¡°Si no va a terapia, no te acuestes con ¨¦l¡±: los peligros de banalizar la salud mental
Cada vez usamos m¨¢s a la ligera la terminolog¨ªa m¨¦dica y el hecho de ir a terapia ya es hasta un gancho para ligar en Tinder, algo que dificulta la labor de los especialistas y hace m¨¢s complicado averiguar si somos v¨ªctimas o enfermos y si recibimos terapia o solo autoayuda
Dijo John Waters: ¡°Si vas a su casa y no tiene libros, no te lo tires¡±). Hoy ha surgido una nueva, a¨²n m¨¢s exigente: ¡°Si no va a terapia, no os acost¨¦is¡±. No es solo un chascarrillo. Ahora que la terapia lo ha inundado todo, tambi¨¦n es algo que, seg¨²n detectan medios estadounidenses como The New York Times, aparece en las biograf¨ªas de Tinder como indicador de que alguien est¨¢ al d¨ªa y es emocionalmente responsable.
Hoy muchas referencias en el lenguaje cotidiano proceden del lenguaje terap¨¦utico: expresiones como ¡°bandera roja¡±, ¡°luz de gas¡± o ¡°trauma¡± remiten directamente a la consulta de un psic¨®logo. Incluso los raperos han incorporado este universo a sus temas y Jay-Z menciona a su terapeuta en canciones como 4:44, mientras que Kendrick Lamar fue un paso m¨¢s all¨¢ estructurando su disco Mr. Morale (2022) como una serie de sesiones. Tambi¨¦n Drake, en Churchill Downs, una colaboraci¨®n con Jack Harlow, alude a los traumas por abandono que estar¨ªa tratando en consulta.
Ser¨ªa f¨¢cil relacionar este auge de la terapia con la cultura del ensimismamiento que ha proliferado durante los ¨²ltimos a?os: los ¨¦xitos del selfi en el arte contempor¨¢neo, de la autoficci¨®n en la literatura o de lo autobiogr¨¢fico en la m¨²sica (?alguien ha dicho Taylor Swift?) reforzar¨ªan la tesis de que nos encanta hablar sobre nosotros mismos. Pero la terapia va un paso m¨¢s all¨¢, porque aborda sufrimientos y s¨ªntomas reales que muchas veces constituyen enfermedades mentales.
?V¨ªctimas o enfermos?
La aparici¨®n de estos s¨ªntomas en millones de j¨®venes, de manera casi simult¨¢nea y durante un ciclo econ¨®mico marcado por el pesimismo y la precariedad (la llamada ¡°epidemia de salud mental¡±), hace pensar a muchos autores que nos encontramos ante un malestar colectivo y generalizado que, en palabras del fil¨®sofo Amador Fern¨¢ndez-Savater, autor de Capitalismo libidinal (Ned, 2024), ser¨ªa un ¡°malestar por desbordamiento causado por un triple colapso: ps¨ªquico, social y ecol¨®gico¡±. Las preguntas ante una emergencia as¨ª son si quien lo sufre est¨¢ yendo a terapia y si la terapia a la que acude est¨¢ bien enfocada. El ejemplo norteamericano no es esperanzador: all¨ª han aparecido estudios que alertan de que el aumento de los tratamientos de salud mental no se est¨¢ traduciendo en un aumento del bienestar psicol¨®gico de los ciudadanos. M¨¢s bien al contrario.
La psiquiatr¨ªa es la disciplina m¨¢s controvertida dentro de la medicina. Hist¨®ricamente ha sido vista como un arma de doble filo porque en determinados contextos (especialmente pol¨ªticos) ha funcionado como dispositivo de control de los pacientes en lugar de aliviar su dolor y todav¨ªa se debate sobre sus fundamentos. Recientemente, el psiquiatra y cient¨ªfico holand¨¦s Jim Van Os explicaba a EL PA?S: ¡°Hay demasiada heterogeneidad y variaci¨®n para que las personas quepan dentro de un diagn¨®stico¡±.
Los especialistas llevan d¨¦cadas buscando marcadores neurobiol¨®gicos para las enfermedades mentales; unos marcadores que permitir¨ªan asimilarlas al resto de enfermedades y confirmar¨ªan la idoneidad de los tratamientos farmacol¨®gicos estandarizados. Sin embargo, hasta el momento estas evidencias se resisten y el comportamiento de los pacientes sigue siendo lo que m¨¢s pesa en la elaboraci¨®n de un diagn¨®stico. ¡°Para la gran mayor¨ªa de las condiciones de salud mental no se han encontrado marcadores biol¨®gicos, por lo que no tenemos ninguna prueba biol¨®gica para verificar ning¨²n tipo de diagn¨®stico psiqui¨¢trico¡±, explic¨® el psic¨®logo brit¨¢nico James Davies a EL PA?S en 2022.
Esto nos lleva a otra gran paradoja contempor¨¢nea sobre la terapia: cuando m¨¢s presencia tiene en nuestras vidas y m¨¢s se popularizan t¨¦rminos como ¡°ansiedad¡±, ¡°trauma¡± o ¡°banderas rojas¡±, es justo cuando algunos dan por superado el psicoan¨¢lisis que desarrollaron Freud y, algo despu¨¦s, Lacan. Al menos, esto es lo que ha sucedido en determinados ambientes como hospitales y departamentos universitarios, que llevan a?os fi¨¢ndolo todo a la terapia cognitivo-conductual y los f¨¢rmacos. En una columna publicada en EL PA?S en 2023, el psiquiatra y bi¨®logo Cristian Llach se pregunt¨®: ¡°?Llegar¨¢ el d¨ªa en que dejaremos los psiquiatras de interpretar de modo subjetivo, de improvisar y de funcionar mediante ensayo-error? Son preguntas que est¨¢n logrando salir de sus torres de marfil tradicionales: laboratorios, universidades y c¨ªrculos de investigaci¨®n. Pero, ?podr¨¢n llegar alg¨²n d¨ªa a los consultorios de salud mental?¡±.
Sigmund, analiza esto
El psicoan¨¢lisis influy¨® en la cultura del ¨²ltimo siglo casi como ninguna otra corriente de pensamiento. Su legado va de las obras de Proust hasta la prensa cultural actual, en la que los cr¨ªticos de televisi¨®n exclaman ¡°?Freud ten¨ªa raz¨®n!¡± si al final de una trama se descubre que lo que mov¨ªa a los personajes era el sexo. Sin embargo, es una pr¨¢ctica desprestigiada desde muchos sectores.
¡°El desprestigio del psicoan¨¢lisis y el lugar desde el que se quiere considerar una pseudociencia es sobre todo universitario¡±, explica Manuel Gonz¨¢lez Molinier, m¨¦dico psiquiatra. ¡°La raz¨®n es evidente: tanto el m¨¦todo cognitivo-conductual como las explicaciones de la enfermedad mental de tipo neurobiol¨®gico viven un momento de cierto fracaso, lo que hace que vean amenazadas sus esferas de poder y ataquen con m¨¢s violencia a la ¨²nica disciplina que apuesta por trabajar con los factores singulares de cada caso. El psicoan¨¢lisis nunca se ha prestado a una especie de manualizaci¨®n que sea f¨¢cilmente vendible por los seguros americanos, eso de ¡®usted aplique veinte sesiones, hable de estas cosas y curar¨¢ al paciente en esas veinte sesiones¡¯. No es un f¨¢rmaco¡±.
Precisamente, los defensores del psicoan¨¢lisis son los m¨¢s cr¨ªticos con la banalizaci¨®n de la terapia y argumentan que, tal y como se viene practicando durante los ¨²ltimos a?os, con frecuencia se convierte en autoayuda. ¡°Se est¨¢ caminando hacia una sociedad hiperpsicologizada, pero los psicoanalistas pensamos que no se tratan las cuestiones fundamentales¡±, comenta Gonz¨¢lez. Tambi¨¦n reconoce que ¡°lo que propone Freud todav¨ªa es controvertido o antip¨¢tico porque apela a los traumas infantiles y defiende que hay un mont¨®n de factores inconscientes que no controlamos. Pero lo cierto es que en consulta seguimos teniendo en cuenta la existencia de procesos inconscientes y el trabajo con la palabra sigue siendo fundamental. Hay que hacer un traje individual con los factores biogr¨¢ficos de cada paciente prestando mucha atenci¨®n a la infancia¡±.
Jara P¨¦rez, psic¨®loga, tambi¨¦n practica el psicoan¨¢lisis y cree que esta es una de las pocas formas de terapia que hacen que el paciente se responsabilice del proceso. Ella no cree que la cultura de la terapia est¨¦ dando lugar a individuos egoc¨¦ntricos o ego¨ªstas, como dibuja el t¨®pico, sino, m¨¢s bien, a personas perezosas en busca de soluciones inmediatas: ¡°Me parece muy problem¨¢tico que todo el rato busquemos gente que nos solucione la papeleta: voy a un psic¨®logo para que d¨¦ consejo, voy a un nutricionista para que me ense?e a comer, voy a un entrenador personal para que me ense?e a hacer deporte¡ as¨ª se pierde gran parte de la autonom¨ªa. Y el psicoan¨¢lisis lo que hace es poner encima de la mesa esa autonom¨ªa¡±.
Terapia o sindicato
¡°Lo que hoy se etiqueta como depresi¨®n, es m¨¢s bien una deserci¨®n generalizada¡±, comenta Fern¨¢ndez-Savater. ¡°Miles de personas piden una baja por depresi¨®n y, en realidad, su baj¨®n an¨ªmico tiene que ver con malas condiciones de trabajo, un trabajo sin sentido, un trabajo de mierda como dice David Graeber¡å. Es habitual leer en X que para afrontar esa grieta la terapia es in¨²til y que ¡°un trabajador no necesita terapia, sino apuntarse a un sindicato¡±. ¡°Lo que quiere decir esa alternativa¡±, explica Fern¨¢ndez, ¡°es que los males son objetivos-estructurales. Yo creo que la situaci¨®n es m¨¢s compleja: el malestar no s¨®lo tiene causas objetivas, sino que proviene de una relaci¨®n con el mundo, con la interiorizaci¨®n de las l¨®gicas de rendimiento y competitividad¡±. Gonz¨¢lez pone un ejemplo concreto: ¡°A veces el paciente necesita las dos cosas porque la raz¨®n por la que no puede salir de su indefensi¨®n tiene elementos de inconsciente. Por ejemplo, en el caso de Nevenka Fern¨¢ndez, hizo falta un psicoanalista para que ella pudiera ver lo que para los dem¨¢s era evidente: que estaba siendo v¨ªctima de acoso sexual. Al final, un psiquiatra la deriva a un psicoanalista y el psicoanalista trabaja con ella hasta que puede hacerse cargo de su propio cuerpo, salir de la depresi¨®n y, cuando se produce ese despertar, denunciar¡±.
P¨¦rez es tajante y cree que no existe ninguna incompatibilidad entre activismo pol¨ªtico y terapia, m¨¢s bien al contrario: ¡°Cada cosa se hace en un lugar: lo que yo trabajo en terapia tiene que ver con c¨®mo la estructura ha elaborado mi subjetividad, pero en el sindicato hago otra cosa, la lucha social es algo muy distinto. Otra cuesti¨®n es que la cultura terap¨¦utica se haya convertido en un dispositivo de control, con eso estoy totalmente de acuerdo, porque la terapia mainstream, la cognitivo-conductual tiene mucho de ¡®no es lo que ocurre, sino c¨®mo lo ves¡¯, ya que trabaja con pensamientos y conductas. Ah¨ª s¨ª que hay un rollo culpabilizador¡±.
Entonces, ?esa terapia que est¨¢ por todas partes es, precisamente, la m¨¢s inofensiva para el sistema y la menos ¨²til para profundizar en los problemas de los pacientes? ¡°Efectivamente¡±, responde la psic¨®loga. ¡°La terapia mainstream al final lo que hace es ajustarte para que sigas produciendo y es completamente inofensiva para cambiar el sistema, porque no te ayuda a analizar la realidad¡±. Frente a eso, Fern¨¢ndez-Savater propone recuperar el concepto freudiano de ¡°sublimaci¨®n¡± y colectivizarlo. El fil¨®sofo concluye: ¡°Freud llamaba sublimaci¨®n a saber qu¨¦ hacer con los malestares, a convertir lo que nos da?a en energ¨ªa de transformaci¨®n. Lo reservaba a los artistas y a los genios y eso me parece una equivocaci¨®n. La acci¨®n colectiva no s¨®lo es transformadora, sino que tambi¨¦n es posible para todos y, en ese sentido, terap¨¦utica¡±. Tal vez eso tambi¨¦n se podr¨ªa poner en Tinder.
Puedes seguir ICON en Facebook, X, Instagram,o suscribirte aqu¨ª a la Newsletter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.