El secreto del fuego en la noche de San Juan
Es de los momentos m¨¢s m¨¢gicos del a?o, donde se recibe el fruto del abrazo de cada ¨¢tomo de ox¨ªgeno y de cada ¨¢tomo de carbono en forma de calor, y de ah¨ª salta la chispa en cualquier verbena
El primer cavern¨ªcola en cazar el fuego se lo encontr¨® encaramado como un mono titi a la rama seca de un ¨¢rbol, roy¨¦ndola. Al tratar de cogerlo, la criatura le mordi¨®. ¡°?Qu¨¦ car¨¢cter!¡±, musit¨®, y en vez de agarrarlo directamente, decidi¨® partir la rama y llev¨¢rsela a ella y a su depredador, a quien el traslado no pareci¨® importarle en la medida que se le dejase tranquilo a sus asuntos. ¡°?Mirad!¡±, exclam¨®, triunfante, al reunirse con el resto de la tribu. ¡°?He atrapado a una cr¨ªa!¡±.
Prepararon una cuna de piedras, que colocaron en c¨ªrculo en la entrada de la cueva. A cubierto, para que el cachorro de incendio no durmiese a la intemperie; en el exterior, porque con las bestias salvajes uno nunca sabe. Dejaron junto a ¨¦l un mont¨®n de comida. Ramitas y troncos de madera de aquellos que sab¨ªan que eran de su agrado. Bien limpias de caracoles, eso s¨ª. Al fuego le place todo menos los caracoles. Cada vez que uno de los grandes, especialmente hambriento, asolaba un pedazo de bosque, dejaba tras de s¨ª, abandonadas, una ristra de conchitas rustidas desperdigadas, que ellos despu¨¦s recog¨ªan y sorb¨ªan con avidez. Era extra?o, porque encontraban esos espirales deliciosos, pero el paladar es algo muy personal. Quien no tiene una man¨ªa tiene otra, y hay que respetar la diferencia.
A base de observaci¨®n meticulosa, en el poblado no tardaron en aprender que el fuego son gotitas de sol que caen del cielo y se quedan adheridas en todas las cosas, como peque?as semillas en la lana enmara?ada de los corderos, y que el mecanismo que hace que despierten del letargo, germinen y se conviertan en inflorescencias anaranjadas y carmes¨ªes es el de las cosquillas.
La teor¨ªa era tan cierta como universal. Funcionaba tanto con Antonio, que al cabo de dos minutos de cosquillas extremas acababa estallando de ira, como con dos piedras, que despu¨¦s de un rato de frotarse la una contra la otra echaban chispas. Cien mil a?os m¨¢s tarde, otro cavern¨ªcola, Richard Feynman, ganador del Premio Nobel de F¨ªsica en 1965, sostendr¨ªa la misma hip¨®tesis y la explicar¨ªa en t¨¦rminos parecidos.
La madera de los ¨¢rboles est¨¢ compuesta en su mayor parte de carbono, material que, aunque parece que, por ser parte de cosas tan robustas como los troncos, tenga que venir de algo tan tangible como la tierra, vive en el cielo. Flota en el aire como gas, arrejuntado al ox¨ªgeno, en forma de di¨®xido de carbono. Este aire, al rozar las hojas de las plantas, sumado a la luz del sol, se parte en trocitos, seg¨²n la receta de cocina m¨¢s antigua de la Historia: la fotos¨ªntesis. En las hojas, el di¨®xido de carbono se rompe. El ox¨ªgeno vuelve al aire. El carbono y la luz del Sol se guardan en la planta. Salpimentados con algunos minerales, ese poco de aire y esas gotitas de luz conformar¨¢n el cuerpo le?oso del ¨¢rbol.
Ox¨ªgeno y carbono se echan de menos desde entonces. Ans¨ªan volver a estar juntos. Pero despu¨¦s de todo lo vivido, de separarse a plena luz del d¨ªa y a la vista de todos, son de esa clase de amigos que s¨®lo se muestran cari?o cuando el calor del momento les empuja a hacerlo. S¨®lo se arrejuntan y se dicen ¡°te quiero¡± de fiesta, cuando la cosa se les va de las manos. Si se cruzan por la calle un d¨ªa laborable cualquiera, se saludar¨¢n con una inclinaci¨®n de cabeza y alguna frase de cortes¨ªa o un ¡°hey¡±, y seguir¨¢n cada uno a lo suyo. Hay carbono en la madera y ox¨ªgeno en el aire, el viento sopla entre los ¨¢rboles continuamente, pero si nada m¨¢s sucede, no habr¨¢ fusi¨®n. No habr¨¢ abrazo de reencuentro ni fuego.
Ahora bien, si algo acelerase y estimulase a carbono y a ox¨ªgeno, si se encontrasen en una verbena, si la vida les hiciese cosquillas y su qu¨ªmica se pusiera en marcha, saltar¨ªa la chispa. Entonces se encontrar¨ªan el uno con el brazo en el hombro del otro, bailando, saltando, celebrando, generando y contagiando energ¨ªa fruto de su fusi¨®n, dando calor a todos los presentes que, uno tras otro, ir¨ªan estallando en llamas. Ese es el inicio de toda gran hoguera.
Cada semana previa a cada noche de San Juan, en cada plaza de cada pueblo y en cada descampado, crece una torre de trastos y andr¨®minas, de pupitres viejos, sillas rotas, palets, cajas de fruta, c¨®modas de melamina y fajos de apuntes del curso anterior. Cada uno de esos cacharros fue un d¨ªa parte de un ¨¢rbol, que un d¨ªa fue cortado, procesado y transformado en listones para fabricar muebles o en serr¨ªn para hacer pasta de papel.
La noche de San Juan, la m¨¢s m¨¢gica del a?o, recibiremos el fruto del abrazo de cada ¨¢tomo de ox¨ªgeno y cada ¨¢tomo de carbono en forma de calor, y todas y cada una de las gotitas de sol ca¨ªdas del cielo que hasta ese momento hab¨ªan estado encerradas en la madera ser¨¢n liberadas en forma de luz.
Gocen de una verbena de San Juan incre¨ªble.
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