La capacidad de la cocina de llegar adonde las palabras no alcanzan
El taz¨®n de caldo que se prepara para una vecina o un amigo que acaba de perder a un ser querido no va destinado a satisfacer su necesidad de agua con nutrientes, sino a hacerle saber que no est¨¢ solo
La vida, para m¨ª, no est¨¢ tanto en las noches de agosto al aire libre como en las tardes de noviembre en casa, cuando el alma se cobija del fr¨ªo y se repliega en su alcoba, dentro del cuerpo, como un gato se enrolla sobre s¨ª mismo y se deja caer en una mantita puesta sobre un coj¨ªn. Entonces se asienta, y la noto. Tiene la misma luz c¨¢lida, mantecosa y crepuscular de las llamas que refulgen en la chimenea encendida. Pesa exactamente igual que un cuenco de crema de calabaza caliente sostenido entre las manos.
?Podr¨ªa cargar al perro en brazos si de s¨²bito viniera una riada catastr¨®fica a llev¨¢rselo todo? ?Se dejar¨ªa coger sin forcejear? ?Se estar¨ªa quieto mientras tiran de nosotros con un gancho cogido a un cable hacia un helic¨®ptero? La de cosas que se plantea una cuando no saber qu¨¦ hacer ni qu¨¦ decir... Hija me devuelve a tierra firme. Demanda un poco m¨¢s de crema de calabaza para su bol.
Toda mi vida ha girado en torno a la cocina. Le he dedicado m¨¢s de 25 a?os de profesi¨®n a cambio de dinero. De lo que he ganado, he invertido la mayor parte en visitar restaurantes o comprar para guisar. Tengo tres pares de pantalones tejanos y los tres est¨¢n a punto de cumplir la mayor¨ªa de edad. Nunca he encontrado una inversi¨®n que me ofreciera un retorno comparable al que me dan cocinar y comer. Y, aun as¨ª, la cocina, desnuda de todo lo que no sea estrictamente ella misma, cuando se reduce a una sucesi¨®n de f¨®rmulas que combinan grados, gramos y minutos, no me interesa lo m¨¢s m¨ªnimo. No compro recetarios como no leo diccionarios. Ahora bien: cuando la cocina se hace verbo y se transforma en acci¨®n encarnada, entonces no puedo creer que exista otra disciplina tan al alcance de todos nosotros, con independencia de nuestros talentos; tan parte de todas y cada una de las vidas cotidianas; tan ¨²til para canalizar y sublimar lo mejor de la condici¨®n humana; tan capaz de expresar, de contar con elocuencia, de alcanzar adonde las palabras no llegan.
Hemos visto en las im¨¢genes de Picanya a grupos de migrantes acabados de llegar de Afganist¨¢n, Siria, Georgia o Venezuela, hasta ahora alojados en un recurso social de Cruz Roja hoy completamente inundado, cocinando sin agua corriente y sin luz, en fogatas en la calle, los guisos tradicionales de sus pa¨ªses de origen con los ingredientes que han podido salvar de la devastaci¨®n causada por la dana, para repartirlos entre quienes hoy son sus vecinos.
Hemos le¨ªdo las palabras de Ricard Camarena, que lleva d¨ªas repartiendo tr¨¢ilers con decenas de miles de raciones de comida por d¨ªa entre los afectados por el desastre: ¡°Si solo puedes sacar barro, pues saca barro. En siete d¨ªas lo estar¨¦ quitando yo. Pero estar al servicio de los dem¨¢s y ver que con lo que haces puedes mejorar en algo su vida es de las cosas m¨¢s bonitas que hay. No hay una sensaci¨®n que supere a esa¡±. Tambi¨¦n nos lo han contado Bego?a Rodrigo: ¡°me hice 40 viajes con mi moto para repartir bocadillos y dar abrazos¡±; y Vicky Sevilla: ¡°estamos entre ayudando y en shock. La impotencia que sentimos es enorme, as¨ª que nos ponemos a cocinar, que es con lo que m¨¢s podemos apoyar¡±.
En todas estas escenas sale a relucir esta cualidad de la cocina de servir no s¨®lo para proporcionarle a un cuerpo-m¨¢quina destinatario las sustancias que necesita para seguir funcionando, sino tambi¨¦n, y primordialmente, para alimentar al alma con motivos para seguir viviendo. Al alma de quien recibe la cocina y al alma de quien la ofrece.
El taz¨®n de caldo que se prepara para una vecina o un amigo que acaba de perder a un ser querido no va destinado a satisfacer su necesidad de agua con nutrientes, sino a hacerle saber que no est¨¢ solo, que le acompa?as en el sentimiento, que tu hogar es refugio, que querr¨ªas aliviar su dolor; y a la vez calma la sensaci¨®n de vulnerabilidad e impotencia del que no sabe qu¨¦ decir.
La sopa de arroz con una hoja de laurel que se cocina cuando un hijo est¨¢ pocho significa ¡°quiero que te pongas bien, y necesito sentir que estoy haciendo algo ¨²til para conseguirlo¡±, contra el Coco Terribilis de las madres y los padres, que es esa fiebre inexplicable que no se va. La sopa de arroz funciona por el mismo principio activo sanador bidireccional que da poderes a la tirita: anuncia que alguien atento ha pasado por all¨ª y ha querido dejar constancia de ello con un lacre de tela rectangular estampado de Star Wars o de Peppa Pig que reza ¡°mam¨¢ est¨¢ pendiente y se ocupa, aunque no sepa exactamente qu¨¦ pasa ni c¨®mo arreglarlo¡±.
El fuego de la cocina calienta por igual a quien lo prende y a quien se lo encuentra encendido. Llega hasta a aquellos que lo vemos, preocupados, desde lejos. Gracias. Que no se apague nunca.
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