Los problemas de Isabel II cuando la ficci¨®n se convierte en la realidad aceptada
Las historias que cuenta ¡®The Crown¡¯ sobre la reina y su familia generan malestar en palacio. Testigos de algunos hechos se quejan de su falta de rigurosidad
La cuarta temporada de la serie The Crown ha removido el recuerdo de las dos figuras que m¨¢s han dividido a la sociedad brit¨¢nica en las ¨²ltimas d¨¦cadas: Lady Di y Margaret Thatcher. No es casualidad que el t¨ªtulo escogido sea La corona, y no La reina, porque el prop¨®sito ¨²ltimo de una producci¨®n de factura millonaria y elegancia est¨¦tica exquisita es utilizar la ficci¨®n para entrar en la intimidad de una instituci¨®n, y de la familia que la habita, del ¨²nico modo posible: imaginando las escenas, los di¨¢logos y hasta los gestos de una historia que todo el mundo cree conocer ya y de la que tiene su propio veredicto.
A medida que la serie se ha ido acercando al presente, las heridas est¨¢n m¨¢s abiertas. Y tanto para los fervientes mon¨¢rquicos que defienden los esfuerzos de Carlos de Inglaterra por ser digno del trono que alg¨²n d¨ªa ocupar¨¢ como para los pol¨ªticos conservadores que mantienen vivo el legado de Thatcher, las licencias que se ha tomado el guionista y creador Peter Morgan han producido caricaturas injustas. ¡°A veces debes renunciar a la exactitud, pero nunca puedes renunciar a la verdad¡±, ha admitido el escritor. El historiador Hugo Vickers ha encontrado un fil¨®n en el trabajo de prospecci¨®n de la serie, y acumula los errores f¨¢cticos que, seg¨²n ¨¦l, restan rigor al relato.
Lord Mountbatten, quien ejerci¨® sobre el pr¨ªncipe de Gales una autoridad paterna, nunca le escribi¨® esa carta mezcla de cari?o y reproche antes de que el IRA le asesinara. La familia real no humill¨® con tanto escarnio a Margaret Thatcher en su visita al castillo de Balmoral. Carlos de Inglaterra nunca tuvo esa comunicaci¨®n tan fluida, casi diaria, con el amor de su vida, Camilla Parker Bowles, durante los primeros a?os de su matrimonio con Diana Spencer. O la reina, seg¨²n Vickers, no estuvo detr¨¢s de la filtraci¨®n al diario The Times que describ¨ªa a Thatcher como una persona ¡°insensible¡±. Vickers puede dedicarse el resto de su vida a seguir encontrando fallas en la serie ¡ªno le faltar¨¢ trabajo¡ª, pero como dec¨ªa la famosa frase del periodista Maxwell Scott en El hombre que mat¨® a Liberty Valance, ¡°cuando la leyenda se convierte en hechos, publicamos la leyenda¡±.
El director de The Times responsable de llevar a portada la tensi¨®n entre el palacio de Buckingham y Downing Street, Andrew Neil, ha escrito recientemente que Morgan intent¨® concertar con ¨¦l una cita para recabar datos sobre aquel episodio. ¡°Nunca volv¨ª a saber de ¨¦l. Quiz¨¢ estaba preocupado por que la realidad se pusiera en medio de su licencia dram¨¢tica, que es el modo elegante con que se denomina a veces al hecho de inventarse las cosas¡±, asegura Neil. Y, sin embargo, el periodista disculpa a la reina y rechaza que tuviera una intervenci¨®n directa en la filtraci¨®n, pero no tiene la menor duda de que su fuente ¡ªel entonces secretario de prensa de la Casa Real, Michael Shea¡ª ¡°reflejaba ampliamente la opini¨®n que la reina y otros miembros de su familia¡± ten¨ªan sobre la se?ora Thatcher.
Y Charles Moore, el bi¨®grafo oficial de la Dama de Hierro, que tambi¨¦n acumula gazapos en la descripci¨®n de un personaje que lleg¨® a conocer mejor que a s¨ª mismo, ha admitido que la interpretaci¨®n de Gillian Anderson es la ¨²nica que, hasta la fecha, le ha resultado convincente. ¡°La alteraci¨®n de los hechos se convierte en un problema serio cuando es una grosera injusticia con los personajes concretos, o cuando impide que la narrativa siga adelante. A fin de cuentas, la audiencia siempre va a pensar que lo que est¨¢ viendo es esencialmente la verdad. Solo cuando perciben que no es as¨ª, la trama se deshilacha¡±, ha dicho.
Y luego est¨¢ Diana. No hay d¨ªa en que la verja del palacio de Kensington no tenga algunas flores o tarjetas an¨®nimas para mostrar afecto a la que Tony Blair defini¨®, en un ejercicio de cursiler¨ªa de gran eficacia pol¨ªtica, como ¡°la princesa del pueblo¡±. Ni el palacio de Buckingham ni Clarence House (como se denomina la residencia de Carlos de Inglaterra) han hecho comentario alguno sobre la serie. No es habitual que la Casa Real entre al trapo. Para eso est¨¢n los tabloides. El Daily Mail ya se ha encargado de publicar el profundo disgusto que, seg¨²n sus allegados, tienen el pr¨ªncipe de Gales y su esposa, la duquesa de Cornualles, por regresar al papel de malvados de una historia que llevan m¨¢s de dos d¨¦cadas intentando dejar atr¨¢s. ¡°Se han dedicado a resucitar cosas ocurridas durante una ¨¦poca muy dif¨ªcil, hace 25 ¨® 30 a?os, sin pararse a pensar en los sentimientos de las personas. No es justo ni cierto¡±, ha proclamado desde el anonimato una de esas personas ¡°cercanas¡± a la pareja, que estos d¨ªas ve resucitar en las redes sociales un odio hacia Camilla Parker Bowles que pertenec¨ªa a ¨¦pocas pasadas.
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