El hombre que tir¨® 8.000 bitcoins a la basura (y su plan para recuperarlos entre 110.000 toneladas de desechos)
James Howells, ingeniero inform¨¢tico, propone emplear perros robot y un brazo met¨¢lico para recuperar el disco duro con el equivalente a 180 millones de euros en criptomonedas que perdi¨® un d¨ªa de 2013 y que, cree, sigue en un vertedero de Gales
Ni galeones espa?oles sepultados en el fondo del oc¨¦ano ?ndico, ni el cofre pirata de la canadiense Isla del Roble ni el m¨ªtico ajuar de Moctezuma. ?Quieren ustedes un tesoro? Pues b¨²squenlo en el vertedero municipal de la ciudad galesa de Newport.
All¨ª, entre 110.000 toneladas de basura hedionda y variopinta, hay enterrado un disco duro externo del tama?o de un iPhone 6 que alberga en su interior el equivalente a m¨¢s de 180 millones de euros en criptomonedas. Hacerse con ¨¦l ser¨ªa, por supuesto, una tarea herc¨²lea, comparable a encontrar una aguja en un pajar si el pajar midiese unas cuantas hect¨¢reas. Pero hay al menos un hombre dispuesto a intentarlo: James Howells, ingeniero inform¨¢tico de 37 a?os. El tipo que tir¨® a la basura semejante fortuna en un infausto d¨ªa de 2013, el m¨¢s triste y absurdo de su vida.
Seg¨²n ha explicado en una entrevista reciente con Business Insider, Howells guardaba un par de discos duros id¨¦nticos en el caj¨®n de una c¨®moda. Uno estaba vac¨ªo y el otro conten¨ªa 8.000 bitcoins que ¨¦l mismo hab¨ªa procesado y validado, en una de aquellas operaciones de miner¨ªa dom¨¦stica que estaban empezando a popularizarse por entonces. El caso es que quiso tirar el disco vac¨ªo, pero el que acab¨® en el contenedor y camino del vertedero fue el otro, el cofre del tesoro.
El tr¨¢gico descuido se produjo a primeros de a?o, en un momento en que los bitcoins arrojados a la basura equival¨ªan aproximadamente a unos 100.000 euros. Pocos meses m¨¢s tarde, en aquel 2013 de volatilidad extrema en el mercado de las criptodivisas, hab¨ªan superado ya los 8,5 millones.
Su gozo en un pozo
Podemos imaginar su desaz¨®n, su inmensa rabia, pero esa no es la parte sustancial de esta historia. Lo que de verdad importa es que Howells ha resultado ser un individuo tenaz, de los que prefieren buscar soluciones a languidecer y regodearse en la desgracia. Tras nueve a?os buscando maneras de recuperar el bot¨ªn perdido, el inform¨¢tico gal¨¦s ha urdido un vanguardista plan de rescate y ha solicitado la autorizaci¨®n de las autoridades locales de Newport para llevarlo a la pr¨¢ctica. Se tratar¨ªa de hacer un cribado selectivo del vertedero utilizando perros robots, un equipo de supervisores humanos y un gigantesco brazo met¨¢lico conectado a una avanzada plataforma de inteligencia artificial y an¨¢lisis de imagen.
Un complejo operativo, en fin, que costar¨ªa m¨¢s de 10 millones de euros, ya que Howells, m¨¢s all¨¢ de la inversi¨®n en instrumental tecnol¨®gico, se propone contratar a expertos en dragado industrial, gesti¨®n de residuos e incluso a uno de los tipos que rescataron la informaci¨®n de la caja negra de la nave espacial Columbia, desintegrada en pleno aterrizaje en febrero de 2003. Todos cobrar¨ªan una cantidad fija a la que se a?adir¨ªa una cuantiosa bonificaci¨®n por objetivos en caso de que la operaci¨®n de rescate se acabe completando. M¨¢s a¨²n, Howells, en un intento de compensar ¡°las posibles molestias¡±, se compromete a donar una d¨¦cima parte de la cantidad recuperada a proyectos sociales relacionados con criptoactivos en la ciudad de Newport.
?l considera que encontrar el disco duro resulta perfectamente factible: ¡°En el escenario m¨¢s pesimista, tardar¨ªamos alrededor de tres a?os en cribar por completo el vertedero. Pero las simulaciones inform¨¢ticas que yo mismo he realizado apuntan a que podr¨ªamos acabar la tarea en unos 18 meses, lo que reducir¨ªa los costes totales a poco m¨¢s de seis millones¡±. El par de perros robot que se propone emplear, son, por cierto, una verdadera delicia tecnol¨®gica, dos esbeltos patrulleros caninos dise?ados por Boston Dynamics que incorporan un circuito cerrado de televisi¨®n con el que escanear¨ªan la basura y enviar¨ªan im¨¢genes a la central de an¨¢lisis inteligente.
?Cuesti¨®n de fe?
Howells reuni¨® al que ser¨ªa su equipo el pasado mes de mayo en un complejo tur¨ªstico de Newport para elaborar el plan que han acabado presentando este verano al Ayuntamiento de la ciudad. El periodista brit¨¢nico Richard Hammond estuvo presente en el encuentro e incluso dedic¨® una breve pieza en su canal de YouTube a Howells y su cruzada. En ¨¦l, describe a los implicados como ¡°gente seria, que cree en el plan y est¨¢ dispuesta a comprometerse con ¨¦l y ejecutarlo con profesionalidad y rigor¡±.
Sin embargo, el Gobierno municipal, liderado por el alcalde conservador Martin Kellaway, no parece en absoluto dispuesto a que el equipo de rescatadores hurgue en su vertedero. Alegan que remover la tierra y sacar toda esa basura a flote tendr¨ªa un impacto ecol¨®gico y social ¡°incalculable¡±. Ellos manejan ¡°un estricto protocolo de gesti¨®n de residuos¡± al que piensan atenerse, sin aceptar injerencias externas. Desde su punto de vista, ¡°no se puede sacrificar el bien com¨²n a intereses particulares, por comprensibles y leg¨ªtimos que estos puedan resultar¡±.
Howells, embarcado en una intensa campa?a medi¨¢tica para que no le impidan hacer realidad su ¡°sue?o¡±, ha declarado a The Guardian que se compromete a realizar una excavaci¨®n quir¨²rgica, lo menos aparatosa posible, y que la basura desenterrada ser¨ªa ¡°limpiada a conciencia, reciclada o enterrada de nuevo¡±. Si el Ayuntamiento redacta un plan de contingencia ecol¨®gica, se muestra m¨¢s que dispuesto a ce?irse a ¨¦l. Se ha ofrecido incluso a realizar obras de mejora en el vertedero, como la instalaci¨®n de una planta generadora de energ¨ªa y una turbina de viento.
Sin embargo, tal y como dice la revista Fortune, que tambi¨¦n se ha hecho eco de la singular historia de Howells: ¡°Ning¨²n ayuntamiento en su sano juicio aceptar¨ªa que un equipo de iluminados se pasase tres a?os desenterrando basura para encontrar un disco duro¡±. El incentivo, admiten, es ¡°poderoso¡±. Esa d¨¦cima parte de la que habla Howells no dejan de ser unos 18 millones de euros.
Sin embargo, tal y como afirma Joe Middleton, redactor de The Guardian en Newport: ¡°Por muy sofisticado que resulte el operativo dise?ado, las perspectivas de ¨¦xito son poco menos que nulas¡±. Howells no encontrar¨¢ su tesoro ¡°ni en tres ni en 10 a?os¡±. Es m¨¢s, aunque el disco duro acabase apareciendo, ?qu¨¦ probabilidades existen de que los datos almacenados en su interior puedan a¨²n recuperarse? Lo m¨¢s sensato ser¨ªa asumir de una vez por todas las consecuencias del error que cometi¨® en 2013 y ¡°dejar de perseguir una quimera¡±.
Lud¨®patas y econom¨ªa de casino
La historia resulta tan sugerente que es dif¨ªcil resistirse a interpretarla como la met¨¢fora de algo, aunque no se sepa muy bien de qu¨¦. ?Tal vez de la fragilidad y la volatilidad extrema de las divisas digitales? En los nueve a?os transcurridos desde que Howells tir¨® sus 8.000 bitcoins a la basura, esa fortuna malbaratada ha pasado de valer unos miles de euros a rondar los 500 millones el pasado oto?o y, por fin, tras el desplome del mercado de las criptodivisas que se produjo en primavera de este a?o, a quedarse en los 180 actuales. A Howells le ha debido resultar insoportable comprobar d¨ªa tras d¨ªa como las dimensiones de su mina de oro sepultada bajo tierra crec¨ªan y menguaban.
Para el periodista experto en econom¨ªa Miguel ?ngel Garc¨ªa Vega: ¡°La volatilidad de las criptomonedas ya no deber¨ªa sorprender a nadie, porque est¨¢ en su esencia¡±. En su opini¨®n, ¡°la actual crisis ha puesto a prueba su solidez y, en general, han suspendido¡±. No sirven como ¡°inversi¨®n refugio¡±, nunca podr¨¢n competir con la solvencia y estabilidad de los activos tradicionales a los que se recurren en situaciones extremas, ¡°el franco suizo, la corona sueca o noruega y, en menor medida, el oro¡±.
Las criptomonedas son vol¨¢tiles porque ¡°est¨¢ en su ADN¡±. No es casualidad que ¡°inversores y aficionados recurran a infinitivos como apostar, jugar o arriesgar cuando hablan de este tipo de monedas¡±. La suya es una l¨®gica m¨¢s cercana a la econom¨ªa de casino que a ¡°un mercado m¨¢s serio y bien regulado¡±. De ah¨ª que hayan perdido vigencia en cuanto la situaci¨®n geopol¨ªtica se ha ido complicando: ¡°Que se ahoguen en aguas turbulentas no es buen presagio¡±.
Garc¨ªa Vega les atribuye un futuro ¡°incierto¡±. A medio plazo, cree que su valor ir¨¢ acerc¨¢ndose ¡°al m¨ªnimo¡±. En su opini¨®n, el espejismo m¨¢s nocivo es el que padecen los que creen que ¡°pueden ser un veh¨ªculo para asegurarse unos ingresos estables, una especie de n¨®mina (muchos j¨®venes lo creen) cuando son un instrumento con un componente de azar e inestabilidad elevad¨ªsimo¡±. El experto acaba con una reflexi¨®n general: ¡°Este es un mercado de todo o nada. En el que se puede ganar mucho o perderlo todo. En cierto sentido, me recuerda a la ludopat¨ªa. Un lud¨®pata no quiere ganar, quiere perder, porque esa es la excusa que le permite seguir jugando. Esa es la emoci¨®n que le aferra a la mesa, a la m¨¢quina o a las cartas¡±.
James Howells ha encontrado una manera muy particular de seguir jugando. Los robots patrulleros, los expertos en dragados y gesti¨®n de residuos y el pulso est¨¦ril con el Ayuntamiento de Newport tal vez sean su manera de intentar participar de nuevo en esa mano decisiva que perdi¨® hace nueve a?os, cuando confundi¨® un disco duro con otro, como quien confunde un tr¨ªo con un p¨®quer. Pocas veces un error tan trivial acaba costando tan caro.
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