En un jard¨ªn alqu¨ªmico en Ucl¨¦s
¡°La alquimia me interesa como una forma de representaci¨®n del cambio¡±, explica el paisajista Manuel G¨®mez Anuarbe, creador de este vergel en la provincia de Cuenca
La historia en Ucl¨¦s es rica, al igual que su paisaje, sencillo y sofisticado a la vez. Esta poblaci¨®n conquense est¨¢ salpicada con la impronta dejada por ¨¢rabes y cristianos, como se aprecia a simple vista con la yuxtaposici¨®n del castillo musulm¨¢n y del monasterio. Adem¨¢s, la localidad se ve adornada con otro flor¨®n, pero no de piedra y mortero, sino de hojas y ramas: un jard¨ªn. No se trata de uno cualquiera, sino de una creaci¨®n muy personal del paisajista de origen c¨¢ntabro Manuel G¨®mez Anuarbe, que encontr¨® en Ucl¨¦s acomodo a su imaginaci¨®n.
¡°Para m¨ª, la alquimia tiene que ver con el conocimiento de uno mismo¡±, explica G¨®mez. ¡°Lo importante de todo ser humano es ese conocimiento. Es un trabajo diario y constante, y para conseguirlo hay que observar c¨®mo te comportas con los dem¨¢s. Tambi¨¦n mirando la naturaleza: ese es el mejor modo. Ah¨ª es donde uno aprende todo, observando con atenci¨®n el comportamiento de las plantas y de los animales, adem¨¢s de las personas¡±.
La creaci¨®n de un jard¨ªn tiene que ver mucho con los enigmas del destino, del por qu¨¦ se va a aquel lugar y no a este otro, del hablar con alguien o no cruzar palabra con otro. Cada acci¨®n tiene su efecto, ¡°y eso te cambia la vida¡±, como le ocurri¨® a este paisajista. ¡°Siendo estudiante, al ir de Valencia a Madrid con una amiga vimos un edificio enorme, imponente, y nos desplazamos a verlo. Me qued¨¦ muy impresionado con el paisaje. Pasaron muchos a?os, como unos 30, y regres¨¦ a Ucl¨¦s para visitar a unos amigos arquitectos. Ver de nuevo esa impresionante fortaleza ¨¢rabe, con el monasterio a su lado, hizo que desde ese mismo momento quisiera disfrutar de esa maravillosa vista. As¨ª que me qued¨¦¡±.
Para muchas personas, estas casualidades no existen, y son solamente fruto de nuestros m¨¢s ¨ªntimos deseos. Cuando los astros se alinean, todo lo que ocurre parece que lleva a la realizaci¨®n de esos anhelos, como contin¨²a relatando Manuel G¨®mez: ¡°Encontr¨¦ una casa en medio del pueblo que me sirvi¨® de acomodo. Al ir a reformarla, se derrumb¨® por completo, pero se levant¨® un peque?o estudio donde pude establecerme. Alrededor de ¨¦l comenc¨¦ a construir el jard¨ªn¡±. En una tierra tan seca no hab¨ªa visos de poder implantar un vergel, pero no hay nada como la perseverancia para conseguir el cambio. ¡°Fui a un viverista, y vi que ten¨ªa unos olmos. As¨ª que compr¨¦ cuatro ejemplares, para conseguir una m¨ªnima sombra. La tierra era puro cemento y piedra, tan dura que tuvimos que utilizar una perforadora para plantarlos¡±. All¨ª siguen estos ¨¢rboles, ahora ya muy grandes, dando alivio del calor con sus ramas.
Pero lo que en un principio iba a ser un jard¨ªn a la romana, con patios llenos de plantas, fuentes y esculturas, deriv¨® en otro inesperado, gracias de nuevo al poder transformador del viaje: ¡°Leandro Silva cre¨® conmigo la Asociaci¨®n de Amigos de los Jardines y del Paisaje. En una de nuestras visitas fuimos a Saint-R¨¦my-de-Provence, donde encontramos el Jard¨ªn del Alquimista. Por desgracia, una manada de jabal¨ªes acababa de arrasarlo, por lo que no pudimos acceder¡±. Pero la semilla germin¨® en su cabeza, y a su regreso a Ucl¨¦s le propuso a uno de sus sobrinos la creaci¨®n de un jard¨ªn alqu¨ªmico; esto es un jard¨ªn que sigue los principios de la alquimia a trav¨¦s de s¨ªmbolos, esculturas, la propia estructura del trazado. Un ejemplo de este tipo de jard¨ªn ser¨ªa Bomarzo.
G¨®mez quit¨® todo lo que hab¨ªa plantado, a excepci¨®n de los cuatro olmos, y cambi¨® de direcci¨®n para llegar al lugar que pretend¨ªa. ¡°Lo primero que hice fue trazar un plano en el que establec¨ª dos ejes: el del Camino del Romeral y el del Camino de Santiago. A partir de ah¨ª me propuse hacer un sendero, como un recorrido inici¨¢tico¡±. De esta forma, se cruzan distintas etapas y estancias, jalonadas por esculturas cl¨¢sicas griegas y referencias alqu¨ªmicas con frases y figuras que retrotraen continuamente al conocimiento de uno mismo como premisa fundamental. El recorrido termina en lo alto, al atravesar varios niveles, en la parte m¨¢s luminosa del espacio, en un edificio que es una biblioteca, un potente s¨ªmil de la deseada sabidur¨ªa.
Para Manuel, la jardiner¨ªa es perfecta para explicar el misterio de nuestra existencia, ¡°porque en el jard¨ªn est¨¢s expuesto constantemente al gran enigma: qu¨¦ es la vida y la muerte. Si fu¨¦ramos eternos, nos dar¨ªa igual esa pregunta y no ser¨ªa un enigma¡±. En este espacio, las rosas son las protagonistas, y las encontramos en parterres y trepando por los muros junto a las clem¨¢tides (Clematis var.). Los membrilleros (Cydonia oblonga) y los viburnos (Viburnum spp.) tambi¨¦n tienen mucha presencia. Como no pod¨ªa ser de otra forma, los ritmos estacionales son fuertes, con la oto?ada de ¨¢rboles y arbustos, que resume bien la filosof¨ªa de este jardinero: ¡°La alquimia me interesa como una forma de representaci¨®n del cambio. Nosotros no somos los mismos hoy que ma?ana, todo en el universo est¨¢ en constante evoluci¨®n¡±. Y, como ocurre cada vez que ajardinamos un espacio, esa alquimia sucede, resumida en boca de Manuel: ¡°Mi creaci¨®n ya no es m¨ªa, se ha escapado, se ha ido por otro lado, ha habido una transformaci¨®n, ha ocurrido la metamorfosis¡±.
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