Decepcionar o enga?ar por Navidad: ?Es buena idea mentir a nuestras familias?
Estos d¨ªas habr¨¢ muchos encuentros con familiares y amigos, y probablemente se oir¨¢n muchas falacias. Las habr¨¢ blancas, estrat¨¦gicas y, en el peor de los casos, se recurrir¨¢ a ellas por supervivencia. Sin embargo, es importante valorar cu¨¢nto se quieren mantener los enga?os que construyen una m¨¢scara en relaci¨®n al otro
En el tercer episodio de Los a?os nuevos, la ¨²ltima serie de Rodrigo Sorogoyen, una escena ofrece la clave para interpretar buena parte de los comportamientos anteriores y posteriores de ?scar, el desconfiado protagonista masculino. En ella le cuenta a Ana, su pareja, que, cuando era ni?o, sus padres tardaron varios a?os en admitir que se hab¨ªan separado y que, mientras dur¨® la mentira, su padre fing¨ªa seguir viviendo en una casa de la que se marchaba por las noches. Es un ejemplo perfecto de aquello que en ¨¦tica se conoce como ¡°mentira blanca¡±, m¨¢s com¨²nmente llamado ¡°mentira piadosa¡±: una mentira que se elabora para proteger a alguien querido de una verdad presuntamente dolorosa con la esperanza de que resulte inofensiva. Sin embargo, el desarrollo de la serie demuestra que aquella mentira no fue inocua: muchos a?os despu¨¦s, ?scar sigue arrastrando un recelo casi patol¨®gico hacia todos los que le quieren.
En su ensayo La promesa de la felicidad (Caja Negra, 2019), la fil¨®sofa Sara Ahmed examina todos los dispositivos e imposiciones culturales (ella los llama ¡°objetos¡±) que en el mundo contempor¨¢neo nos empujan a parecer felices. Entre todos esos objetos, la familia contin¨²a siendo uno de los m¨¢s destacados y es que, tal y como explica Ahmed: ¡°La familia feliz es tanto un mito acerca de d¨®nde y c¨®mo tiene lugar la felicidad como un potente dispositivo legislativo, un modo de distribuir tiempo, energ¨ªa y recursos¡±. Algo m¨¢s adelante, la autora recurre expl¨ªcitamente a la imagen de una familia reunida, y contin¨²a: ¡°Lo que permite que la familia sea un objeto feliz (algo que nos afecta y algo hacia lo que somos direccionados) es todo el trabajo que hay que hacer para mantenerla unida. Mantenerse unidos significa tener un lugar en la mesa, o bien ocuparlo siempre de la misma forma¡±.
Dentro de muy poco, durante la sucesi¨®n de fiestas navide?as, ocuparemos nuestro lugar en muchas mesas, entre familiares y amigos. Alrededor de estas mesas se dir¨¢n muchas mentiras y las habr¨¢ blancas (para evitar posibles disgustos), estrat¨¦gicas (por razones ego¨ªstas o, simplemente, para no ¡°arruinar la fiesta¡±) y, en el peor de los casos, se recurrir¨¢ a la mentira por supervivencia (las construir¨¢n quienes tienen que protegerse de allegados que les violentar¨ªan si conocieran la verdad). Como tantas ficciones han se?alado, buena parte de ese ¡°trabajo que mantiene la familia unida¡± consiste en aparentar ciertas orientaciones y costumbres heredadas, muchas veces excluyentes. Seg¨²n Ahmed, las personas ajenas a la promesa de felicidad suelen ser ¡°las feministas aguafiestas, lxs queers infelices y los inmigrantes melanc¨®licos¡±, pero en menor medida y desde posiciones distintas, durante las celebraciones se puede sentir agobiado casi cualquiera: quien no entreg¨® aquel proyecto final de carrera, los solteros recurrentes, quienes rechazaron determinado trabajo y, en general, todos los que, durante el a?o, han organizado su vida de un modo distinto al que su familia esperaba. ?Es leg¨ªtimo mentir en estos casos?
Una m¨¢scara en casa y otra fuera
Estudios como los del psic¨®logo Michael Lewis demuestran que todos los ni?os mienten. La planificaci¨®n de mentiras es algo imprescindible durante el desarrollo intelectual de cualquier humano y, precisamente, los ni?os m¨¢s despiertos comienzan a mentir antes. Quiz¨¢ por eso, la mentira de hijos a padres es asumida como natural o inevitable, mientras que la mentira del padre (o el familiar mayor) a su hijo (o a quien est¨¢ alguna generaci¨®n por debajo) resulta m¨¢s desestabilizadora y cruel. Novelas como La familia, de Sara Mesa; Donde las mujeres, de ?lvaro Pombo; Mala estrella, de Julia Viejo; o Los hechos de Key Biscaine, de Xita Rubert, tienen en com¨²n que giran alrededor de una mentira elaborada por un padre o madre para enga?ar a sus hijos. ¡°Es el mel¨®n m¨¢s importante. Las mentiras que los padres dicen a sus criaturas son profundamente significativas¡±, explica la psicoterapeuta y psic¨®loga social Tere Aguilar.
?l no se refiere solo a esas mentiras que protegen los grandes secretos familiares y que han dado lugar a tramas de ¨¦xito desde que la literatura del siglo XIX se propuso indagar en la hipocres¨ªa de las familias aparentemente felices. La psic¨®loga habla tambi¨¦n de las mentiras blancas o piadosas: ¡°Una mentira, aunque tenga la intenci¨®n de proteger, porque los padres o madres piensan que determinado relato va a hacer mucho da?o (hay quien oculta la muerte o modifica los cuentos infantiles m¨¢s dolorosos, como si la realidad no estuviese llena de dolor) tambi¨¦n fractura a la criatura y le resta seguridad. Si pienso que mis padres no conf¨ªan en que yo pueda sostener la verdad, las herramientas que tendr¨¦ luego ser¨¢n esa misma mentira o una incapacidad para soportar el dolor; y adem¨¢s, interpretar¨¦ toda la informaci¨®n que me han dado mis progenitores como una traici¨®n¡±.
Si bien esas mentiras de padres a hijos son las m¨¢s elaboradas y las que tienen peores consecuencias, la mentira, habitualmente, es el recurso de los m¨¢s j¨®venes ante unos mayores intransigentes. ¡°Lo que se pone en juego ah¨ª es el miedo a la decepci¨®n o al rechazo de los padres. La mentira va ligada a un mecanismo de adaptaci¨®n al sistema familiar y tiene que ver con la cohesi¨®n y la paz dentro de ese sistema¡±, indica Aguilar. En estos casos, es imposible saber si, como se desear¨ªa, una mentira no va a tener consecuencias, aunque Aguilar advierte de que siempre provocar¨¢ un efecto indirecto: ¡°Es importante valorar cu¨¢nto quieres mantener una mentira que est¨¢ construyendo una m¨¢scara en relaci¨®n al otro. Cuanto m¨¢s mientas y menos te enfrentes a la decepci¨®n del otro, menos te va a poder ver y reconocer¡±.
A pesar de los inconvenientes en forma de culpa o de deterioro (consciente o inconsciente, inmediato o a la larga) de la relaci¨®n familiar, Aguilar reconoce que la sensaci¨®n de estar mintiendo es una de las m¨¢s habituales entre pacientes que regresan al hogar familiar, por ejemplo, por Navidad: ¡°Se repite mucho esa sensaci¨®n de ser dos personas: la de casa de mis padres y la persona de afuera. Y la primera a veces emerge en otros lugares, como el trabajo, con determinadas parejas o con amigos que vienen a cumplir esa funci¨®n paternal. Siempre hay una m¨¢scara construida para quedarte en casa y una para salir; y, generalmente, la gente est¨¢ m¨¢s c¨®moda con la persona que es fuera de casa¡±.
Para proteger o para protegerse: la intenci¨®n de las mentiras
En La decadencia de la mentira, Oscar Wilde se quejaba de que demasiados j¨®venes estaban ¡°contrayendo la facultad morbosa e insana de decir la verdad¡±. El genio irland¨¦s se refer¨ªa a cuestiones relacionadas con el realismo en el arte, pero todo su ensayo puede interpretarse como una defensa de la imaginaci¨®n y la inventiva aplicadas a cualquier ¨¢mbito. Al fin y al cabo, cualquier buen narrador, sea o no profesional, siempre tiende a exagerar un poco. Del otro lado, en un pasaje de sus escritos muy criticado, Kant defendi¨® la obligaci¨®n de decir siempre la verdad, incluso a un asesino que pregunta por un amigo al que se est¨¢ escondiendo. ¡°Lo siento, Kant, pero eso me parece de mala persona¡±, comenta la escritora Julia Viejo. ¡°Creo que es leg¨ªtimo mentir para protegernos a nosotros o al resto, para convivir pac¨ªficamente, para ser amables, para no romper la ilusi¨®n de los dem¨¢s¡ Creo que la mentira solo es mala cuando est¨¢ directamente asociada al ego¨ªsmo¡±, a?ade.
Viejo, autora de relatos brillantes e inveros¨ªmiles, defiende la mentira como manera de ennoblecer el mundo, casi siempre demasiado prosaico o cruel. ¡°La verdad me parece a menudo m¨¢s cruda que las mentiras, y ser¨ªa insoportable que te la estuvieran lanzando constantemente a la cara. Adem¨¢s, la verdad casi nunca es clara ni absoluta, y las mentiras s¨ª. Creo que nos dan certezas¡±. Para terrenos que no ponen en juego los sentimientos m¨¢s ¨ªntimos, Aguilar tambi¨¦n habla de una ¡°mentira pr¨¢ctica¡± que puede ser ¨²til y divertida: ¡°Algunas ponen en juego el v¨ªnculo. Si alguien te pregunta si su falda es bonita, contestar que no ser¨ªa hacer un ejercicio de poder sobre el otro y generar una distancia. Si eres un poco estratega, sabes que mentir en eso no pone en juego nada tuyo y que lo mejor es siempre decir que esa falda es muy bonita¡±.
?Y qu¨¦ pasa con la culpa? Excluyendo las mentiras m¨¢s l¨²dicas, la psic¨®loga explica que la culpa ¡°es una ense?anza que no tiene que ver con una responsabilidad moral, sino que es una forma de adaptaci¨®n que has aprendido en relaci¨®n con el deseo ajeno¡±. La culpa es ¨²til para distinguir cu¨¢les son los deseos propios y cu¨¢les son los que los dem¨¢s proyectan y, desde ese punto, es m¨¢s f¨¢cil empezar a construir una salida que pasa por asumir que nadie es capaz de satisfacer del todo los ideales de sus padres o parientes. As¨ª que parece que una vez en la mesa, poco antes de las uvas, es tan buena idea mentir como ¡ªtal y como Sara Ahmed defiende, siempre a favor de los y las aguafiestas¡ª confrontar y discutir.
En los casos peores, aquellos en los que la coerci¨®n no flota en el ambiente, m¨¢s o menos difusa, sino que hay, incluso, riesgo de insulto, abuso o rechazo, Aguilar vuelve a responder: ¡°Por supuesto, se puede decidir no ir a una reuni¨®n familiar. Esto es una cosa que a veces no se plantea: puedes no ir, igual que puedes ir y marcharte si en alg¨²n momento te sientes inc¨®modo. Ante todo, hay que protegerse, algo que muchas veces tiene que ver con estas mentiras, con ir acompa?ado, con quedarse en casa, con generar nuevas tradiciones o con romper las normas de la familia. La decepci¨®n es el mejor espejo, porque siempre que decepciones, el otro te podr¨¢ ver a ti mismo¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.