Carta no fumadora a Mariano Rajoy
Estimado Sr. Rajoy,
Imagino que andar¨¢ usted estresado con la campa?a electoral y que no estar¨¢ para aguantar las monsergas de un bloguero. Puede quedarse tranquilo: no voy a discutir sus posiciones pol¨ªticas ni a usar esta bit¨¢cora para alabarle o para soltarle un rapapolvo, ya que por suerte no soy un tertuliano. Le escribo por sus recientes y para m¨ª muy alarmantes declaraciones sobre la ley que proh¨ªbe fumar en bares y restaurantes.
Han pasado cinco d¨ªas desde que insinuara en una entrevista la posible derogaci¨®n de la norma cuando llegue al poder. Que yo haya le¨ªdo, ni usted ni nadie de su partido han confirmado despu¨¦s qu¨¦ van a hacer con el asunto en la pr¨®xima legislatura, en la que gobernar¨¢n a no ser que un asteroide choque contra la Tierra o nos invadan los extraterrestres. As¨ª que nos han dejado en la inquietud de desconocer nuestro futuro a este respecto, como si del ¨²ltimo cap¨ªtulo de una temporada de Perdidos se tratara.
Siendo usuario habitual de establecimientos hosteleros por un lado, y fumador ocasional por otro, doy gracias al Se?or y a la madre de la ministra que impuls¨® la ley cada vez que entro en ellos. Considero una bendici¨®n comerme mi filete sin que nadie me lo pueda amargar con la peste de un puro o tomarme una sopa libre del humo del cigarrillo del de la mesa de al lado, ese que por misterios de la f¨ªsica siempre va directo a tu nariz te pongas donde te pongas. Soy el primero al que le apetece fumar mientras se toma una copa, pero me voy fuera a hacerlo y aprovecho para recordar que, milagro, no voy a volver a casa oliendo como un gigantesco cenicero andante.
Creo sinceramente que es una buena ley, y me da igual qu¨¦ partido la haya impulsado: la defender¨ªa fuera iniciativa de la Falange Aut¨¦ntica, la Liga Comunista Revolucionaria o La Sand¨ªa con Tres Avances. Es buena para nuestra salud y, sobre todo, para la de los que trabajan en hosteler¨ªa, que no se pasan 8 o m¨¢s horas al d¨ªa chup¨¢ndose la nicotina ajena. Y es buena para nuestros paladares, que ya no est¨¢n obligados a soportar las odiosas interferencias tab¨¢quicas cuando disfrutamos de un plato o una bebida.
No entiendo muy bien a qu¨¦ se debe su inter¨¦s por tumbar una norma cuya aplicaci¨®n se ha llevado a cabo sin grandes problemas. La inmensa mayor¨ªa de los fumadores dio desde el primer d¨ªa un ejemplo de civismo al respetar la norma. Nadie ha muerto por salir a la calle a fumar en vez de hacerlo dentro. Al menos en mi entorno, muchos habituales del tabaco que se enfadaron con la ley reconocen ahora que no era tan mala idea.
Las apocal¨ªpticas profec¨ªas de algunas asociaciones de hosteleros, que preve¨ªan poco menos que una hecatombe en sus negocios, no se han cumplido. Se quejaron, con raz¨®n, de que la ley cambiaba una anterior que les oblig¨® a llevar a cabo reformas en los locales mayores de 100 metros cuadrados. Pero es que esa ley intermedia nunca deber¨ªa haber existido, puesto que la prohibici¨®n ten¨ªa que haber sido completa desde el principio. Como lo es ahora.
No se trata de perseguir a los fumadores, que est¨¢n en su perfecto derecho de ahumar sus pulmones como un salm¨®n. Es una cuesti¨®n de respeto, no s¨®lo para los que no fuman, sino hacia cualquier persona que en un momento dado no le apetezca meterse en el cuerpo los cigarrillos de los dem¨¢s mientras desayuna, come, cena o toma una cerveza, sea fumador o no.
No s¨¦ si sus declaraciones ser¨¢n fruto de esa fiebre que les entra a los pol¨ªticos espa?oles por descalificar todo lo que han emprendido sus adversarios. Le recuerdo que un buen gobernante es el que corrige los errores de sus prececesores, pero tambi¨¦n aprovecha y defiende sus aciertos. En caso de que le haya dado un simple ataque de electoralismo campa?il, y todo sea un intento de atraer el voto de las chimeneas m¨¢s recalcitrantes, le recuerdo que seg¨²n las encuestas la mayor¨ªa de los ciudadanos estamos a favor de la ley. Y de paso, que su propio partido vot¨® a favor de la misma en el Congreso.
En resumen, le pido que reconsidere su postura. No ceda a las insensatas presiones de hosteleros que colaboran con las tabacaleras, y no cometa el disparate de volver a intoxicar los restaurantes y bares espa?oles, convirti¨¦ndolos en una excepci¨®n entre todos los dem¨¢s lugares p¨²blicos cerrados. F¨²mese tranquilamente los puros en casa o en la terraza de su bar favorito, pero por favor no nos devuelva al pasado desconect¨¢ndonos en esto de las naciones m¨¢s civilizadas del planeta.
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