¡°Gracias a los fundamentalistas soy muy rico¡±: c¨®mo ¡®La vida de Brian¡¯ se convirti¨® en fen¨®meno de masas
En 1979 la pel¨ªcula de Monty Python fue considerada blasfema. Hoy es un filme navide?o. Pero sigue siendo una de las comedias m¨¢s graciosas y afiladas de la historia
¡°Me siento muy en deuda con los fundamentalistas religiosos¡±, dec¨ªa John Cleese en 1999, 20 a?os despu¨¦s del estreno de La vida de Brian, ¡°gracias a ellos soy un hombre muy rico¡±. Cleese asume que, en este caso al menos, la mejor campa?a de marketing fue la hostilidad cerril e inmisericorde de sus detractores. Las acciones de odio de que fue objeto la pel¨ªcula acabaron contribuyendo de manera sustancial a su enorme ¨¦xito. Sobre todo, en Estados Unidos, un pa¨ªs que, hasta verano de 1979, se hab¨ªa resistido a los planes de dominaci¨®n mundial del colectivo de humoristas en que Cleese estaba integrado, Monty Python.
Ya en 1975 hab¨ªan probado suerte con un estreno casi simult¨¢neo en ambas orillas del Atl¨¢ntico de su segundo filme, Los caballeros de la mesa cuadrada. Sin embargo, a los cerca de dos millones de libras recaudados en las islas se unieron apenas unos cientos de miles de d¨®lares en Estados Unidos y Canad¨¢. No le hab¨ªa ido mucho mejor a ¨¢lbumes de sketches como The Monty Python Instant Record Collection o a la serie televisiva con la que empez¨® todo, Monty Python¡¯s Flying Circus, exquisitos productos de importaci¨®n brit¨¢nica acogidos con cierto desd¨¦n por el p¨²blico estadounidense.
Pero La vida de Brian puls¨®, tal vez sin pretenderlo del todo, la tecla de las guerras culturales, tan intensas en los Estados Unidos de finales de la d¨¦cada de 1970 como ahora mismo. Se estren¨® en cinco cines en agosto de 1979 y estaba previsto que pasase por alrededor de 200 antes de llegar al Reino Unido ya en noviembre, de cara a la temporada navide?a. Las primeras protestas no vinieron de colectivos cristianos, sino de la Asociaci¨®n de Rabinos Ortodoxos de Nueva York, a la que molest¨® el chal de plegaria (talit) que llevaba puesto John Cleese en la primera escena de la pel¨ªcula, en lo que consideraron una ¡°irrespetuosa¡± utilizaci¨®n de una prenda ceremonial jud¨ªa en el contexto de ¡°un espect¨¢culo blasfemo¡±.
Ap¨¢rtate, forastero
Eric Idle recuerda que ¡°los rabinos desaparecieron muy pronto sin dejar rastro, pero fueron sustituidos por un enemigo mucho m¨¢s pertinaz¡±, los fundamentalistas cristianos, ¡°que empezaron por manifestarse junto a la sede de Warner Bros en Burbank, Los ?ngeles, con pancartas en las que se aseguraba que La vida de Brian era obra del diablo¡±. Tal y como explica Kliph Nesteroff, autor de tres libros dedicados a la historia de la comedia cinematogr¨¢fica, ¡°las demandas por blasfemia contra productos audiovisuales muy rara vez prosperaban en aquella ¨¦poca¡±, dado que Estados Unidos, tras la sacudida contracultural, pasaba por un periodo de inusual fomento de la libertad y la tolerancia. As¨ª que las ligas de la decencia y los colectivos de evangelistas, baptistas y cat¨®licos preconciliares decidieron presentar cargos por presunta obscenidad, aprovechando ¡°que los genitales de Graham Chapman aparecen en pantalla una fracci¨®n de segundo¡±. Con esta triqui?uela digna de mejor causa consiguieron que la pel¨ªcula fuese retirada de la cartelera en lugares como el Estado de Georgia o diversas ciudades de Luisiana, Alabama y Carolina del Sur.
Los que protestan y los que recaudan
El efecto de estas prohibiciones intempestivas y de la presencia de violentos piquetes en cines de todo el pa¨ªs acab¨® convirtiendo a La vida de Brian en s¨ªmbolo de la libertad de conciencia y fen¨®meno de masas. Las principales cadenas de televisi¨®n enviaban a sus reporteros a las salas en que se produc¨ªan protestas e intentos de boicot, entrevistaban a partidarios y detractores de la pel¨ªcula y se hac¨ªan eco de campa?as tan descacharrantes como la que propon¨ªa ¡°Rescatemos a Brian, crucifiquemos a los censores¡±.
A finales de agosto, los 200 cines previstos se hab¨ªan convertido en m¨¢s de 700. Propulsada por la pol¨¦mica, La vida de Brian se asomaba ya al podio de las producciones brit¨¢nicas m¨¢s taquilleras de la d¨¦cada.
El salto al ruedo de personajes p¨²blicos de ret¨®rica inflamada, como el senador por Carolina del Sur Strom Thurmond o el sacerdote presbiteriano William Solomon, contribuy¨® a que el asunto adquiriese una delirante dimensi¨®n pol¨ªtica. En una carta abierta a las autoridades federales de los Estados Unidos, Solomon consideraba que las convicciones que daban sentido a su vida estaban siendo ¡°ultrajadas¡± por un producto ¡°cruel, sarc¨¢stico y de ¨ªnfima categor¨ªa que bajo ning¨²n concepto puede pretender ser arte¡±.
Thurmond lleg¨® a exigir al responsable de la distribuci¨®n de la pel¨ªcula en su Estado que la retirase ¡°como muestra de buena voluntad y de respeto para la comunidad cristiana, que se toma su religi¨®n muy en serio¡±. El hombre le contest¨® que la religi¨®n de los promotores culturales ¡°es la libertad de expresi¨®n, y nosotros tambi¨¦n nos la tomamos muy en serio¡±.
La g¨¦nesis de una obra maestra del sacrilegio
Cuatro a?os antes, mientras promocionaba, tambi¨¦n en Estados Unidos, Los caballeros de la mesa cuadrada, una comedia dada¨ªsta sobre el rey Arturo y su infructuosa b¨²squeda del Santo Grial, Eric Idle intent¨® ofrecer una respuesta ingeniosa a una pregunta rutinaria: ¡°?Cu¨¢l va a ser vuestro pr¨®ximo proyecto?¡±. ¡°Algo sobre la vida de Jes¨²s de Nazaret. ?Qu¨¦ tal Jesus Christ: Lust for Glory?¡±.
Parte de la prensa se tom¨® la ocurrencia al pie de la letra. En los meses siguientes, los miembros de Monty Python (cinco brit¨¢nicos, Graham Chapman, John Cleese, Eric Idle, Terry Jones y Michael Palin, y un estadounidense afincado en el Reino Unido, Terry Gilliam, que llevaban haciendo comedia juntos de 1969) se vieron respondiendo a continuas preguntas sobre c¨®mo evolucionaba ese proyecto de ¡°comedia b¨ªblica¡± que, en realidad, nunca se hab¨ªan propuesto hacer. ¡°La hoguera fue creciendo. Cada vez se nos ocurr¨ªan nuevos detalles absurdos para seguir alimentando el equ¨ªvoco, algo que hac¨ªamos por pura maldad. Y lleg¨® un momento en que empezamos a pensar en Jesus Christ: Lust for Glory como un proyecto factible¡±, explicaba Jones.
Cuando se reunieron en Londres, ya a finales de 1976, para valorar en qu¨¦ nuevas iniciativas quer¨ªan embarcarse a continuaci¨®n, se hizo evidente que EMI Films, la compa?¨ªa que hab¨ªa producido sus dos primeras pel¨ªculas, estaba m¨¢s que dispuesta a embarcarse en una tercera. ¡°Basta con que le propongamos un concepto y podemos ponernos manos a lo obra¡±, explic¨® Chapman. Jones sugiri¨®, a falta de una idea mejor, que empezasen a trabajar en ¡®lo de Jesucristo¡±.
Idle y Gilliam ten¨ªan un primer gag que les resultaba irresistible, una escena de crucifixi¨®n en la que Jes¨²s de Nazaret ca¨ªa una y otra vez de la cruz debido a la incompetencia de los carpinteros romanos, incapaces de hacer un instrumento de tortura en condiciones. El Mes¨ªas perd¨ªa la paciencia y acababa explic¨¢ndoles a gritos c¨®mo se hace una cruz.
Ese bosquejo de escena, en palabras de Idle, dio pie a otros semejantes, pero no a un hilo conductor narrativo que pudiese servir de base a una pel¨ªcula. Es m¨¢s, en el largo proceso de lluvia de ideas que vino a continuaci¨®n, los humoristas se acabaron convenciendo, como recordaba Gilliam, de que Jes¨²s era, en esencia, ¡°un buen tipo, que hizo y dijo cosas de una incuestionable sensatez y muri¨® en circunstancias bastante desagradables¡±. Su vida ya no les parec¨ªa material adecuado para una parodia.
As¨ª que acabaron optando por una variante: utilizar el entorno, la Palestina convulsa y mesi¨¢nica del Nuevo Testamento, pero olvidarse de Jes¨²s. El grupo empez¨® a trabajar en un guion centrado en el decimotercer disc¨ªpulo del profeta, un tipo, tal y como lo conceb¨ªa Jones, ¡°que no aparece en la Biblia porque siempre llegaba tarde a todas partes y se perd¨ªa todos los milagros¡±.
Ese fue el primer borrador de Brian. Con el tiempo, el personaje al que acabar¨ªa interpretando Chapman se convirti¨® no en el disc¨ªpulo disfuncional que hab¨ªan imaginado, sino en un tipo corriente, nacido en circunstancias similares a las de Jesucristo, y al que un grupo de seguidores particularmente tercos y poco receptivos acabar¨ªa confundiendo, a su pesar, con el redentor de Israel.
De Barbados a Noruega
El guion estuvo listo en enero de 1978, tras unas vacaciones de dos semanas en Barbados que los Monty Python aprovecharon para darle los ¨²ltimos retoques. Pocas semanas despu¨¦s, cuando estaban a punto de volar a T¨²nez para iniciar el rodaje, Lord Bernie Delfont, director ejecutivo y accionista mayoritario de EMI Films, ley¨® por vez primera el libreto, alertado por un misterioso alto cargo de la iglesia anglicana que le dijo que lo que ten¨ªan entre manos iba a ser una de las pel¨ªculas m¨¢s irresponsables y nocivas de la historia. Delfont no dio muchas explicaciones. Asegur¨® que el guion le parec¨ªa ¡°atroz¡± y dio por cancelado el proyecto. EMI no financiar¨ªa un asalto frontal a la religi¨®n de ese calibre.
Idle recurri¨® a un amigo ¨ªntimo, el exbeatle George Harrison, y le pidi¨®, sin m¨¢s, que fuese ¨¦l quien pusiese el dinero que acababa de retirarles Delfont. En Monty Python: La autobiograf¨ªa por Monty Python, se explica que Idle se hab¨ªa preparado para abrumar a Harrison con argumentos de tipo emocional, empezando por el obst¨¢culo formidable para el humor que supon¨ªa el resurgir de los fundamentalismos religiosos, lo conservadoras que se estaban volviendo las industrias culturales brit¨¢nicas o lo dif¨ªcil que resultaba obtener financiaci¨®n para productos que fuesen m¨¢s all¨¢ de lo obvio, lo pacato y lo previsible.
No hizo falta. A Harrison le entusiasm¨® convertirse en productor de una pel¨ªcula blasfema. Solicit¨® un cr¨¦dito respaldado por una de sus mansiones en la campi?a brit¨¢nica, le dio a Idle los dos millones de libras que le ped¨ªa (por entonces, el equivalente a unos cuatro millones de d¨®lares) y le asegur¨® que podr¨ªa trabajar con absoluta libertad.
El autor de Something sab¨ªa perfectamente d¨®nde se estaba metiendo. En 1966 se hab¨ªa visto involucrado en una de las controversias religiosas m¨¢s c¨¦lebres de la historia reciente, despu¨¦s de que su compa?ero de grupo, John Lennon, le dijese a la periodista del Evening Standard Maureen Cleave que los Beatles eran ¡°m¨¢s famosos que Jesucristo¡±. Aquella provocaci¨®n entre brillante y pueril dio pie a actos de boicot grotescos durante la posterior gira del grupo por Estados Unidos.
En aquella ocasi¨®n, Harrison, tal vez no el m¨¢s sutil pero s¨ª el m¨¢s apasionado y coherente de los Beatles, hab¨ªa intentado zanjar la pol¨¦mica con frases que a?adieron gasolina al fuego: ¡°?Por qu¨¦ nos acusan de blasfemos? Si el cristianismo fuese el movimiento humanista e integrador que pretende ser, deber¨ªa tolerar la discrepancia y aceptar las cr¨ªticas con madurez¡±. Esa segu¨ªa siendo, al parecer, su postura en 1978, cuando ya hab¨ªa completado su viaje de ida y vuelta hacia el hinduismo inspirado por el movimiento Hare Krishna.
Palestina, a?o cero
Los Python no aspiraban a ser m¨¢s famosos que Jesucristo. En realidad, solo quer¨ªan acercar a las masas la experiencia de ser un hombre corriente en un entorno excepcional, el de la Judea bajo ocupaci¨®n romana en plena era mesi¨¢nica. La pel¨ªcula se rod¨® sin grandes sobresaltos. Terry Jones ejerci¨® de director y Graham Chapman fue la estrella de la funci¨®n, asumiendo el papel principal, el de uno de los ¡°hombres sabios¡± de Oriente y el del infausto romano Pijus Magnifikus. El veterano Kenneth Colley hizo un brev¨ªsimo cameo en el papel de Jes¨²s, la gran presencia ausente de la pel¨ªcula.
El producto de su esfuerzo empez¨® a mostrarse en pases privados ya en enero de 1979, y de esos primeros contactos con el p¨²blico fueron emergiendo sucesivas versiones, cada vez m¨¢s cortas, m¨¢s precisas, con menos gags y menos personajes, hasta dejar la pel¨ªcula en sus actuales 94 minutos de puro m¨²sculo, sin un gramo de grasa.
A medida que se acercaba la fecha del estreno, Irlanda y Noruega fueron los primeros pa¨ªses en anticipar lo que estaba a punto de suceder retirando, sin m¨¢s, la licencia de exhibici¨®n a La vida de Brian. Los Python aprovecharon la circunstancia para promocionarla en Suecia con una frase que se acabar¨ªa exportando a otros mercados: ¡°Una pel¨ªcula tan divertida que la han prohibido en Noruega¡±.
El estreno en Australia y el Reino Unido vino precedido de un corto titulado Away for It All que, con locuci¨®n de John Cleese, aportaba (des)informaci¨®n delirante sobre c¨®mo se hab¨ªa gestado la pel¨ªcula e inclu¨ªa frases c¨®mo: ¡°Resulta dif¨ªcil de creer hasta qu¨¦ punto estos felices muchachos han dedicado sus vidas a la destrucci¨®n sistem¨¢tica de la civilizaci¨®n occidental¡±. Varias localidades de la Inglaterra rural se sumaron a la moda estadounidense y prohibieron la exhibici¨®n del film.
La pol¨¦mica, pese a todo, se diluy¨® en tiempo r¨¦cord. Durante las Navidades de 1979, La vida de Brian se segu¨ªa exhibiendo en cines de todo el mundo, pero sin suscitar ya actos de rechazo de ning¨²n tipo. Sus primeros pases televisivos, dos a?os despu¨¦s, no generaron ninguna polvareda, demostrando as¨ª la tesis de John Cleese: ¡°Las controversias religiosas modernas suelen ser de corto alcance. Los creyentes sienten la necesidad de hacer algo contundente por Yahv¨¦, por Al¨¢ o por Jesucristo, pero en cuanto lo han hecho se quedan tranquilos y siguen con sus vidas¡±.
Para el recuerdo queda una de las an¨¦cdotas m¨¢s curiosas que dio de s¨ª el convulso estreno de esta obra maestra de la parodia (y la blasfemia). La explica Kliph Nesteroff: ¡°En plena vor¨¢gine, Michael Palin y John Cleese fueron invitados a un programa nocturno de la BBC2 para participar en un debate con dos interlocutores que se hab¨ªan significado en su rechazo a la pol¨ªtica: un pastor anglicano y Malcolm Muggeridge¡±.
A?os antes, Muggeridge hab¨ªa publicado un contundente art¨ªculo en Esquire sobre los l¨ªmites menguantes del humor y la libertad de expresi¨®n en el que lamentaba que ¡°estamos avanzando hacia un mundo mortalmente serio en el que ya no encontramos l¨ªcito re¨ªrnos de casi nada¡±. Sin embargo, en 1979, hab¨ªa abrazado ya el cristianismo fundamentalista y consideraba que ¡°el fin de la cultura en Occidente se est¨¢ viendo acelerado por bufonadas grotescas como esta, un subproducto de la peor cala?a que convierte la vida de Jes¨²s en una farsa y su crucifixi¨®n en una escena de opereta¡±.
Escuchando a Muggeridge y a su aliado eclesi¨¢stico, Palin y Cleese se dieron cuenta de que ambos se refer¨ªan al personaje de Brian como si fuese una representaci¨®n de Jesucristo en la pel¨ªcula, no un simple transe¨²nte al que la masa aborregada confund¨ªa con ¨¦l. Se lo hicieron notar: ¡°Es un detalle bastante esencial de la trama, ?no?¡±. Muggeridge y el pastor anglicano respondieron diciendo que ¡°por supuesto¡±, no hab¨ªan visto la pel¨ªcula. O, al menos, no entera. Cleese les dedic¨® una mirada de sorna infinita. Solo le falt¨® decirles: ¡°No hay m¨¢s preguntas, se?or¨ªa¡±.
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