Joseph Conrad y la Copa del Am¨¦rica
Los marinos del escritor polaco podr¨ªan comprar cargamentos enteros de mercanc¨ªas por lo que cuestan los trajes de los regatistas actuales
Ha querido el destino que coincidan dos grandes acontecimientos relacionados con el mar: el centenario de la muerte de Joseph Conrad y la celebracio?n de la Copa del Ame?rica en Barcelona. No parece que los organizadores de la chupi mega regata hayan previsto actos en recuerdo del gran escritor que nos ha llevado tanto al mar incluso a los que navegamos solo si no hay ma?s remedio. No se?, podri?an hacer una marato?n de lectura de Lord Jim, o una competicio?n virtual entre el Patna y el Nan-Shan. Una buena iniciativa, y ahi? queda la idea, seri?a traerse a Barcelona el Joseph Conrad, un velero cla?sico de 36 metros con una conradiana historia detra?s.
Construido con el nombre de Georg Stage, el barco servi?a de buque escuela dane?s y lo abordo? en 1905 de noche un carguero cuando el velero habi?a apagado negligentemente las luces para ver fuegos artificiales, causando la muerte de 22 grumetes de 14 a 17 an?os. Fue redimido por el ce?lebre navegante Alan Villiers, que lo rebautizo? con el nombre del escritor y lo llevo? a dar la vuelta al mundo. El barco est¨¢ ahora en el Museo de Am¨¦rica y el Mar en Mystic, Connecticut, y si hay que ir a buscarlo, me apunto. Todo sea por Conrad.
Ma?s alla? (o aca?) de las actividades para unir efeme?ride y competicio?n, la coincidencia invita a reflexionar sobre la moda naval y ya ma?s concretamente a pensar que? nos ponemos. En la vestimenta, que no en el espi?ritu de fondo, pues Conrad era un gran amante de los veleros y consideraba que el mundo habi?a ido a peor con los vapores, el escritor y la Copa piden prendas y estilos distintos.
Los marinos de Conrad visten muy cla?sicos y sobrios, con lanas y driles, segu?n las latitudes ¡ªno es lo mismo una singladura con el Judea en Falmouth que con el Vidar en los mares malayos¡ª,. Los capitanes con sus chaquetones o impermeables, como MacWhirr, en caso de tifo?n. Jim, Lord Jim, iba siempre de inmaculado blanco, ya estuviera en Penang o en Batavia, ¡°desde los zapatos al sombrero¡±, y he ahi? un modelo, roma?ntico sin duda. Es curioso que Peter O¡¯Toole, que tan bien lo encarno? en pantalla, luciera igualmente bien de blanco en Lawrence de Arabia (T. E. Lawrence y Conrad se vieron una vez, por cierto). En cambio, el capit¨¢n Whalley de La soga al cuello no se fijaba mucho en lo que se pon¨ªa, si se me permite la negra broma (navegaba ciego). Probablemente el mejor desfile de moda conradiana sea el que tiene lugar en una Una sonrisa de la fortuna: la reunio?n de lobos de mar en el cementerio de la isla La Perla para el entierro del hijo del capita?n H, ¡°hombres sin sombrero y con traje sombri?o¡±. ?Podri?amos decir que la moda Conrad tiene una li?nea de sombra?
Los navegantes de la Copa del Ame?rica, que no en balde patrocina Louis Vuitton, son en cuanto a la ropa mucho ma?s sofisticados y vistosos, con conjuntos offshore Helly Hansen o Musto. El traje seco (!) HPX Gore Tex pro Ocean sale por 2.600 euros; con eso los marinos de Conrad compraban un cargamento de copra, yute o gutapercha. Uno quedari?a tan raro vestido asi? en una historia de Conrad como de Lord Jim en un monocasco con foils AC75 tipo el Luna Rossa Prada Pirelli, nombre de barco adema?s que hubiera desconcertado a Conrad y a Marlow. Sea como sea, los dos mundos tienen en comu?n ma?s de lo que parece. Ya dijo Conrad en El espejo del mar que este nunca ha sido amigo del hombre, navegue en lo que navegue. En el mar ¡°descubrimos que? mediocres son nuestros intentos y lo pronto que somos derrotados¡±. O sea, la vida.
Me resisto a acabar este texto sobre moda na?utica sin citar el impactante descubrimiento este verano en una tienda en Formentera de un ban?ador singular: un sucinto eslip negro con la palabra ¡°ICON¡± escrita a todo lo ancho en las posaderas. Una magni?fica prenda autorreferencial que desconcertara? por igual, sin duda, en la regata y en el centenario. Ah, el mar, hermoso y fuerte, salado y amargo...
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