversi¨®n china, que pas¨® de apenas 700 millones de euros en 2008 a batir el r¨¦cord anual en 2016 con 37.000 millones.

La Comisi¨®n ha tomado ahora la senda contraria. Y prepara medidas de protecci¨®n para frenar la entrada de las empresas chinas, en su mayor¨ªa dopadas con subsidios p¨²blicos, en sectores estrat¨¦gicos de la Uni¨®n o para impedirles adquirir compa?¨ªas europeas depreciadas por la crisis.

Merkel todav¨ªa espera calmar las aguas con una cumbre al m¨¢ximo nivel entre la UE y China (prevista para septiembre, pero aplazada por la pandemia), aunque la tensi¨®n entre Washington y Pek¨ªn y la beligerancia de Xi hacen cada vez m¨¢s dif¨ªcil el entendimiento.

Bruselas ha acusado abiertamente a China de alentar campa?as de desinformaci¨®n que pueden haber agravado el impacto de la pandemia. Y observa con creciente disgusto las maniobras de Pek¨ªn para poner cu?as entre los socios comunitarios con sus planes de expansi¨®n, canalizados a trav¨¦s de pr¨¦stamos e inversiones ligados a la Nueva Ruta de la Seda.

Mal que le pese, Europa se expone a ser uno de los escenarios de una nueva guerra fr¨ªa, tres d¨¦cadas despu¨¦s del final de la anterior. Aquella estall¨® un 1 de abril de 1948 , tras numerosas disputas sobre la ocupaci¨®n de Alemania entre los pa¨ªses occidentales y la Uni¨®n Sovi¨¦tica, hasta hac¨ªa poco aliados en la Segunda Guerra Mundial, seg¨²n recuerda el historiador Tony Judt en su imponente obra Postguerra. La de ahora nace de una inesperada reacci¨®n de EE UU contra una globalizaci¨®n desequilibrada y con competencia desleal. La historia juzgar¨¢. Pero como dec¨ªa Judt, al final, ¡°no tiene mucho sentido preguntarse: ?qui¨¦n empez¨® la Guerra Fr¨ªa?¡±. Lo importante, quiz¨¢, ser¨¢ salir airoso del peligroso fuego cruzado.

Llenar el vac¨ªo en Am¨¦rica Latina

FRANCESCO MANETTO (M?XICO)

La historia reciente de Am¨¦rica Latina es tambi¨¦n el relato de la presencia de Estados Unidos en la regi¨®n, su peso, incluso participaci¨®n o tutelaje, en las decisiones pol¨ªticas de varios pa¨ªses y sus intereses econ¨®micos. Las relaciones exteriores han sido para distintos Gobiernos latinoamericanos un reflejo de la administraci¨®n interna. Y en esos equilibrios Washington ha desempe?ado tradicionalmente el papel m¨¢s decisivo. Sin embargo, las oportunidades de inversi¨®n que se dieron en una etapa de relativa estabilidad dejaron tambi¨¦n, a partir de los primeros a?os del siglo, un vac¨ªo que colmar. Y China, que siempre se ha podido permitir jugar a largo plazo por la continuidad de las directrices de Pek¨ªn, decidi¨® dar esa batalla.

Esa partida, como sucede en otras latitudes, es comercial y al mismo tiempo geopol¨ªtica. El desembarco del gigante asi¨¢tico se ha producido hasta ahora de forma desigual. A veces con la complicidad de los gobernantes del antiguo eje bolivariano, de Venezuela a Ecuador, pasando por Bolivia. En otras ocasiones, en medio de los recelos de las autoridades locales o haciendo frente a barreras legales. Sin embargo, casi siempre ha logrado asentarse en el sector de las materias primas y en el de las infraestructuras. Hasta modificar, poco a poco, los esquemas de dependencia de la regi¨®n.

Xi Jinping y Nicol¨¢s Maduro, en julio de 2014 en Caracas.
Xi Jinping y Nicol¨¢s Maduro, en julio de 2014 en Caracas.LEO RAMIREZ / AFP via Getty Images

¡°China tiene una estrategia bien formada. Busca conquistar una cabeza de playa y desde ah¨ª expandirse¡±, apunta Sergio Guzm¨¢n, director de la consultora ColombiaRisk, recurriendo al t¨¦rmino militar que define la l¨ªnea temporal que se establece tras un desembarco para defender la zona hasta que llegan los refuerzos. Lo hace a menudo ofreciendo algo a cambio, sobre todo contratos de compra a gran escala de carne, soja, mariscos y otros productos. Y los requisitos habituales de los pa¨ªses, sobre todo en materia de derechos laborales y medio ambiente, pasan a un segundo plano. EL PA?S fue testigo en 2017 de la agresividad de la explotaci¨®n minera de una compa?¨ªa china en la Amazonia ecuatoriana, que gener¨® un duro conflicto entre el entonces presidente saliente, Rafael Correa, y un pueblo ind¨ªgena de esa regi¨®n que dej¨® de apoyar su proyecto pol¨ªtico.

China tiene una estrategia bien formada. Busca conquistar una cabeza de playa y desde ah¨ª expandirse
Sergio Guzm¨¢n, director de la consultora Colombia Risk

El caso de Colombia es especialmente representativo. A pesar de la prudencia que han mostrado sus ¨²ltimos Gobiernos con Pek¨ªn, la licitaci¨®n de una de sus obras m¨¢s emblem¨¢ticas, el metro de Bogot¨¢ ¡ªcuya construcci¨®n comenz¨® a planearse hace m¨¢s de setenta a?os y que siempre se qued¨® en intentos frustrados¡ª, fue concedida hace meses a dos empresas chinas. ¡°Estados Unidos puede quejarse de que les van a dar el metro, pero al mismo tiempo no present¨® ning¨²n inversionista. El quid del asunto es que China no es que haya abierto mercado, sino que ha aprovechado el vac¨ªo dejado por otros pa¨ªses¡±, contin¨²a Guzm¨¢n.

Otro ejemplo se da en M¨¦xico. El presidente de ese pa¨ªs, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, y el estadounidense, Donald Trump, acaban de celebrar la puesta en marcha del tratado comercial de Norteam¨¦rica, el TMEC, que entr¨® el vigor el pasado d¨ªa 1. Est¨¢ por ver, sin embargo, que ese instrumento baste para frenar en el futuro las inversiones directas de China, que hasta ahora han sido contenidas. Seg¨²n el ¨²ltimo informe de la Comisi¨®n Econ¨®mica para Am¨¦rica Latina y el Caribe (Cepal), un organismo que depende de Naciones Unidas, los mayores inversores en la regi¨®n fueron el a?o pasado Europa, Estados Unidos y China. El pa¨ªs asi¨¢tico comenz¨® a perder el liderazgo de las operaciones en 2018 y, se?ala la comisi¨®n, ¡°concentr¨® su inter¨¦s en la adquisici¨®n de empresas de industrias extractivas y de la agroindustria, la generaci¨®n de energ¨ªa y los servicios b¨¢sicos [de electricidad, gas y agua]¡±.

La batalla por la influencia, no obstante, se libra a largo plazo y no solo en el terreno econ¨®mico. Pek¨ªn, pese a su pragmatismo, no ha renunciado a apoyar a uno de sus principales aliados estrat¨¦gicos en la regi¨®n. Esto es, el r¨¦gimen chavista de Venezuela encabezado por Nicol¨¢s Maduro, frontalmente enfrentado a la Administraci¨®n de Trump. Ese respaldo le ha costado a China entre 50.000 y 60.000 millones de euros en pr¨¦stamos durante la ¨²ltima d¨¦cada. Las arcas de Caracas, devastadas por la mala gesti¨®n y postradas por las sanciones, han ralentizado la devoluci¨®n. Maduro a¨²n le debe a Xi Jinping al menos una tercera parte. Pese a eso, el territorio con las mayores reservas petroleras del mundo representa probablemente la mayor oportunidad de inversi¨®n en la regi¨®n. China no tiene prisa. Y justo ah¨ª est¨¢ una de sus cabezas de playa.

China est¨¢ en ?frica (y EE UU de paso)

?SCAR GUTI?RREZ (MADRID)

Solo sumando los viajes a ?frica de los ¨²ltimos tres presidentes estadounidenses, George W. Bush, Barack Obama y Donald Trump, durante los ¨²ltimos 20 a?os de Administraci¨®n norteamericana, se puede igualar la n¨®mina de visitas oficiales al continente del l¨ªder chino Xi Jinping (cuatro viajes) desde que accedi¨® al poder en 2013. La cuenta en la columna de EE UU es muy f¨¢cil cuando se llega a la era Trump: suma cero. Ni se le espera. El ¨²ltimo que pis¨® tierra africana fue Obama, en Etiop¨ªa, en 2015. Y no es que este presidente fuera un asiduo en el continente de sus ra¨ªces. Su antecesor, Bush, visit¨® incluso m¨¢s pa¨ªses. El ¨²ltimo viaje de Xi fue en julio de 2018. Sello arriba, sello abajo en el pasaporte, la voluntad pol¨ªtica tambi¨¦n pasa por eso de serlo y parecerlo, que en el caso de ?frica se traduce en que China es y parece un pa¨ªs que est¨¢ interesado. Los viajes oficiales son una declaraci¨®n de intenciones de lo que ha venido despu¨¦s: un extraordinario crecimiento en el comercio, la inversi¨®n, cooperaci¨®n e incluso presencia militar de China en ?frica.

Pero lo de Xi es solo la punta del iceberg. La consultora Development Reimagined, con sede en Pek¨ªn, realiz¨® en 2018 un estudio sobre los viajes de delegaciones chinas al continente. El resultado fue espectacular: 79 visitas a 43 pa¨ªses en 10 a?os (2007-2017). A la cabeza entre los destinos, Sud¨¢frica, principal receptor de inversiones directas chinas. Hannah Muthoni Ryder, al frente de la consultora, apunta que el inter¨¦s es ¡°mutuo¡±. ¡°Durante el mismo periodo¡±, se?ala, ¡°los l¨ªderes africanos han sido tan entusiastas, si no m¨¢s, a la hora de comprometerse con los mandatarios chinos. As¨ª que esto no solo va de China, sino tambi¨¦n de ?frica¡±.

Desde EE UU, la ¨²ltima visita de gran calado la realiz¨® el secretario de Estado, Mike Pompeo, el pasado enero. Como se?alaba en ese mismo mes el centro de an¨¢lisis Consejo de Relaciones Exteriores, de Nueva York, la ¡°ret¨®rica¡± de Washington en ?frica tiene m¨¢s que ver con ¡°contrarrestar¡± la influencia de China que con una estrategia de desarrollo.

?frica concentra algunos de los pa¨ªses con un crecimiento m¨¢s r¨¢pido; el ritmo de urbanizaci¨®n del continente no tiene parang¨®n; la clase media y la democracia se consolidan a buen ritmo, y la necesidad de infraestructuras de transporte, pero tambi¨¦n de comunicaci¨®n, es acuciante. Es en este ¨²ltimo escenario donde algunos analistas temen un nuevo campo de batalla. ¡°China ha construido mucha infraestructura tecnol¨®gica en ?frica y muchas de sus compa?¨ªas han hecho grandes inversiones y lanzado con ¨¦xito productos a su mercado¡±, apunta Cornelia Tremann, de la consultora China Africa Advisory, ¡°y Huawei y el 5G son un gran elemento de disputa. Pero, en general, EE UU mantiene una ventaja comparativa en el campo de la tecnolog¨ªa, innovaci¨®n y gobernanza en Internet¡±.

Obama, durante un discurso en la sede de la Uni¨®n Africana en Ad¨ªs Abeba (Etiop¨ªa) en julio de 2015.
Obama, durante un discurso en la sede de la Uni¨®n Africana en Ad¨ªs Abeba (Etiop¨ªa) en julio de 2015.Anadolu Agency / Getty Images

El gran juego no solo es cosa de China y EE UU, tambi¨¦n de los pa¨ªses del Golfo, Turqu¨ªa, Corea del Sur... ¡°?frica preferir¨ªa trabajar con cuantos m¨¢s socios mejor¡±, se?ala Cobus van Staden, del Instituto Sudafricano de Asuntos Internacionales. ¡°EE UU y China ofrecen gran fortaleza¡±, prosigue, ¡°pero tambi¨¦n debilidad: en el caso de EE UU, por su inter¨¦s relativo en la inversi¨®n en infraestructura, centrado en la financiaci¨®n de empresas m¨¢s que de Gobiernos; en el caso de China, por la opacidad como prestamista, por no ofrecer otras formas de financiaci¨®n o [imponer] normas que estipulan el trabajo con contratistas chinos¡±.

EE UU y China ofrecen gran fortaleza, pero tambi¨¦n debilidad
Cobus van Staden, experto sudafricano

El pasado a?o, el intercambio comercial chino-africano creci¨® un 2,2%, una cifra aparentemente buena, pero muy alejada del 20% de 2018. No obstante, y en plena guerra comercial con Washington, las exportaciones chinas, frenadas hacia EE UU, crecieron en el mercado africano un 7,9%. Las estadounidenses, valga la comparaci¨®n, han ca¨ªdo desde 2014 un tercio, como se?al¨® el pasado a?o Karen Dunn Kelley, vicesecretaria de Comercio norteamericana.

Pek¨ªn ha conquistado el mercado africano ¡ªes el primer socio comercial¡ª; es el primer inversor en volumen de capital y creaci¨®n de puestos de trabajo, y, sin duda, el mayor acreedor con cifras dif¨ªciles de fijar entre el sector p¨²blico y privado, que rondan los 145.000 millones de d¨®lares (unos 126.500 millones de euros). Pero China es tambi¨¦n una potencia emergente en el escenario militar. Pek¨ªn aporta un 15% al presupuesto de operaciones de paz de la ONU. Hay 14 en marcha, siete de ellas en pa¨ªses africanos. Seg¨²n datos de mayo, China contribuye a las 14 misiones con 2.538 polic¨ªas y militares, la mayor¨ªa repartidos entre Congo, Mal¨ª, Darfur (Sud¨¢n) y Sud¨¢n del Sur. Washington solo con 29 soldados en total.

Pero el potencial militar estadounidense en el continente es a¨²n dif¨ªcil de batir, con 6.000 militares en casi una treintena de emplazamientos en misiones de entrenamiento y contra el terrorismo. La muerte de cuatro soldados en N¨ªger en octubre de 2017 en una emboscada yihadista llev¨® a Trump a prometer el repliegue de tropas en ?frica. Pero Rusia pisa fuerte con env¨ªo de mercenarios y armas y Pek¨ªn consolida su primera base militar en el extranjero en Yibuti.

Peligro de incendio en aguas asi¨¢ticas

MACARENA VIDAL LIY (PEK?N)

Aguas tibias, de color turquesa, salpicadas de peque?os islotes solitarios y arrecifes coralinos. En las fotos a¨¦reas, un para¨ªso tropical. Hasta que se mira m¨¢s de cerca. Muchos de esos islotes arenosos son construcciones artificiales del Ej¨¦rcito chino. Adem¨¢s de los barcos de pesca, o los mercantes que cubren las rutas mar¨ªtimas m¨¢s transitadas del mundo, surcan sus aguas buques de guerra. Es el mar del Sur de China, uno de los puntos claves en el mapa mundial: el lugar de Asia donde chocan m¨¢s directamente los intereses geoestrat¨¦gicos de Washington y Pek¨ªn, y donde el deterioro de las relaciones entre ambos ha aumentado la probabilidad, seg¨²n los expertos, de un hipot¨¦tico choque accidental entre sus Ej¨¦rcitos.

Son unas aguas estrat¨¦gicas. No solo su suelo puede ser rico en gas y petr¨®leo. Son tambi¨¦n el paso natural del ?ndico hacia el norte de Asia, y por este cuello de botella surcan barcos comerciales que transportan productos por cinco billones de euros anuales. Y con un inter¨¦s a?adido para China: en ese mar tienen la base sus submarinos nucleares.

China reclama el 80% de este mar alegando razones hist¨®ricas y un mapa de 1947 que engloba la mayor¨ªa de ese territorio acu¨¢tico. Pero Vietnam, Filipinas, Brun¨¦i, Malasia y Taiw¨¢n se atribuyen parte de esas aguas, y las disputas de soberan¨ªa han sido una fuente constante de tensiones.

La Corte Permanente de Arbitraje de La Haya rechaz¨® en 2016 la gran mayor¨ªa de las reclamaciones chinas, lo que Pek¨ªn nunca ha aceptado. En cambio, se ha esforzado en crear realidades: ha construido una cadena de islas artificiales en las Spratly, que Filipinas considera suyas. Lleva a cabo frecuentes maniobras militares en la zona. Y ha creado dos distritos administrativos en las islas Spratly y las Paracel, que reclama Vietnam. Lo ha dejado claro: considera esas aguas uno de sus intereses clave y va a defenderlas.

Imagen de sat¨¦lite de un islote artificial chino, cerca de las Paracel en octubre de 2015.
Imagen de sat¨¦lite de un islote artificial chino, cerca de las Paracel en octubre de 2015.Gallo Images / Getty Images

Y no siempre con su Marina: sus flotillas de pesqueros y sus guardacostas hostigan a los barcos de los pa¨ªses vecinos, que en junio lanzaban una advertencia ante el peligro de que la tensi¨®n pueda ¡°socavar la paz, la estabilidad y la seguridad de la regi¨®n¡±.

EE UU no est¨¢ dispuesto a dejarle v¨ªa libre, y patrulla de tanto en cuanto esas aguas. A los ojos de Washington, Pek¨ªn intenta crear una esfera de influencia exclusiva en Asia oriental en esas aguas y en el mar del Este de China, donde se disputa con Jap¨®n las islas Diaoyu/Senkaku. Para Pek¨ªn, los movimientos de Washington intentan contener a su pa¨ªs.

El deterioro de las relaciones ha acrecentado la tensi¨®n entre los dos ej¨¦rcitos en la zona. En junio, EE UU condujo tres series de maniobras militares all¨ª y en el mar de Filipinas. A comienzos de este mes volv¨ªa a enviar al mar del Sur dos portaaviones mientras China efectuaba ejercicios militares cerca de las islas Paracel.

Hasta ahora, EE UU afirmaba mantener la neutralidad en las disputas territoriales. Pero el 13 de julio se aline¨® con Han¨®i y Manila: ¡°Las reclamaciones de Pek¨ªn sobre recursos en aguas no costeras a lo largo de la mayor parte del mar del Sur de China son completamente ilegales, como lo es su campa?a de coerciones para controlarlos¡±, indicaba Pompeo. ¡°El mundo no permitir¨¢ que Pek¨ªn trate el mar del Sur de China como su imperio mar¨ªtimo¡±.

El anuncio ha escocido a los l¨ªderes chinos de modo especial: en junio, en una reuni¨®n en Haw¨¢i para tratar de reducir tensiones, el consejero de Estado chino, Yang Jiechi, hab¨ªa advertido a Pompeo contra cualquier presi¨®n. Y ahora llegaba esto.

La buena noticia es que ninguno de los dos pa¨ªses tiene especial inter¨¦s en un enfrentamiento. ¡°China cree que puede ganar el mar del Sur pac¨ªficamente mediante una estrategia de desgaste a largo plazo, y Trump ha demostrado escaso apetito por una confrontaci¨®n militar con China¡±, apunta la consultora Eurasia Group. La mala, que el aumento de la tensi¨®n en la zona eleva la posibilidad de un encontronazo accidental que pudiera desatar una crisis m¨¢s grave.

M¨¢s all¨¢ del mar

M¨¢s all¨¢ de la disputa en el mar, Asia es un tablero clave para ambas potencias. China trata de reforzar sus alianzas con sus vecinos mediante proyectos como la Nueva Ruta de la Seda. Al norte tiene a Rusia, con cuyo l¨ªder, Vlad¨ªmir Putin, Xi ha desarrollado una sinton¨ªa especial. Y a Corea del Norte, un pa¨ªs con el que est¨¢ condenado a la convivencia, pese a los recelos mutuos.

Su este es otra cosa. All¨ª la influencia dominante es la estadounidense. Corea del Sur, Jap¨®n, Taiw¨¢n, Australia est¨¢n alineados con Washington, que tambi¨¦n gui?a el ojo a la India despu¨¦s del grave enfrentamiento entre los ej¨¦rcitos chino e indio en la cordillera del Himalaya el mes pasado. Entre medias, los pa¨ªses de la Asean (Asociaci¨®n de Naciones del Sudeste Asi¨¢tico, en sus siglas en ingl¨¦s), que salvo excepciones como Laos y Camboya, alineados por completo con Pek¨ªn, prefieren evitar elegir: disfrutan de importantes lazos de seguridad con Washington, y de cuantiosas inversiones y unas relaciones econ¨®micas imprescindibles por parte de China.

De la diplomacia del ping-pong a la de las mascarillas

CECILIA BALLESTEROS (MADRID)

El deshielo entre EE UU y China comenz¨® en una parada de autob¨²s en la ciudad japonesa de Nagoya, sede del campeonato mundial de ping-pong, el 4 de abril de 1971. Glenn Cowan, un joven jugador estadounidense de 19 a?os, con aspecto hippie, se subi¨® al veh¨ªculo del equipo chino (por error o por curiosidad). Todos los pasajeros le miraron con recelo menos uno, Zhuang Zedong, que se puso a hablar con ¨¦l gracias a un int¨¦rprete y le regal¨® un dibujo tradicional en seda. Al d¨ªa siguiente, Cowan le correspondi¨® con una camiseta con el s¨ªmbolo de la paz y la frase Let it be, de la canci¨®n de Los Beatles. Las fotograf¨ªas de los dos dieron la vuelta al mundo y Mao Zedong aprovech¨® la oportunidad. ¡°Zhuang Zedong no es solo un gran jugador, tambi¨¦n es un gran diplom¨¢tico¡±, dijo el Gran Timonel que, a los pocos d¨ªas, invit¨® al equipo estadounidense a visitar el pa¨ªs. ¡°Me qued¨¦ tan sorprendido como halagado¡±, escribi¨® Richard Nixon en sus memorias. ¡°Nunca pens¨¦ que la iniciativa china viniera a trav¨¦s del ping-pong¡±, escribi¨® el expresidente estadounidense.

El 10 de abril, 15 jugadores cruzaron un puente desde Hong Kong a China. Eran los primeros estadounidenses que cruzaban el tel¨®n de bamb¨² (la barrera f¨ªsica e ideol¨®gica que separaba la Rep¨²blica Popular del mundo occidental) desde 1949. En contrapartida, EE UU invit¨® a tenistas chinos a un tour por ocho ciudades. En julio, el secretario de Estado, Henry Kissinger, viaj¨® en secreto al gigante asi¨¢tico para establecer relaciones diplom¨¢ticas con el r¨¦gimen comunista y cederle el asiento de Taiw¨¢n en el Consejo de Seguridad de la ONU. En febrero de 1972, Nixon se convirti¨® en el primer presidente estadounidense que pisaba suelo chino con el claro objetivo de aislar a los sovi¨¦ticos. En su gira de ocho d¨ªas, que ¨¦l mismo denomin¨® ¡°la semana que cambi¨® el mundo¡±, se entrevist¨® con el m¨¢ximo dirigente chino y firm¨® el Tratado de Shangh¨¢i. ¡°La pelota peque?a es la que mueve la pelota grande¡±, asegur¨® entonces un Mao ya enfermo.

Mao Zedong y Richard Nixon, en febrero de 1972 en Pek¨ªn.
Mao Zedong y Richard Nixon, en febrero de 1972 en Pek¨ªn.- / AFP via Getty Images

Las llegadas al poder de Donald Trump y de Xi Jinping han dado al traste con la vieja cortes¨ªa que ha sido reemplazada por la intimidaci¨®n, una tendencia acrecentada con la pandemia de la covid-19. Ante las cr¨ªticas estadounidenses por ser el origen del virus, Pek¨ªn contraatac¨® lanzando una ofensiva diplom¨¢tica que al tiempo que ofrec¨ªa su ayuda a los pa¨ªses afectados se vend¨ªa como un modelo en la gesti¨®n de la crisis. Esta diplomacia de las mascarillas tiene como brazo ejecutor a los wolf warriors, los nuevos diplom¨¢ticos chinos cuyo nombre se inspira en las pel¨ªculas sobre un heroico comando de las fuerzas especiales, que, al estilo de Rambo, luchan contra mercenarios occidentales y que, en realidad, defienden el papel de Pek¨ªn en la pandemia y desaf¨ªan en redes a quien ose cuestionar la versi¨®n oficial del r¨¦gimen.

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