¡°Bermudas de golfo¡±: la prenda masculina que convirti¨® el muslo en capital er¨®tico
La prensa de tendencias internacional las llama ¡®slutty shorts¡¯ y no solo se las pone el ubicuo Paul Mescal. Los pantalones m¨ªnimos, producto del calor, la moda y la erotizaci¨®n del cuerpo masculino, salta a las calles este verano
Es muy posible que estos d¨ªas sus redes hayan sido tomadas por im¨¢genes del actor Paul Mescal ataviado con unos cort¨ªsimos shorts a rayas, que podr¨ªan tomarse por ropa interior, combinados con camisa y mocasines como para una cena de presentaci¨®n a los futuros suegros. Hace tiempo que el actor irland¨¦s hac¨ªa m¨¦ritos para atribuirse el t¨ªtulo de palad¨ªn de las bermudas muy cortas, pero esta ¨²ltima aparici¨®n, en el desfile de Gucci, se ha difundido tanto que no deja espacio para hip¨®tesis alternativas: como las revistas internacionales de tendencias masculinas ya advert¨ªan hace unas semanas, los short shorts (bermudas cortas) o slutty shorts (bermudas de golfa) son ya una realidad que conviene mirar a la cara.
Ya no es solo que hayan adoptado la tendencia celebridades masculinas del mundo del espect¨¢culo como el propio Mescal, adem¨¢s de Jeremy Allen White, Chris Pine, Milo Ventimiglia o Donald Glover, pionero que hace dos a?os ya agravaba las cosas por no llevar camisa (pero s¨ª sombrero) con sus shorcitos amarillos. Lo mismo ha ocurrido con los insoslayables influencers digitales. En las pasarelas masculinas ¨CPrada, Rick Owens, Dries Van Noten, Dolce & Gabbana o la propia Gucci¨C tambi¨¦n se ha avistado la bermuda muy corta como una forma plausible de invocar el esp¨ªritu de la Riviera italiana, a veces entremezclada con otras pr¨¢cticas de plena actualidad como el tenniscore (recurso a prendas dise?adas para la cancha de tenis, favorecido por el ¨¦xito de la pel¨ªcula Rivales, de Luca Guadagino) y el uso de los cl¨¢sicos b¨®xers masculinos de algod¨®n a modo de pantalones cortos. Pero, adem¨¢s, las marcas de ropa deportiva y los principales gigantes de la moda pronta ya se han mostrado dispuestas a capitalizar un fen¨®meno para el que este verano no habr¨¢ vuelta atr¨¢s.
Se multiplican los interrogantes y el desconcierto. Los fashionistas vocacionales, que daban por hecho el retorno del corte pirata, est¨¢n con las tijeras en una mano y el carn¨¦ del gimnasio en la otra. Los tradicionalistas partidarios de las divisiones de roles de g¨¦nero han encontrado otra ocasi¨®n para expresar su espanto ante la ca¨ªda de Occidente. Y enfoques m¨¢s serenos y productivos inciden en las implicaciones sociol¨®gicas y culturales que se derivan de esta nueva sobreexposici¨®n del muslo masculino.
Aunque, en honor a la verdad, tan nueva no es. Tal y como el arte nos ha ense?ado, ya en el mundo egipcio y grecorromano los hombres de todas las clases sociales exhib¨ªan muslo y pantorrilla a discreci¨®n a trav¨¦s de unos ropajes similares a las actuales faldas o vestidos femeninos. A partir de los a?os cincuenta del pasado siglo, el g¨¦nero de pel¨ªculas ¡°de romanos¡±, o ¡°de gladiadores¡±, y su subg¨¦nero italiano, el p¨¦plum (vocablo latino que designa una prenda griega), dio buena cuenta de ello desde una mirada erotizante que, debido a la moral de la ¨¦poca, no pod¨ªa decir su nombre, pero cuyo p¨²blico objetivo ¨Csobre todo hombres homosexuales¨C recibi¨® con entusiasmo. A falta de otros referentes, varias generaciones de gais obtuvieron su educaci¨®n sentimental de estas pel¨ªculas, y de ello han dado cuenta en sus escritos autobiogr¨¢ficos autores como Terenci Moix.
Desde la Edad Media, y durante siglos, la piel de la pierna masculina adulta le fue hurtada al espacio p¨²blico, cubierta por medias, calzas o pantalones largos de diversa tipolog¨ªa. En el siglo XIX, y fuera de ciertos trajes regionales, el largo por encima de la rodilla qued¨® limitado a los ni?os. Hubo que esperar a la expansi¨®n de los imperios coloniales europeos en los siglos XIX y XX ¨Chasta de las empresas m¨¢s abyectas se derivan consecuencias positivas¨C para que se inventaran las bermudas, que en sus inicios estaban reservadas a los climas tropicales, y que despu¨¦s se popularizaron como una forma de sobrellevar con dignidad los picos t¨¦rmicos occidentales. Hoy, con la escalada libre de las temperaturas consecuencia del cambio clim¨¢tico, constituyen un elemento imprescindible del vestuario urbano masculino universal durante el cuatrimestre junio-septiembre. Pero fue entre finales de la d¨¦cada de los setenta y principios de los ochenta cuando la versi¨®n mini de la prenda vivi¨® su primer gran momento de gloria.
En aquellos tiempos, marcados por la onda expansiva de la revoluci¨®n sexual, nada hab¨ªa de raro en que los hombres inscritos en la normatividad heterosexual se presentaran en p¨²blico vistiendo pantaloncitos que hoy calificar¨ªamos como slutty. Como caso paradigm¨¢tico destaca el personaje de Magnum, que en la serie Magnum P.I. interpret¨® Tom Selleck entre 1980 y 1988. Tambi¨¦n los protagonistas de otras series de m¨¢xima audiencia de la ¨¦poca como Starsky & Hutch, Dallas o Happy Days. Un actor tan poco sospechoso de encarnar en la vida o en el cine posiciones cercanas a lo queer como Harrison Ford se fotografi¨® con frecuencia ¨Cy con particular fortuna¨C vistiendo pantalones cort¨ªsimos como opci¨®n de streetwear relajado. Y un veintea?ero John F. Kennedy Jr. obtuvo cotas m¨¢ximas de poder¨ªo ic¨®nico durante el D¨ªa del Trabajo de 1980 en Cape Cod, reuniendo tres ¨²nicos elementos: una tupida melena ondulada, un colmillo animal colgando del cuello y unos min¨²sculos shorts de ribetes blancos. Es cierto que todos estos ejemplos provienen de los Estados Unidos, pero para trasladar el foco hasta nuestro pa¨ªs basta con recurrir a las grabaciones de los partidos de f¨²tbol de la primera mitad de los ochenta: la distancia a la que quedaban respecto a la rodilla las perneras de la equipaci¨®n de nuestra selecci¨®n nacional en el Mundial de 1982 hoy seguramente se considerar¨ªa, como m¨ªnimo, poco decorosa.
Esta fiebre por los muslos de los hombres contiene la novedad de fijar la atenci¨®n en un lugar de su fisonom¨ªa que durante mucho tiempo fue invisible. O incluso negada. Por ejemplo, durante el largo auge de los pitillo: en la bolsa del pantal¨®n estrecho, una pierna contundente cotizaba a la baja. Otra novedad deriva de la alegr¨ªa con la que el hombre se entrega ¨²ltimamente a cultivar y lucir sus encantos, sin particular temor por sentirse reducido al rol pasivo de una imagen deseable: un indicio de ello son las colas en las m¨¢quinas de pierna de cualquier gimnasio. El pantal¨®n muy corto, hist¨®ricamente asociado a la infancia, ser¨ªa la prenda ideal para los nuevos hombres-ni?os enamorados de s¨ª mismos que potencia la sociedad contempor¨¢nea. La idea de tratar al hombre como objeto sexual no genera ya reparo alguno, sino adhesiones entusiastas ¨Co quiz¨¢ solo inconscientes- por parte de los interesados.
Tambi¨¦n tiene sentido en este universo post-covid, donde el teletrabajo se ha asumido como norma y que sucede a largos confinamientos, prendas como los b¨®xers, cuyo uso externo antes se consideraba privativo de la intimidad dom¨¦stica, emerjan a la esfera p¨²blica.
Sea como fuere, este verano va a verse en nuestras ciudades mucho aductor libre, y tambi¨¦n mucho vasto medial, vasto lateral, recto anterior y hasta pect¨ªneo. Lo que esto implique m¨¢s all¨¢ del esparcimiento er¨®tico-festivo a¨²n no est¨¢ del todo claro, pero tambi¨¦n pueden aventurarse explicaciones m¨¢s sombr¨ªas: en su d¨ªa, la breve fiebre del minishort masculino antecedi¨® al advenimiento de la era Reagan y el nuevo orden mundial marcado por los gobiernos conservadores, la Guerra Fr¨ªa y las guerras culturales. Urge prepararse para lo peor, pero tambi¨¦n pensar en alternativas m¨¢s optimistas.
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