El restaurante que trata mal y cocina peor
Casa Zaragoza se ha hecho famoso tras la difusi¨®n de un v¨ªdeo racista. ?Es la comida de este local valenciano tan repulsiva como las afirmaciones de su due?o?
El Paseo Mar¨ªtimo de La Malvarrosa es un h¨¢bitat peligroso para turistas hambrientos en la ciudad de Valencia. En sus inmediaciones, el leg¨ªtimo prop¨®sito de comerse una paella con vistas al mar se convierte en un deporte de riesgo, para el est¨®mago y para el bolsillo. Puestos a saltar al vac¨ªo, Casa Zaragoza es una de las alternativas suicidas en la l¨ªnea de chiringuitos, donde por lo general prima la sangr¨ªa y la fritura frente al buen arroz y el cremaet. A ello se suma el racismo que ha demostrado su due?o, el hostelero Juan Peir¨®, en un v¨ªdeo difundido por Internet donde aparece insultando a un inmigrante -negro para m¨¢s se?as-, que le pide cambio de 20 euros. ¡°Coger toda la pasta posible y darnos por el culo a los espa?oles¡±, dice.
#MarcaEspa?a ?? pic.twitter.com/X7JsfVTbnJ
— Iv¨¢n S¨¢nchez (@tHeRidDLE1978) September 13, 2018
En los ¨²ltimos d¨ªas ha habido reacciones airadas al v¨ªdeo donde Juan Peir¨® hace alarde supino de verborrea. "Limpitos para ti, y yo la mitad, yo espa?ol, y encima pago impuestos para ti¡±, pronuncia tras la barra. Est¨¢ dando a entender que el joven es un gorrilla de la zona. Pero resulta que algunos ex empleados ponen en duda el rigor administrativo del hostelero y se?alan irregularidades en su contrato durante el tiempo que estuvieron en Casa Zaragoza. Otros hablan de trato racista. En cualquier caso, nosotros hemos venido a hablar de comida, para constatar si el mal gusto en los comentarios se contagia a la mesa. Nos gusta vivir al l¨ªmite, as¨ª que nos sentamos en la terraza y nos decimos que no puede ser tan malo.
Ah¨ª va la digesti¨®n.
Lunes, 14:00, playa de La Malvarrosa. Me vienen a la mente expresiones como "qu¨¦ vida m¨¢s dura" o "aqu¨ª, sufriendo".?
La playa no se ha enterado de que el oto?o nos ha alcanzado. Hay ba?istas, nost¨¢lgicos tomando el sol y comensales en las terrazas de los bares. En su mayor¨ªa son extranjeros, de los del sombrero de paja. Valencia lleva tiempo debatiendo sobre el tipo de turismo que quiere atraer, y baluartes como Casa Zaragoza no se lo van a poner f¨¢cil. Ingleses y alemanes disfrutan de vasos y jarras de sangr¨ªa de dudosa calidad: en realidad no se les est¨¢ tratando bien, pero al menos no se les acusa de ¡°dar por el culo¡±, porque se prev¨¦ que llevan m¨¢s de 20 euros en el bolsillo. Nos sentamos junto a ellos en el exterior del bar.
Nadie nos recibe, nadie nos pregunta. Tras 20 minutos, llamamos la atenci¨®n de uno de los tres camareros que atienden en la terraza: el m¨¢s amable, porque tambi¨¦n hay una chica con cara de agobio y un se?or que ni nos mira. Otros 20 minutos, y el amable viste la mesa. Mientras ojeamos la carta, nos removemos en las sillas, al detectar desprop¨®sitos como la tapa de ensaladilla rusa a nueve euros -la mejor de Valencia se sirve en Saiti y cuesta 6¡¯50). El calamar de playa podr¨ªa justificar los 15 de ser un producto de calidad, pero algo nos dice que no ser¨¢ as¨ª. Y los arroces se equiparan a los de grandes templos con 25 por cabeza.
Est¨¢bamos advertidos por TripAdvisor. En la p¨¢gina web, las opiniones de los usuarios han situado al establecimiento en el puesto 3.107 de 3.396 restaurantes en Valencia, con un 79% de valoraciones p¨¦simas. Y gracias, porque desde hace unos d¨ªas un mensaje indica que se han bloqueado las rese?as. ¡°Debido a un incidente reciente que ha captado la atenci¨®n de los medios de comunicaci¨®n y ha provocado que se reciba un gran volumen de opiniones que no incluyen una experiencia real¡±, explican. Muy comprensivos, pero no mostraron la misma benevolencia los comensales insatisfechos que sobrevivieron al horror. Por poner algunos ejemplos: ¡°No se lo recomendar¨ªa ni a mi peor enemigo¡±; ¡°Si te va el sado, no lo dudes¡±; ¡°T¨²nel directo a la gastroenteritis¡±. Y as¨ª todo.
Ya no podemos echarnos atr¨¢s: pedimos ensalada, sepia y fritura.
14:50. Sale el agua. Son dos botellas de pl¨¢stico.
Se me ocurre que en la playa podr¨ªan ser de vidrio, por aquello del viento, pero tampoco quiero parecer esnob. Mientras tanto se van dos clientes de la mesa de al lado, y nadie siente ni padece por ellos. Diez minutos m¨¢s tarde, se marchan otros dos con la comanda ya pedida, y el camarero se encoge de hombros. Deja el mantel puesto, que as¨ª ya est¨¢.
15:00. Ha pasado una hora y al fin vamos a comer.
Es bien sabido que la ensalada -mixta, para m¨¢s se?as- tiene sus tiempos de cocci¨®n. Muchas hojas de lechuga, tomate pachucho y at¨²n de lata. Hay un esp¨¢rrago partido por la mitad, diez granos de ma¨ªz, tiras de zanahoria que recuerdan al pelo de Homer Simpson y cuatro olivas. Apenas hemos empezado a comer, cuando aparecen el resto de platos, que el camarero -el amable- intenta apelotonar en la mesa. La sepia es de mala calidad, lo cual duele m¨¢s mirando al mar, porque en Valencia hay una Lonja del Pescado como en pocos lugares, y los turistas m¨¢s desprevenidos se van a quedar sin saberlo. Viene con acompa?amiento noventero de pimientos -alguno entre quemado y calcinado, otros crudos, todos secos- y calabac¨ªn.
El plato principal es la fritura para dos. Hemos jugado duro, lo s¨¦. Al preguntar por la composici¨®n, nos han dicho ¡°gambas y cosas¡±, as¨ª que no nos hemos podido resistir. Las cosas resultan ser cuatro calamares, puntilla y boquer¨®n. Alguna gamba hay, as¨ª como discreta, pero es dif¨ªcil distinguirla del resto cuando todo sabe a fritanga pura y dura. Los arroces ya los hab¨ªa visto de refil¨®n en las mesas de al lado, y me niego a comer en mini paella (el timo del arroz en Valencia se merece un aparte). Los postres no son caseros y cuestan seis euros. ?Hace falta m¨¢s para entregarle el t¨ªtulo nobiliario de cutre bar? Solo que con precios disparatados y actitud deshonesta.
Y da rabia, porque en Valencia se come de esc¨¢ndalo. Y Valencia tambi¨¦n es la playa.
15:20. Pedimos la cuenta.
15:45. La seguimos esperando.
Para cuando llega, a las 16 horas, marca 47,30 euros. Es decir, hemos gastado 25 euros por persona en comer tres tapas, con dos aguas y un caf¨¦. Un importe que no suena descabellado en otras ciudades, pero en Valencia, un d¨ªa entre semana, se equipara a los men¨²s de muchos restaurantes gastron¨®micos. Debo admitir que nunca me hab¨ªa sentado en una de estas terrazas por voluntad propia; debo admitir que nunca m¨¢s lo har¨¦ sin cadenas.
?Este es el cl¨¢sico art¨ªculo rencoroso contra un empresario racista donde se califica la comida en funci¨®n del due?o? A ver, el due?o nos cae fatal, pero es que la comida no tiene perd¨®n. ?Entonces se la damos a los guiris? No parece muy honesto servir al turista aquello por lo que nosotros no pagar¨ªamos, ya que arriesgamos la imagen gastron¨®mica de toda la ciudad, y luego de poco nos sirve pasearnos por las ferias. Mejor conquistarles con un arroz en Casa Carmela, con la oferta mediterr¨¢nea de La Sucursal, con la titaina y las anchoas de las tabernas del Cabanyal, desde Casa Monta?a a La Aldeana 1927.
Tanto la Fiscal¨ªa como el Ayuntamiento de Valencia han anunciado que abrir¨¢n una investigaci¨®n por lo ocurrido en Casa Zaragoza, difundido en el v¨ªdeo viral. Quedar¨¢ impune el crimen de haberle gritado al mundo que la huerta valenciana da esas verduras, que en el Mediterr¨¢neo se recoge ese pescado y que el arroz con cosas inmundas que sirven es paella. Y no deber¨ªa.
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