La retorcida historia del ¡°pa¨ªs¡± de ocho metros de di¨¢metro que descansa en un parque de Viena
El artista Edwin Lipburger declar¨® la independencia de la Rep¨²blica de Kugelmugel tras una disputa con las autoridades austriacas sobre el permiso para la construcci¨®n de una vivienda de forma esf¨¦rica
En medio del Prater de Viena, emblem¨¢tico parque de atracciones de la capital austriaca, hay una esfera de madera de ocho metros de di¨¢metro. No es una casa ni un pabell¨®n; es un pa¨ªs, el m¨¢s peque?o del mundo. Esta es la historia de la Rep¨²blica de Kugelmugel, pero a diferencia de la mayor¨ªa de naciones, su relato fundacional no trata de emancipaciones gloriosas ni grandes haza?as b¨¦licas. Es una historia de arte y desobediencia.
Una ma?ana de 1971, el artista Edwin Lipburger sali¨® a un prado de su propiedad en la Baja Austria, uno de los nueve Estados del pa¨ªs, a unos 100 kil¨®metros de Viena. All¨ª excav¨® un agujero y coloc¨® en ¨¦l un grueso pilar de madera. Su intenci¨®n era construir un taller para pintar y hacer cosas de artista pero, aparentemente, no le val¨ªa con una caba?a y quiso hacer un taller verdaderamente art¨ªstico: una bola. Una esfera de 7,68 metros de di¨¢metro construida sin apoyo exterior; solo ese gran pilar central hasta la mitad, que sujetaba el forjado, el suelo interior de la esfera, y una serie de cuadernas para conformar la superficie exterior. Y como era un artista, a su taller le puso un nombre muy de performance de los a?os setenta: SPHAERA 2000.
Una vez terminada la estructura, incluyendo un puente levadizo para el acceso y varias ventanas, Lipburger forr¨® el exterior de la esfera con chapas de zinc para protegerla de la intemperie. Pero hab¨ªa un peque?o problema: Lipburger hab¨ªa construido su bola de madera sin licencia de obra ni ning¨²n permiso de construcci¨®n. Por muy art¨ªstico que fuese el concepto, la esfera tra¨ªa problemas legales y al poco de terminarla, se presentaron por all¨ª un par de t¨¦cnicos municipales para pedir la documentaci¨®n pertinente. El artista dijo algo as¨ª como que el arte no conoce de licencias. Los t¨¦cnicos le dijeron que no solo ten¨ªa que pagar la licencia de la excavaci¨®n y la construcci¨®n, sino que, adem¨¢s, deb¨ªa tirar la bola porque resulta que, por seguridad, en Austria no estaban permitidos los edificios con forma esf¨¦rica. A lo que Lipburger respondi¨®: ¡°Pues me voy de Austria¡±. No se fue a otro pa¨ªs con la bola de marras; decidi¨® que la esfera ser¨ªa otro pa¨ªs. Y Lo llam¨® Kugelmugel, lo cual vendr¨ªa a traducirse como Montebola.
Lipburger plant¨® unos carteles y declar¨® la esfera primero el d¨¦cimo Estado de Austria y despu¨¦s, directamente, Rep¨²blica Independiente. Tal fue su compromiso que lleg¨® a colocar unas se?ales en la carretera y hasta una garita aduanera con un paso fronterizo. En realidad, se supon¨ªa que el asunto no era m¨¢s que una performance art¨ªstica... salvo que, cuando Hacienda fue a casa de Lipburger a recaudar los impuestos de 1972 y 1973, el artista dijo que ¨¦l no era austriaco, era ciudadano de la Rep¨²blica de Kugelmugel y all¨ª no hab¨ªa impuestos. Dec¨ªa que pasaba de impuestos y de Austria, un pa¨ªs de fascistas. Y de hecho, estuvo ocho a?os sin pagar.
Tras esos ocho a?os, en 1979, el Gobierno austriaco le conden¨® a medio a?o de c¨¢rcel. Por supuesto, Lipburger no ingres¨® voluntariamente en prisi¨®n; ¨¦l se consideraba era un artista de verdad y un m¨¢rtir de su arte y de la Rep¨²blica de Kugelmugel. En vista que la detenci¨®n se antojaba complicada, para all¨¢ que fueron guardias armados y perros y un estupendo despliegue policial en su busca y captura. Y le capturaron. Y fue a la c¨¢rcel. Y se montaron campa?as y protestas pidiendo su liberaci¨®n que salieron en todos los peri¨®dicos. Y con toda esta performance (provocada o involuntaria) la Rep¨²blica de Kugelmugel se gan¨® un buen mont¨®n de fans y de gente que ped¨ªa la ciudadan¨ªa, aunque fuese un pa¨ªs ficticio a todos los efectos.
Tras pasar diez semanas en prisi¨®n, y viendo la repercusi¨®n que adquir¨ªa la historia, el canciller Kirchschl?ger indult¨® a Lipburger con una condici¨®n: deb¨ªa ceder la propiedad de Kugelmugel al Estado. ?l dijo que s¨ª, pero que le dejasen seguir usando la esfera como instalaci¨®n art¨ªstica, petici¨®n a la que el Gobierno accedi¨®. En 1980, transportaron Kugelmugel al Prater de Viena, donde dejaron que Lipburger y su hijo Nikolaus siguiesen la performance.
?Y en qu¨¦ ha consistido la performance durante estos 43 a?os? Pues en que alrededor de la esfera de Kugelmugel hay una alambrada de espino y una garita aduanera y, como despecho, la direcci¨®n oficial de la esfera no es el Prater de Viene, sino el n¨²mero 2 de la Antifaschismusplatz, la Plaza del Antifascismo. Es m¨¢s, se siguen considerando Rep¨²blica con su bandera y sus s¨²bditos. Bandera que, por cierto, es la inversa de la austriaca (blanco-rojo-blanco) con un escudo perfectamente autoexplicativo: Lipburger amordazado. Tambi¨¦n cuentan con embajada oficial en Austria y consulado de cultura, cuya sede compartida, haciendo honor a lo ebrio de toda esta historia, resulta que est¨¢ una cervecer¨ªa.
Edwin Lipbuger muri¨® en 2015, pero su legado no solo continu¨® en su hijo Nikolaus sino en unos cuantos de los 600 ciudadanos con los que cuenta el pa¨ªs que se invent¨®. A d¨ªa de hoy, Kugelmugel es una peque?a sala de exposiciones que se puede visitar. Se desconoce si este era el destino que so?¨® Lipburger para su creaci¨®n, pero es uno de los numeros¨ªsimos atractivos tur¨ªsticos de Viena. Y quiz¨¢ su historia m¨¢s extra?a. La historia de un pa¨ªs con forma de bola que mide menos de 25 metros cuadrados. Un pa¨ªs que cabe dentro de una casa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.