Las flores que inspiran a Antonio L¨®pez: ¡°Pintar una vida breve es emocionante y hay que afrontarlo con valor¡±
El artista reflexiona sobre el poder de la flora como desaf¨ªo art¨ªstico, t¨¦cnico y sentimental. ¡°Las flores me han ense?ado a congraciarme con la fugacidad de la vida. Me siento atra¨ªdo tanto por la belleza de su plenitud como por su desenlace decr¨¦pito¡±
La primera flor que pint¨® Antonio L¨®pez (Tomelloso, Ciudad Real, 88 a?os) fue un alhel¨ª. El artista ingres¨® en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando cuando ten¨ªa 14 a?os. ¡°Durante mi estancia en Madrid recuerdo fijarme en un arriate con plantas, sobre todo rosales, que llamaban mucho mi atenci¨®n. Tambi¨¦n por aquella ¨¦poca vi un ¨®leo de Van Gogh de una rama de almendro en flor metida en un vaso de agua [Rama de almendro en flor en un vaso, 1888] que me impresion¨® mucho por su minuciosidad y colorido¡±, recuerda. ¡°Uno de aquellos veranos, durante las vacaciones de la Escuela, volv¨ª a Tomelloso y vi una mata de alhel¨ª florecido que me cautiv¨®¡±, cuenta el pintor. Era 1953. ¡°Aquella fue la primera flor que pint¨¦¡±.
As¨ª que el inter¨¦s de Antonio L¨®pez por las flores en relaci¨®n con la pintura fue muy temprano. Junto a retratos de personas de su entorno, interiores, vistas urbanas y paisajes ¡ªcaptados siempre del natural¡ª, la bot¨¢nica fue uno de los temas recurrentes de su obra durante su etapa inicial, una fase experimental en la que explor¨® los lenguajes del cubismo y el surrealismo. Continu¨® siendo un tema esencial a partir de la d¨¦cada de los sesenta, momento en que el pintor y escultor inicia su camino de no retorno hacia el realismo estricto con las panor¨¢micas de Madrid como gran distintivo de su obra. Pero a¨²n hoy las flores son uno de los principales motivos de inspiraci¨®n de su pincel.
¡°Muchas flores hoy no huelen¡±, lamenta Antonio L¨®pez. ¡°Pero a m¨ª siempre me ha impresionado mucho el perfume de las flores. Las flores antes siempre ol¨ªan¡±, recuerda. ¡°Todo ol¨ªa: ol¨ªa la mierda, ol¨ªa el sudor¡ Una flor sin aroma es menos de la mitad de lo que es. Es como si la vieras en blanco y negro¡±, lamenta. Esta es una de las reflexiones de su relaci¨®n con las flores que el artista fue desgranado en el encuentro Creadores de Rosas, celebrado en el Jard¨ªn Bot¨¢nico de Madrid. Una reuni¨®n en torno a la bot¨¢nica, el arte, la ciencia y la belleza organizada en mayo por Chanel, firma que desde hace cuatro a?os colabora con el Real Jard¨ªn aportando nuevos ejemplares a la colecci¨®n de rosas de la Rosaleda.
Geranios, claveles y hierbaluisa en Tomelloso
Hasta 1960, etapa de juventud en la que residi¨® de forma intermitente entre Tomelloso y Madrid, L¨®pez pint¨® todas aquellas especies familiares y cercanas que poblaban los escenarios de su entorno vital. Claveles, alhel¨ªes, rosas, lirios¡ Se entregaba a la naturaleza cambiante de brotes, hojas, p¨¦talos y capullos para captarlos con cada sutil variaci¨®n de la atm¨®sfera, el viento y la luz. Desde las violetas de los meses m¨¢s fr¨ªos del invierno hasta las adelfas, ¡°las ¨²ltimas flores del verano en Tomelloso¡±, recuerda el pintor. Y geranios, sobre todo geranios: ¡°All¨ª en mi pueblo los geranios estaban siempre presentes. Yo los observaba durante todo el a?o: c¨®mo surg¨ªa el capullo, c¨®mo iba creciendo, c¨®mo brotaban las flores, que siempre eran rojas¡ Y luego desaparec¨ªan¡±.
¡°Siempre me han inspirado las flores y plantas con las que tengo relaci¨®n de familiaridad. Nunca podr¨ªa pintar una orqu¨ªdea porque no tengo conexi¨®n sentimental ni emocional con ella. Pero s¨ª con la hierbabuena, el s¨¢ndalo, la hierbaluisa¡¡±, enumera. ¡°En aquellos tiempos [los a?os cincuenta y sesenta], la naturaleza ten¨ªa un profundo significado sanador. La vida entonces era dura, sin muchas comodidades, y la flor era una compa?¨ªa maravillosa para las personas¡±, cuenta con aprecio.
El desaf¨ªo de lo caduco
L¨®pez, el artista que ha sabido captar de forma m¨¢s exhaustiva, precisa y documental los interiores, las vistas desde las ventanas de su estudio o los paisajes urbanos de Madrid, se aproxima a la tem¨¢tica bot¨¢nica con la misma mirada anal¨ªtica con que se enfrenta a sus estudios de la luz y el cielo. Igual que el 29 de septiembre de 1990 comenz¨® a pintar el membrillero del jard¨ªn de su casa tratando de captar el sol tibio y di¨¢fano del oto?o y su interacci¨®n con el ¨¢rbol, pintar rosas, claveles o alhel¨ªes supone un ejercicio art¨ªstico, t¨¦cnico y emocional no solo de lucha contra el tiempo, sino tambi¨¦n de avenencia consigo mismo y de aceptaci¨®n.
¡°Cuando pinto flores trabajo con mucha tensi¨®n, porque s¨¦ que voy a tener poco tiempo¡±, confiesa. ¡°Estoy acostumbrado a que las formas y motivos que pinto vayan a permanecer id¨¦nticos durante dos o tres a?os, o incluso m¨¢s, sin ninguna variaci¨®n ni alteraciones de ning¨²n tipo. Por eso pintar una vida breve es emocionante y hay que afrontarlo con valor. Y si no sale, pues no pasa nada¡±, relativiza. El mayor desaf¨ªo de un pintor ante una flor es que ¡°el procedimiento de la pintura tiene que encajar con la brevedad de la existencia de ese ser vivo. En el Renacimiento se pintaron mal las flores; Durero las pint¨® mal. Creo que hasta que lleg¨® Vel¨¢zquez no se pintaron bien las flores¡±, sentencia.
Respetuoso con los ciclos de la vida, acepta humildemente la brevedad de la lozan¨ªa de lo vegetal. ¡°A mis a?os siento placer en representar la flor en su decadencia y en su destrucci¨®n. He llegado a eso gracias a la edad. Me siento atra¨ªdo tanto por la belleza de su plenitud como por su desenlace decr¨¦pito¡±.
Las flores de Mari
Presente en cada recuerdo, su esposa Mar¨ªa Moreno, integrante junto a L¨®pez del grupo de Realistas de Madrid, contribuy¨® sin planearlo a una suerte de experimento pict¨®rico en torno a la brevedad de la vida que el artista ha replicado a lo largo de los a?os de forma perspicaz y obsesiva. Un experimento que empez¨® con un ramo de rosas. ¡°Hace unos a?os particip¨¦ en ?vila en un taller con un grupo de pintores. El d¨ªa de la clausura me acompa?¨® Mari; le regalaron un ramo de rosas blancas. El taller se repiti¨® durante varios a?os y en la clausura Mari siempre recib¨ªa su ramo: una docena de rosas blancas, bastante cerradas, que nos tra¨ªamos a Madrid en el coche. Al llegar a casa, me met¨ªa en mi estudio y hac¨ªa todo el seguimiento de la decadencia de las flores. Despu¨¦s del viaje, y con el calor, las rosas duraban muy poco, enseguida comenzaban a marchitarse. Las pintaba tantas veces como pod¨ªa a lo largo de tres d¨ªas, de forma incansable. La decadencia de una flor es casi m¨¢s dram¨¢tica que la del ser humano. Es terrible. El agua se pone negra, se corrompe hasta que desaparece¡¡±.
L¨®pez ha replicado el esquema de las Rosas de ?vila ¡ªlas flores de Mari¡ª en obras posteriores. ¡°Un mes de diciembre compr¨¦ un ramo de unas rosas que llamaban nenas. No ten¨ªan perfume. Su color era de un rosa obsceno, parec¨ªa carne de culo. Cuando llegu¨¦ a casa quit¨¦ la calefacci¨®n. Aguantaron durante d¨ªas sin marchitarse. Pint¨¦ tres cuadros con las nenas frescas. Para el cuarto ya se hab¨ªan secado¡±, dice. ¡°Las flores me han ense?ado a congraciarme con la representaci¨®n de una vida que dura poco. Me he quedado muy tranquilo, he llegado hasta donde he podido¡±.
Antes de despedirse, L¨®pez recomienda ir al Museo del Prado a ver una de las pocas naturalezas muertas de Francisco de Zurbar¨¢n, que se expone hasta el 30 de junio dentro del programa La obra invitada que organiza anualmente la pinacoteca. Es un ¨®leo titulado Bodeg¨®n con cidras, naranjas y rosa. ¡°Hay fruta, una taza con agua y una flor¡±, describe Antonio L¨®pez. ¡°Ah¨ª est¨¢ todo. Est¨¢ la vida¡±. La vida en un instante.
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