?MasterChef o Masterdrama?
La nueva edici¨®n del reality de cocina promete un alto nivel gastron¨®mico, que seguramente ser¨¢ eclipsado por dramas personales, lloreras varias y otros temas que generen verdadera audiencia.
Le¨®n-Come-Gamba. Tres palabras que pesan como tres yunques sobre la chepa de Master Chef. Hasta la irrupci¨®n del felino comestible, el concurso de TVE pod¨ªa jactarse de haber amasado una f¨®rmula benigna, familiar, incluso did¨¢ctica si apuramos hasta el hueso. Pero en la tercera temporada alguien tuvo la idea de colar en el casting a Alberto Sempere, un adolescente con una t¨¦cnica culinaria m¨¢s cercana a Leonardo Dant¨¦s que a Pedro Subijana. El chico no habr¨ªa superado ni la primera fase de un concurso de bocatas de panceta, pero su inclusi¨®n persegu¨ªa un objetivo claro: introducir a los jueces en nueva din¨¢mica de lo m¨¢s jugosa en t¨¦rminos de espect¨¢culo y viralidad. A saber: la humillaci¨®n.
El problema es que Alberto era un lechal demasiado inocente. La sa?a con la que se emplearon Jordi Cruz y Pepe Rodr¨ªguez, y la ternura que despertaba su creaci¨®n ¨Cel bicho era una monada, daban ganas de adoptarlo¨C, terminaron jugando en contra del propio programa, que en cuesti¨®n de horas vio a su jurado convertido en un pelot¨®n de fusilamiento a ojos de la opini¨®n p¨²blica. Y todo el trabajo hecho hasta ese momento, reducido a un Critter de patata, con pimiento rojo en conserva a modo de melena y antenas de gamba en lugar de bigotes.
Quiz¨¢s por eso en la primera entrega de la cuarta temporada el show se ha empe?ado en mostrarnos, a trav¨¦s de unos castings masivos, que las chapuzas llegadas de otra dimensi¨®n son historia, que hay nivelazo. No se hab¨ªa visto un despliegue de tecnolog¨ªa tan fastuoso desde la llegada de los Annunaki a la Tierra: nitr¨®geno l¨ªquido, sopletes, hornillos, mamotretos alien¨ªgenas por doquier¡ Mucho flipado, s¨ª, pero las pupilas de Ferran Adri¨¤ se habr¨ªan dilatado varios enteros ante aquella visi¨®n futurista. Y tambi¨¦n ante el despliegue de delantales horteras: hab¨ªa que ponerse gafas de sol para no sufrir un ataque de epilepsia. Definitivamente, hay que volver al blanco, aunque quiz¨¢s ya es demasiado tarde para Masterchef.
Si algo ha aprendido el programa es que hay que favorecer el espect¨¢culo televisivo, el color¨ªn. Hablamos, al fin y al cabo, de un concurso que se est¨¢ partiendo los dientes en el prime time del mi¨¦rcoles, de ah¨ª que las historias personales cobren ya tanta importancia como los fogones. Masterchef ayer fue Masterdrama; una telenovela de lagrimeo torrencial en la que cada aspirante ten¨ªa un trauma, un enfermedad grave superada, una crisis econ¨®mica, un abuelo muerto, algo demencialmente triste que contarle a los jueces. Bajo una lluvia pertinaz, con m¨²sica de aventuras de fondo a todo trapo, los dramas adquir¨ªan una ¨¦pica de estar por casa que acab¨® empachando.
Masterchef ha dejado claro en su cuarta temporada que no va renunciar a trucos efectistas de esta ¨ªndole para mantener arriba el share. A priori, en un concurso gastron¨®mico lo que menos apetece comer son las penurias de los dem¨¢s, pero Masterchef transita cada vez m¨¢s la delgada l¨ªnea que separa el programa de cocina del reality. Ayer hubo que aderezar el tedioso casting inicial con momentos peliculeros, historias de moquillo ¨CPepe Rodr¨ªguez, en plan Jes¨²s Gil, acab¨® regal¨¢ndole un equipo de cocina a una concursante eliminada con problemas econ¨®micos¨C y entra?ables criaturitas que se quedaron en el camino pero hicieron el trance m¨¢s llevadero.
Hablo, por supuesto, de Richard, un filipino devoto de Roc¨ªo Jurado que no tuvo reparos en tirar la ca?a a Jordi Cruz y acab¨® siendo una de las sensaciones del programa de ayer. O de un apuesto sevillano que pase¨® su flequillo de guitarrista de Stone Roses por toda la comida antes de servirla. Sin ellos, la selecci¨®n se nos habr¨ªa hecho eterna.
Tambi¨¦n vimos ayer que el ganado es fundamental en un show de estas caracter¨ªsticas, y hay que admitir que entre los 15 elegidos se ha reunido una fascinante variedad de juguetes rotos. En todo buen gui¨®n hay que tener el cupo de estereotipos cubierto, y mi favorito es el repelente gastron¨®mico, representado en esta edici¨®n por Pablo, un ingeniero que trabaja de controlador a¨¦reo, afina gaitas y, en sus ratos libres, practica la cocina molecular. Su exhibicionismo de gastronerd le convirti¨® en el Calcul¨ªn de esta edici¨®n. Parece que cocina con m¨¢s precisi¨®n que una Thermomix, pero a Jordi Cruz tanta pompa le eriz¨® el flequillo. Tampoco falta la t¨ªpica abuelita entra?able que siempre utiliza diminutivos para describir la comida. Tenemos un hipster, claro que s¨ª: rubio y con acento andaluz. Y que no se nos olvide la chica guapa: una modelo rusa a la que, curiosamente, Jordi Cruz defendi¨® a capa y espada.
En el lado oscuro, en las zonas m¨¢s resbaladizas de la psique, me decanto con fervor por Aniuska, la deportista adolescente hiperacelerada. Tambi¨¦n encuentro especialmente siniestras a las gemelas Raquel y Virgina: 39 a?os y se visten y peinan igual. Y luego est¨¢ Esmeralda, una se?ora que le habla al universo y hace el gestito del coraz¨®n con las dos manos¡ Masterchef no solo tiene que construir un concurso de cocina, a estas alturas tambi¨¦n tiene que construir un gui¨®n que enganche al p¨²blico. Y el casting est¨¢ claramente condicionado por esta exigencia.
En cuanto al jurado, m¨¢s de lo mismo elevado al cubo. Todo parece indicar que ser¨¢ m¨¢s suave en las formas ¨Cno creo que Jordi Cruz vuelva a romper un plato en plan Bruce Lee¨C pero tambi¨¦n m¨¢s exigente, dado el incremento de nivel entre los concursantes. No obstante, si la t¨®nica es la de ayer, creo que nos espera un recital c¨®mico interminable por parte del d¨²o Pepe Rodr¨ªguez¨CJordi Cruz, los nuevos Pajares y Esteso del prime time. Ambos est¨¢n muy c¨®modos en su papel de pillastres entra?ables, quiz¨¢s demasiado, y ayer se relam¨ªan como adolescentes ante la portada de Intervi¨² de Andre¨ªna, una bell¨ªsima presentadora venezolana que al final no super¨® el casting. Bordearon la caspa machista y as¨ª se lo hicieron saber las redes.
Matserchef sigue manteniendo ese look low cost con tonos oscuros, pero sigue dirigi¨¦ndose hacia una f¨®rmula en la que la gastronom¨ªa pura y dura y la vocaci¨®n did¨¢ctica han cedido ante la pulsi¨®n del espect¨¢culo. Ayer hubo un concursante que le pidi¨® la mano a su novia en directo, por ejemplo. La televisi¨®n en prime time no entiende otra narrativa. De modo que nos espera una temporada con m¨¢s nivel culinario como ant¨ªdoto contra Le¨®n Come Gamba, menos bilis humillante por parte de los jueces y chascarrillos a mansalva del d¨²o Cruz-Rodr¨ªguez. Eso s¨ª, si lo de ayer es indicativo, tengamos por seguro que abundar¨¢ el show, la lagrimilla y el drama. Mucho drama. Tanto que se pueda masticar.
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