Ni la cerveza cura ni el vino adelgaza
Cada semana se publican en los medios supuestos estudios cient¨ªficos sobre los efectos saludables de determinados productos. Desconf¨ªa de ellos: est¨¢n financiados por la industria que los fabrica.
La agencia de noticias Associated Press acaba de destapar un nuevo esc¨¢ndalo en la alimentaci¨®n en Estados Unidos. Coca-Cola pag¨® 1,5 millones de d¨®lares a una organizaci¨®n de lucha contra la obesidad, Global Energy Balance Network, para propagar en los medios la idea de que sus bebidas no son responsables de esta epidemia. El caso es un ejemplo m¨¢s de c¨®mo la industria que elabora productos hist¨®ricamente poco saludables planta cara a las voces cr¨ªticas: financiando organizaciones para que difundan estudios presuntamente cient¨ªficos que promuevan su consumo. Y que de paso contradigan la evidencia y el consenso cient¨ªfico independiente.
Esos estudios se suelen transformar en titulares del estilo "La cerveza baja el colesterol" o "El vino previene la caries". ?C¨®mo podemos poner en su sitio estas noticias buenrollistas carentes de cualquier tipo de recomendaci¨®n seria? Hay ejemplos a patadas, pero para ilustrar la cuesti¨®n de manera r¨¢pida y comprensible, usaremos dos de los m¨¢s habituales: las bebidas alcoh¨®licas y del az¨²car.
En el primer caso, en las noticias nos encontramos casi a diario con montones de mensajes complacientes que destacan un determinado beneficio sobre la salud gracias a su consumo. A menudo podemos asistir a un tri¨¢ngulo amoroso entre los productores de bebidas alcoh¨®licas ¨Csobre todo cerveza y vino¨C, determinadas entidades vinculadas a la ciencia y los medios de comunicaci¨®n. La raz¨®n es m¨¢s que evidente: seg¨²n la normativa europea (art¨ªculo 4, apartado 3) est¨¢ prohibido hacer declaraciones de propiedades saludables en la publicidad o el etiquetado de bebidas con un grado alcoh¨®lico superior a 1,2%.
Por eso se hace imprescindible convertir este tipo de informaciones en una noticia en base a un supuesto "estudio cient¨ªfico", o un reportaje desgranando las ventajas del consumo de bebidas alcoh¨®licas: porque en ese caso se supone que no es publicidad. As¨ª que ese se convierte en el ¨²nico escenario posible para que los productores hagan llegar a los consumidores su mensaje: el que facilitan algunos medios de comunicaci¨®n con el atrezzo de "la ciencia".
As¨ª, con la machaconer¨ªa de un martillo pil¨®n, los titulares surgen d¨ªa a d¨ªa, confundiendo sobre los supuestos beneficios del consumo de vino y cerveza sin hacer la m¨¢s m¨ªnima menci¨®n de sus efectos negativos, mucho m¨¢s graves y completamente ocultos en el mensaje. En el Lado Oscuro de la cerveza contamos en Espa?a con el relumbrante Centro de Informaci¨®n Cerveza y Salud (CICS) que es capaz de conchabarse con la ciencia pr¨ºt-¨¤-porter para generar titulares dignos de El Mundo Today, en especial cuando se agrupan y se observan en conjunto:
Ya est¨¢ todo dicho. Pero claro, para generar estas notas de prensa alabando las virtudes cerveceras se precisan investigaciones, y se?ores cient¨ªficos que den la cara por el CICS. En este caso, si nos tomamos la molestia de contrastar el origen de los titulares y las instituciones implicadas ¨Cadem¨¢s del siempre presente CICS¨C nos quedamos con apenas 3 o 4 nombres, siempre iguales.
Es dif¨ªcil no preguntarse por qu¨¦ el CICS se hace eco de los escasos estudios que figuran en su p¨¢gina de 'biblioteca de investigaci¨®n', mientras obvia otros de mayor envergadura que alertan sobre los peligros del consumo de cualquier alcohol. Como este de la OMS, que tambi¨¦n sit¨²a desde 2012 el alcohol en el grupo 1 de los elementos cancer¨ªgenos, o este otro de la World Cancer Research Foundation. ?Qu¨¦ tal uno que avisa de lo poco recomendable que es apelar a la moderaci¨®n en el consumo de bebidas de baja graduaci¨®n? O este otro, que asegura que "el alcohol es, de entre todas las consideradas y posibles, la droga que globalmente m¨¢s da?o hace al individuo, a su entorno y a la sociedad". ?Por qu¨¦ no encontramos estos estudios en su p¨¢gina?
Las instituciones y sociedades cient¨ªficas que dan lustre al consumo de cerveza, y solo ellas, suelen ser las que tienes en este enlace, sin olvidar a la SEMERGEN o la SEDCA, sociedades m¨¢s que cuestionables cuando se observan sus muchos v¨ªnculos con la industria. Y las personas ¨Crecuerda: detr¨¢s siempre hay personas¨C tambi¨¦n suelen ser las mismas. En este caso portavoces o presidentes de las sociedades cient¨ªficas mencionadas, que con su t¨ªtulo acad¨¦mico (mucho mejor si son doctores) puedan dar una p¨¢tina de verosimilitud a la bazofia informativa.
El vino es otro ejemplo uso de la actualidad period¨ªstica para promocionar su consumo, usando la salud como punto de palanca. Una recopilaci¨®n de titulares tambi¨¦n nos arroja a la cara una particular visi¨®n de la realidad.
En este caso, el papel que desempe?aba con la cerveza el CICS lo lleva a cabo la no menos fastuosa Fundaci¨®n para la Investigaci¨®n del Vino y la Nutrici¨®n (FIVIN), que tiene los patronos y socios que se pueden contrastar en este enlace. Todos ellos son productores, bodegueros o est¨¢n relacionados de alguna manera con el mundo del vino, y por eso se dedican a rescatar solamente trabajos cient¨ªficos que recomiendan su consumo, tal y como se puede contrastar en este enlace.
Algo contradictorio con los supuestos objetivos de FIVIN y completamente volcado en el fomento del consumo de una sustancia que genera adicci¨®n, teniendo en cuenta que el consumo de bebidas alcoh¨®licas es una de las tres prioridades mundiales en materia de salud. Resumiendo: el mensaje respecto al alcohol, en base a la evidencia cient¨ªfica, deber¨ªa centrarse en la advertencia de los riesgos, y de ninguna manera en santificar su consumo.
El az¨²car de la verg¨¹enza
El caso de la industria del az¨²car, los alimentos azucarados y la ciencia a medida es, si cabe, peor. Hace relativamente poco que somos conscientes del perjuicio que implica consumir grandes cantidades az¨²car e hidratos de carbono altamente refinados. Sin embargo, y en contra de lo que la ciencia nos indica en la actualidad, la industria financia estudios que liberan al az¨²car de toda culpa y, lo que es a¨²n m¨¢s vergonzoso y peligroso, lo elevan hasta el altar de lo diet¨¦ticamente indispensable.
En este trabajo de investigaci¨®n se observ¨® que los estudios financiados por la industria de las bebidas azucaradas suelen mostrar una relaci¨®n menor entre el consumo de estos productos y la ganancia de peso y, en sentido contrario, las revisiones cient¨ªficas independientes tienden a encontrar una relaci¨®n claramente establecida entre su consumo y el aumento de peso. M¨¢s de lo mismo se puede contrastar en este otro estudio, todav¨ªa m¨¢s contundente al respecto.
Si los estudios son independientes los resultados son claros: el consumo de bebidas azucaradas influye en el peso de los usuarios. Y en sentido contrario: si los estudios est¨¢n financiados por los productores, esta relaci¨®n desaparece y se buscan otros culpables a los que cargarles el mochuelo. Casualmente, los medios de comunicaci¨®n tienden a hacerse eco con mayor profusi¨®n de los estudios financiados que de los independientes, sin que se suela hacer menci¨®n al peque?o detalle de la financiaci¨®n.
Este tipo de acciones cuestionables precisan tambi¨¦n de personas e instituciones concretas que se presten a hacerlas. En Espa?a hay actores concretos con nombre y apellidos ¨Cy bata blanca¨C que han terminado por convertirse en caras visibles que, apoyadas por Hospitales, universidades o asociaciones y federaciones de productores y comerciantes, defienden el consumo de az¨²car sin tener en cuenta la aplastante evidencia respecto a sus efectos negativos.
Son ejemplos cl¨¢sicos la Federaci¨®n de Industrias de Alimentos y Bebidas (FIAB) con su equipo de nutricionistas al frente, o el Hospital Universitario de La Paz de Madrid con la Dra. G¨®mez-Candela o la Dra. Samara Palma Milla, autoras al alim¨®n de un insultante Libro Blanco del Az¨²car que, casualidades de la vida, fue financiado por el Instituto de Estudios del Az¨²car y la Remolacha (IEDAR). Lo de Juan Palomo, vamos.
Manual para enfrentarse a las noticias complacientes sobre alimentos sospechosos
1? Empecemos por lo m¨¢s sencillo: ?La noticia suena demasiado guay como para ser cierta? Entonces lo m¨¢s probable es que sea mentira. Desconf¨ªa.
2? ?Aparece la expresi¨®n ¡°se ha demostrado¡±, o ¡°el estudio demostr¨® que¡±, o similares? Si es que s¨ª, pasa de p¨¢gina, apaga la radio o ponte a jugar al Candycrush: ning¨²n estudio cient¨ªfico bien interpretado demuestra nada. Observan, estudian, concluyen que en determinadas condiciones y a determinada muestra durante cierto tiempo le pas¨® algo. Lo de ¡°est¨¢ demostrado¡± dej¨¦moslo para las leyes cient¨ªficas (que no te creas, tampoco son tantas). O¨ªrle decir a un cient¨ªfico ¡°hemos demostrado que¡± es como ver saltar al terreno de juego a Ronaldo con chancletas. Hay algo que no cuadra: o no es ¨¦l o, si lo es, est¨¢ de cachondeo o se ha vuelto loco.
3? ?Est¨¢ alineado el mensaje con las m¨¢s elementales y actuales recomendaciones diet¨¦ticas? Si es que no, m¨¢ndala a tomar viento, por mucha bola que est¨¦ cogiendo en los medios de comunicaci¨®n. Tal y como dice Ben Goldacre, autor de Mala Ciencia (Planeta de libros, 2012): ¡°Hay pocas opiniones que sean tan absurdas como para que no haya, al menos, una persona con un doctorado en alguna parte del mundo que las suscriba y respalde a beneficio de quien sea¡±.
4? ?Se hace referencia a que la noticia parte de un estudio cient¨ªfico publicado? Busca el enlace o la fuente original y pasa al punto quinto. Si no se facilita el acceso a la fuente original, no te f¨ªes. Citando de nuevo a Goldacre: ¡°Como poner un enlace con la fuente de los datos es algo tan f¨¢cil de hacer, y la motivaci¨®n para evitar hacerlo tan dudosa, me he detectado a m¨ª mismo utilizando una nueva regla de oro: si no incluyes un enlace a la fuente primaria de informaci¨®n, no conf¨ªo en ti¡±.
5? Si tienes suerte y logras acceder al estudio original, contrasta la metodolog¨ªa del mismo: el n¨²mero de la muestra, el tipo de estudio (de revisi¨®n, intervenci¨®n u observacional son elementos t¨ªpicos), el tiempo que abarca, etc¨¦tera.
6? ?Est¨¢n alineadas las conclusiones de los autores del estudio con lo que se expresa en la noticia? En ocasiones a los periodistas (o a quien sea que comunique algo) el cerebro les hace unas conexiones muy raras o hacen bueno el aforismo de William R. Hearst cuando se dirig¨ªa a su equipo de periodistas dici¨¦ndoles: No dej¨¦is que la realidad os arruine un buen titular. Aqu¨ª tienes un ejemplo con el chocolate.
7? Si has accedido a la fuente original, no estar¨ªa de m¨¢s que contrastaras si ¨Cnormalmente al final del mismo¨C, hay un apartado en el que los autores mencionan sus posibles conflictos de inter¨¦s con la materia en estudio, o si ha recibido alg¨²n tipo de financiaci¨®n para su elaboraci¨®n. En ocasiones esta informaci¨®n est¨¢ camuflada con siglas u organismos interpuestos que en realidad pertenecen a algunas multinacionales y la torticera relaci¨®n no es evidente a primera vista. Es decir, si hay informaci¨®n encriptada, s¨ªguele el rastro.
8? Por ¨²ltimo ?Les importar¨ªa a quienes firman el art¨ªculo, a los expertos o a las instituciones mencionadas en la noticia que el mensaje fuera el contrario? Si es que s¨ª es que el conflicto de intereses es bastante probable. ?Qu¨¦ esperabas que te dijera un vendedor de crecepelo, aunque su testimonio est¨¦ recogido en forma de noticia period¨ªstica?
Volviendo a hablar de Coca Cola, hace apenas un par de meses se hicieron p¨²blicas las salvajes cantidades de dinero que invierte para mantener en n¨®mina a cient¨ªficos de renombre, con el fin de desvincular el consumo de sus productos con la obesidad. Y es que aquello de que los valores no est¨¢n en venta es dif¨ªcil de mantener cuando se empiezan a sumar tantos ceros a la derecha como los que aparecen en este enlace (en ingl¨¦s). Si la reprimenda moral debieran llev¨¢rsela quienes ponen su profesionalidad en venta, quienes la compran, o ambos, ser¨ªa sin duda otro interesante debate.
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