Siete motivos para amar y odiar la sangr¨ªa
Es una bebida genuina que por ley solo se puede producir aqu¨ª, pero a la vez una pesadilla que hemos creado nosotros mismos. ?Tenemos la sangr¨ªa que nos merecemos?
La primera vez que constat¨¦ los efectos de una ingesta desmesurada de alcohol fue en las fiestas de verano de mi pueblo, Milmarcos. Un s¨¢bado sacaron una charanga para animar las calles y, tras ella, un peque?o carretillo con dos ruedas en el que colocaron dos grandes bidones de pl¨¢stico llenos de sangr¨ªa. La cosa era seguir a los m¨²sicos y abrevar a la concurrencia. Se necesitaban dos personas para tirar de aquella tinajera m¨®vil, donde la gente rellenaba vasos mientras bailaba, y alguien decidi¨® ponernos a mi primo y a m¨ª a remontar las empinadas calles detr¨¢s de la charanga. Ni que decir tiene que, en cuanto empezamos a hacer de bueyes, nos lanzamos a beber del dulce jugo que transport¨¢bamos; al principio a tragos furtivos, en seguida con la seguridad insensata que proporciona el alcohol. Al d¨ªa siguiente me promet¨ª a mi mismo que nunca, jam¨¢s, volver¨ªa a beber sangr¨ªa. No recuerdo muy bi¨¦n c¨®mo nos ca¨ªmos, pero s¨ª guardo la imagen del remolquillo volcado y de uno de mis t¨ªos muerto de la risa.
La sangr¨ªa tiene mala fama porque la hemos arruinado nosotros mismos. Es un producto genuino de Espa?a difamado por los espa?oles, que en teor¨ªa lo inventamos, pero que tambi¨¦n lo pervertimos para hacernos los listos, para sacarles las perras a los turistas. Ese vino aderezado con frutas, hierbas arom¨¢ticas y especias, endulzado y fortificado a veces con alg¨²n licor, cuenta con un pasado secular alegrando nuestras celebraciones. Pero tambi¨¦n suma unas cuantas d¨¦cadas intoxicando a guiris como resultado de nuestra perversi¨®n social de lazarillos. Cuando la hemos querido dignificar, la capa de t¨®picos sobre la sangr¨ªa bastarda, la que se apa?a con vinos chungos y frutas mustias, era ya tan amplia que parec¨ªa tarea imposible recuperarla.
?Qu¨¦ hacemos ahora con la sangr¨ªa? Ah¨ª van siete motivos para encumbrarla por encima de su leyenda, o para desterrarla definitivamente, no s¨¦ muy bien.
1. Es una bebida natural
Cuando aprieta el calor apetece poco beber vino tinto porque no es una bebida fresca. Ni al parecer puede serlo, ya que hemos convertido el vino en una suerte de c¨¢liz intocable, inalterable, que ha de ser consumido con deleite de proc¨®nsul, con liturgia japonesa y pidiendo perd¨®n antes del primer trago por nuestra ignorancia en los misterios de la vid. ?Enfriar un tinto? ?Pordiosbendito! ?Echarle az¨²car, romero y canela? ?Blasfemia! ?Y a?adirle hielo? ?Que venga el Torquemada del Terru?o y los Taninos y queme a estos herejes sobre una pila de sarmientos mientas los Guardianes de la Enolog¨ªa brindan sosteniendo sus copas por el culo! Repudiamos la sangr¨ªa como una vulgaridad, una mutaci¨®n bastarda del vino, para luego entregarnos a la moda del verm¨² pr¨¦mium -sucesora de la moda de las ginebras obscenas- como si el verm¨² no fuera primo hermano de la sangr¨ªa, un vino aderezado, edulcorado e incluso a?ejado, pero ahora embotellado bajo el glamur de Instagram. Cu¨¢nto ha tenido que pelear Reus contra los italianos.
Tenemos que recuperar la sangr¨ªa para reaprender a beber vino con naturalidad, seg¨²n las apetencias personales, como nos d¨¦ la gana, sin zarandajas de gourmet. Y mucho m¨¢s en verano, cuando las carnes al sol y el roce de la brisa espantan los remilgos y propician el amor por todo lo liviano. Nada hay m¨¢s sensual que el desprejuicio. El actual desapego de la gente joven por el vino responde en buena medida a su engolamiento como bebida, frente al cual la cerveza se aparece como una alternativa que no requiere lecci¨®n de cata previa. ?A alguien le da verg¨¹enza pedir una clara? A nadie. ?Pero acaso sab¨¦is lo que es una clarea? ?Y de verdad merece la pena empujarse un tinto de verano antes que una sangr¨ªa, un vino con gaseosa en lugar de otro macerado en un festival de melocotones, naranjas o fresas? El tinto de verano es la versi¨®n nihilista de la sangr¨ªa. ?Qu¨¦ es el mismo vino, al fin y al cabo, sino el zumo fermentado de un fruto cuyos az¨²cares se transforman en alcohol? Solo un yihadista de la uva podr¨ªa oponerse a combinarla con otros ingredientes naturales, solo un sacerdote puede prohibir el ayuntamiento entre iguales en pos del placer. Si os encanta usar la playa para amaros, usadla tambi¨¦n para masticar naranjas y limones emborrachados.
2. Es una bebida asesina
Pero claro, una sangr¨ªa chunga arrasa el est¨®mago, deja tu intestino cual trinchera de la Primera Guerra Mundial y provoca un regurgitar de alm¨ªbar negro capaz de impedirte ligar hasta noviembre, momento en el que habr¨¢s logrado finiquitar la digesti¨®n y el aliento. El ponche que todav¨ªa sirven muchos chiringuitos playeros lleva vinos del infierno, az¨²car como para bloquear las arterias de Dr¨¢cula y fruta inservible hasta para alimentar a las bestias de un corral feudal. En su versi¨®n noct¨ªvaga, o sea la que se despacha en las cenas de terraza, la sangr¨ªa se dopa a menudo con un chutazo de ron de sacarina o con alg¨²n vodka destilado en las letrinas de un gulag. Un solo trago a esa sangr¨ªa de etimolog¨ªa m¨¦dica decimon¨®nica te vuelve austroh¨²ngaro de un plumazo. Mi primo, desde nuestro bautismo rural en Milmarcos, se pasa los veranos escuchando en bucle la Marcha Radetzky mientras se pasea por casa con un pijama ro¨ªdo, un casco de pincho y la cara l¨ªvida. Si le mentas la sangr¨ªa o siquiera las fiestas de San Roque, revive en su cabeza la Batalla del Somme y se tapa la cabeza entre alaridos.
Cuidado con darle un buen tiento a una sangr¨ªa peleona. GIPHY
3. Es una se?a de identidad vergonzosa
Antes de su prostituci¨®n, la sangr¨ªa fue presentada con orgullo en la Feria Mundial de Nueva York de 1964, en el quiosco de la Taberna Madrid del Pabell¨®n de Espa?a. Sin embargo, casi desde entonces ha estado asociada al timo de guiri, formando un combo indigno junto a la paella de mejill¨®n antediluviano, gamba egipcia y colorante alimentario. Ese mismo a?o, el ministro Fraga Iribarne instaur¨® por decreto el ¡°men¨² del d¨ªa¡± e incluy¨® la sangr¨ªa en el cat¨¢logo de viandas a despachar por la hosteler¨ªa patria: ¡°Un plato con guarnici¨®n, que el cliente eligir¨¢ [sic] de un repertorio compuesto, cuando menos, por tres variedades, a base de huevos, pescado o carne, respectivamente. Un postre a base de fruta, dulce o queso. Se incluir¨¢ tambi¨¦n un cuarto de litro de vino del pa¨ªs, o sangr¨ªa, o cerveza u otra bebida y pan¡±. O sea, que desde 1964 llevamos la sangr¨ªa en el BOE. Pero como los espa?oles solo sabemos entender la ley en modo dictadura o en modo Twitter, polos desquiciados de la misma e hist¨¦rica condici¨®n colectiva, la hemos acabado maltratando, como hicimos con la paella.
4. Es una se?a de identidad reivindicable
El arroz, sin embargo, se ha diversificado. Ha recuperado su categor¨ªa gracias a cocineros que contraponen sus aprendizajes y sus memorias de albufera a los monstruos ultracongelados con los que seguimos atentando por algunas costas mientras parloteamos en spanglish chistes de tetas. La paella cuenta hasta con talibanes de su receta que queman en las redes sociales a los amantes del chorizo, sean ingleses o compatriotas sin ideolog¨ªas de sofrito. Alrededor del arroz han surgido por fortuna planetas. Sin embargo, a la sangr¨ªa la hemos abandonado fuera de la nave, la hemos dejado despe?arse en el vac¨ªo hasta colocarla como un souvenir kitsch que ning¨²n espa?ol admite beber. A no ser, claro, que lleve vino blanco, champ¨¢n y rodajas de yuzu. ?De verdad es mejor un frizzante mezclado con zumo de pomelo de tetrabrick que una sangr¨ªa honesta? Igual nos vendr¨ªa bien ponernos de vez en cuando la gorra de la Caja Rural en lugar de tanta pulsera ibicenca.
5. Es una incipiente moda pija
Por culpa de esa querencia a lo moderno, o sea a cuanto llegue allende las fronteras, las empresas que actualmente comercializan sangr¨ªas a?aden la inevitable etiqueta premium o deluxe para distinguirlas de las sangr¨ªas mezquinas, que por cierto nadie embotella de forma industrial. Esos apellidos dan un poco de risa y de pena. Hemos cambiado las derechas y las izquierdas, o los ricos y los pobres, por el ciudadano premium y el ciudadano crowdfunding, dos xenismos molones para hablar de dinero bajo un eufemismo de clase social. Trat¨¢ndose de ingredientes frescos, parece l¨®gico pensar que cualquier sangr¨ªa elaborada con mimo en casa, en el restaurante o en la pe?a del pueblo estar¨¢ m¨¢s rica que otra embotellada con ciertos conservantes. Y sin embargo, nos sigue fascinando m¨¢s una visera de John Deere que una de Tractores Ebro, seguimos so?¨¢ndonos extranjeros, aunque cuando nos visitan lo tratemos como a lerdos. Mr. Marshall go home. As¨ª que, o llamamos a la sangr¨ªa tal cual, o nos inventamos un palabro para sus actualizaciones ¡°gastron¨®micas¡± (otra palabra gen¨¦rica que hemos transformado en presunto apellido aristocr¨¢tico). A las nuevas las podr¨ªamos llamar Saint Grial, Sangripop o Blood for Brunch; o cualquier mamarrachada de hashtag. Y a la sangr¨ªa la dejamos en paz.
6. Es un orgullo rural
Con esa decisi¨®n conseguir¨ªamos adem¨¢s normalizar un cacao de denominaciones para una bebida que en los pueblos se sigue trasegando con fruici¨®n, asociada a mil tradiciones, porque en cada plaza mayor se elabora seg¨²n una receta antigua que en realidad naci¨® con lo que hab¨ªa a mano por los montes aleda?os. ¡°?Le echo lim¨®n a esto, que hay a cascoporro?¡± ¡°Dale¡±. ¡°?Y membrillo, que ya no cabe m¨¢s en la fresquera?¡±. ¡°Pues mal no le har¨¢¡±. En mi pueblo (y en otros muchos) se prepara sangr¨ªa en verano pero en Semana Santa se hace limonada, un ponche casi id¨¦ntico al que, cuando Iribarne o as¨ª, se le modific¨® el nombre para que no se notara ante el clero que la parroquia chumaba alcohol sin medida estando el ecce homo de cuerpo presente todav¨ªa. Sin¨®nimos de la sangr¨ªa son la limonada, el zurracapote o zurra, y el matajud¨ªos leon¨¦s, todos elaborados en temporada de luto y rezo. As¨ª que, por mucho que reneguemos de ella, llevamos la sangr¨ªa en la sangre. Y tambi¨¦n en las lindes, aut¨¦nticas venas de este pa¨ªs. Llenemos entonces la Espa?a Vaciada de sangr¨ªas buenas, llevemos hasta los teleclubs a los turistas en desfile de flauta y que en cada sandalia con calcetines brote un Hemingway, un Ernesto sonriente de mofletes sonrosados al que los malacatones tintados se le asomen entre los dientes.
7. Es nuestra oficialmente
Desde 2014 somos los propietarios del t¨¦rmino ¡°sangr¨ªa¡± junto con Portugal (ese pa¨ªs de ah¨ª al lado, no s¨¦ si sab¨¦is). Lo decidi¨® el Parlamento Europeo, que parece que no sirve para nada pero que concede copyright a las botellas, por ejemplo. La reivindicaci¨®n de la sangr¨ªa como un invento ib¨¦rico logr¨® que solo se pueda denominar as¨ª a la producida en la pen¨ªnsula. Y con esa paternidad administrativa, estamos obligados a velar por ella. Somos padres de una bebida internacional que encuentra ra¨ªces por todo el mundo pues, al fin y al cabo, consiste en algo tan sencillo como aderezar el vino, un h¨¢bito que se remonta hasta Grecia o Egipto, que se invent¨® con su propio consumo. Gran Breta?a sembr¨® por sus colonias la afici¨®n a la sangaree y en Nueva York tratan a esa herencia con distinci¨®n de c¨®ctel, combinando los ingredientes en tragos sofisticados. En varios pa¨ªses de Latinoam¨¦rica profesan amor al cleric¨®, que viene a ser lo mismo. Nuestro planeta es redondo por un motivo. En Espa?a incluso contamos con sangr¨ªas de cava y de sidra, porque no hemos dejado de darle vueltas en ning¨²n momento a esta vilipendiada bebida, que nunca ha dejado de oler a verano, y que es perfecta cuando se consigue un equilibrio entre dulce, ¨¢cido y amargo. Equilibrio: ese es el quid. El que perdimos mi primo y yo aquella tarde de agosto; y el que tantas veces nos falta en lo colectivo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.