'Top Chef' o la derrota de la cocina
Termina con la victoria de Marcel una temporada en la que el show, la lucha constante contra el reloj y las situaciones forzadas se han impuesto a la gastronom¨ªa.
Se acab¨®. Ayer por la noche, al acabar la tercera temporada de Top Chef, no pude evitar ponerme de pie y arrancarme por Mar¨ªa Jimenez. Cu¨¢nto tedio entre algunos momentos de diversi¨®n, Jesusito de mi vida. Ser¨¦ yo, pero esta entrega se me ha hecho tan interminable que no ve¨ªa el momento de que llegara la final. La anunciada lucha de carneros entre los dos finalistas se resolvi¨® a favor de Marcel Ress, que gan¨® esta tercera edici¨®n de Top Chef blandiendo el cuchillo dorado.
Era la final esperada desde el programa 12, en el que Platero utiliz¨® su privilegio para poner a la madre de Marcel en una situaci¨®n desfavorecida durante una de las pruebas ¨Cla se?ora utiliza una muleta para andar y la decisi¨®n de Alejandro hizo que Marcel entrara a ayudarla en ¨²ltimo lugar, dej¨¢ndola trabajar sola durante gran parte del tiempo¨C, que sumi¨® al alem¨¢n en un cabreo imponente aderezado con palabras gruesas.
?sta era la final que todos quer¨ªamos y oye, nuestros deseos se hicieron realidad. Tras varias galas en las que los enfrentamientos personales de algunos concursantes dejaron huella, se agradeci¨® que los finalistas dejaran atr¨¢s rencores y afrentas y concursaran en buena lid.
Pero volvamos al aburrimiento. Ya en la segunda temporada hab¨ªa perdido toda esperanza de ver cocina cocina, y entonces me entregu¨¦ al petardeo en Twitter, a sacar punta a la infusi¨®n de tierra de Carlos Medina o suscribirme a las aventuras de Honorato con las esferificaciones. Era eso o irme a la cama entre bostezos.
Y s¨ª, Top Chef resulta muy divertido a la espa?ola, con sus broncas de patio, sus ca¨ªdas de piel de pl¨¢tano y sus chefs viejunos que hacen sang¨¹is mixtos de merendero. S¨ª, es la monda. Yo me r¨ªo mucho.
Me r¨ªo, pero me aburre, porque hace ya tiempo que la cocina que se hace all¨ª dej¨® de emocionarme. No consigo recordar ning¨²n plato de esta tercera temporada que haya dejado a nadie con la boca abierta, solo composiciones que sirven para salir del paso, elaboradas bajo una presi¨®n tremenda. Deprisa, deprisa. "Corre corre corre que te van a echar el guante", deber¨ªan cantar los miembros del jurado al abrir cada prueba.
En alg¨²n momento he escuchado justificar ese ritmo porque la cocina profesional es pura presi¨®n. Es cierto, los cocineros la reciben en cada minuto de servicio, pero nada que ver con juegos sin sentido como teledirigir a tu madre para que cocine por ti. La evoluci¨®n de algunas pruebas empieza a ser realmente retorcida y cercana al Grand Prix del Verano. ?As¨ª se mide un cocinero?
En cambio, tengo grabados a fuego en la memoria los zapatos castellanos de Carlos Caballero, a la madre de Marcel desfallecida tras la estrategia de Platero y a Bastard destacando como coleccionista de limones. Y al siempre excitado Oriol en todas sus formas, por supuesto, el aut¨¦ntico salvador de todas y cada una de las emisiones hasta su expulsi¨®n en la gala 11.
Los ingenuos bienpensantes seguimos flipando con los castings, pensados para el espect¨¢culo petardo y deseando alimentar hashtags en las redes sociales ¨Cm¨¢s que para hacer brillar a los cocineros¨C hasta casi hacernos olvidar que son profesionales contrastados, con carreras y negocios solventes en muchos de los casos.
Perfiles calcados a?o tras a?o: el cocinero viejuno desfasado, el tocado del ala, la que necesita atenci¨®n constante, el ruin, y unas cuantas personalidades random de relleno son algunos de los sujetos que no recordaremos por sus platos, sino por rasgos de su car¨¢cter llevados al l¨ªmite. Pero, lo que nos hemos re¨ªdo, ?eh? ?O no?
Es una pena que una profesional como Montse Estruch, con una estrella Michel¨ªn en su carrera, se haya convertido en la se?ora mayor que se cay¨® y que, a partir de ah¨ª, empez¨® a destilar mala uva contra sus compa?eros en cada una de sus acciones. Las l¨¢grimas del jurado al despedirla eran muy comprensibles. Para ellos, que saben de las entretelas de esta profesi¨®n, tuvo que ser un trago amargo.
A?adamos los sainetes publicitarios protagonizados por los concursantes ¨Cun g¨¦nero en s¨ª mismo¨C, solo superados en caspa por las matrimoniadas de Jos¨¦ Luis Moreno. Sumemos el horario, ampliado hasta la una de la ma?ana en esta edici¨®n. Recordemos las pausas interminables para publicidad, y podremos entender unas audiencias cada vez m¨¢s magras, muy por debajo de su mejor momento, en la segunda mitad de la primera temporada.
En una vuelta de tuerca que a algunos nos dej¨® con el culo torcido, vimos como la tarea del jurado en la final ¨Ccompuesto el a?o pasado por siete Premios Nacionales de Gastronom¨ªa y el propio jurado del programa¨C se dejaba en manos de 25 espectadores escogidos al azar. Cuando Alberto Chicote dijo: ¡°Me sorprende que para 25 espectadores jueguen a arriesgar tanto¡± no pude m¨¢s que asentir e ir a tomarme un descafeinado. ¡°Tiene muchos colores¡±, ¡°chispa¡± o ¡°muy simp¨¢tico, muy divertido¡±, fueron algunos de los juicios que salieron de sus bocas.
Mi yo ingenuo sigue so?ando con un Top Chef en el que se cocine sin hacer los 100 metros vallas, con pruebas entretenidas que dejen ver una verdadera lucha de talentos. Seguro que se puede. Cu¨¢nto echo en falta el pichonetto meronatto de la primera temporada. Cuando ¨¦ramos v¨ªrgenes, y a¨²n cre¨ªamos que esto iba de cocina.
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