Tragedias que solo vive la gente que cocina
Sufrir porque crees que va a faltar comida, probar recetas nuevas en d¨ªas se?alados, que te falten ingredientes o pasarlo fatal cuando no te dejan meterte entre sartenes: eso es un drama, y quien cocina, lo sabe.
Si nunca has intentado preparar un arroz seco con el socarrat ideal, un rosbif ¡°rosado pero no sangrante¡± o ese pollo asado cuya carne se deshace y contrasta con la piel crujiente, seguramente no sabes lo frustrante que puede resultar conseguir en su lugar un muestrario de perdigones que has conseguido quemar por debajo, un mazacote de algo que una vez fue carne o un ave cuya pechuga consigue que la boca te haga el vac¨ªo de puro securria.
Bienaventurados los que no han sentido rabia porque dos minutos de despiste han hecho que su estofado se agarrara al fondo de la olla como si ambos estuvieran perreando a ritmo de Maluma, porque de ellos ser¨¢ el reino de los cielos (y la app de Telepizza tres d¨ªas a la semana, eso tambi¨¦n). Si te has sentido identificado en alguno de los casos anteriores, es posible que encuentres muchos m¨¢s en este cap¨ªtulo de ¡°gente que cocina¡± dedicado a los dramas, las tragedias y los culebrones; como siempre, con extra de humor, una dosis generosa de autocr¨ªtica y cuarto y mitad de vivencias personales.
El ingrediente ausente
¡°A m¨ª me parece una tragedia cuando empiezas una receta pensando que tienes todos los ingredientes y resulta que no¡±, empieza -directa a la espinilla y con toda la raz¨®n- nuestra compa?era de documentaci¨®n y producci¨®n Julia Laich. ¡°Y para hacerlo a¨²n peor, el que te falta es irremplazable. Por ejemplo, empiezas a hacer un bizcocho y cuando vas a por la harina, no hay... ?Nooooooooo!¡±, recuerda, mientras una gota de sudor fr¨ªo me recorre la espalda.
Una variante no menos dram¨¢tica de esto es que el ingrediente en cuesti¨®n sea muy espec¨ªfico para la receta que quieres preparar, ex¨®tico y dif¨ªcil de conseguir. Lo hiciste, cocinaste y lo guardaste con el cuidado que la ocasi¨®n merece¡ pero cuando lo buscas no est¨¢. Ni donde ten¨ªa que estar ni en ning¨²n otro lugar de la alacena, la cocina entera, el caj¨®n de los calcetines, la caja fuerte, el refajo de tu vecina. Y ni siquiera puedes echarle la culpa a nadie de esa misteriosa desaparici¨®n, porque vives solo. Algo parecido le pasa al abogado y bodeguero Alberto Garc¨ªa Moyano, que se pasa la vida pensando ¡°bueno, a ver si reponemos la pimienta, ?eh? Que vuela y cuando se necesita nunca queda¡±, cuando el ¨²nico que gasta la pimienta en casa es¡ ¨¦l mismo.
El tab¨² misterioso
La periodista Henar Ortega recordar¨¢ toda la vida la sensaci¨®n de cocinar algo con todo su amor y que luego resulte que una de las cosas que la persona invitada no come nunca porque le da asco. ¡°Y se supone que es vox populi pero t¨² no te hab¨ªas enterado: le preparamos un d¨ªa una pata de pulpo a la brasa con toda la ilusi¨®n a una buena amiga que vino a cenar, ah¨ª en su pizarrita, con su salsita de wasabi... seg¨²n entr¨® por la puerta preguntamos ¡®?Te gusta el pulpo, no?¡¯ y responde muy seria ¡®No. Me da mucho asco, lo odio, lo de mi fobia con los pulpos lo sabe todo el mundo. Est¨¢is de broma, ?no?¡¯. Y nosotros: ¡®No. Espera que cortamos m¨¢s queso¡± (poco se habla del queso como elemento conciliador y suavizante de dramas gastron¨®micos).
Conaz¨²car.org
¡°Algo que pasa recurrentemente es cuando al hacer una salsa de yogur llevo un rato picando ingredientes, a?adiendo especias y cuando ya est¨¢ lista y la pruebo para comprobar la sal, darme cuenta de que el yogur era azucarado¡±, se sorprende nuestra compa?era comidista Inma Garrido. ¡°Yo no compro yogures azucarados ?qui¨¦n ha puesto eso en mi nevera? ?Es que nadie puede pensar en etiquetar los yogures azucarados de un color distinto al de los naturales? Fluorescentes, con neones y que den descargas el¨¦ctricas al cogerlos ser¨ªa suficiente¡±. La peor parte viene cuando intenta compensarlo a?adi¨¦ndole m¨¢s sal, lim¨®n y hasta kryptonita si la tiene a mano... pero el resultado final es menos apetecible que las gachas de arena y agua que preparan los ni?os en el parque. ¡°As¨ª que si a alguien se le ocurre un remedio -adem¨¢s de comprobar bien la etiqueta, que en eso estamos trabajando- para transformar una salsa con yogur dulce en algo comestible, bienvenida es la propuesta¡±, remata Garrido con humor.
El Sambenito culinario
El escritor e historiador especializado en gastronom¨ªa Jorge Guiti¨¢n empieza aclarando que su drama tiene una cierta explicaci¨®n. ¡°En mi familia tiende a haber cierto recelo -suena mejor que decir p¨¢nico- a que cocine yo¡±. Y, aunque por un lado le irrita, por otro lado lo entiende: "A los pobres les toc¨® vivir mi etapa de ensayo y error de la adolescencia y, despu¨¦s de alg¨²n arroz con leche apto para repasar el gotel¨¦ del pasillo y bizcochos que valdr¨ªan para calzar una mesa coja, entiendo sus resquemores. Aunque he mejorado, lo juro¡±. Familiares de Jorge: no s¨¦ si me fascina m¨¢s que no se¨¢is capaces de perdonar y olvidar sus errorcillos del pasado, o que no le dej¨¦is cocinar de vez en cuando ni que sea por el noble arte de tocarse el n¨ªspero mientras otros se ocupan del condumio.
La tragedia del agarrado
Nuestro Amado L¨ªder Mikel L¨®pez Iturriaga recuerda con horror ese momento en el que se te v¨¢ a la porra un guiso o cualquier tipo de plato que lleva un mont¨®n de curro de pelado, picado, rehogado, salteado y mil t¨¦cnicas culinarias m¨¢s acabadas en "ado". ¡°Despu¨¦s de horas en la cocina, te despistas medio minuto y el fuego de gas de tu cocina, que tiene su esp¨ªritu rebelde, logra que lo cocinado se agarre al fondo de la cazuela, se queme e impregne todo el guiso de sabor a churrumado¡±, visualiza L¨®pez Iturriaga con los ojos vidriosos. ¡°Entonces viene el horrible dilema: o lo tiro a la basura y empiezo otra vez (mal) o hago como si nada y lo sirvo confiando en que nadie se d¨¦ cuenta (peor)¡±. Ante esta situaci¨®n, no recomienda ninguna de las dos opciones: es mejor salir corriendo a comprar algo preparado o pedir la eutanasia activa.
El melodrama de la pasteler¨ªa
Seguramente uno de los g¨¦neros m¨¢s trabajados en este sector, ya que la pasteler¨ªa -con sus gramos exactos, sus diferentes levaduras y sus hornos con ideas propias- es una suerte de alkimia que escapa al raciocinio de muchos cocineros caseros solventes, con intuici¨®n y experiencia (lo s¨¦ porque me lo ha dicho una amiga).
La gastr¨®noma y periodista Carmen Alcaraz del Blanco recuerda uno de sus fallos m¨¢s garrafales: ¡°Era enero y apenas llevaba un mes trabajando en Eslovaquia cuando se me ocurri¨® agasajar a mis compa?eros de piso con un hito tradicional como es el rosc¨®n de Reyes. Como mi nivel de eslovaco era el de un pez payaso, cada incursi¨®n en el supermercado se convert¨ªa en mi Hora de aventuras". Pero claro, no es lo mismo comprar manzanas que levadura y harina, as¨ª que se masc¨® la tragedia literalmente: mientras lo elaboraba ya tuvo la sospecha de estar amasando cemento Portland, algo que corrobor¨® cuando al acabar de hornear result¨® hormig¨®n con fruta escarchada. ¡°Mis compa?eros fueron majos y se lo comieron ante mi estupor; sin embargo, a d¨ªa de hoy sigo pensando que uno de ellos guarda en su est¨®mago la figurita que met¨ª, a modo de Han Solo atrapado en carbonita¡±, confiesa Alcaraz.
Los dramas de nuestro cr¨ªtico gastron¨®mico Jordi Luque tambi¨¦n suelen tener que ver con la reposter¨ªa (de hecho, coincide con Carmen en la elaboraci¨®n de un rosc¨®n que podr¨ªa haber servido de arma arrojadiza, que su familia engull¨® como si de una estirpe de fakires se tratase). Sin embargo, su tragedia m¨¢s sonada tiene que ver con un fudge de chocolate y pera. ¡°Como es bien sabido, la pasteler¨ªa en general y el chocolate en particular agradecen un toque de sal, la sutilidad de unas escamas de Maldon, por ejemplo¡±. Pues bien, Luque, m¨¢s que unas escamas o la pizquita de sal de mesa preceptiva, a?adi¨® ¡°un pu?ado de sal gruesa como perdigones". "No solo no se disolvieron en la masa ¨Cno s¨¦ qu¨¦ estar¨ªa pensando¨C como yo esperaba sino que se convirtieron en mi estigma durante a?os, y no exagero. Debo decir en mi descargo que de aquello han pasado muchos a?os¡±, asegura. Las v¨ªctimas se han negado a hacer declaraciones a este medio.
La angustia del no hacer
¡°Mi drama en la cocina es cuando no me dejan cocinar. ¡®-?Qu¨¦ hago? ¨CNo hace falta que hagas nada¡¯ es lo peor que me pueden decir cuando estoy en una cocina. Si voy a casa de amigos y no me dejan ni tocar un cuchillo, me desespero¡±, confiesa la periodista Rosa Molinero. ¡°No es que no conf¨ªe en sus capacidades culinarias, es que no s¨¦ qu¨¦ hacer mientras alguien cocina. ¡®T¨®mate un vino¡¯, me dicen¡±. Pero la actividad entre fogones atrae a Molinero como mosca a la miel y quiere que me dejen hacer algo, aunque sea picar un ajo o cortar un queso. ¡°Cuando me vetan, algo que mi madre hace todas las veces cuando voy a verla, no s¨¦ qu¨¦ hacer. Entonces, me paseo. Pongo aceitunas en un plato y me las acabo. Abro la despensa y la nevera para chafardear. Ruego que me dejen poner la mesa. En resumen, ?que me pongo de un hacendoso insoportable que no me aguanto ni yo!¡±. Desconocemos si el nivel de actividad se mantiene cuando lo que toca es fregar y recoger la cocina.
El infortunio familiar
Como persona soltera, la periodista Almudena Ortu?o es muy feliz cocinando para s¨ª misma, pero muy desgraciada cuando le toca hacerlo para la familia o; peor a¨²n, con la familia. ¡°Preparar un arroz junto a mi padre es un recuerdo muy bonito, pero tambi¨¦n una negociaci¨®n peor que las de S¨¢nchez e Iglesias, en nuestro caso para acordar el punto de la sal¡±. Ortu?o confiesa que ¨²ltima vez le toc¨® echar un buen pu?ado al caldo mientras no estaba mirando, y despu¨¦s aguantarse mientras su padre le dec¨ªa: "?Ves c¨®mo con poca sal est¨¢ m¨¢s bueno?¡±. ¡°Lo siento, pap¨¢, te ment¨ª. Otro d¨ªa prepar¨¦ unos espaguetis que estaban buen¨ªsimos (no es por ir de sobrada, es que lo estaban). Cocidos al dente, aunque seg¨²n todos mis primos estaban ¡®duros¡¯. Fueron capaces de levantarse de la mesa a cocinarse otra bolsa¡±. Pues eso: soltera y feliz.
La cat¨¢strofe de desperdiciar comida
Una olla de caldo despistada encima del fog¨®n m¨¢s tiempo del recomendable que fermenta y hay que tirar, un pastel que se queda fuera de la nevera, unas galletas rancias por culpa de un tarro mal cerrado o el resto de pollo asado que todos creemos que otro guard¨® en la nevera, pero sigue olvidado en el horno. Tirar comida siempre da much¨ªsima rabia, pero cuando la hemos preparado nosotros dedic¨¢ndole adem¨¢s de dinero, tiempo, energ¨ªa y amor, es un drama de proporciones ¨¦picas (aunque digamos "no te preocupes, no pasa nada" si los responsables no somos nosotros).
El infortunio del d¨ªa se?alado
Si meter la pata en la cocina un martes cualquiera ya puede generar bastante mal rollito, que eso pase un d¨ªa se?alado y con invitados puede dar pesadillas para varios a?os: ese es el mayor temor y obsesi¨®n de Marta Miranda, nuestra Defensora del Cocinero. ¡°Y de vez en cuando sucede, me ponga como me ponga. La ocasi¨®n m¨¢s c¨¦lebre fue cuando perpetr¨¦ un solomillo Wellington para una Nochebuena¡±. Compr¨® un solomillo de ternera con antelaci¨®n, lo congel¨® y descongel¨® como es debido y result¨® que deb¨ªa de ser de ?u, porque aquello empez¨® a retorcerse y encoger de tal manera que qued¨® como tirabuz¨®n enano perdido en una enorme costra de hojaldre. ¡°Tuve que salir corriendo al Carrefour m¨¢s cercano (25 km) y coger a la carrera los dos ¨²nicos rellenos que hab¨ªan quedado hu¨¦rfanos en el lineal a cinco minutos de que cerraran¡±.
La innovaci¨®n que llama a la adversidad
¡°Creo que a pocos descerebrados se les ocurre probar recetas nuevas cuando tienen invitados. Y claramente yo soy una de esas¡±, se presenta la periodista, traductora y creadora de contenidos Mar¨ªa Sanahuja en una aut¨¦ntica declaraci¨®n de intenciones. ¡°Me entra un no s¨¦ qu¨¦ que me provoca una necesidad irremediable de ponerme a hacer una Pavlova, o un ossobuco, o lo que sea. Es que tengo que hacerlo. Es muy importante¡±. El alcohol tambi¨¦n tiene un efecto llamada a las buenas ideas en Sanahuja: ¡°Es el ¡®yo controlo¡¯ de los flipados. Con siete vermuts me siento invencible y acabo comiendo espaguetis crudos con medio kilo de mantequilla y aceitunas¡±. Quien lo prob¨®, lo sabe.
El drama de "no es suficiente"
As¨ª llama Mikel L¨®pez Iturriaga a esa angustia que te recorre el cuerpo cuando das una cena para m¨¢s de seis y crees que has hecho poca cantidad de comida. ¡°Alg¨²n tipo de distorsi¨®n ataca a tu cerebro y donde hay para ocho t¨² ves para cuatro, lo que te empuja a liarte a preparar m¨¢s y m¨¢s cosas. Al final acabas estresado vivo y con la nevera llena de viandas como para alimentar a tres equipos de rugby, que naturalmente te ver¨¢s obligado a consumir al d¨ªa siguiente, y al siguiente, y al siguiente, y al siguiente¡±. Nada muy distinto a lo que ocurre en incontables casas espa?olas cada Navidad, por otra parte, y en los pisos de estudiantes o solteros y solteras cada vez que hay una madre de visita.
La cat¨¢strofe, desgracia, desdicha y fatalidad definitivas
Terminamos con el testimonio desgarrador de nuestro compa?ero David Remart¨ªnez. Recomendamos leerlo con moderaci¨®n o directamente evitarlo si eres de los que lleva mal que se les rompa la yema de un huevo frito, lloraste con el final de Lost o crees que Joker es ¡°una pel¨ªcula que te cambia la vida¡±. Porque lo de David s¨ª va en serio: ¡°Mi drama m¨¢s frecuente es que el papel film o el de aluminio decidan romperse por un lateral, escindirse uno de sus extremos como rep¨²blica independiente, iniciando una segregaci¨®n del rollo principal y sac¨¢ndote de quicio intentando reconducir el tubo a la unidad de Espa?a. Odio que pase eso, y siempre pasa, constantemente. En realidad es parte de la cocina, y deber¨ªa ense?arse en las escuelas de hosteler¨ªa. Otro drama es empezar a hacer croquetas, acabarse el pan rallado a mitad de proceso, y descubrir que no te queda m¨¢s en el armario ni la despensa. Esa manera de maldecir con las manos llenas de emplaste mirando al cielo deber¨ªa tener un verbo propio".
"Tambi¨¦n me cago en muchas cosas cuando la tortilla se despanzurra, cuando ajusto el picante al final de una receta y me paso, cuando la leche rebosa del cazo a pesar de que la he estado vigilando como un mono loco y se quema en la vitrocer¨¢mica dejando ese olor que odio, olor sin duda de derrota. Cuando el bizcocho se viene abajo al sacarlo del horno sin responder a ninguna l¨®gica. Cuando el primer huevo poch¨¦ de la tanda no cuaja y se convierte en el cad¨¢ver de Casper (si eso es posible). Cuando al abrir un sobre de mozzarella con un cuchillo, la mitad del suero mierder que lleva dentro se me cae encima de una manera inveros¨ªmil. Siempre que abro una lata de mejillones en escabeche y me escabecho entero de rojo, cosa que sucede con una de cada dos latas. Cuando el rissoto se agarra y a la paella no le da la gana. Cuando descubro ¨Ctarde¨C que una sart¨¦n buena, a la que por esa misma condici¨®n le hab¨ªa cogido un cari?o tremendo, ha perdido su abrigo antiadherente y ahora se comporta como el culo de Satan¨¢s".
"Tambi¨¦n odio a todos los pimientos asado que he empezado a pelar demasiado pronto. A las pelarzas de los ajos que aparecen en los sitios m¨¢s inveros¨ªmiles por mucho que me haya cuidado de recogerlas. Y a todos los putos paquetes de arroz que se me rompieron al abrirlos desperdigando sus granos por doquier¡±.
Si las l¨¢grimas te lo permiten, comparte en los comentarios cu¨¢l es tu tragedia culinaria m¨¢s sonada y la comunidad Comidista te har¨¢ sentir mejor (bueno, esto ¨²ltimo no podemos asegurarlo del todo).
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