Tamales marinos con mejillones: una receta f¨¢cil de aprovechamiento
La chef Gloria Pidal, conocida en redes sociales como Glorionce, vive en una furgoneta en Baja California, donde pesca, cocina y graba sus recetas
El primer tamal que prob¨¦ en mi vida result¨® ser un aut¨¦ntico mazacote. De relleno ofensivamente escaso, aquel ladrillo desabrido, traumatiz¨® mi paladar de tal manera que tard¨¦ m¨¢s de un lustro en darle su merecida segunda oportunidad. Nunca pens¨¦ que a?os m¨¢s tarde acabar¨ªa creando mi propia receta de tamales... Y adem¨¢s, este recet¨®n.
Iba, como tantas veces, sin rumbo por los pasillos del supermercado, contoneando mi gran capacidad de indecisi¨®n. Prepararse para una expedici¨®n de tres semanas en el camper significa, comprar suficiente, que quepa y sobre todo, ser consciente de que lo perecedero, con el traqueteo de los baches, perece antes.
Durante ese ir y venir por las estanter¨ªas, observando los ingredientes, suelo visualizar paralelamente en mi cabeza las posibles capturas. Meros de buen a?o, rocas repletas de ostras, almejas varadas... As¨ª me recreo y voy formando en mi imaginario posibles recetas. Las visualizaciones siempre son optimistas, ambiciosas y poco reales, ?a qui¨¦n no le gusta so?ar? Tener buena visibilidad para bucear es un bien escaso, sacar algo con la ca?a puede poner a prueba la paciencia de un yogui y se necesita un mar de fondo rabioso para que llegue a sacar almejas. Pero como en el amor, lo inaccesible hace de reclamo para el ni?o caprichoso que llevamos dentro.
En este viaje en concreto, lo inaccesible se regode¨® m¨¢s que nunca.
Solo pude bucear un d¨ªa, (gorilas en la niebla...), no me ve¨ªa ni la mano. Casi se me disloca el hombro de lanzar la ca?a desde una roca, una bola de algas enredadas fue mi mejor captura; camin¨¦ playas interminables bajo el sol abrasador, sin encontrar un solo bivalvo... Pero cuando todas las esperanzas prote¨ªnicas estaban perdidas..., llegaron las bajamares y con ellas el libre acceso a los mejillones. Gritos de felicidad resonaron en aquella playa desierta. Celebramos nuestra suerte a base de pasta con mejillones, arroz con mejillones, mejillones en escabeche, mejillones a la marinera (con mezcal y cilantro), uromakis de mejill¨®n, mejillones asados, fritos, al vapor... S¨ª, ten¨ªamos barra libre de mejillones, pero hab¨ªamos dejado la civilizaci¨®n hac¨ªa 20 d¨ªas y los dem¨¢s ingredientes se estaban acabando.
Cuando el recetario no daba para m¨¢s y hab¨ªa perdido la fe en mi creatividad, tuve un momento l¨²cido. Record¨¦, con precisi¨®n exacta, el fotograma de d¨ªas antes en el s¨²per, mi brazo tendido, apropi¨¢ndome de aquel kilo de ¡°Maseca¡± que me miraba, presidiendo la fila de sus iguales. Lo ten¨ªa, estaba claro: har¨ªa tamales marinos. Usar¨ªa el delicioso caldo del vapor de cocer los mejillones para hidratar la masa. Hay pocos caldos monoingrediente que me gusten m¨¢s que este. La falta de ¡°hoja¡± (la hoja de la mazorca que se usa como envoltorio para el tamal) no ser¨ªa un problema, usar¨ªa algas para momificar la masa y las cochas rematar¨ªan las labores de retenci¨®n. Ten¨ªa cebolla, ajo, aceitunas, tomate y una lata de mis adorados chipotles adobados. !La vida me sonre¨ªa!
El hambre, la monoton¨ªa y las pocas habilidades en la pesca, a veces, crean recetas excepcionales. ?Vivan las segundas oportunidades, vivan los torpes y vivan los tamales marinos!