La lacra de los 'haters' gastron¨®micos
Los 'haters', esas personas a las que todo les parece mal, se han adue?ado de los debates, incluidos los gastron¨®micos. ?Es m¨¢s facil verter odio que dar argumentos?
Odio, luego existo.
El precepto de la filosof¨ªa racionalista, hoy, pasar¨ªa por alto cualquier atisbo de pensamiento inteligente. Y no ser¨ªa racionalista, claro. Porque cuando uno se asoma al pozo de los comentarios de internet sospecha que todo atisbo de raz¨®n se ha escurrido por el sumidero de las redes sociales y TripAdvisor. Hoy la raz¨®n ha mutado en odio y la hiel de los haters contamina cualquier debate.
Estoy en contra de estar en contra, sistem¨¢ticamente y sin argumentos. Estoy en contra de los odiadores que sacan a relucir su intransigencia y arrogancia cada vez que alguien difiere de su forma de entender el mundo, una forma de entender el mundo, por cierto, que suele descansar sobre cimientos de ignorancia.
La gastronom¨ªa no escapa a la bilis y el hater coquinario adopta mil formas.
Existe, por ejemplo, el cr¨ªtico gourmet ¨Cprofesional o no¨C que se siente preparado para dar lecciones a cocineras y cocineros profesionales. Esto no se cocina as¨ª, la textura de esta salsa queda mejor as¨¢, este plato tiene exceso de¡ ?cu¨¢ntos se ponen a los fogones para realizar platos como los que destrozan? Conozco muy pocos cr¨ªticos capaces de cocinar o de entender los procesos culinarios, carencia que, desde mi punto de vista, inhabilita su opini¨®n.
Otra raza de hater gastron¨®mico es el palad¨ªn de la tradici¨®n. A este personaje todo lo que haya sido cocinado con t¨¦cnicas nacidas despu¨¦s del siglo XIX le cortocircuita el cerebro. Unas lentejas con chorizo siempre triunfar¨¢n sobre un plato de vanguardia. Pero as¨ª, sin matices, porque s¨ª y de salida. No importa que el primero sea graso o est¨¦ preparado con ingredientes de mala calidad y el segundo, excelso. Incapaces de comprender conceptos culinarios contempor¨¢neos y, lo que es peor, incapaces de disfrutar de ellos, arguyen los t¨®picos m¨¢s cu?ados sobre la alta cocina. Lo de raciones peque?as en platos grandes, por ejemplo, que bien podr¨ªan aplicarlo al tama?o de su cerebro en relaci¨®n con el de su cr¨¢neo.
Existen tambi¨¦n aquellos que critican a quien use herramientas de mercadotecnia para dar a conocer sus restaurantes. Porque la restauraci¨®n, ya se sabe, escapa a las leyes del mercado y un restaurante solo puede darse a conocer de boca a oreja de gourmet. Para esta variante de odiador, cuando un restaurante contrata a una agencia de comunicaci¨®n trata de ocultar deficiencias en su cocina. Si un cocinero sale en los medios ¨Calgo que en ocasiones sucede demasiado, no lo niego¨C, pierde autom¨¢ticamente su toque con los fogones. Tampoco hay gama de grises en este caso: son todos unos vendidos al capital. Ellos, en cambio, viven en comunas autogestionadas.
Otra especie de hater muy irritante es el comentarista provinciano. El que, pongamos, ante una receta que incorpora ingredientes ex¨®ticos ¨Cy aqu¨ª cabe desde la polenta hasta el daikon¨C se?alar¨¢ el esnobismo del autor por utilizar cosas rar¨ªsimas que en su pueblo jam¨¢s se han visto y que si entraran por la puerta de su casa esta se hundir¨ªa en una especie de colapso c¨®smico. Todo cerraz¨®n, todo obcecaci¨®n, todo estrechez de miras.
En fin, el elenco de los cofrades de la amargura es infinito. Y a m¨ª me cuesta digerir que lo sea en el ¨¢mbito gastron¨®mico, porque siempre entend¨ª la gastronom¨ªa como una plataforma para el goce y el intercambio. Tambi¨¦n me resulta dif¨ªcil comprender el fen¨®meno de los haters en general y es que si tienen algo en com¨²n es el derecho auto concedido para opinar sobre la vida de los dem¨¢s.
Criticar es un derecho, en algunos casos es un deber y siempre es una responsabilidad. Pero es m¨¢s f¨¢cil verter odio que debatir con argumentos y educaci¨®n. Y as¨ª anda el mundo, tambi¨¦n el de la gastronom¨ªa, poblado de gente que vive a la contra de todo porque es incapaz de otra cosa. Y tanto es as¨ª que yo me bajo y esta es, probablemente, mi ¨²ltima pataleta. Ya no quiero estar en contra. Ni siquiera de estar en contra de los que est¨¢n en contra de todo.
All¨¢ ellos. Ante el ¡®odio, luego existo¡¯ prefiero el ¡®disfruto, luego amo¡¯. Y esta actitud no me convierte en un buenista sin criterio, ni en un d¨¦bil, ni en alguien que no exprese su oposici¨®n ¨Caunque los haters pensar¨¢n que s¨ª, claro¨C.
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