As¨ª se puede identificar el cedro, los gigantes y arom¨¢ticos ¨¢rboles venerados desde la antig¨¹edad
Existen tres especies: del L¨ªbano, del Himalaya y del Atlas. Todas ellas est¨¢n ligadas a grandes cadenas monta?osas, de ah¨ª su resistencia al calor y al fr¨ªo a lo largo del a?o. En Madrid, vegetan m¨¢s de 16.000 en sus calles y parques
¡°El justo florecer¨¢ como la palmera; crecer¨¢ como cedro en el L¨ªbano¡±. As¨ª glosa la Biblia lo que deparar¨¢ a la persona el seguir la doctrina cristiana. La comparativa no es balad¨ª, ya que el cedro del L¨ªbano (Cedrus libani) es una especie impresionante que llega f¨¢cilmente a los 40 metros de altura. En aquel pa¨ªs ocupa una posici¨®n tan honorable como para aparecer en su bandera nacional. Fue objeto de comercio a gran escala, y sus bosques fueron tan explotados que casi se extinguieron. Afortunadamente, el L¨ªbano cuenta en la actualidad con varias reservas naturales donde se pueden admirar en su h¨¢bitat. La que ocupa mayor superficie es la de Al-Shouf, en la que se pueden admirar algunos cedros centenarios imponentes, donde el aroma caracter¨ªstico de estos ¨¢rboles acompa?a cada pisada. Incluso el m¨¢s m¨ªnimo fragmento de su corteza o de su madera guarda una fragancia dif¨ªcil de olvidar.
Egipcios y babilonios apreciaron tanto esa madera tan resistente e imputrescible como para construir con ella templos y barcos. En la actualidad todav¨ªa se levantan mezquitas y edificios se?oriales con ella, principalmente con cedros cultivados en Turqu¨ªa. Entrar en alguna de estas construcciones recientes es una experiencia sensorial de primer orden, de nuevo gracias al perfume de su madera arom¨¢tica.
El templo del rey Salom¨®n, en Jerusal¨¦n, fue justamente erigido con cedro, aunque en la Biblia aparece una construcci¨®n anterior levantada con su madera, de hecho es el padre de Salom¨®n, el rey David, quien la menciona en sus propias palabras: ¡°Yo habito en una casa de cedro, pero el arca de la alianza del Se?or est¨¢ debajo de una tienda¡±. La menci¨®n al cedro en las sagradas escrituras es continua, como en Salmos 29:5: ¡°La voz del Se?or rompe los cedros; s¨ª, el Se?or hace pedazos los cedros del L¨ªbano¡±, aludiendo a la fuerza que se ha de tener para desgajar a estos seres vivos tan imponentes.
Antiguamente, se consideraba que hab¨ªa cuatro especies de cedros, pero en la actualidad se han agrupado en solo tres. De esta forma, tenemos el mencionado cedro del L¨ªbano (Cedrus libani), el cedro del Himalaya (Cedrus deodara) ¡ªque puede superar los 50 metros de altura¡ª y el cedro del Atlas (Cedrus atlantica). La cuarta especie, Cedrus brevifolia, tiende a considerarse una variedad del cedro del L¨ªbano, Cedrus libani var. brevifolia, que crece en la isla de Chipre. Como se puede ver, las tres especies de cedros est¨¢n ligadas a grandes cadenas monta?osas, de ah¨ª su resistencia a entornos tanto calurosos como fr¨ªos a lo largo del a?o, as¨ª como a sustratos de naturaleza muy mineral. Tambi¨¦n, una vez establecidos, aguantan a la perfecci¨®n la sequ¨ªa estacional, por lo que prefieren no tener un exceso de humedad en las ra¨ªces.
La anatom¨ªa de su ramaje es muy peculiar, constituida por ramillos cortos (braquiblastos) ¡ªcon hojas en forma de aguja agrupadas como si fueran una brocha de afeitar¡ª que se asientan sobre ramas m¨¢s largas (macroblastos). Estas hojas aciculares var¨ªan en longitud, dependiendo de la especie, siendo las m¨¢s largas las del cedro del Himalaya y las m¨¢s cortas, las del cedro del Atlas.
La presencia del cedro del L¨ªbano en las ciudades es casi testimonial, llev¨¢ndose la palma por n¨²mero de ejemplares tanto el del Himalaya como el del Atlas. Del primero, en la ciudad de Madrid, se contabilizan algo m¨¢s de 8.000 pies, mientras que del segundo vegetan unos 8.500, como recuerda la Gu¨ªa de bolsillo de los ¨¢rboles de Madrid de Antonio Morcillo.
Para diferenciar una especie de la otra, lo mejor es apreciar las caracter¨ªsticas ramillas colgantes del cedro del Himalaya, que le dan un ligero aspecto de fantasma cuando es joven, algo que suele estar ausente en las ramillas del cedro del Atlas, m¨¢s horizontales. Este ¨²ltimo, adem¨¢s, presenta en muchas ocasiones colores m¨¢s glaucos en sus ac¨ªculas, as¨ª como ramas en la parte superior de la copa en ¨¢ngulos cercanos a los 45¡ã de inclinaci¨®n ascendente. De todas formas, en muchas ocasiones adscribir cedros maduros a una u otra especie puede ser complicado, incluso por su tendencia natural a hibridarse con facilidad. Con los ejemplares m¨¢s j¨®venes la identificaci¨®n resulta algo m¨¢s sencilla.
Los conos o pi?as femeninas de los cedros crecen erectas sobre las ramas, y se van descomponiendo escama a escama para liberar sus semillas, hasta dejar solamente el raquis sobre la que se asentaban. Es posible que alguna vez se haya encontrado bajo un cedro con la parte superior de estas pi?as, que aparentan ser como rosas con p¨¦talos de madera. Si no, siempre es un buen momento para salir a pasear e ir en busca de alg¨²n cedro centenario, para admirar a estos gigantes venerados desde hace siglos.
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