La McBarcaza: el mayor traspi¨¦s (flotante) de McDonald¡¯s sigue a la deriva 36 a?os despu¨¦s
En plena guerra con Burger King, McDonald¡¯s inaugur¨® en 1986 un barco que transmitiese un aura de elegancia y ostentaci¨®n acorde a las demandas de los nuevos ¡®yuppies¡¯. No tard¨® en ser abandonado
Interior. Noche. El futuro del mundo se decide en una barcaza aparentemente abandonada, claramente anodina y desde luego destartalada. Ning¨²n espectador, al ver la pel¨ªcula a la que pertenece esta escena, Blade Trinity (2004), imaginar¨ªa que la localizaci¨®n en la que est¨¢ rodado todo eso ha sido alguna vez un McDonald¡¯s. Amarrado durante d¨¦cadas en el fiordo de Burrard Inlet, en la ciudad de Vancouver, el nav¨ªo popularmente conocido como McBarge (en espa?ol, McBarcaza) aloj¨® un restaurante McDonald¡¯s con motivo de la Expo 1986 celebrada en Canad¨¢, para despu¨¦s convertirse en un molesto armatoste del que la franquicia no quiso saber nada, que, sin embargo, ha seguido ah¨ª, sobre el agua, visible para los vecinos de la zona. Ha sido vandalizado y fotografiado como caro vestigio de un tiempo donde las vacas gordas y el capitalismo salvaje de la marca Reagan llevaba, simplemente, a algunas empresas a tomar decisiones financieras poco mesuradas.
En el ¨¢mbito de la comida r¨¢pida, los ochenta fueron la d¨¦cada de las llamadas Burger Wars (literalmente, las guerras de la hamburguesa). La cadena Burger King avanzaba con paso firme en su expansi¨®n territorial y comenz¨® a emplear una ret¨®rica agresiva en sus anuncios, aludiendo de forma directa a McDonald¡¯s y burl¨¢ndose del tama?o de sus productos. Sumado a la proliferaci¨®n de otros restaurantes como Wendy¡¯s o Hardee¡¯s, la tensi¨®n del mercado obligaba a las empresas a moverse constantemente, ya fuera con contracampa?as, ofertas muy parecidas a las de la competencia o nuevos y llamativos reclamos que las diferenciasen, aunque las inversiones no les diesen la raz¨®n: Burger King tuvo que reducir plantilla a consecuencia del desgaste econ¨®mico de las Burger Wars. McDonald¡¯s logr¨® seguir a la cabeza, aunque la McBarcaza y los 12 millones de d¨®lares que, seg¨²n Business Insider, cost¨® (equivalente a 26 millones de d¨®lares actuales, algo menos de 23 millones de euros) son la prueba flotante de que, en el curso de esa guerra, nadie ley¨® a Sun Tzu.
Con una dimensi¨®n de 57 metros de largo, la McBarcaza era una ambiciosa apuesta de McDonald¡¯s, que, aprovechando el concepto de la Expo 86 sobre tecnolog¨ªa y dise?o del futuro, trataba, sin perder la esencia low cost, de proyectarse hacia clientes que se le escapaban. El elegante acabado de sus suelos de madera, la est¨¦tica n¨¢utica de los uniformes, ostentosos maceteros y luces estilo ojos de buey pretend¨ªan transmitir una idea de lujo asequible, capaz de aunar a su p¨²blico de siempre y a los nuevos yuppies. Y no puede decirse que fuera, ni mucho menos, un fracaso: durante el tiempo que estuvo funcionando (lo que dur¨® la Expo: poco m¨¢s de un verano), se estima que sirvi¨® unas 1.500 comidas al d¨ªa, cifras muy superiores a la media de la ¨¦poca y cercanas al est¨¢ndar contempor¨¢neo en Norteam¨¦rica.
Llamado realmente Friendship 500, por tratarse del local n¨²mero 500 de McDonald¡¯s en Canad¨¢, la arquitectura naval fue obra de la compa?¨ªa ingeniera nacional Robert Allan Ltd., la construcci¨®n corri¨® a cargo de Cefer Floating Structures y el restaurante fue dise?ado por la empresa Waisman, Dewar, Grout & Carter. Se arm¨® con hormig¨®n, acero y paneles alucobond (un compuesto de aluminio con un agregado mineral inflamable), y no contaba con partes m¨®viles. Las dos cocinas, a diferencia del resto de establecimientos de McDonald¡¯s, estaban ocultas y la comida llegaba a trav¨¦s de una cinta transportadora. A su vez, la McBarcaza contaba con una embarcaci¨®n auxiliar, Tiny Tug (Mini Remolque), que se encargaba de recoger los desechos.
Friendship 500 no fue el primer restaurante flotante de McDonald¡¯s, puesto que en 1980 ya se hab¨ªa inaugurado otro en la ciudad de San Luis, Misuri. No obstante, aquel no era realmente un barco aut¨®nomo, sino una estructura dise?ada para parecerse a un bote que se situaba sobre otro barco, y que se cerr¨® en el 2000 por su estado de deterioro. Durante la Expo 86 la compa?¨ªa anunci¨® su intenci¨®n de extender el modelo por todo el pa¨ªs pero la McBarcaza de Vancouver qued¨® en desuso, amarrada al estrecho de False Creek hasta que, en 1991, el propietario del espacio donde se ubicaba exigi¨® a la compa?¨ªa que lo retirase. A diferencia de otras construcciones presentadas en la exposici¨®n, como la l¨ªnea de transporte SkyTrain o el estadio multiusos BC Place, la historia del restaurante termin¨® ah¨ª y no pudo engrosar la lista de locales extra?os de McDonald¡¯s repartidos por el mundo, como el de la bah¨ªa de Guant¨¢namo en Cuba, rodeado de alambre de espino al servir exclusivamente a los militares de la base estadounidense, el situado dentro de un avi¨®n en Taupo (Nueva Zelanda) o el de Roswell, dise?ado a modo de nave espacial por el gran historial de supuestos avistamientos de OVNIs en la ciudad.
Howard Meakin: un hombre y su sue?o
¡°Al final, ?la paciencia y la persistencia ganan!¡±, dice a ICON Design el actual propietario de la McBarcaza, Howard Meakin, un promotor y agente inmobiliario canadiense que contaba, precisamente, con McDonald¡¯s entre sus clientes. Meakin lleva m¨¢s de 20 a?os tratando de dar una salida a su adquisici¨®n, despu¨¦s de comprarlo cuando la compa?¨ªa lo remolc¨® desde False Creek hasta el fiordo de Burrard Inlet, donde ha permanecido en situaci¨®n de semiabandono hasta 2015. En estos momentos, se ubica en el distrito de Maple Ridge. Durante ese tiempo, han sido varios los proyectos que se han organizado en torno al nav¨ªo: su propietario ha tratado de impulsar en ¨¦l un centro de ocio con un restaurante de mariscos ¡ªy una terminal para hidroaviones incluida¡ª, un espacio educativo y de entretenimiento sobre los oc¨¦anos o, ahora, una atracci¨®n tur¨ªstica cultural, cuyos emplazamiento y caracter¨ªsticas no han sido a¨²n aclarados por los acuerdos y autorizaciones medioambientales a¨²n pendientes de resolverse.
Sin embargo, por ahora, el ¨²nico que ha llegado a buen puerto ha sido el rodaje de Blade Trinity. Meakin lamenta que muchos inversores interesados ¡°no entiendan el coste de la restauraci¨®n¡± (se calcula que de 4,5 millones de d¨®lares, en euros unos 4,1 millones, seg¨²n se anunci¨® en 2016 con vistas al inicio de otro proyecto interrumpido), adem¨¢s de las trabas burocr¨¢ticas y la oposici¨®n vecinal. Por ejemplo, seg¨²n ¨¦l, su idea del restaurante, bautizado como Esturiones en el Fraser en alusi¨®n al r¨ªo sobre el que se ubicar¨ªa, no sali¨® adelante ¡°por la preocupaci¨®n sobre el ruido de los motores de los hidroaviones¡± y tambi¨¦n porque los abor¨ªgenes Matsqui pidieron al Ayuntamiento que, a cambio de darle luz verde, mejoraran el alcantarillado de sus tierras, algo a lo que la administraci¨®n se opuso.
Los planes del empresario pasan ahora porque se reconozca a la McBarcaza como un icono de Vancouver. En la actualidad, existe un grupo de Facebook con 3.800 nost¨¢lgicos de la embarcaci¨®n, que comparten casi diariamente sus recuerdos y fotograf¨ªas de los apenas cinco meses que el barco oper¨® como un restaurante McDonald¡¯s durante la Expo. Se present¨® tambi¨¦n una petici¨®n para que declararlo Lugar Hist¨®rico, pero solo obtuvo 185 firmas. De la misma manera, otros se han mostrado bastante menos entusiastas por la resistencia del buque, hasta el punto de considerarlo basura mar¨ªtima: el periodista Bob Kronbauer, fundador del peri¨®dico local Vancouver is Awesome, declar¨®, en una dura columna publicada en octubre del pasado a?o, estar ¡°cansado de ver el decr¨¦pito barco¡± y que el ¨²nico lugar donde deb¨ªa estar era ¡°el fondo del mar¡±.
La McBarcaza, no obstante, no se conserva mal. M¨¢s all¨¢ del desuso, el robo de materiales y los destrozos, su estructura ha demostrado ser de calidad y aguantar muy bien el paso del tiempo, como puede verse en un v¨ªdeo reciente del canal Bright Sun Films grabado dentro del nav¨ªo, con la autorizaci¨®n de su propietario. ¡°Afortunadamente, el hormig¨®n tiene una longevidad de, por lo menos, 100 a?os¡±, explica a ICON Design Howard Meakin, que cifra en 12.000 (y no en las 1.500 que dicen las fuentes de la ¨¦poca) las comidas diarias que se serv¨ªan en el antiguo McDonald¡¯s de la Expo 86, por el que qued¨® ¡°sorprendido¡± cuando lo visit¨®. Seg¨²n recuerda, la McBarcaza tuvo hasta 130 trabajadores en sus cocinas.
Aunque el plan para convertirlo en una atracci¨®n marina con el apoyo del explorador y cient¨ªfico Phil Nuytten quedara tambi¨¦n paralizado por, como afirma Meakin, no conseguir que el due?o del muelle donde iba a emplazarse le concediera un contrato de arrendamiento de 50 a?os, el empresario no se rinde. Si bien las cuentas en redes sociales (orgullosamente llamadas, de forma oficial, McBarge) que se abrieron durante ese relanzamiento en falso permanecen paralizadas, Meakin asegura a ICON Design que est¨¢ adquiriendo unos terrenos para poder por fin sacar partido a ¡°esta plataforma ideal¡±, a la que en el v¨ªdeo de Bright Sun Films acababa describiendo como ¡°mascota molesta¡±: ¡°Tardar¨¢ unos dos a?os, pero va a ocurrir. Quiero verlo funcionar mientras yo estoy vivo¡±.
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