El Museo Nacional de Z¨²rich, o por qu¨¦ la mejor forma de hacer arquitectura junto a un edificio hist¨®rico es no parecerse en nada a ¨¦l
El proyecto de los j¨®venes arquitectos Emanuel Christ y Christoph Gantenbeim, concluido en 2016, es un prisma de hormig¨®n que evoca la sede decimon¨®nica del museo y el paisaje de los Alpes suizos
Un d¨ªa de 1993, un joven llamado Markus Freitag lleg¨® a su piso de Z¨²rich con un trozo de lona industrial como las que cubren los tr¨¢ilers de los camiones que hab¨ªa encontrado en un almac¨¦n. ¡°Voy a hacer una bolsa con esto¡±, le anunci¨® a su compa?ero. Un par de meses despu¨¦s, nac¨ªa la marca Freitag, tan famosa en todo el mundo que, de hecho, la primera bolsa Freitag est¨¢ expuesta en el MoMA. Y es una marca famosa precisamente porque todos sus productos est¨¢n fabricados con material estrictamente reciclado: lona de camiones, c¨¢maras de bicis y tela de cinturones de seguridad. Por eso, cuando en 2006 pensaron en construir su tienda m¨¢s importante, hicieron lo mismo: reusar material y reusar memoria. As¨ª se levant¨® la Freitag Tower, que no es una tienda chic en el centro de la ciudad; es una suerte de ¡°rascacielos¡± de 26 metros de altura construido con 19 contenedores mar¨ªtimos instalado en la misma zona industrial de Z¨²rich-West donde naci¨® la idea original de la marca. ?Pero qu¨¦ pasa cuando no se puede reciclar el material?
En otra zona tambi¨¦n industrial, al norte de la ciudad, est¨¢ el parque MFO, un descomunal tejido vegetal que se levanta como un bosque urbano que se puede visitar en todas sus alturas, paseando entre copas y ramas a 15 metros del suelo e incluso sent¨¢ndote a charlar all¨ª arriba. Esa condici¨®n a¨¦rea hace del MFO un parque ¨²nico en el mundo, pero tal vez su caracter¨ªstica m¨¢s notable est¨¢ en el nombre, porque el parque se levanta exactamente en la traza de una antigua nave industrial de la empresa MaschinenFabrik Oerlikon, de ah¨ª las siglas. Adem¨¢s, la ocupaci¨®n de la traza es genuinamente exacta porque el MFO no solo repite la planta de la antigua f¨¢brica, sino que se dibuja sobre toda la envolvente tridimensional. El parque reutiliza el suelo y dialoga con el tiempo a trav¨¦s de la silueta de lo que all¨ª hab¨ªa.
En realidad, Z¨²rich lleva mucho tiempo siendo un referente para la arquitectura y el arte contempor¨¢neo, desde las vidrieras de Marc Chagall en la iglesia de Fraum¨¹nster hasta la ampliaci¨®n del Kunsthaus del ¨²ltimo Premio Pritzker, David Chipperfield, pasando por el Pabell¨®n Le Corbusier, que es la ¨²ltima obra que construy¨® el maestro suizo o la estaci¨®n ferroviaria de Stadelhofen, uno de los primeros edificios de Santiago Calatrava y, sin duda, de los mejores. Sin embargo, en las ¨²ltimas d¨¦cadas se han levantado varias obras que apuestan por algo que ya es esencial en la arquitectura actual y lo ser¨¢ a¨²n m¨¢s en el futuro: la reutilizaci¨®n. Los ejemplos de la Freitag Tower y el parque MFO son los m¨¢s visibles, pero quiz¨¢ el m¨¢s sensible es el de la ampliaci¨®n del Museo Nacional de Z¨²rich.
En 2002, el Landesmuseum, el Museo Nacional de Suiza, convoc¨® un concurso para la ampliaci¨®n de su edificio en Z¨²rich. Era un reto muy complejo por dos razones. Por un lado, se trataba del museo m¨¢s importante del pa¨ªs, el museo de historia de Suiza. Adem¨¢s, aunque el edificio antiguo se les hab¨ªa quedado peque?o, era una obra esencialmente perfecta. El antiguo Museo Nacional es un edificio historicista de finales del siglo XIX proyectado y construido en una mezcolanza de estilos neog¨®ticos y neomedievales particularmente aut¨®ctona. Tan aut¨®ctona que incluye fachadas con mosaicos de la gesta de Guillermo Tell, adem¨¢s de otras haza?as helv¨¦ticas.
Y aunque ahora es un edificio muy querido en la ciudad, en el momento de su construcci¨®n, en 1889, no estuvo exento de controversias precisamente por ese eclecticismo. Sin embargo, ese popurr¨ª, esa mezcla de estilos y ese aspecto era en realidad perfecto para resumir un pa¨ªs cuya estructura e historia es precisamente la de una mezcla ecl¨¦ctica. De alguna manera, la antiqu¨ªsima estructura federal cantonal, la complej¨ªsima geograf¨ªa helv¨¦tica, los cuatro idiomas oficiales se ve¨ªan muy bien reflejados en un edificio que parec¨ªa construido como amalgama de todas esas cosas.
As¨ª que cuando, a principios de este siglo, los jovenc¨ªsimos arquitectos Emanuel Christ y Christoph Gantenbeim enviaron su propuesta para el concurso de la ampliaci¨®n, tomaron una decisi¨®n tan compleja como radical: el nuevo edificio ser¨ªa completamente distinto al antiguo y, a la vez, esencialmente id¨¦ntico. Completamente distinto porque la arquitectura del siglo XXI no puede mimetizarse con la del XIX, es hija de su tiempo y como tal debe entenderse. Pero esencialmente id¨¦ntico porque apostaron por la reutilizaci¨®n de algo fundamental en un museo que cuenta la historia de un pa¨ªs: su memoria.
Y ganaron. Ganaron con un prisma de hormig¨®n quebrado y anguloso, que se adhiere al antiguo edificio como una especie de par¨¢sito amable, porque solo lo toca en dos puntos. Aunque parezca que lo invade, en realidad la nueva ampliaci¨®n dialoga con el antiguo edificio. Lo complementa y, literalmente, lo completa. Ese di¨¢logo se aprecia de forma expl¨ªcita en decenas de decisiones que beben exactamente del antiguo museo. Hay una muy evidente: la arena del hormig¨®n empleado en la fachada es de la misma caliza que la fachada de la construcci¨®n original y, por eso, el color de ambos vol¨²menes es pr¨¢cticamente el mismo. Pero tambi¨¦n lo completa porque el recorrido del museo, que antes era en U y obligaba a darse la vuelta y volver sobre los mismos pasos, ahora es un bucle de trayecto infinito.
No es solo una cuesti¨®n arquitect¨®nica o espacial, sino una pura narraci¨®n sobre la historia. El antiguo edificio nos habla de la complejidad del pa¨ªs y de la propia Z¨²rich, pero cuando se entra en la parte nueva, el visitante se da cuenta de que esos quiebros y esos ¨¢ngulos del prisma no reflejan solo el pasado, sino que son la realidad f¨ªsica de Suiza. Cuando alguien piensa en el pa¨ªs helv¨¦tico, lo primero que habitualmente le viene a la cabeza es la orograf¨ªa monta?osa de Suiza, definida por los Alpes. Y para reflejar esa met¨¢fora alpina en el coraz¨®n de Z¨²rich, Christ y Gantembeim plantean un camino de subidas y bajadas, de escaleras monumentales que recuerdan al pico Dufour o al Jungfrau.
Y ese mismo recorrido monta?oso del interior se refleja en la silueta quebrada y puntiaguda que, nuevamente, dialoga con las cubiertas inclinadas del antiguo edificio y, de hecho, no podr¨ªa existir sin ¨¦l, porque solo cobra sentido junto a ¨¦l.
Hay algo m¨¢s en todo ese recorrido por la arquitectura y la memoria. Justo desde uno de los patios, al lado de un giro que toma el edificio para no derribar unos ¨¢rboles preexistentes, hay un banco. Si el visitante se sienta y mira hacia arriba, se dar¨¢ cuenta de que esa silueta angulosa no es casual y no es solo un di¨¢logo con las cubiertas del antiguo museo. Esa silueta angulosa de la ampliaci¨®n del Landesmuseum de Z¨²rich es la silueta de los Alpes, como si la memoria completa del pa¨ªs estuviese condensada en el edificio por el que acaba de pasear.
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