Paul B. Preciado: ¡°Estar fuera de la norma puede ser un excelente lugar desde el que mirar lo que est¨¢ sucediendo¡±
El escritor y fil¨®sofo espa?ol publica ¡®Dysphoria mundi¡¯, un manifiesto que busca soluciones revolucionarias para el mundo surgido de la pandemia, la crisis clim¨¢tica y la guerra europea
El fil¨®sofo y escritor Paul B. Preciado (Burgos, 52 a?os) suele abordar temas muy complejos desde objetos aparentemente sencillos. Si su seminal Manifiesto contrasexual (2002) reconceptualizaba el dildo como dispositivo biopol¨ªtico a trav¨¦s de Foucault, lo queer y la teor¨ªa c¨ªborg, Pornotop¨ªa (2010) encerraba el capitalismo en la mansi¨®n de Playboy y Testo Yonqui (2008) articulaba el transfeminismo a trav¨¦s de la testosterona y su propia experiencia trans, que deslind¨® en Un apartamento en Urano (2019).
Su nuevo libro, Dysphoria mundi (como el resto de su obra, publicado en Anagrama), se plantea un reto cada vez m¨¢s complejo: interpretar el mundo surgido de la pandemia, la crisis clim¨¢tica y la guerra europea como un terreno extremo en el que, parad¨®jicamente, la ¨²nica salida es emplear la disforia ¨Cel diagn¨®stico psiqui¨¢trico que afrontan personas trans en todo el mundo¨C como herramienta pol¨ªtica y revolucionaria para inventar un mundo m¨¢s justo en lo social, lo ecol¨®gico y lo espiritual. Desde su apartamento de Par¨ªs, ciudad donde vive desde hace a?os, Preciado ha firmado un libro monumental de 550 p¨¢ginas que no es exactamente un ensayo ni una novela, sino un dispositivo disf¨®rico que, como todos sus grandes textos, acaba tomando la forma de un manifiesto. Lo desgranamos en un encuentro en Madrid.
En este libro usted afirma vivir en un estado de rara felicidad pol¨ªtica. ?En qu¨¦ consiste? Cuando te haces consciente de tu posici¨®n exc¨¦ntrica o disidente con respecto a la norma, hay muchas maneras de afrontarla. Una de ellas, claro, es desde la posici¨®n de la v¨ªctima. Y otra manera es entender ese peque?o espacio como un lugar de experimentaci¨®n, como un lugar desde el que empezar, aunque sea de manera muy t¨ªmida y microsc¨®pica, a inventar pr¨¢cticas de libertad. No estoy romantizando ni idealizando la falta de acceso a ciertos derechos pol¨ªticos, que puedo compartir con gente que vive situaciones de discapacidad, trabajo sexual o inmigraci¨®n, pero a veces pensamos que la norma es f¨¢cil y la disidencia es muy dif¨ªcil. Y mi experiencia es que la norma es un lugar muy, muy duro, porque uno est¨¢ siempre con una sensaci¨®n de frustraci¨®n, de fallo o de incompetencia. Sugiero que estar fuera de la norma puede ser un excelente lugar desde el que mirar lo que est¨¢ sucediendo y desde el que establecer otras alianzas con otra gente, y empezar a disfrutar de la posibilidad de inventar otra forma de vida.
Usted define una felicidad que no est¨¢ ligada a la estabilidad, sino al movimiento y al cambio. El problema es que el capitalismo cibern¨¦tico en el que estamos canibaliza nuestra funci¨®n deseante, se alimenta de ella. Nuestro deseo queda neutralizado y modelizado con respecto a un tipo de felicidad que se supone que ligada a la estabilidad, al confort, al acceso al consumo. Dysphoria mundi habla de una situaci¨®n que advert¨ª cuando estaba enfermo de covid. Ya nada funciona y nada es satisfactorio. El trabajo que tenemos es una mierda. El salario que cobras es una mierda. El sistema de salud p¨²blica no funciona. El colegio ha dejado de funcionar totalmente. Cualquier espacio se ha convertido totalmente en disfuncional y, por tanto, genera dolor, porque es imposible experimentar con tu propia subjetividad sin ser constantemente acosado. La cuesti¨®n es c¨®mo posicionarse frente a eso. Una opci¨®n es pensar que estamos abocados a una especie de destrucci¨®n apocal¨ªptica: s¨¢lvese quien pueda. La otra, y es lo que denomino dysphoria mundi, ser¨ªa pensar que quiz¨¢ por primera vez en la historia estamos en una situaci¨®n l¨ªmite y excepcional al mismo tiempo, porque tenemos la posibilidad de llevar a cabo un cambio de paradigma, una transformaci¨®n radical de todos los modos de producci¨®n y de reproducci¨®n. La producci¨®n f¨®sil o a trav¨¦s del trabajo, la reproducci¨®n heterosexual habitual, la taxonom¨ªa jer¨¢rquica que distingue entre humanos y animales... Ya sabemos que todo ese sistema est¨¢ obsoleto. Y, desde esa postura, tendr¨ªamos la posibilidad de inventar colectivamente otra forma de vivir. En lugar de agitar el miedo al extranjero, al otro, al trans o al racializado, podr¨ªamos estar viviendo el cambio epistemol¨®gico y pol¨ªtico m¨¢s importante de los ¨²ltimos 500 a?os y tenemos una oportunidad hist¨®rica incre¨ªble de transformar lo que entendemos por vivir socialmente. Me parece de una potencia tremenda.
De hecho, este libro llega en un momento en que parece que ya no nos apetece hablar de la pandemia. Es como si di¨¦ramos por perdidas las oportunidades de cambio que emergieron de la crisis. Para los fil¨®sofos como yo que reflexionamos sobre esta mutaci¨®n del capitalismo contempor¨¢neo, la covid es como un laboratorio a gran escala. Yo me encontr¨¦ en casa, metido en otros proyectos, y de repente pens¨¦ que nunca iba a tener otra ocasi¨®n como esta. Todo lo que llevamos a?os pensando estaba sucediendo ante nosotros, pero a gran escala. Por eso, por ejemplo, este libro no es un diario habitual de la covid. Yo llevo a?os trabajando sobre las minor¨ªas racializadas, las minor¨ªas trans, los cuerpos afectados por el sida y las cuestiones relacionadas con las fronteras. Y lo que digo es que, ahora, estas cuestiones te van a afectar tambi¨¦n a ti. Las t¨¦cnicas de muerte con las que se gestionaba a los cuerpos supuestamente subalternos se han expandido a la totalidad de la poblaci¨®n. Me sent¨ªa como un m¨¦dico de urgencias que de repente llega a casa de los normales y les dice: ¡°Ojo, que ahora sois vosotros la carne de ca?¨®n¡±. Tambi¨¦n tiene que ver con el hartazgo de separar constantemente hombres, mujeres, heterosexuales, homosexuales. ?Pero de verdad cre¨¦is que somos tan distintos? ?De verdad cre¨¦is que, frente a lo que est¨¢ sucediendo, el poder tendr¨¢ alg¨²n reparo en comeros y trituraros exactamente de la misma manera? Por eso digo que cualquiera de vosotros sois tan queer como yo porque est¨¢is en el centro de esta pandemia. Si eres un cuerpo vivo sometido a regulaciones de vigilancia, control y tecnolog¨ªas de la muerte, te conviene leerte esto, por si acaso.
?Cu¨¢l es su relaci¨®n con la actualidad? Su libro est¨¢ lleno de datos, pero se mantiene al margen del tono y los argumentos que vemos en las redes sociales. Me interesa historizar todo eso que parece natural, llevarlo a otro contexto. Poner la covid en relaci¨®n con la historia del feminismo o la crisis del sida, para salir de esa falsa naturalidad de la actualidad. Soy disidente de las redes sociales mayoritarias. Me parece totalmente inadmisible e incomprensible que, por ejemplo, Elon Musk compre Twitter, que Twitter tenga un algoritmo que favorece los debates de extrema derecha y que la gente no salga de Twitter y, adem¨¢s, siga quej¨¢ndose en Twitter. ?Es el colmo!
Usted sostiene que no existe una teor¨ªa del g¨¦nero unificada, pero hay quien esgrime ese t¨¦rmino para criticar su trabajo. Es un fen¨®meno que tiene que ver con el desconocimiento y la instrumentalizaci¨®n de ciertos lenguajes. Para m¨ª lo m¨¢s curioso es c¨®mo como la extrema derecha y los lenguajes nacionalcat¨®licos han encontrado en ciertos sectores del feminismo el mejor lugar en el que hacer crecer sus ideas. Esto es fascinante. ?Qui¨¦n lo hubiera podido imaginar? Ese desconocimiento llega hasta los contextos espec¨ªficos donde surgen esos t¨¦rminos. La noci¨®n de g¨¦nero es una noci¨®n de diagn¨®stico cl¨ªnico que surge en un contexto m¨¦dico psiqui¨¢trico. No es por azar que mi libro se llame Dysphoria mundi. Hasta ahora, el ¨¢mbito de la sexualidad ha sido definido desde un lenguaje m¨¦dico patologizante y que interpreta cualquier forma de disidencia respecto a la norma como disforia, como patolog¨ªa. Pero la noci¨®n de disforia no es m¨¦dica, es pol¨ªtica. Y no solamente no se refiere a m¨ª, sino a cualquier cuerpo vivo que resiste a esta forma de imposici¨®n salvaje de la norma.
Tambi¨¦n afirma que el poder se basa en la adicci¨®n. El poder no se relaciona con nosotros como imagin¨¢bamos el fascismo, sino con una relaci¨®n de adicci¨®n. En principio, nadie nos obliga a nada, pero ?qui¨¦n se puede separar hoy de su tel¨¦fono? Cuando digo que la homosexualidad y la heterosexualidad no existen, el p¨²blico se lo toma bien. Pero cuando digo que las redes sociales son aparatos de subjetivaci¨®n normativa y tecnolog¨ªas de control, y llamo a salir de Twitter y de Instagram, la gente se agarra al tel¨¦fono como si fuera un ¨®rgano vital. Pero bueno, tambi¨¦n entiendo que es muy dif¨ªcil tener un trabajo si no tienes Instagram, sobre todo para las generaciones m¨¢s j¨®venes.
Su libro lleva una cita de la pionera de la teor¨ªa queer Judith Butler, que hace poco estuvo en Madrid. El d¨ªa de su conferencia, la universidad amaneci¨® con pintadas que la llamaban antifeminista, en el marco de los debates de la ley trans. No lo sab¨ªa, y me apena mucho. Yo he sido disc¨ªpulo de Derrida, pero Judith Butler fue la persona que me permiti¨® articular y entender el lugar desde el que yo pod¨ªa hacer filosof¨ªa. Adem¨¢s, es una persona de una generosidad y una inteligencia incre¨ªbles. Hace poco coment¨¢bamos que nos est¨¢ costando mucho este momento de violencia que estamos viviendo dentro del feminismo, porque yo llevo 30 a?os metido en esto, pero ella llevar¨¢ 50. Y es incre¨ªble. Nos hemos dejado la piel en esto y de repente ver c¨®mo feministas que no han hecho absolutamente nada se permiten negar una posici¨®n de ciudadan¨ªa... Yo siempre lo equiparo con el caso de las feministas negras, que inventaron el lenguaje de liberaci¨®n del feminismo en Estados Unidos y luego fueron arrinconadas por las feministas blancas. Y ahora vivimos un momento muy semejante, en que un cierto n¨²mero de cuerpos que han accedido a un estatuto de ciudadan¨ªa secundaria ¡ªporque no es ni siquiera primaria¡ª lo que hacen es defender sus privilegios intentando que otros cuerpos no accedan a ese mismo estatuto. Eso s¨ª me parece terrible, porque no estamos luchando por la definici¨®n de la categor¨ªa mujer, sino por la definici¨®n del horizonte democr¨¢tico. Porque la definici¨®n de la categor¨ªa de mujer no pertenece ni a las feministas. Es una batalla hist¨®rica mucho m¨¢s larga.
A ra¨ªz de la pandemia ha retomado la relaci¨®n con sus padres a trav¨¦s de videollamada. Y afirma que le gustar¨ªa escribir un libro que pudieran leer, aunque para ello tendr¨ªa que prescindir de la mayor¨ªa de sus t¨¦rminos fundamentales. Es verdad. Pero lo maravilloso es que tambi¨¦n ellos est¨¢n en mutaci¨®n. A los 80 a?os se han puesto a cambiar de paradigma, y eso muestra que no es solo una cuesti¨®n de edad. Antes no pod¨ªan pronunciar palabras como homosexualidad y transexualidad, les parec¨ªan cosas horribles que no se dec¨ªan. Y ¨²ltimamente eso est¨¢ cambiando. Por ejemplo, mi madre a veces se re¨²ne con otras se?oras de Burgos que tienen hijos trans y va de paseo con ellas y un d¨ªa me dice: ¡°Pues hoy nos encontramos las madres trans¡±. Y me parece maravilloso. En parte, han introducido el lenguaje en sus propias vidas.
Una de las an¨¦cdotas que relata es una visita a la fisioterapeuta, durante la que se ve obligado a dar explicaciones sobre su cuerpo. ?Por qu¨¦ los cuerpos trans se abordan desde el misterio o el fetichismo? Hay que pensar desde, desde qu¨¦ par¨¢metros y con qu¨¦ representaciones se ha construido el cuerpo trans. Por ejemplo, en el cine de terror la mujer trans es un psic¨®pata disfrazado de mujer que persigue a otras mujeres para matarlas. Y es muy interesante que el cuerpo no binario aparezca como una amenaza a la estabilidad de ese r¨¦gimen, socialmente peligroso, o como un cuerpo ex¨®tico y casi como objeto de la pornograf¨ªa. Eso me pas¨® mucho durante la pandemia, cuando estaba enfermo en el hospital, en la camilla, y la gente no me miraba como a un enfermo de covid, sino como si fuera ET. Y no me parece para tanto, la verdad. Pero es algo que compartimos con todos los cuerpos que son considerados como discapacitados, y que se representan como una amenaza, como algo monstruoso. En las pel¨ªculas de terror, el malo siempre tiene la cara quemada o le falta un brazo. Es llamativo c¨®mo representamos aquello que excluimos socialmente: lo sacamos del espacio social y cuando lo volvemos a introducir lo representamos como un peligro, cuando en realidad ese cuerpo es el cuerpo m¨¢s vulnerable de ese espacio social.
Cuando en 2019 recogi¨® el Premio ICON de Literatura, en el escenario habl¨® de la necesidad de acabar con la asignaci¨®n de g¨¦nero de los reci¨¦n nacidos, que es algo en lo que incide en este libro. ?Lo ve como un horizonte posible? Lo veo como un horizonte no totalmente posible, sino inevitable. Desde el punto de vista cient¨ªficos, no veo el modo en que la nueva generaci¨®n de m¨¦dicos, pediatras y psiquiatras podr¨ªa enfrentarse con la complejidad real del cuerpo vivo y seguir segmentando la realidad humana en femenino y masculino. Lo veo inevitable. Otra cosa es la resistencia que pueda haber desde los estamentos pol¨ªticos, y la instrumentalizaci¨®n de esa resistencia. Esta idea que me parece fascinante. Hay quien piensa que la familia heterosexual se va a venir abajo por culpa de los cuerpos trans. Perdone, la familia heterosexual se hab¨ªa venido abajo ya mucho antes. ?Nosotros no hemos hecho nada! No ha hecho falta tocar ni un ladrillo. En el libro cito a Baudrillard, que acusaba a los trans de ser el s¨ªntoma de todos los males. Y me parece curioso porque, desde nuestra vulnerabilidad, desde una posici¨®n tan minoritaria y tan poco poderosa en lo social y lo pol¨ªtico, no hemos hecho gran cosa, la verdad.
Un tema recurrente en el libro es la infancia. La carta con que concluye Dysphoria mundi est¨¢ dirigida, precisamente, a les ni?es. ?Por qu¨¦? Por muchas razones. Siempre he vivido como si tuviera 20 a?os, pero de repente tengo 52. Y en un momento determinado empezaron a contactar conmigo muchas familias que ten¨ªan hijos trans y que se ve¨ªan en una situaci¨®n sin salida aparente entre el colegio normativo, la psiquiatr¨ªa, el endocrin¨®logo... Otra de mis obsesiones en este libro es inventar otros lenguajes que no sean los normativos, para hablar de la posibilidad de una disidencia al binarismo de g¨¦nero. Me he dado cuenta de que, por ejemplo, les ni?es no binarios desbinarizan a sus familias. Llegan los padres y me dicen que les ha cambiado much¨ªsimo. He trabajado mucho en Francia y Espa?a con asociaciones de padres de ni?es trans, y de repente me llegan, con 12 a?os, y me preguntan ¡°oye, ?t¨² crees que debo congelar mis ¨®vulos antes de empezar a tomar testosterona? Eso es incre¨ªble. Ese es el debate con plena autonom¨ªa, no el de las terf. Acabo de hacer una pel¨ªcula que es como una adaptaci¨®n del Orlando de Virginia Wolf con 25 Orlandos de todas las edades, de ocho a 75 a?os. Y una de las cosas m¨¢s incre¨ªbles es verlos discutiendo. Es un espacio de politizaci¨®n que ni siquiera hab¨ªamos imaginado. Y s¨ª, el libro es para ellos.
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