Miqui Otero: ¡°La vida casi siempre nos transforma en adultos mediocres¡±
La voz juvenil de una generaci¨®n barcelonesa ha cumplido los 40. Eso podr¨ªa ser una mala noticia, pero no. ¡®Sim¨®n¡¯, su nuevo libro, suma sensatez al entusiasmo
Hace cuatro an?os, cuando publico? su tercera novela, Rayos, Miqui Otero describi?a a su generacio?n como la de ¡°los que seguimos saliendo de noche y emborracha?ndonos mientras esperamos la carta certificada que nos confirme que ya somos adultos¡±. Pues la carta ha llegado. Acaba de cumplir 40 an?os. Llega tarde a nuestra cita en la barcelonesa plaza Tetua?n, pero tiene una excusa impecable: viene de vacunar por vez primera a su hija de tres meses, nacida con el desconfinamiento. Minutos despue?s, ya con un par de cervezas sobre la mesa, el escritor, periodista y promotor cultural rompe a hablar sobre la novela que presenta estos di?as, Simo?n (Blackie Books), una historia de ambiciones juveniles, amor por la lectura y suen?os de infancia truncados. Una novela que renuncia en gran medida a los referentes pop y el humor coyuntural de sus tres libros anteriores. Una obra ¡°de madurez¡±, aunque Otero deteste la palabra: ¡°Aborrezco el si?ndrome del rockero trasnochado¡±, nos cuenta, ¡°ese renunciar al rock y montarte una gira por teatros en la que recitas poemas rancios¡±. Simo?n es fruta madura, pero solo por imperativo biolo?gico: ¡°La vida te va haciendo quemar etapas y te impone responsabilidades. Pero, como deci?a Chesterton, la patata nueva supera con frecuencia a la patata madura: de hecho, los mejores a?lbumes de la historia de la mu?sica popular los escribieron artistas de poco ma?s de 20 an?os que se asomaban al juego de la vida sin conocer sus reglas¡±. Otero se ha propuesto crecer ¡°sin perder el entusiasmo¡±. Pero se resiste a ¡°revolcarse en la nostalgia como un feliz gorrino¡±.
De eso trata Simo?n. De asumir las consecuencias de las propias decisiones. De crecer sin traicionarse del todo. Y de fracasar. El escritor asume con naturalidad que sus personajes colapsan porque ¡°si la u?nica medida del triunfo es el e?xito material, casi todos los que somos de ori?genes modestos acabamos fracasando¡±. Sucumbir es la norma y la excepcio?n es el e?xito, como dijo Marcelo Bielsa, ¡°un hombre que triunfa incluso ma?s en la vida que en fu?tbol, porque sabe dar a sus derrotas una e?pica y un relato¡±. Simo?n es una novela de aprendizaje ati?pica en la que si algo se aprende es a perder con elegancia, aunque sin incurrir ¡°en la mi?stica nihilista y conformista del fracaso¡±. Su protagonista crece en la trastienda de un bar barcelone?s, emborrachado de libros y an?orando a una figura mitolo?gica de su infancia, el primo que le contagio? el virus de la lectura y salio? de su vida cuando e?l era au?n un nin?o. ¡°Luego se transforma y se traiciona porque todos nos traicionamos en cierta medida, es muy difi?cil estar a la altura de los nin?os maravillosos que fuimos, la vida casi siempre nos transforma en adultos mediocres¡±.
Hasta ahi?, el auge y la cai?da. Para Otero, lo sustancial de la novela, la historia que de verdad le apeteci?a contar, ¡°consiste en co?mo esos adultos mediocres que se han traicionado a si? mismos esta?n siempre a tiempo de concederse segundas oportunidades, de empezar de nuevo sin perder el norte y sin perderse el respeto¡±. Barcelona, una vez ma?s, vuelve a ser un ingrediente fundamental: ¡°Es la ciudad en que naci?, en la que me he ido quedando. Tengo con ella una relacio?n de amor odio muy intensa y muy fe?rtil¡±. Como la mayori?a de las grandes novelas barcelonesas, Simo?n es una historia de arribismo truncado: ¡°Barcelona es clasista y te pone en su sitio. Sigue perteneciendo a una alta burguesi?a que se finge amable y oculta su dinero, pero esta? siempre dispuesta a ensen?ar las un?as para defender sus privilegios¡±. Pese a todo, ¡°me parece una ciudad muy literaria, de un provincianismo amable, que da lo mejor de si? cuando se acepta tal cual es y no intenta ser el perro pequen?o que ladra a los perros grandes porque no tiene conciencia de su verdadero taman?o¡±.
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