Soy nutricionista y tambi¨¦n puedo engordar
Si nos hemos pasado tres pueblos con la comida durante el confinamiento, ?debemos buscar remedio en los dietistas? Juan Revenga cree que la psicolog¨ªa puede ayudarnos m¨¢s que la nutrici¨®n.
Algunas personas creen que los nutricionistas somos una especie de l¨ªderes espirituales garantes de la pureza diet¨¦tica; una especie de asc¨¦ticos gur¨²s que recorremos los pasillos del supermercado levitando a un palmo del suelo con el ment¨®n hacia arriba y los ojos en blanco. Para esas personas, los nutricionistas no es ya que nunca pequemos con una pizza Tijuana termosellada, un bol de ganchitos, media docena de galletas untadas en crema de cacao o una cerveza; el caso es que creen que esas cosas ni tan siquiera nos suponen una tentaci¨®n.
Creen que nosotros -todos nosotros- somos felices comiendo palitos de apio untados en k¨¦fir que nosotros mismos hemos fermentado, o cosas por el estilo. Que somos muy felices aliment¨¢ndonos as¨ª, pero mucho m¨¢s cuando atormentamos a los dem¨¢s con un listado infinito de prohibiciones diet¨¦ticas. Algunas personas han llegado a resumir esta perspectiva con una frase lapidaria: los nutricionistas sois los nuevos curas. No voy a negar la existencia de algunos perfiles que, con carrera universitaria o sin ella, han alcanzado ese estatus de semibrujos o chamanes; pero la mayor¨ªa ni lo somos, ni maldita la gana que tenemos de serlo.
La mayor¨ªa de nosotros somos muy terrenales y tenemos las mismas tentaciones carnales -y vegetales- que cualquier hijo de vecino: si bien a todo el mundo no le gusta lo mismo, a los nutricionistas nos pasa igual. Hay nutricionistas concebollistas y sincebollistas; nutricionistas m¨¢s de salado que de dulce, y a la inversa; nutricionistas vegetarianos y no vegetarianos; incluso hay nutricionistas con obesidad, con diabetes, con celiaqu¨ªa y con trastornos de conducta alimentaria, etc¨¦tera. No solo tenemos nuestras tentaciones -cada uno las suyas- sino que en base a ellas tambi¨¦n pecamos: la diferencia respecto a quienes no son nutricionistas es que conocemos mejor la naturaleza de los alimentos y por tanto, las consecuencias de nuestras elecciones. Por todo ello es posible que, en las actuales circunstancias, un servidor termine por engordar: no s¨¦ qu¨¦ me da que si eso sucede, adem¨¢s sea observado con ojos especialmente inquisidores.
Los nuevos consumidores
Desde la aparici¨®n del Covid-19 y durante el decreto del estado de alarma -en el que varias grandes ciudades siguen en fase 0-, el t¨¦rmino ¡°consumidores¡± ha adquirido una nueva dimensi¨®n. En cierto sentido nos hemos convertido en consumidores al 100%. Creo que podr¨ªa decirse que estamos asistiendo a un salto cualitativo en la evoluci¨®n: ahora somos ¡°hiperconsumidores¡±, o si se prefiere, consumidores 3.0. Cada uno est¨¢ en su casita poni¨¦ndose hasta las trancas con aquello que m¨¢s le apetece, lav¨¢ndonos las manos hasta perder la cuenta.
El alcohol siempre complica las cosas
La problem¨¢tica relacionada con el consumo de bebidas alcoh¨®licas supone, una vuelta de tuerca m¨¢s -mejor dicho, unas cuantas vueltas de tuerca m¨¢s- al considerar el car¨¢cter adictivo del alcohol y sus efectos. En este contexto hay que tener presente que la capacidad de control se va a reducir de forma significativa. Tal y como se pone de relieve en el documento Prevenci¨®n de los problemas derivados del alcohol del Ministerio de Sanidad: ¡°es absurdo hablar de consumo responsable de sustancias adictivas, poniendo dicha capacidad adictiva a prueba en el ejercicio de la responsabilidad¡±. Adem¨¢s, no debemos olvidar que el consumo de bebidas alcoh¨®licas se ha asociado de forma convincente con cerca de 60 tipos diferentes de enfermedades y circunstancias no deseables.
Luego nos asustamos ante la previsi¨®n de las consecuencias, y es normal. La primera forma que tenemos de expresar ese asustamiento consiste en usar la guasa y hacer bromas sobre el asunto; ya sabes, este a?o y debido al confinamiento queda suspendida de manera oficial la operaci¨®n bikini. Jiji-jaj¨¢, que sirve para perpetuar, ya de paso, el clich¨¦ de la imagen antes la salud, al tiempo que se da alas a la gordofobia y se retroalimenta el ciclo de los trastornos de la conducta alimentaria.
Pero ah¨ª estamos desde un principio poniendo el acento en que la ausencia de actividad y de ocupaci¨®n -que no son la misma cosa, pero en este caso van unidas- junto al picoteo y al cerveceo, van a provocar que para el mes de junio cada uno de nosotros termine por generar m¨¢s gravedad que la que tiene J¨²piter. Es en estas circunstancias cuando a todo el mundo se le ocurre la misma idea brillante: preguntemos a los nutricionistas qu¨¦ podemos hacer. Ya sabes, vamos a pedir a los nutricionistas esa clase de consejos que todo el mundo sabe de sobra, pero que devoraremos poniendo cara de inter¨¦s como si nos pillaran de nuevas. Un pu?ado de palomitas sabor mantequilla y otro de perogrulladas: esta por pap¨¢ y esta otra por mam¨¢.
Sabes qu¨¦ te conviene comer, pero eso es distinto de lo que te apetece
No s¨¦ t¨², pero yo creo que la mayor¨ªa de nosotros no necesitaba la llegada de este estado de alarma para, punto n¨²mero uno, saber lo inconveniente que puede resultar el imitar durante mucho tiempo el ritmo de vida de una granja de pollos: con luz a comer, y sin luz a dormir. Y, punto n¨²mero dos, para darnos cuenta que si a alguien, con cualquier excusa, ha decidido meterse doblada una tableta de chocolate rellena de dulce de leche, los palitos de zanahoria no son una alternativa negociable. Por mucho que lo proponga un nutricionista de renombre.
As¨ª que seamos pragm¨¢ticos y comparemos qu¨¦ es lo que se recomendaba sobre alimentaci¨®n saludable en condiciones normales, es decir, antes de la llegada del confinamiento, y en qu¨¦ medida dicho confinamiento lo modificar¨ªa:
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En relaci¨®n con la calidad de la oferta alimentaria, siempre se ha desaconsejado optar por snacks o aperitivos dulces o salados. La consigna para esta clase de alimentos es ¡°cuanto menos mejor¡±. Las razones son dos: su densidad energ¨¦tica -las famosas calor¨ªas- suele ser alta y; su densidad nutricional escasa, cuando no, claramente negativa.
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En relaci¨®n con la cantidad -de lo que sea que comamos- siempre se nos ha aconsejado que comamos menos. Enti¨¦ndase, insisto, como recomendaci¨®n general.
?Crees que el estado de alarma y el correspondiente confinamiento modifica en algo las anteriores directrices generales? La respuesta, ya la sabes, es que no. Sin embargo, s¨ª que hay algo que ha cambiado con respecto al escenario general de antes del confinamiento: ahora estamos m¨¢s ociosos y la ¨²nica alegr¨ªa que nos queda, en cierto sentido, es darle al diente.
Asimismo, nos sentimos m¨¢s angustiados, m¨¢s nerviosos o asustados, y no es improbable que busquemos esa paz y tranquilidad mientras comemos m¨¢s de lo que m¨¢s nos gusta. Para terminar por dar con la tormenta perfecta, solo falta a?adir un ingrediente: la dificultad para la pr¨¢ctica de actividad f¨ªsica que se ha dado durante gran parte de los dos ¨²ltimos meses. Si hubiese una soluci¨®n para este escenario, seguro que no pasa por repetir, otra vez, lo que es obvio. ?Qu¨¦ tal si cambiamos la perspectiva?
?No ser¨ªa m¨¢s l¨®gico preguntar a los psic¨®logos?
Cada d¨ªa hay un ¨®rgano que toma centenares de decisiones al respecto de qu¨¦ y c¨®mo vamos a comer -o dejar de comer- a corto o largo plazo: ese ¨®rgano es nuestro cerebro. Es esa parte de nuestra anatom¨ªa que apenas recibe atenci¨®n alguna en el curr¨ªculo formativo de los egresados en Nutrici¨®n Humana y Diet¨¦tica. La poca que se recibe no es para estudiar, ni mucho menos, los elementos que intervienen en la toma de decisiones o en el cambio de h¨¢bitos. Algo preocupante si tomamos en consideraci¨®n que tenemos un cerebro propenso a tomar decisiones que favorecen la ganancia de peso, en especial en un entorno de sobreabundancia alimentaria como el actual (lo cuenta muy bien El cerebro obeso de Luis Jim¨¦nez).
Por tanto, no s¨¦ por qu¨¦ se conf¨ªa tanto y de forma exclusiva en los consejos de los nutricionistas, cuando el problema que tenemos no es de boca hacia abajo: de lo que se tratar¨ªa, en las actuales circunstancias, es de aportar estrategias v¨¢lidas ante las dificultades existentes en la toma de decisiones y favorecer la creaci¨®n de nuevos y mejores h¨¢bitos. Tal y como lo veo, son los profesionales de la psicolog¨ªa a los que deber¨ªamos preguntar y solicitar ayuda para reforzar nuestras conductas positivas y amueblar nuestra cabeza ante unas circunstancias que, seamos objetivos, se nos han endurecido bastante en esta situaci¨®n.
En palabras de Norte Salud Nutrici¨®n, centro especializado en psiconutrici¨®n, donde se trabaja de forma conjunta entre dietistas-nutricionistas y psic¨®logos sanitarios, las elecciones alimentarias que hacemos en cada momento dependen de muchos factores, entre ellos las emociones. Cualquier tipo de emoci¨®n puede llevarnos a decidir comer determinados productos y de forma concreta, pero esto no es lo importante en s¨ª mismo. Lo fundamental es saber identificar qu¨¦ nos est¨¢ llevando a comer, ser conscientes de las elecciones que tomamos y tener estrategias de afrontamiento suficientes para que la comida no se convierta en nuestro ¨²nico recurso, pues esto nos conducir¨ªa a tener una relaci¨®n inadecuada con la comida.
No se trata de llevar una alimentaci¨®n perfectamente saludable los 365 d¨ªas del a?o, si no de ser capaces de gestionar las situaciones que nos llevan al descontrol; que no nos sintamos frustrados o culpables antes, durante o despu¨¦s de comer -sea lo que sea- y que tampoco centremos el objetivo de la alimentaci¨®n en el peso o en el bienestar futuro asociado a ese peso. La cabeza es la directora de una orquesta donde participan numerosos miembros, y en cuya obra influyen tantos factores que no es sencillo de abordar. Por eso, es fundamental un trabajo en equipo donde se complementen los aspectos relacionados con la alimentaci¨®n (nutrici¨®n) y con la gesti¨®n emocional (psicolog¨ªa), de forma que se aborde el problema desde la base y de manera integral, as¨ª como que se generen patrones de conducta saludables en relaci¨®n a la comida.
Aprender a identificar los posibles problemas es el principio
Para saber identificar problemas de nuestra relaci¨®n con la comida tanto Griselda Herrero (dietista-nutricionista) y Cristina Andrades (psic¨®loga sanitaria) autoras del libro Psiconutrici¨®n, aprende a tener una relaci¨®n saludable con la comida nos proponen este r¨¢pido examen de nuestra realidad:
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Si la comida ocupa gran parte de los pensamientos a lo largo del d¨ªa
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Si rechazas ir a alg¨²n evento social por la comida que all¨ª se servir¨¢
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Si sientes que comes sin tener hambre fisiol¨®gica o a deshoras, sin motivo aparente
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Si te sientes culpable despu¨¦s de comer
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Si todos los lunes empiezas una nueva dieta, que dura hasta el martes
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Si sientes que no tienes control sobre qu¨¦, c¨®mo o cu¨¢nto comes
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Si tus emociones (ya sean positivas o negativas) te llevan a la comida
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Si comes con ansiedad, r¨¢pido y en mayores cantidades de lo habitual
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Si sales de casa a comprar comida, sea la hora que sea, porque sientes que la necesitas
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Si tienes una necesidad imperiosa de comer ciertos alimentos en determinadas circunstancias
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Si te frustras por no ser capaz de parar de comer
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Si sientes que la comida te controla a ti
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Si picoteas durante todo el d¨ªa, independientemente del tipo de alimento o producto que comas
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Si te proh¨ªbes comer determinados alimentos
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Si sientes la necesidad de ¡°compensar¡± si te has ¡°pasado¡± comiendo
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Si tu mayor objetivo se centra en el peso que te indica la b¨¢scula
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Si eres incapaz de ser flexible con tu alimentaci¨®n
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Si sientes frustraci¨®n de no ser capaz de cumplir tus expectativas con la comida
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Si te obsesiona tanto la comida saludable como evitar la no saludable
y notas que pierdes el control o no eres capaz de gestionar la situaci¨®n de forma aut¨®noma, ser¨ªa el momento de plantearse el ponerse en manos de un equipo de profesionales -al menos de la psicolog¨ªa y de la nutrici¨®n- para que te ayuden.
Juan Revenga es dietista-nutricionista, bi¨®logo, consultor, profesor en la Universidad San Jorge, miembro de la Fundaci¨®n Espa?ola de Dietistas-Nutricionistas (FEDN) y un mont¨®n de cosas sesudas m¨¢s que puedes leer aqu¨ª. Ha escrito los libros ¡°Con las manos en la mesa. Un repaso a los crecientes casos de infoxicaci¨®n alimentaria¡± y ¡°Adelg¨¢zame, mi¨¦nteme. Toda la verdad sobre la historia de la obesidad y la industria del adelgazamiento¡± y -muy importante- es fan de los ri?ones al jerez de su madre.
La clave est¨¢ encima de la boca, y no debajo
No es una cuesti¨®n de saber qu¨¦ nos conviene por salud, es m¨¢s bien una cuesti¨®n de aprender a tomar decisiones adecuadas al margen de la autosatisfacci¨®n inmediata, o al menos a reconocer mejor las razones por las que realizamos ciertas elecciones. Existen dos autosatisfacciones inmediatas primigenias. Ambas ejercen una fuerza descomunal en nuestras pulsiones y apetencias a trav¨¦s de los instintos: el de reproducci¨®n (sexo) y el de subsistencia (alimentaci¨®n). Si alguien se atreve con el primero de esos instintos tiene v¨ªa libre: yo me centrar¨¦ en el segundo.
Al margen del consumo de bebidas alcoh¨®licas -de momento- en el que destaca la existencia de un elemento con un importante car¨¢cter adictivo, todo el mundo sabe que el acto de alimentarse aporta una sensaci¨®n de bienestar importante cuando responde a la se?al de hambre. Hasta aqu¨ª todo correcto. El asunto se complica de forma considerable cuando lo que se pretende encontrar en la comida es un cierto nivel hed¨®nico, o bien, cuando se trata de ¡°tapar¡± con el acto alimentario ciertas emociones (y no olvides que quien dice comida, dice tambi¨¦n bebida). Tal y como menciona Daniel Urs¨²a, dietista nutricionista y divulgador; si bien la comida es una fuente de placer, tambi¨¦n la podemos convertir en una fuente de problemas.
Cada una de estas dos situaciones generales incluye su t¨®pico, sea o no t¨ªpico. En el primer caso -en lo relativo a alcanzar un cierto nivel hed¨®nico- se define ¡°gula¡± como la b¨²squeda, m¨¢s o menos desmedida, del placer a trav¨¦s de la comida o bebida. Y como es f¨¢cil comprender un nutricionista tendr¨ªa poco que decir. Habr¨¢ quien sugiera, por aquello de la vertiente pecaminosa de la gula, el recurrir a un exorcista, pero nunca a un nutricionista. El segundo caso (cuando se usa la comida como respuesta a ciertas emociones) se puede generar un problema de conducta alimentaria cuando usamos la comida como ¨²nica estrategia de afrontamiento, pudiendo (aunque no siempre) generar lo que se conoce como ¡°trastorno por atrac¨®n¡± (o binge eating en ingl¨¦s), una patolog¨ªa incluida en el actual Manual Diagn¨®stico y Estad¨ªstico de los Trastornos Mentales de la Asociaci¨®n Americana de Psiquiatr¨ªa (o DSM-V). Como se puede intuir por el cariz de la terminolog¨ªa, y la dificultad de su abordaje, un nutricionista solo ante este tipo de problemas pintar¨ªa menos que un boli sin tinta. Esta clase de trastornos precisan, en primer lugar, de otros profesionales de la salud; y luego s¨ª de un trabajo interdisciplinar.
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