¡°Truculenta, mis¨®gina, racista y nihilista¡±: ¡®Scarface¡¯, la pel¨ªcula que tard¨® 40 a?os en ser un cl¨¢sico
Han pasado cuatro d¨¦cadas desde que el cl¨¢sico de Brian de Palma se estren¨® rodeada de pol¨¦mica y malas cr¨ªticas hasta que se convirti¨® en objeto de culto, especialmente entre el mundo del hip hop
Scarface: El precio del poder se estren¨® en diciembre de 1983, hace ahora poco m¨¢s de 40 a?os. Hoy cuesta creerlo, pero lleg¨® a las salas estadounidenses, en plena campa?a navide?a, precedida de augurios funestos y de una feroz campa?a de descr¨¦dito que estuvo a punto de lastrar sus expectativas comerciales. Su distribuidora, Universal, lleg¨® a considerarla un estreno de muy alto riesgo financiero: part¨ªa de un presupuesto inicial de 12 millones de d¨®lares y hab¨ªa acabado costando el doble o el triple (las versiones difieren), una cifra, en cualquier caso, muy dif¨ªcil de amortizar en taquilla.
La pel¨ªcula puso en serio riesgo la salud de su interprete principal, Al Pacino, empezando por la integridad de sus fosas nasales, y casi cuesta la vida a dos especialistas en escenas de acci¨®n. Cre¨® un conflicto con la Oficina de Turismo del estado de Florida y con la comunidad cubana de Miami que oblig¨® a trasladar el rodaje al sur de California. Robert De Niro no quiso protagonizarla y John Travolta rechaz¨® el papel de Manny, lugarteniente del protagonista, Tony Montana. Sidney Lumet renunci¨® a dirigirla y le augur¨® un fracaso de proporciones b¨ªblicas. Caus¨® una crisis de ansiedad a su productor, Martin Bregman, y una breve reca¨ªda en el consumo de coca¨ªna a su guionista, Oliver Stone. Brian De Palma atribu¨ªa a su tenso y accidentado proceso de producci¨®n la responsabilidad directa del fracaso de su matrimonio con la actriz Nancy Allen.
M¨¢s a¨²n, cr¨ªticos del prestigio de Pauline Kael, Leonard Maltin o Jay Scott la describieron como un espect¨¢culo autoindulgente y fallido, la ¨²ltima de las ¡°pel¨ªculas elefante¡± que acabaron condenando al Nuevo Hollywood al basurero de la historia. Intelectuales como Kurt Vonnegut o John Irving abandonaron la sala el d¨ªa de su preestreno en Nueva York, y las actrices Raquel Welch y Diane Lane, invitadas a la alfombra roja, estupefactas ante el hiperb¨®lico despliegue de violencia al que acababan de asistir, fueron incapaces de pronunciar ni una palabra en su defensa.
Una bomba de efecto retardado
En la actualidad la recordamos como una pel¨ªcula de culto, toda una leyenda cinematogr¨¢fica a la altura (o a muy escasa distancia) de El padrino, Taxi Driver o El cazador, pero lo cierto es que Scarface fue en su d¨ªa un proyecto maldito que estuvo a punto de descarrilar en m¨²ltiples ocasiones. La ¨²ltima, en la mesa de montaje, en noviembre de 1983, muy pocas semanas antes de su estreno. Brian De Palma se hab¨ªa embarcado en una febril carrera contra el reloj para evitar que la patronal del gran cine estadounidense, la Motion Picture Association of America (MPAA), la calificase X por ¡°su alta dosis de violencia y su uso sistem¨¢tico de lenguaje obsceno¡±. El director iba ya por la cuarta versi¨®n y se resist¨ªa, muy especialmente, a hundir sus tijeras en la escena final, un terso cl¨ªmax de furia descarnada que ven¨ªa a ser, en su opini¨®n, la m¨¦dula de la pel¨ªcula.
Harto de las injerencias creativas de ¡°los censores¡±, De Palma sugiri¨® a Bregman una estrategia suicida: ¡°Dejemos la pel¨ªcula tal cual, que le pongan la X y presentemos una apelaci¨®n. Convirt¨¢mosla en un esc¨¢ndalo¡±. Los cines en que iba estrenarse el 9 de diciembre ya la estaban anunciado como calificada R (o sea, una clasificaci¨®n seg¨²n la cual en los cines estadounidenses no pueden entrar menores de 17 a?os en la sala si no es acompa?ados con un adulto) y amenazaron con retirarla del cartel si se le acababa asignando la maldita letra X, reservada por entonces a la pornograf¨ªa o las pel¨ªculas de serie B de tem¨¢tica extrema.
Al final se opt¨® por una v¨ªa intermedia. De Palma present¨® al comit¨¦ de apelaci¨®n de la MPAA una quinta versi¨®n, casi id¨¦ntica a la cuarta, y el sanedr¨ªn de 20 propietarios de salas, directivos de estudios y distribuidores independientes se pleg¨® a las presiones de Universal y decidi¨®, por 17 votos a 3, revocar el veredicto inicial y otorgarle a Scarface la R que ped¨ªa. Bregman declar¨® poco despu¨¦s que ese pulso extenuante le hab¨ªa costado d¨¦cadas de juventud. Y De Palma, en una triqui?uela perversa, decidi¨® a ¨²ltima hora estrenar la cuarta versi¨®n en lugar de la quinta, convencido, como en efecto ocurri¨®, de que los cambios introducidos eran tan insignificantes que nadie iba a notar la diferencia.
Detractores de hoy y de siempre
Rhik Samadder, cr¨ªtico de Prospect Magazine, tiene una teor¨ªa. Los cr¨ªticos que maltrataron a Scarface en 1983 estaban en lo cierto. En su opini¨®n se trata de una pel¨ªcula ¡°mediocre¡±, adem¨¢s de incoherente en lo narrativo y ¡°truculenta, mis¨®gina, racista y nihilista¡± desde un punto de vista ¡°pol¨ªtico y filos¨®fico¡±.
Si en las ¨²ltimas d¨¦cadas hemos desarrollado una ceguera selectiva hacia sus ¡°incuestionables¡± defectos es porque hemos perdido la capacidad de verla tal cual es y percibimos apenas ¡°su aura¡±, impregnada, adem¨¢s, ¡°de nostalgia¡±. Nos habla de la ¨²ltima edad dorada del gran cine estadounidense, de Pacino en todo su esplendor histri¨®nico, de Palma encaram¨¢ndose a la cumbre, de la emergencia de Oliver Stone como gran narrador contempor¨¢neo y gur¨² de la transici¨®n a una insolente sensibilidad posmoderna.
Samadder a?ade que Tony Montana (un personaje ¡°repulsivo¡±, antih¨¦roe ¡°mezquino, cruel e incestuoso¡±, un criminal impenitente sin ninguna cualidad que le redima) es todo un icono pop para boomers y miembros de la generaci¨®n Y y Z, gracias, sobre todo, a la apropiaci¨®n acr¨ªtica de su figura por parte del hip hop. Al cr¨ªtico le fascinan detalles como que, en Scarface: Origins of a Hip Hop Classic, documental de 2003, P Diddy afirme ¡°con inquietante precisi¨®n¡± que ha visto la pel¨ªcula ¡°63 veces¡±. Para Samadder, Jay-Z, Notorious BIG, Nas, Kanye West o Raekwon son los genuinos ap¨®stoles del culto laico del que es objeto Tony Montana.
Jason Bailey repasa en Vulture la controversia que rode¨® a la pel¨ªcula, considerada en su d¨ªa poco menos que un panfleto xen¨®fobo que denigraba a los inmigrantes cubanos y se hac¨ªa eco de un rumor t¨®xico: que entre los cerca de 150.000 refugiados procedentes de puerto Mariel, en Cuba, que Estados Unidos acogi¨® en 1980 hab¨ªa ¡°un alto porcentaje de peligrosos delincuentes reci¨¦n excarcelados que las autoridades castristas enviaron para desestabilizar a su enemigo¡±. Bailey recuerda c¨®mo l¨ªderes de la comunidad cubana de Miami se movilizaron contra la pel¨ªcula acus¨¢ndola de perpetuar estereotipos y alimentar las fantas¨ªas racistas y nativistas del gran p¨²blico en un periodo de conflictividad exacerbada.
Oliver Stone se defendi¨® recurriendo a un argumento obvio: ¡°Tony Montana es un criminal, y todos los criminales tienen una nacionalidad. Si hubiese sido colombiano, hoy me estar¨ªan acusando de contribuir a la campa?a de desprestigio de que son objeto los ciudadanos de Colombia. Pero lo cierto es que Tony es un solo individuo, responsable por tanto de sus propios actos y en absoluto representativo del conjunto de su sociedad de origen. De hecho, en la pel¨ªcula aparecen tambi¨¦n su madre y su hermana, dos inmigrantes perfectamente honradas que reprochan a Montana su nocivo estilo de vida y la p¨¦sima imagen que da de los cubanos¡±.
Caribe, todo incluido
Cuando Stone acept¨® hacerse cargo del guion que le ped¨ªa Martin Bregman, en octubre de 1982, el escritor y futuro cineasta neoyorquino estaba en la cresta de la ola. Hab¨ªa ganado un Oscar por el impactante libreto de El expreso de medianoche (Alan Parker, 1978) y acababa de escribir el guion de Conan el b¨¢rbaro. Si se mostr¨® dispuesto a involucrarse en el remake de un cl¨¢sico muy lejano, Scarface, el terror del hampa (1932), cr¨®nica aproximada de las correr¨ªas de un trasunto de Al Capone dirigida por Howard Hawks, es porque Bregman le propuso un ejercicio de pensamiento lateral que le result¨® fascinante: en lugar de convertirlo en otra historia de mafiosos italoamericanos, iban a ambientarlo en la Florida de los marielitos, los cubanos procedentes del ¨¦xodo de puerto Mariel.
Stone pas¨® varias semanas en los barrios latinos de Miami, entrevist¨¢ndose con polic¨ªas y delincuentes, e incurri¨® de nuevo, influido por ese ambiente de ¡°eterna verbena¡±, en el viejo h¨¢bito de esnifar coca¨ªna ¡°a todas horas¡±. De ah¨ª se traslad¨® con su mujer a Par¨ªs, donde escribi¨® el guion ¡°de una sentada y completamente sobrio¡±. Por entonces, ya conceb¨ªa la pel¨ªcula como ¡°una gran epopeya caribe?a, exuberante, glamurosa, er¨®tica, llena de energ¨ªa, extravagancia y colorido¡±.
Cuando el hombre que iba a dirigir la pel¨ªcula, Sidney Lumet, ley¨® las cerca de 300 p¨¢ginas escritas por Stone, aleg¨® las siempre socorridas ¡°diferencias creativas¡± para escurrir el bulto. De poco sirvi¨® que Bregman apelase a lo bien que les hab¨ªa ido juntos en proyectos anteriores en los que tambi¨¦n estaba involucrado Pacino como Serpico o Tarde de perros. Lumet no quer¨ªa comprometer su prestigio participando en semejante desprop¨®sito, aunque tuvo la elegancia de no expresar su opini¨®n en p¨²blico.
As¨ª que Bregman recurri¨® a un Brian De Palma que estaba encontrando dificultades para cerrar acuerdos de financiaci¨®n tras el fracaso en taquilla de una de sus pel¨ªculas m¨¢s personales, Impacto (Blow Out, 1981), y se mostr¨® dispuesto, por una vez, a asumir una pel¨ªcula de encargo. A esas alturas Robert De Niro hab¨ªa rechazado ya el papel de Tony Montana. Glenn Close, Kim Bassinger, Brooke Shields, Sharon Stone y otra media docena de actrices hab¨ªan sido consideradas para el de Elvira, amante del gangster, y Bregman se hab¨ªa resignado a ofrec¨¦rselo a la ¡°g¨¦lida y poco experimentada¡± Michelle Pfeiffer, de 24 a?os.
Laxantes y tronos de sangre
El rodaje fue una marat¨®n de 24 semanas, entre noviembre de 1982 y mayo de 1983, que arranc¨® en Los ?ngeles para continuar en San Diego y Santa Barbara, con una breve y casi clandestina excursi¨®n a Miami, ciudad que se hab¨ªa negado a acoger la pel¨ªcula, pero en la que, pese a todo, se filmaron algunas escenas, empezando por una de las m¨¢s c¨¦lebres, la del brutal desmembramiento de ?ngel, el primer socio de Montana.
En marzo, Pacino se produjo quemaduras de cierta consideraci¨®n en la mano izquierda al aferrar accidentalmente el ca?¨®n de un arma que acababa de ser disparada. Mientras se recuperaba en el hospital, De Palma aprovech¨® para rodar una serie de escenas de acci¨®n que no requer¨ªan de su presencia. En una de ellas, la explosi¨®n prematura de una bomba caus¨® heridas graves a dos especialistas. Aunque el incidente m¨¢s publicitado, que un reportaje de Variety present¨® como ejemplo supremo del nivel de frivolidad y delirio que estaban alcanzando por entonces las producciones de Hollywood, fueron las lesiones en las fosas nasales que sufri¨® Pacino tras inhalar las altas cantidades de laxante infantil y leche en polvo que sustitu¨ªan a la coca¨ªna durante el rodaje de las casi continuas escenas narc¨®ticas.
Stone contribuy¨®, tal vez sin pretenderlo, a la leyenda negra de la pel¨ªcula. Como declar¨® a la web especializada Creative Screenwriting, se sent¨ªa ¡°atrapado¡± en el set de producci¨®n, mortificado por la lentitud exasperante impuesta por las continuas interrupciones, el ¡°perfeccionismo neur¨®tico¡± de un De Palma siempre obsesionado por ¡°detalles triviales¡± y la ¡°desconcertante inseguridad¡± de Pacino, que insist¨ªa una y otra vez en repetir tomas. Mientras se rodaba la escena final, ese aquelarre de violencia desquiciada que De Palma plante¨® como un homenaje a Trono de sangre (1957), de Akira Kurosawa, Steven Spielberg realiz¨® una visita de cortes¨ªa al set de producci¨®n de Santa Barbara e insisti¨® en echar una mano. De Palma le encarg¨® que dirigiese la peculiar toma en la que los asesinos irrumpen por vez primera en la mansi¨®n de Tony Montana.
Al final, la pel¨ªcula sobrevivi¨® a accidentes y vicisitudes varias y acudi¨® a tiempo a su cita con las salas de cine. Tuvo un desempe?o notable en su primera semana, pero recaud¨® apenas la mitad que su gran rival en taquilla, Impacto s¨²bito, la secuela de Harry el sucio dirigida por Clint Eastwood, otra producci¨®n ultraviolenta denostada por la critica.
Scarface acab¨® la temporada cosechando unos respetables pero decepcionantes 45 millones de d¨®lares en Estados Unidos y 20 m¨¢s en el resto del mundo. La rentabilidad le acab¨® llegando por una v¨ªa por entonces ins¨®lita: un r¨¢pido estreno en VHS y Betamax en verano de 1984 que la convirti¨® en la pel¨ªcula m¨¢s alquilada del a?o y la primera en superar las 100.000 copias vendidas en formato dom¨¦stico. El cr¨ªtico Gary Arnold la describi¨® como un placer culpable: no ir¨ªas a verla a la sesi¨®n diurna de un cine de Times Square, pero s¨ª est¨¢s dispuesto a alquilarla a escondidas y disfrutarla en solitario en la intimidad del hogar.
Hoy ya nadie parece tener gran cosa que objetarle. Hollywood Insider la considera una de las diez mejores pel¨ªculas de gangsters de la historia, en Quora la a¨²pan al podio de los grandes cl¨¢sicos y ya apenas se cuestiona su car¨¢cter de gran referente contracultural. Gary Thompson recuerda en Star Tribune que algunas de las pel¨ªculas estrenadas en 1983 que aspiraron al Oscar fueron Yentl, Reencuentro y Silkwood, tres pesos pluma, y que la ganadora, La fuerza del cari?o, no era mucho mejor. Las m¨¢s taquilleras del a?o fueron El retorno del Jedi y Octopussy. A aquella hornada de celuloide inofensivo y de obsolescencia casi inmediata, Thompson opone una de las pel¨ªculas de los primeros ochenta que mejor han envejecido en barrica, Scarface, ¡°con sus carnicer¨ªas perpetradas con motosierras, sus gigantescas cordilleras de coca¨ªna¡± y la mirada extraviada de Pacino mientras insulta a diestro y siniestro con un estrafalario acento cubano. Es dif¨ªcil, para cualquiera que la haya visto, no estar de acuerdo con semejante veredicto.
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