Chelo Garc¨ªa Cort¨¦s: ¡°B¨¢rbara Rey es mi debilidad: con ella descubr¨ª mi bisexualidad¡±
La periodista y fot¨®grafa, de 70 a?os, pionera de la informaci¨®n rosa en Espa?a y actual colaboradora de ¡®S¨¢lvame¡¯, confiesa en sus memorias que decidi¨® vivir sin frenos ni cortapisas tras el suicidio de su madre cuando ella ten¨ªa 11 a?os
Chelo Garc¨ªa Cort¨¦s est¨¢ concediendo entrevistas de promoci¨®n de su libro, Sin etiquetas, en la sede de Penguin Random House, su editorial, y, pese a su aparente aplomo, confiesa que le tiemblan las piernas ¡°de la verg¨¹enza¡± al ver su nombre junto a la n¨®mina de ilustres autores del cat¨¢logo de la casa. En realidad, aclara, ella no ha redactado sus memorias, sino que lo ha hecho la escritora de novela er¨®tica Alba Serrano, despu¨¦s de haberle contado su vida de pe a pa, hasta donde le ha dado la gana. Ese gesto de Chelo, identificando a la fuente sin ni siquiera ser requerida para hacerlo, delata a la periodista de toda la vida que sigue siendo, le pese a quien le pese su conversi¨®n en personaje de la misma cr¨®nica rosa, y a veces amarilla, que cultiva. La primera, a ella misma.
?Por qu¨¦ ha decidido contarnos su vida a estas alturas de la pel¨ªcula?
Porque creo que puede ser interesante para la gente joven que una mujer de 70 a?os diga: ¡°Soy bisexual, ?qu¨¦ pasa?¡±. Viv¨ª, enamorad¨ªsima, con Parada [el periodista de cr¨®nica rosa Jos¨¦ Manuel Parada] muchos a?os. Me cas¨¦ con Marta, mi mujer, en 2005, reci¨¦n aprobada la ley del matrimonio homosexual. Y no, no he cometido ning¨²n pecado. He sido libre toda mi vida en un contexto dif¨ªcil, pero, f¨ªjate, solo ahora saldr¨ªa a la calle con una pancarta a reivindicarlo, porque hay se?ores en el Parlamento que cuestionan mi libertad sexual, y, a estas alturas, por ah¨ª s¨ª que no paso.
?Qu¨¦ peajes tuvo que pagar por ser libre dentro y fuera de casa?
No ha sido f¨¢cil, pero tampoco voy a ir de v¨ªctima. He tenido suerte. No me gustan los colectivos, porque pienso que se puede ser uno mismo sin renunciar a vivir y, a la vez, ser solidario con los otros. Yo soy yo. Y, a m¨ª, lo que me marc¨® la vida fue la muerte de mi madre, enferma mental, que se suicid¨® cuando yo ten¨ªa 11 a?os. Aquello me rompi¨® la cabeza y el alma.
?C¨®mo las recompuso?
Me aferr¨¦ a mi padre, un hombre bueno de 43 a?os que, viudo y con dos hijos peque?os, rehizo su vida con una mujer estupenda, que ten¨ªa otras dos hijas. Pero esa no era mi familia. No tuve infancia. Me hice dura. Por eso, odio las comidas familiares, no soporto la Navidad. A m¨ª se me rompi¨® la vida el d¨ªa, un 22 de febrero, que una monja me dijo en el cole que mi madre se hab¨ªa matado y que el suicidio era pecado.
Y usted, la hija de la pecadora...
Mi madre estaba poco en casa, porque iba y ven¨ªa del psiqui¨¢trico, la cl¨ªnica L¨®pez Ibor de Madrid. La foto de mi primera comuni¨®n que est¨¢ en el libro es de las pocas en las que estoy con ella. Supongo, porque nunca lo supe, que padec¨ªa un trastorno bipolar. Pero yo no sab¨ªa nada y, cuando se suicid¨®, la culpaba y me culpaba. No entend¨ªa qu¨¦ le hab¨ªamos hecho. Me hice rebelde sin causa.
Bueno, causa ten¨ªa.
Pero f¨ªjate que yo cre¨ªa que no ten¨ªa causa, porque ten¨ªa padre y no me faltaba de nada. Yo era una ni?a bien: ped¨ªa una guitarra y ten¨ªa una guitarra, quer¨ªa ir a esquiar y esquiaba. Pero yo lo que quer¨ªa de verdad era irme de casa y vivir mi vida libremente. Con 18 a?os me fui a Orense, con mi abuela materna. Quer¨ªa sacarme el carn¨¦ de conducir y para eso ten¨ªa que hacer el servicio social en la Secci¨®n Femenina. Me destinaron a cuidar ancianos y, como no quer¨ªa, fing¨ª que me hab¨ªa roto un brazo esquiando. Me present¨¦ con un cabestrillo falso y, entonces, me mandaron a ayudar a Radio Mi?o. Al director le gust¨® mi voz y me cogi¨®. Ah¨ª conoc¨ª a Parada, me enamor¨¦ y empec¨¦ a vivir.
O sea, que la Secci¨®n Femenina la liber¨®.
Visto as¨ª, s¨ª [r¨ªe]. De Orense nos fuimos a Barcelona, y aquello s¨ª que fue la liberaci¨®n. All¨ª me abro a todo. A la pol¨ªtica, porque yo siempre he sido de izquierdas, y entonces la ciudad era la ventana a Europa y a la libertad sexual. La experimentaci¨®n sexual, en nuestro c¨ªrculo, era una forma de vida, y cuando vi que a Parada le atra¨ªan otros hombres, vi en peligro mi relaci¨®n y pens¨¦: ¡°Si t¨² puedes, yo tambi¨¦n¡±.
En el libro detalla tr¨ªos, y hasta quintetos.
Primero tengo un tr¨ªo con otro chico muy guapo que le gustaba a Parada. Me sent¨ª la reina de Saba, Cleopatra. Y lo del quinteto fue con tres chicos, B¨¢rbara Rey, que vivi¨® una temporada con Parada y conmigo, y yo. Los chicos se quedaron alucinados con B¨¢rbara y conmigo. Fue algo puntual. Sucedi¨®. Y fue precioso. Me levant¨¦ de esa cama sin ninguna sensaci¨®n de haber hecho nada malo. Yo le he dado normalidad en mi vida a cosas que para otras personas no eran normales, pero para m¨ª s¨ª. No me asust¨¦.
Como el presidente Adolfo Su¨¢rez, que dec¨ªa que hab¨ªa que ¡°elevar a normal lo que a nivel de calle era normal¡±.
Es que fue as¨ª. Yo ten¨ªa 27 a?os. Mi padre ven¨ªa a visitarnos a Barcelona y, aunque sab¨ªa que Parada y yo ¨¦ramos pareja sin casarnos, esos d¨ªas dorm¨ªamos separados, por respeto. Eso s¨ª, no le dije a mi padre que mi primera vez con una mujer fue con B¨¢rbara. ?C¨®mo iba a dec¨ªrselo a ¨¦l, que era un seductor, y que me dec¨ªa que vaya piernas que ten¨ªa mi amiga? Luego conoci¨® a mi mujer, Marta, y supo todo.
?Se enfad¨® cuando B¨¢rbara Rey cont¨® su ¡°noche de amor¡± en directo en ¡®S¨¢lvame¡¯ sin su conocimiento?
F¨ªjate que yo lo hab¨ªa negado previamente, por protegerla. Pero no, porque adoro a B¨¢rbara, es mi debilidad, mi amiga del alma. Con ella descubr¨ª mi bisexualidad, aunque tambi¨¦n tengo que decir que no me desenamor¨¦ de Parada hasta que volv¨ª a enamorarme, de Marta, mi mujer.
Mar¨ªa del Monte no reconoci¨® su homosexualidad hasta que fallecieron sus padres, quiz¨¢ tambi¨¦n por ese respeto del que usted habla. ?Cree que hay m¨¢s folcl¨®ricas en el armario?
No me gusta el concepto armario. Yo el armario lo uso para la ropa. Pero s¨ª. Ese respeto, que puede que los j¨®venes no entiendan, era as¨ª en esa ¨¦poca. Los m¨ªos siempre lo han sabido. Creo que hay algunas artistas en ese armario del que hablas, y otras murieron sin hablar abiertamente de su sexualidad. De su libertad sexual. F¨ªjate que creo que, en ocasiones, hay m¨¢s bifobia que homofobia en seg¨²n qu¨¦ c¨ªrculos.
?En serio?
S¨ª. Sobre todo en los hombres gais, respecto a las mujeres bisexuales. Compa?eros m¨ªos de mi programa, S¨¢lvame, me hac¨ªan bromas cada vez que ven¨ªa una invitada famosa, como si me tuvieran que gustar todas las mujeres por ser bisexual. Eso es bifobia y machismo. Mi mujer, Marta, me dec¨ªa que a ella no le importa, porque sabe qui¨¦n y c¨®mo soy, pero yo me cabreaba como una mona. Desde que he aprendido a re¨ªrme, han dejado de hacerlo.
?Cree que, a veces, en ¡®S¨¢lvame¡¯ se roza el porno emocional con los famosos y los colaboradores?
El porno emocional se practica en todos los medios.
Desarrolle eso, por favor.
No creo que El hormiguero o ciertos debates de radio y de televisi¨®n sean m¨¢s serios que los colaboradores de S¨¢lvame. Se chillan igual que nosotros.
Una cosa es chillar y otra sacar a la luz miserias de la vida privada del pr¨®jimo, incluidos los compa?eros.
?Y las redes sociales? Eso s¨ª que es porno. Y encima no te puedes defender porque se hace desde el anonimato. Mira, yo he tenido la suerte de conocer una prensa del coraz¨®n que ha muerto, yo eleg¨ª una forma de trabajar basada en la confianza con la fuente, y la mantengo. Yo sab¨ªa de siempre, por ejemplo, qui¨¦n era el padre del hijo de Concha Velasco y no lo dije. Jam¨¢s ense?o un wasap privado. Ni cuento cosas que s¨¦ por la confianza que he establecido con el personaje, salvo que ¨¦l lo cuente antes. Hay quien usa otros m¨¦todos, como grabar conversaciones privadas sin permiso, y cree que sabe m¨¢s que t¨². No, perdona. Yo s¨¦ muchas cosas, pero no las cuento. Yo, por ejemplo, lo s¨¦ todo de B¨¢rbara Rey.
?Incluido su romance real?
To-do. Igual que ella sabe mi vida, yo s¨¦ la suya. Pero jam¨¢s dir¨¦ nada que ella, ni nadie, haya dicho. Mi silencio no tiene precio.
Tambi¨¦n usted mut¨® en personaje al que sacar trapos sucios.
Me ha costado mucho entenderlo. He perdido libertad. Llevo a?os sin ba?arme en la playa para que no me saquen en ba?ador, por ejemplo.
La he visto sufrir en directo.
A m¨ª la tele me ha producido mucho dolor. Me ha costado adaptarme. S¨¢lvame es una forma distinta de hacer coraz¨®n, muchos dicen que no lo ven, y lo ven. Es cierto que toqu¨¦ fondo. Pero cuando [en 2019] fui a concursar a Supervivientes all¨ª, sola, en Honduras, lejos de todo, me explot¨® la cabeza y lo vi todo muy claro. He aprendido que, cuando se meten conmigo, tengo que re¨ªrme. Que, cuanto m¨¢s te enfadas, si eso funciona en la audiencia, m¨¢s te pinchan. Ahora me r¨ªo.
?Por qu¨¦ sigue, entonces?
Porque quiero y porque, econ¨®micamente, tengo que seguir trabajando. La fama me da igual. Ya no me afecta. Puede ser que el trabajo me deje a m¨ª, pero yo no voy a dejar el trabajo.
'SIN ETIQUETAS'
Sin etiquetas, el título de las recién publicadas memorias de Chelo García Cortés (Orense, 70 años), periodista y fotógrafa pionera de la crónica social en España y colaboradora del programa Sálvame, resume la vida de una mujer que se atrevió a ser libre “en un contexto difícil”. Realizó el servicio social de la Sección Femenina en la radio y eso, paradójicamente, la liberó. Convivió con un hombre muchos años. Vivió la apertura y el desenfreno cultural, social y sexual de la Barcelona de los años setenta. Estrenó el matrimonio homosexual casándose con Marta, su mujer desde hace 30 años. Cultivó amistad con muchos de los personajes a los que entrevistaba y retrataba para las revistas del corazón. Desde hace años, es colaboradora habitual de Sálvame.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.