Cruzar el oc¨¦ano en un BlaBlaCar: las aplicaciones n¨¢uticas que convierten a extra?os en tripulaci¨®n
Cada vez m¨¢s capitanes ponen su embarcaci¨®n al servicio de usuarios desconocidos. Ese fue el caso del marinero Guy y la joven Manon, que navegaron juntos de Espa?a a la Guayana francesa

Una chica y un anciano de 72 a?os. Son desconocidos entre s¨ª. Solo han visto los perfiles que cada uno ha colgado en una plataforma en internet, y han intercambiado unas pocas palabras por tel¨¦fono. Ambos tienen experiencia en navegaci¨®n. Hace casi exactamente un a?o, acuerdan encontrarse en Barcelona para verse cara a cara. En el muelle del puerto reposa la embarcaci¨®n ¡ªun velero monocasco de 44 pies, casi 13 metros y medio¡ª que ser¨¢ su hogar durante los pr¨®ximos meses. El viaje empieza en la costa catalana y termina en la Guayana francesa, con paradas en puertos de diferentes pa¨ªses. Por el camino perder¨¢n un tripulante y ganar¨¢n dos nuevos. Convivir en mitad del oc¨¦ano con personas, hasta ahora desconocidas, es el reto y la oportunidad que ofrecen las apps para compartir barco.
Una de las tripulantes es Manon Germes (26 a?os), francesa, exingeniera en Madrid, donde vivi¨® cuatro a?os hasta que se embarc¨® en esta aventura. ¡°Cuando ya no hab¨ªa nada que me atara a esa ciudad, supe que era el momento perfecto para emprender este viaje¡±, afirma. Quer¨ªa llegar a Sudam¨¦rica. No ten¨ªa prisa. ¡°Consider¨¦ la posibilidad de coger un avi¨®n, pero debido a su alto impacto ecol¨®gico hace a?os que minimizo al m¨¢ximo el uso de este medio de transporte¡±.
Hab¨ªa o¨ªdo hablar de personas que viajaron en barcos compartidos. ¡°Estoy metida en el mundo de la vela y de los barcos desde que nac¨ª. Hab¨ªa escuchado historias de gente que, a trav¨¦s de plataformas, hab¨ªa podido encontrar una tripulaci¨®n para hacer viajes largos¡±. Utiliz¨® una p¨¢gina web francesa, La bourse aux ¨¦quipiers (La bolsa de tripulantes). ¡°Dada la gran competencia entre toda la gente que quiere coger un barco, decid¨ª usar una plataforma en franc¨¦s, donde ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil que me eligieran¡±, rememora. Admite que ninguna web le parec¨ªa muy fiable. ¡°La verdad es que toca motivarse un poco porque dan ganas de abandonarlo todo¡±.
Estas plataformas, similares a otras de carpooling (coche compartido) como Blablacar, conectan a due?os de barcos con viajeros que buscan maneras accesibles y sociales de viajar por mar. Se pueden reservar espacios para pesca, turismo o traves¨ªas largas. Los gastos, como el combustible y las tarifas de los puertos, se suelen repartir entre el capit¨¢n y los pasajeros. Algunas de las plataformas m¨¢s conocidas son Crewseekers y Find a Crew. Su modelo de negocio se basa en la publicidad y en el cobro de una comisi¨®n a los due?os de los barcos por cada reserva realizada a trav¨¦s de su plataforma.
Muy pronto, Manon se dio cuenta de que encontrar un barco no iba a ser f¨¢cil. ¡°Mucha gente quiere cruzar el Atl¨¢ntico, pero no hay tantos barcos disponibles. Hay muchas ofertas de tripulantes, pero pocas de barcos¡±, dice. Al principio, era cautelosa al contactar con otros. ¡°Mandaba poquitos mensajes, como si estuviera dejando que el destino decidiera por m¨ª¡±. Un hombre, cuyo anuncio hab¨ªa descartado, la contact¨® y le propuso hablar por tel¨¦fono. ¡°No s¨¦ por qu¨¦ le llam¨¦, porque la verdad es que no me gustaba mucho su presentaci¨®n. Pero su voz me dio confianza y acordamos vernos un fin de semana en Barcelona¡±.

Durante esos d¨ªas compartieron muchos detalles de sus vidas. El capit¨¢n, Guy, de 72 a?os, divid¨ªa su tiempo entre viajar y regentar una tienda de juguetes en Los Alpes, donde ganaba dinero suficiente para el resto del a?o. La pandemia le pill¨® viviendo en su barco en Catalu?a, y al terminar las restricciones, sinti¨® ganas de echarse al mar de nuevo. Consciente de su edad, sab¨ªa que no pod¨ªa viajar solo, y se le ocurri¨® buscar una tripulaci¨®n por internet. ¡°Me llam¨® la atenci¨®n que el anuncio estuviera dirigido solo a mujeres. La raz¨®n era que ya hab¨ªa encontrado a una tripulante que hab¨ªa solicitado espec¨ªficamente que el tercer pasajero fuera una mujer¡±, recuerda Manon, que se tranquiliz¨® al ver c¨®mo Guy navegaba y gestionaba el barco. ¡°El mundo de la vela es muy egoc¨¦ntrico, encontrar a alguien humilde se nota y se valora¡±. Al terminar el fin de semana, decidieron emprender la aventura juntos.
Poco antes del inicio del viaje, la tercera tripulante cancel¨®. ¡°Parece que su novio no quer¨ªa que fuera sola¡±, afirma la joven francesa. Miraron m¨¢s perfiles y encontraron a otro chico. ¡°No hab¨ªa tiempo para un fin de semana de prueba. Guy lo entrevist¨® por videollamada y tuvo buena impresi¨®n, especialmente en el aspecto humano. A m¨ª no me convenci¨® del todo. Cuando le pregunt¨¦ sobre su experiencia en vela, respondi¨® echando balones fuera¡±. A¨²n as¨ª, el tercer tripulante, Youen, otro joven franc¨¦s, se uni¨® a la tripulaci¨®n con destino a Sudam¨¦rica.
Convivir en un velero
El documental La balsa, dirigido por Marcus Lindeen, narra un experimento social realizado en 1973. El antrop¨®logo Santiago Genov¨¦s reclut¨® a 10 personas de diferentes nacionalidades, religiones y contextos sociales para un viaje transatl¨¢ntico de 101 d¨ªas. Aunque la prensa denomin¨® el experimento como La balsa del amor, no surgieron tensiones sexoafectivas importantes. En cambio, la autoridad dictatorial de Genov¨¦s gener¨® tal hostilidad entre los tripulantes que algunos se plantearon asesinarlo. A principios de este a?o, The Guardian public¨® tambi¨¦n un art¨ªculo titulado Varadas en el mar: marineras aficionadas hablan de abuso sexual por parte de capitanes que conocieron en l¨ªnea, que relata varios casos de mujeres atrapadas a bordo con un depredador en medio del oc¨¦ano.

Manon asegura que, desde el principio, se sinti¨® muy segura con el capit¨¢n: ¡°Me tranquiliz¨® mucho o¨ªr el tono y la cercan¨ªa con la que hablaba por tel¨¦fono con sus hijos¡±. Para ella, el mayor desaf¨ªo de vivir en un barco peque?o con desconocidos durante meses es la falta de privacidad. ¡°Todo lo que haces es visible para los dem¨¢s. Adem¨¢s, no hay ning¨²n lugar en el barco donde puedas estar sin ser escuchado. El ¨²nico espacio donde no eres observado es en tu mente. A veces, necesitas desahogarte y compartir con amigos o familiares detalles que no te gustan del barco, pero no tienes ese espacio¡±.
¡°La convivencia en un espacio tan reducido es complicada¡±, afirma ?lvaro Garc¨ªa de Polavieja, CEO de Sailwiz, una plataforma espa?ola en la que capitanes de barco ofrecen servicios de navegaci¨®n. ¡°Nuestro objetivo es democratizar la n¨¢utica; queremos que cualquier persona que quiera ir de vacaciones a navegar pueda hacerlo¡±. Ofrecen viajes de una semana de duraci¨®n e incluso traves¨ªas para cruzar el Atl¨¢ntico. ¡°En estos casos, el patr¨®n es el responsable de formar el grupo de navegaci¨®n y quien tiene la ¨²ltima palabra en decidir qui¨¦n forma parte del grupo¡±. Antes de iniciar el viaje, suelen contactarse a trav¨¦s de un grupo de WhatsApp. ¡°Es importante empezar a establecer contacto con las personas con las que vas a coexistir en un espacio tan reducido. Para este tipo de convivencia, es fundamental tener una mente abierta¡±.
En el velero de Manon, la armon¨ªa perfecta fue ef¨ªmera. Youen hab¨ªa exagerado sus conocimientos en navegaci¨®n. ¡°Estaba muy empe?ado en mantener un alto estatus dentro del barco. Al principio, intent¨® demostrar que era el m¨¢s competente en las tareas de bricolaje, y comenz¨® a verse a s¨ª mismo como alguien indispensable¡±. Pero el capit¨¢n, Guy, pronto descubri¨® la incompetencia de Youen en muchas tareas. ¡°Las tensiones se agravaron. Guy comenz¨® a hacer comentarios. Youen se sinti¨® ofendido; tratando de encontrar excusas que le exculparan de los problemas que empezaban a surgir. Una de las cosas que me dijo es que el capit¨¢n era menos duro conmigo por ser mujer¡±.
?ltima etapa
Antes de llegar a Gibraltar, el viento vol¨® las gafas del capit¨¢n y cayeron al agua. Intentaron comprar unas nuevas en una ¨®ptica, pero les dijeron que tardar¨ªan varios d¨ªas en llegar, as¨ª que decidieron enviarlas a Canarias, donde se quedaron detenidos 15 d¨ªas. Youen recibi¨® malas noticias de Francia y decidi¨® que era hora de terminar su viaje. Entonces tuvieron que decidir si continuar solos o buscar m¨¢s tripulantes. ¡°En los puertos m¨¢s importantes para cruzar el Atl¨¢ntico, hay muchos barco stoppers, gente que busca unirse a una tripulaci¨®n para cruzar el oc¨¦ano. Se acercan a todas las embarcaciones del puerto para ver si alguien les acepta¡±. Acogieron a Valentin, a un tripulante con experiencia en navegaci¨®n, y a Camille, sin ning¨²n conocimiento. ¡°Hay muchos capitanes que prefieren a gente que no sabe nada porque as¨ª no hay problemas de ego en el barco¡±.

La formaci¨®n de un grupo m¨¢s grande, de cuatro en lugar de tres, facilit¨® la din¨¢mica y cre¨® un ambiente m¨¢s relajado y sencillo. ¡°Con tres si uno quiere estar solo, los otros dos tienen que estar juntos a la fuerza. Con cuatro hay m¨¢s variaciones. Adem¨¢s, tuvimos tiempo para hacer actividades que nos permiti¨® conocernos sin presi¨®n¡±.
Los ¨²ltimos d¨ªas en el barco fueron tensos debido al cansancio acumulado. ¡°Justo antes de llegar a la Guayana francesa pasamos por algunas situaciones bastante peligrosas. Yo ya me mor¨ªa de ganas de salir del barco, y asociaba con el capit¨¢n toda la tensi¨®n que se hab¨ªa generado en los ¨²ltimos d¨ªas¡±. En enero de ese a?o, tras m¨¢s de tres meses, llegaron a tierra firme, y cada uno sigui¨® su camino. ¡°Cuando baj¨¦ del barco y nos despedimos, todas las tensiones desaparecieron. Quer¨ªa llamar a mi madre para contarle todo sin filtro, pero solo pod¨ªa contar cosas maravillosas¡±. Ahora sigue en contacto con el capit¨¢n y se escriben cada dos meses. ¡°Creo que mantendremos el contacto toda la vida. Ha sido muy importante para m¨ª y me ha ense?ado mucho. Si alg¨²n d¨ªa tengo hijos, me gustar¨ªa que le conocieran¡±.
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