Enterrar a un peque?o ser querido en el primer cementerio de animales de Espa?a
Fundado en 1972 en una peque?a localidad que recuerda a Ludlow, el lugar en el que se ambienta la famosa novela de Stephen King, este camposanto se llama como la s¨¢tira de Evelyn Waugh protagonizada por un poeta que entierra mascotas: ¡®Los Seres Queridos¡¯
El a?o 1948, Evelyn Waugh public¨® una divertid¨ªsima novela protagonizada por un joven poeta empleado en una funeraria especializada en animales dom¨¦sticos. ¡°?Qu¨¦ dicen la mayor¨ªa de los clientes? Qu¨¦melo con poco gasto, se?or Schultz, lo m¨ªnimo necesario¡±, se molesta el propio se?or Schultz en un momento determinado de la historia ante el joven poeta. No entiende por qu¨¦ semejante desd¨¦n cuando se trata de enterrar a una mascota que no ha hecho m¨¢s que adorarle cuando ser¨ªa capaz de gastarse una fortuna en enterrar a un pariente que no hubiese hecho otra cosa que odiarle. Assumpci¨® Padr¨® no es el se?or Schultz, pero sabe de lo que habla. Lleva un tiempo al frente de su propio cementerio de animales. El primer cementerio de animales de Espa?a. Llamado, curiosamente, como la novela de Waugh: Los Seres Queridos.
¡°No he o¨ªdo hablar de ella¡±, dice Padr¨®, abriendo la chirriante verja de hierro que da acceso al cementerio en el que descansan m¨¢s de 11.000 mascotas. El lugar en el que se encuentra tiene algo de Ludlow, el pueblo ficticio de Maine en el que Stephen King situ¨® su Pet Sematary, el m¨¢s famoso y macabro de los cementerios de animales que han existido jam¨¢s. Situado en una zona boscosa, en el t¨¦rmino municipal de Torrelles de Llobregat (Barcelona), hay, de camino, casas aqu¨ª y all¨¢, y una serpenteante carretera sin arc¨¦n que parece estar alej¨¢ndose de todo y, en realidad, lo est¨¢ haciendo. El ¨²ltimo tramo est¨¢ sin asfaltar y no tiene salida. Solo se oye el canto de los p¨¢jaros, el ladrido del Golden Retriever que vive con las tres familias ucranias acogidas en una casa cercana, y el chasquido de las hojas muertas que no pueden evitar pisarse en todas partes.
No ha habido ning¨²n entierro ese d¨ªa, y Sebasti¨¤, el jardinero que se ocupa del cuidado del recinto, repleto de cipreses, con caminos arbolados entre las l¨¢pidas y los peque?os nichos, habr¨¢ contestado alguna que otra llamada. ¡°Solemos tener un par al d¨ªa¡±, dice Assumpci¨®, mientras enciende un cigarrillo. Fue su padre quien fund¨® el cementerio, en 1972. ¡°Yo ten¨ªa 13 a?os, no me pareci¨® nada raro¡±, recuerda. Su padre quer¨ªa enterrar a la perra familiar, Negrita, y no ten¨ªa d¨®nde hacerlo. All¨¢ donde la enterrase pod¨ªa acabar siendo desenterrada en cualquier momento. En Torrelles se dedicaban y a¨²n se dedican al cultivo de la cereza. ¡°Su amigo Josep le dijo entonces a mi padre que por qu¨¦ no utilizar parte de sus tierras para montar un cementerio de mascotas. Le pareci¨® una buena idea, y as¨ª fue c¨®mo empez¨®¡±, dice.
La l¨¢pida de Negrita es sencilla. Ni siquiera pone su nombre. Solo puede leerse ¡°Mai us oblidarem¡± ¡ª¡±Nunca os olvidaremos¡±¡ª porque, dice Assumpci¨®, ¡°ah¨ª dentro no solo est¨¢ Negrita sino todas las mascotas que hemos tenido desde entonces¡±. De hecho, es rara la tumba que alberga una ¨²nica mascota. Una vez alquilas un nicho o una fosa puedes oficiar tantos entierros en ella como necesites. El cliente paga un precio por el entierro (que oscila entre los 90 y los 149 euros), y una cuota anual por el nicho (la del m¨¢s peque?o es de 35 euros, la del grande, 70) y por la fosa (tambi¨¦n de 70). ¡°Tenemos una clienta que entierra a menudo cobayas, y cada vez que entierra una, viene con una caja repleta de moscas. Dice que su marido es un bruto y que las mata y que a ella le dan pena y que las guarda en el congelador para enterrarlas con la siguiente cobaya¡±, dice Padr¨®.
Como en todo cementerio, hay muertos famosos. El m¨¢s famoso de todos es Dan, un pastor alem¨¢n de la Cruz Roja que salv¨® a 56 personas en el atentado de la sala de fiestas Scala de Barcelona. ¡°Aquel entierro fue multitudinario¡±, recuerda Assumpci¨® que, por entonces, 1980, ten¨ªa 21 a?os. ¡°El hijo de uno de los supervivientes a¨²n viene una vez al a?o a visitar la tumba¡±, dice a continuaci¨®n. Susurra porque acaba de entrar un cliente. ¡°Ese se?or viene cada d¨ªa¡±, dice. ¡°Su mujer y sus hijos murieron en el incendio de su casa. No sabe c¨®mo, el perro consigui¨® sacarle a ¨¦l. Y luego entr¨® a por los ni?os, y ya no sali¨®. Nos ha pedido que, cuando muera, saquemos los restos del animal y lo entierren con ¨¦l¡±, cuenta. El nicho est¨¢ atiborrado de motivos navide?os. Lo que hace cuando sube a la escalera es reordenar lo que hay dentro, y quedarse callado, mir¨¢ndolo.
Cuando en 1989 se estren¨® Cementerio de animales, la pel¨ªcula basada en la famosa novela de Stephen King en la que un viejo cementerio indio, un cementerio micmac, devuelve a la vida a toda mascota ¡ªy no solo mascota¡ª que se entierra en ¨¦l, ¡°llamaron un mont¨®n de chavales, que ped¨ªan visitarlo¡±. ¡°Y abrimos un par de domingos para ellos¡±, recuerda Assumpci¨®, que tampoco sab¨ªa que la pel¨ªcula se basaba en una novela. ?Y ha pensado en alguna ocasi¨®n en convertir el lugar en un reclamo tur¨ªstico? Despu¨¦s de todo, tiene cerca Catalunya en Miniatura, suerte de parque tem¨¢tico que atrae a turistas a diario. ¡°Nos lo han ofrecido muchas veces, pero no me parece bien. La gente viene aqu¨ª a estar sola, a despedirse de sus mascotas, no a dar ning¨²n espect¨¢culo. Cuando empezamos, cobr¨¢bamos entrada precisamente para que nadie viniera porque s¨ª¡±, recuerda.
Recuerda que hab¨ªa quien ven¨ªa a re¨ªrse de aquellos que enterraban a sus mascotas. ¡°Entonces no se entend¨ªa, hab¨ªa a quien le parec¨ªa divertido que alguien quisiera a su animal de compa?¨ªa lo suficiente como para enterrarlo. As¨ª que decidimos que si alguien quer¨ªa entrar porque s¨ª ten¨ªa que pagar 125 pesetas¡±, dice. En aquella ¨¦poca se enterraban ¡ªsiempre sin ata¨²d, y al d¨ªa siguiente de su muerte¡ª otro tipo de animales. ¡°Hab¨ªa un mono, al menos 12 serpientes, camaleones, iguanas. Hoy hay sobre todo perros y gatos, pero tambi¨¦n conejos, alguna gallina, un pato, y lo m¨¢s raro, tres colas de caballo¡±, enumera. Los entierros m¨¢s tristes son los de los perros gu¨ªa. ¡°Los due?os sienten que se les va una parte de su vida¡±, se?ala Assumpci¨®, ante la tumba de Dama, seg¨²n reza la inscripci¨®n, ¡°la ¨²nica que me ha querido¡±.
En la peque?a oficina sin ventanas del recinto hay una nevera, pero no hay en ella restos de mascotas, como los hab¨ªa en El M¨¢s Dichoso de los Cotos de Caza, la funeraria especializada en animales dom¨¦sticos de Los seres queridos, de Evelyn Waugh, sino botellas de agua. En el folleto, fotograf¨ªas antiguas, y una vista de la entrada en la d¨¦cada en la que a¨²n ten¨ªa nombre ingl¨¦s, The Loved Ones. Es por la tarde, un s¨¢bado de finales de junio. Hay juguetes de goma mordisqueados en vez de flores en los nichos ¡ª¡±Ad¨¦u, Scrappy¡±; ¡°Laika, mi ni?a fiel¡±; im¨¢genes de perros al volante, y un Doc aqu¨ª y un Calcetines all¨¢¡ª, y un diminuto cruce de bodeguero olisqueando. ¡°Es la Chula, vive en la mas¨ªa de ah¨ª al lado, y siempre est¨¢ por aqu¨ª¡±, dice Assumpci¨®, que ha vuelto a encender un cigarrillo. Los p¨¢jaros siguen cantando.
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