La tienda que vende 200 vasos de leche fresca al d¨ªa en Santillana del Mar
Una familia lleva 75 a?os al frente de este negocio, famoso por la combinaci¨®n del bizcocho casero para mojar en ¡®vasucos¡¯ de leche, procedente de ganader¨ªas cercanas
Un vasuco de leche y un bizcocho por unas pocas monedas y para disfrutar en un entorno monumental. La iniciativa casera de una mujer emprendedora, producto de la necesidad para mantener a la familia en la dura posguerra espa?ola, deriv¨® en una efectiva operaci¨®n promocional de los productos c¨¢ntabros en Santillana del Mar.
Desde los a?os cincuenta, Casa Quevedo es una atracci¨®n m¨¢s de la famosa villa medieval c¨¢ntabra pr¨®xima a las cuevas de Altamira. Frente a la colegiata de Santa Juliana, y en el portal de una casa palaciega de piedra del siglo XVII, presidida por un gran escudo, desfilan a diario gentes de todas las edades para beber un vaso de leche fresca acompa?ado de un trozo de bizcocho.
Casa Quevedo es ya un negocio familiar de tercera generaci¨®n. La iniciadora, Mar¨ªa Luisa G¨®mez, tuvo la idea de publicitar el asunto: ¡°Quien no beba leche, no se casa¡±, dec¨ªa a quienes mostraban remilgos. Un truco que ha funcionado durante d¨¦cadas. ¡°El a?o que viene cumplimos 75 a?os¡±, dicen los nietos de Mar¨ªa Luisa, Alfredo y Jos¨¦ Antonio Iguanzo, quienes se mueven presurosos entre el obrador y la tienda. ¡°Todos los d¨ªas a tope. Sin horas durante los fines de semana¡±, cuentan. ?Un no parar! Calculan que despachan 200 vasos o m¨¢s a diario. En primavera y verano hay colas, sobre todo fines de semana, pero tambi¨¦n en invierno, aunque llueva o sea lunes, el desfile de clientes es constante. Pagan 2,50 euros por el vaso de leche y el bizcocho, algo que empez¨® costando tres y luego cinco de las antiguas pesetas.
As¨ª lo muestran las fotos antiguas de las paredes de Casa Quevedo, donde se ve a Mar¨ªa Luisa sonriente con su mandil blanco, la mesa de madera con la jarra de leche cubierta con un pa?ito con borde de ganchillo, los vasos y sobre ellos el trozo de bizcocho. La mujer se colocaba protegida del viento, en un rinc¨®n frente a la colegiata. Ahora sigue como tradici¨®n la jarra sobre el mostrador de madera de la tienda. Y sobre los estantes, bizcochos, quesadas y sobaos pasiegos.
La ocurrencia de negocio de Mar¨ªa Luisa G¨®mez era un asunto de buena leche, de la nutritiva leche fresca de sus vacas, que el marido cuidaba. Ahora lo que ofrece Casa Quevedo no es la leche propia, sino la que compran a los ganaderos de la zona. ¡°Nuestra leche es leche natural de vaca hervida y fresca¡±, avisa un cartel en la puerta de Casa Quevedo. Es una leche con sabor intenso, vacuno, que puede chocar a los paladares urbanos acostumbrados a ins¨ªpidas leches de brick. ¡°Es una oportunidad para conocer el sabor de la leche de vaca tal cual¡±, dice una clienta de Madrid que ha ido directamente a Casa Quevedo por la recomendaci¨®n de una amiga c¨¢ntabra. Una pareja de j¨®venes de Burgos salen de la tienda cargados de postres t¨ªpicos tras tomar el t¨ªpico vasuco de leche. ¡°Ya hab¨ªamos venido un par de veces antes con la familia y repetimos¡±, dice ¨¦l. Junto a ellos, una gu¨ªa portuguesa se toma un vaso con ganas: ¡°Vengo aqu¨ª siempre y tomo la leche¡±, dice entusiasta, relami¨¦ndose un blanco bigotito l¨¢cteo. Tambi¨¦n lleva a sus turistas, que aprovechan para comprar sobaos y quesadas. ¡°Ahora se ven m¨¢s portugueses, pero los italianos y los franceses son los que m¨¢s consumen. El turista ingl¨¦s es m¨¢s reacio a probarla¡±, comenta Jos¨¦ Antonio Iguanzo.
¡°Es natural, natural, riqu¨ªsima. La leche se hierve en puchero, como toda la vida. Y luego se sirve bien fr¨ªa. Se pasteuriza a 75 grados y se hierve a 100 grados. En el momento que hierve no se para de mover, as¨ª est¨¢ todo el sabor mezclado, y se enfr¨ªa r¨¢pidamente a tres grados, no dejamos que la leche repose y haga nata. As¨ª est¨¢ todo el sabor mezclado. Esta leche tiene m¨¢s grasa. Gusta a la gente porque es m¨¢s dulce¡±, explica Iguanzo, con la vehemencia heredada de la abuela. Y tambi¨¦n presume la madre. ¡°Es una leche pura que mancha el vaso¡±, dice Leonor Fern¨¢ndez, quien a sus 85 a?os ya ha dejado el traj¨ªn de la venta al p¨²blico. ¡°Yo ten¨ªa 12 a?os cuando empez¨® mi madre, en 1950, ¨¦ramos muchos a mantener. Ella vend¨ªa el vasuco de leche y el bizcocho los d¨ªas de fiesta¡±, recuerda. ¡°Pens¨® que les gustar¨ªa mucho a los turistas que pasaban por Santillana tras la visita a las cercanas cuevas de Altamira (que en aquella ¨¦poca estaban abiertas al p¨²blico)¡±. Y claro que les gust¨®. ¡°Adem¨¢s, ella era muy simp¨¢tica y sab¨ªa vender, hizo de la necesidad virtud¡±, resaltan los nietos. ¡°Abuela ten¨ªa mucha gracia, mucha labia. Como estaba todo rico, pues hasta hoy¡±, dicen orgullosos. El bizcocho actual, ¡°tan esponjoso que chupa la leche como un vampiro¡±, seg¨²n presume su madre, mantiene la receta que una joven Mar¨ªa Luisa aprendi¨® en un horno comunitario de Santillana de una se?ora que cocinaba muy bien. Huevos, harina, az¨²car y una pizquita de levadura. ¡°El secreto est¨¢ en el batido¡±, dice Alfredo sobre el bocado que les ha hecho populares. ¡°A los sobaos les a?adimos mantequilla y ralladura de lim¨®n. A la quesada, que no lleva queso, leche cuajada¡±.
Casa Quevedo es uno de los negocios m¨¢s antiguos de Santillana del Mar y se ha convertido en una atracci¨®n gastron¨®mica de la localidad. La f¨®rmula es simple: materia prima local y entusiasmo. Siguiendo la huella de esa abuela c¨¢ntabra con esp¨ªritu comercial que soltaba refranes y juegos de palabras de Francisco de Quevedo (el escritor, no el rico due?o de la casona) como ¡°los que de coraz¨®n se quieren, solo con el coraz¨®n se hablan¡±. Y as¨ª se expresan los nietos pasteleros con sus dulces.
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