El ducado de Lancaster: el otro reino de Carlos III con castillos, tierras, canteras y un hotel de lujo
Tras la muerte de Isabel II, el nuevo rey acaba de heredar un arcaico entramado de empresas que aglutina la fortuna privada de los Windsor con activos por valor de unos 730 millones de euros y grandes privilegios fiscales. Los brit¨¢nicos se preguntan si no deber¨ªa pagar el impuesto de sucesiones
Jorge VI fue el primero en referirse a la Casa de Windsor como The Firm (la empresa). La periodista y escritora Penny Junor y el historiador Ed Owens son algunos de los expertos en realeza que aseguran que el padre de Isabel II acu?¨® el t¨¦rmino cuando era solo un estudiante en Cambridge. Al parecer, el director de la universidad pill¨® al entonces pr¨ªncipe fumando y le exigi¨® ejemplaridad. ¡°Eres miembro de la familia real¡±, le habr¨ªa recriminado, a lo que el futuro rey respondi¨®: ¡°No somos una familia, somos una firma¡±. El monarca, un fumador empedernido que morir¨ªa el 6 de febrero de 1952 a causa de un c¨¢ncer de pulm¨®n, no se equivocaba. Los Windsor son due?os de uno los holdings m¨¢s antiguos del mundo, un grupo empresarial arcaico y arcano que se trasmite de monarca a monarca y cuya cartera de inversiones se puede rastrear hasta la Edad Media.
Enrique IV cre¨® este primitivo conglomerado en 1399 bajo el nombre de ducado de Lancaster a modo de seguro para sus sucesores. Desde entonces, los reyes del Reino Unido pueden perder su corona, pero no su fortuna. Ahora, Carlos III tiene que hacerse cargo de este entramado societario y de las cr¨ªticas y conjeturas que lo rodean. ?Deber¨ªa pagar el impuesto de sucesiones? ?C¨®mo repartir¨¢ los suculentos dividendos entre sus familiares?
El ducado de Lancaster aglutina desde hace seis siglos el patrimonio privado de los reyes brit¨¢nicos. Su principal finalidad es proveer a los monarcas de una fuente de ingresos independiente de la subvenci¨®n soberana, la partida presupuestaria que les proporciona el Estado por sus deberes oficiales. En el opaco mundo de las finanzas reales de los Windsor, la l¨ªnea divisoria entre los activos p¨²blicos y privados es borrosa. Desde el cuartel general del holding, un edificio de dimensiones ministeriales ubicado en la zona londinense de Westminster, se administran tierras y propiedades totalmente separadas de los activos de la Corona. En total, casi 19.000 hect¨¢reas repartidas en granjas y explotaciones agr¨ªcolas, canteras y minas de piedra arenisca, caliza y yeso para la construcci¨®n, castillos, desarrollos urban¨ªsticos y residenciales y locales comerciales a lo largo y a lo ancho de Inglaterra y Gales.
Seg¨²n datos publicados por el propio ducado en marzo de este a?o, el grupo controla actualmente activos por valor de 652 millones de libras (unos 730 millones de euros) y ha generado en el ¨²ltimo a?o beneficios netos de 24 millones de libras (27 millones de euros). Seg¨²n esos informes, la cartera comercial e inmobiliaria de los Windsor genera el 63% de los ingresos del ducado de Lancaster. Las explotaciones agr¨ªcolas solo aportan un 20% de los beneficios. Una de las joyas de la corona de este entramado es el solar donde se levanta el ic¨®nico hotel Savoy, uno de los alojamientos m¨¢s lujosos de Londres, a pocos metros de las oficinas donde La Firma administra su fortuna. El alquiler de este emblema de la hosteler¨ªa brit¨¢nica proporciona enormes ganancias a la familia real, que tambi¨¦n es due?a de otros edificios hist¨®ricos en esa elegante zona de la capital.
As¨ª que Carlos III no solo ha heredado de su madre una monarqu¨ªa que goza de cierta popularidad, sino tambi¨¦n un reino financiero que ha prosperado de manera espectacular en los ¨²ltimos 70 a?os. Cuando la reina de Inglaterra hered¨® el ducado de Lancaster, tras la muerte de su padre en 1952, este generaba un super¨¢vit anual de 100.000 libras. Medio siglo despu¨¦s, en el a?o 2000, la cifra ascend¨ªa a casi siete millones de euros, y en el ¨²ltimo ejercicio, a 27 millones. Los reyes no tienen derecho a tocar el capital del conglomerado, pero las rentas van a parar directamente a sus bolsillos.
El ducado de Lancaster no est¨¢ sujeto al impuesto de sociedades ni al de sucesiones, aunque en 1993 Isabel II decidi¨® empezar a pagar voluntariamente el gravamen sobre la renta, abonando al Tesoro brit¨¢nico un 40% de sus ingresos privados, sin importar su procedencia. Seg¨²n una encuesta realizada por YouGov, entre el 15 y el 16 de septiembre de este a?o, el 63% de los brit¨¢nicos cree que el nuevo monarca deber¨ªa pagar el impuesto sobre la herencia. Solo el 16% de los encuestados consideraba que no tiene que tributar por el inmenso patrimonio privado que acaba de recibir de su madre.
La Firma de los Windsor es como una criatura camale¨®nica que cambia de forma y color. A veces funciona como una entidad financiera privada, otras, como una instituci¨®n p¨²blica. En algunos momentos opera como un fideicomiso familiar, en otros, como un negocio comercial. Y siempre fuera del radar del riguroso escrutinio parlamentario. Si el ducado de Lancaster fuera totalmente privado, entonces, como cualquier otro bien personal, escapar¨ªa de la vigilancia del Parlamento. Pero si fuera completamente p¨²blico, entonces, como propiedad estatal, estar¨ªa exento de impuestos. La familia real se beneficia de lo mejor de ambos mundos.
Los reyes tienen derecho a gastar todo este dinero como deseen. Isabel II lo empleaba para mantener sus residencias privadas ¡ªSandringham, el castillo de Balmoral¡ª, sus caballos de carreras y los gastos personales de sus hijos y otros parientes. Seg¨²n la prensa brit¨¢nica, la reina proporcion¨® a su hijo el pr¨ªncipe Andr¨¦s, duque de York, una suma millonaria para que este pudiera pagar su defensa legal en el caso Epstein y el acuerdo al que lleg¨® con Virginia Giuffre para librarse de un juicio por abusos sexuales. ¡°Tiempos de incertidumbre para Andr¨¦s ahora que el rey Carlos ha tomado el control de los vastos ingresos del ducado de Lancaster¡±, informaba hace unos d¨ªas el Daily Mail. ¡°Independientemente de lo que Carlos decida sobre el futuro estatus de su hermano, es probable que sea menos generoso que su madre¡±, apuntaba el tabloide brit¨¢nico. Los reyes brit¨¢nicos pueden perder su corona, pero no su fortuna. Los familiares del soberano no gozan del mismo privilegio.
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