El a?o en que Maradona se convirti¨® en presentador y se atrevi¨® a entrevistarse a s¨ª mismo
La muerte del astro argentino ha revivido el inter¨¦s por sus logros futbol¨ªsticos, pero hubo en su carrera muchas m¨¢s aventuras con mayor o menor fortuna: desde cantante con Pimpinela a maestro de ceremonias de un programa hecho a su medida en el que entrevist¨® a grandes estrellas del mundo, incluido ¨¦l mismo
Sobre el periodismo se han escrito muchas verdades atroces. Mario Vargas Llosa lo consideraba el oficio m¨¢s amargo y peor pagado y Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez lleg¨® a decir que los periodistas sufren tanto que se ven obligados a emborracharse a diario para soportar su oficio. Pero tal vez la frase m¨¢s elocuente y m¨¢s certera sea la que se atribuye al estadounidense Tom Wolfe, uno de los padres de la cr¨®nica contempor¨¢nea: ¡°No le digas a mi madre que soy periodista, ella cree que toco el piano en un burdel¡±.
El reci¨¦n fallecido Diego Armando Maradona solo aprendi¨® en vida un oficio, el de futbolista, y no cabe duda de que se le dio estupendamente. Sin embargo, los a?os y las vicisitudes de una vida tan intensa como err¨¢tica le llevaron a ejercer muchas otras profesiones m¨¢s o menos eventuales, de entrenador y seleccionador nacional a actor o modelo publicitario e incluso baladista rom¨¢ntico, como demuestra Querida m¨ªa, su descacharrante colaboraci¨®n vocal con el d¨²o Pimpinela. Hoy ya apenas se recuerda, pero el caso es que el barrilete c¨®smico incurri¨® tambi¨¦n en el periodismo, aunque sin la dosis de amargura y cochambrosa ¨¦pica que le atribu¨ªan a la profesi¨®n Vargas Llosa y Garc¨ªa M¨¢rquez.
Durante tres meses, entre agosto y noviembre de 2005, un Pelusa a¨²n convaleciente y alejado del f¨²tbol tuvo su propio programa de televisi¨®n en el Canal 13 argentino. Se titul¨® La noche del 10 y estuvo en antena los lunes de aquel invierno y aquella primavera austral. Tuvo una m¨¢s que notable repercusi¨®n internacional y fue un abrumador ¨¦xito de p¨²blico en Argentina, aunque tambi¨¦n es cierto que mereci¨® cr¨ªticas entre condescendientes y mordaces. Era, c¨®mo no, un veh¨ªculo televisivo a mayor gloria de Maradona, del carism¨¢tico genio de extracci¨®n popular, pero tambi¨¦n la oveja descarriada y el juguete roto.
Meses antes, en abril de 2004, el exfutbolista estuvo al borde de la muerte al sufrir una crisis card¨ªaca atribuible al consumo inmoderado de coca¨ªna. Roz¨® ya a aquellas alturas del partido el fuera de juego definitivo y , despu¨¦s de que le practicasen un bypass g¨¢strico en una cl¨ªnica de Maracaibo, en Venezuela, se instal¨® en Cuba como hu¨¦sped de Fidel Castro, que se hab¨ªa ofrecido a proporcionarle cobijo y ayuda terap¨¦utica para superar sus adicciones. M¨¢s o menos por entonces, Eduardo ¡®Coco¡¯ Fern¨¢ndez, alto ejecutivo de Canal 13, se propuso llevarlo de vuelta a Argentina tent¨¢ndole con un anzuelo poco menos que irresistible: un programa de entrevistas en horario de m¨¢xima audiencia en el que, seg¨²n se le prometi¨®, dispondr¨ªa de todos los medios necesarios, plena libertad creativa y carta blanca en la selecci¨®n de colaboradores y entrevistados.
Maradona acabar¨ªa aceptando la oferta a sugerencia de sus hijas, Dalma y Gianina, que le exhortaron a dejar atr¨¢s su retiro dorado en Cuba para hacer algo ¨²til con el resto de su vida. Aunque fuese dedicarse al periodismo televisivo.
En cuanto el programa empez¨® a publicitarse, semanas antes de su estreno la noche del 15 de agosto de 2005, qued¨® muy claro que aquello, para bien o para mal, iba a ser un gran espect¨¢culo. Coco Fern¨¢ndez y su equipo entendieron perfectamente que el exceso y la hip¨¦rbole forman parte de la esencia del personaje, y que cualquier artefacto televisivo con Maradona a bordo deb¨ªa ser, forzosamente, una superproducci¨®n de muchos quilates. Compitieron en una franja horaria muy exigente, contra rivales de tanta entidad como la incombustible periodista bonaerense Susana Gim¨¦nez, pero echaron el resto desde el primer d¨ªa.
Adem¨¢s, el Diego Amando Maradona que se present¨® en el estudio de Canal 13 aquel mes de agosto no era en absoluto el muerto en vida que esperaban agoreros y detractores. Al contrario, la cura de reposo caribe?a parec¨ªa haberle sentado estupendamente. Aquel Pelusa de 44 a?os era un hombre de mediana edad con inmejorable aspecto, jovial y din¨¢mico, capaz incluso de pulir las aristas de su personalidad volc¨¢nica y moderar su tendencia natural al histrionismo y la egolatr¨ªa. Se tom¨® aquello como la oportunidad de limpiar su imagen y reforzar su estatus de ¨ªdolo popular, y actu¨® en consecuencia.
Pocas horas despu¨¦s de que se emitiese el primer programa, Diego Armando declaraba que se hab¨ªa sentido abrumado y agarrotado por los nervios, pero lo cierto es que apenas se le not¨®. Su primer servicio a la causa fue ejercer de amable seductor con la actriz siciliana Maria Grazia Cucinotta, a la que sac¨® a bailar e interrog¨® rodeado de c¨®mplices reclutados para la ocasi¨®n, como los tambi¨¦n exfutbolistas Sergio Goycochea y Gabriel Batistuta, el actor Ricardo Dar¨ªn o el cantante Diego Torres.
Pero el plato fuerte de aquella (hist¨®rica) primera entrega, que super¨® por momentos el 40 por ciento de rating, fue su entrevista con Pel¨¦. La voz del realizador la present¨® con ¨¦nfasis casi oper¨ªstico, muy en consonancia con el estilo pomposo y populachero que tendr¨ªa siempre el programa: ¡°Est¨¢n juntos. Ustedes lo estaban pidiendo. Es imposible dejar de aplaudir. Hoy se escribe aqu¨ª una nueva p¨¢gina de la historia mundial. Quedan con ustedes los m¨¢s grandes, Pel¨¦ y Diego, Diego y Pel¨¦¡±.
Hasta esa fecha, las dos leyendas del deporte se hab¨ªan tratado con cortes¨ªa, pero tambi¨¦n con un cierto desd¨¦n. M¨¢s all¨¢ de la rivalidad futbol¨ªstica entre brasile?os y argentinos, Maradona era un rebelde sin causa y Pel¨¦, el sumo sacerdote del f¨²tbol en su dimensi¨®n m¨¢s as¨¦ptica e institucional. As¨ª que la entrevista fue planteada como una reconciliaci¨®n en la cumbre, un ejercicio de diplomacia no exenta de cinismo, y arranc¨® entre sonrisas, abrazos y elogios mutuos. Vista hoy, sorprende lo (relativamente) desapercibido que pas¨® su aut¨¦ntico minuto de oro, el momento en que Pel¨¦, sin renunciar a sus modales versallescos, le pregunta a Maradona si fue cierto que en los octavos de final de la Copa del Mundo de 1990 los jugadores argentinos drogaron a los brasile?os poniendo somn¨ªferos en los botellines de agua que compartieron con ellos. Maradona responde con un ins¨®lito: ¡°Yo no fui. Pero s¨ª, algo de eso hubo¡±.
Pel¨¦ insiste en el tema y arranca otra frase de una candidez extraordinaria: ¡°Se dice el pecado, pero no el pecador¡±. A continuaci¨®n, el argentino intenta recuperar la cordialidad (y dejar de pisar el charco, que a esas alturas empieza a ser ya de las dimensiones del r¨ªo de La Plata) reconociendo que la victoria de su equipo en ese partido no fue del todo justa, dado el buen juego y el abrumador dominio brasile?o. Pel¨¦ acepta las explicaciones, decidido a no seguir poniendo en un brete a su cordial anfitri¨®n, y un oportuno aplauso permite a Maradona cambiar de tema.
En d¨ªas sucesivos, el 10 hizo pasar por el plat¨® a divas locales como Mirtha Legrand y competidoras como la citada Susana Gim¨¦nez, al comediante mexicano Roberto G¨®mez Bola?o (El Chavo del 8), a nuestro (y tambi¨¦n muy suyo) Joaqu¨ªn Sabina, a la actriz y cantante uruguaya Natalia Oreiro, al Apache T¨¦vez, a un Leo Messi de 18 a?os al que present¨® como ¡°el futuro ¨ªdolo de todos los argentinos¡±, a Hern¨¢n Crespo, a Pablo Aimar, a Robbie Williams, a Zinedine Zidane¡ Toda una constelaci¨®n de estrellas del bal¨®n, el espect¨¢culo, el periodismo, la cultura y la pol¨ªtica para los que Diego fue siempre un interlocutor amable y un anfitri¨®n sol¨ªcito, aunque sin perder nunca de vista que en aquel plat¨® la estrella era ¨¦l.
A Sabina lo presentaron como ¡°un artista enorme, el m¨¢s porte?o de los espa?oles¡±, ¡°el goleador de los escenarios¡± a solas, frente a frente, con ¡°el poeta del gol¡±. Diego le abraz¨® y bes¨® la mejilla. Sabina le salud¨® con una frase exultante: ¡°Vengo a celebrar que t¨² y yo estamos vivos. ?Y flacos!¡±. Maradona, por una vez, quiso ejercer de entrevistador incisivo, informado y con perspectiva geopol¨ªtica, y pregunt¨® al cantautor qu¨¦ hab¨ªa cambiado en Espa?a tras los atentados del 15-M, dando pie a un momento de complicidad ideol¨®gica a costa del gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y de ¡°los gringos de Nueva Orleans¡±, que no conoc¨ªan el significado de la palabra ¡°solidaridad¡±.
A Fidel Castro, que recibi¨® al programa en su residencia de La Habana, en una aut¨¦ntica exclusiva mundial muy valorada en su momento, le pregunt¨® el Pelusa cu¨¢ntas intentos de asesinato hab¨ªa padecido. ¡°Ninguno¡±, respondi¨® impert¨¦rrito el comandante, ¡°nunca llegaron a desenfundar la pistola en mi presencia¡±, para embarcarse a continuaci¨®n en un pormenorizado relato de las ¡°entre siete y 600 veces¡±, seg¨²n fuentes, en que la CIA hab¨ªa conspirado para librarse de ¨¦l. Maradona le escuch¨® con arrobo, repantigado en su sill¨®n, con las manos sobre las rodillas, con la actitud del que escucha un or¨¢culo.
Pero el momento de surrealismo genuino, de puro delirio porte?o, lleg¨® el d¨ªa en que el astro se permiti¨® la licencia de entrevistarse a s¨ª mismo. ¡°Decime por qui¨¦n vas a votar¡±, se pregunt¨®, para responderse, con un rictus reflexivo y esc¨¦ptico, que se consideraba ¡°un indeciso m¨¢s¡±, a pesar de que sus colores futbol¨ªsticos le predispon¨ªan a votar a Mauricio Macri, presidente de Boca Juniors: ¡°Le¨ª por ah¨ª que va con Duhalde. Si va con Duhalde, definitivamente, no le voto¡±. El entrevistador (reci¨¦n afeitado, con chaqueta y camisa, a diferencia de su mucho m¨¢s informal interlocutor, que luce barba de tres d¨ªas, sudadera y una aparatosa cruz al cuello) replica, entre aplausos: ¡°Veo que est¨¢s tan indeciso como yo¡±.
As¨ª fue el Maradona periodista. Ef¨ªmero, porque aquello dur¨® apenas una corta temporada con un total de 13 emisiones de un par de horas cada una, a cu¨¢l m¨¢s bomb¨¢stica. Fiel a su visceralidad y su estilo intransferible. Autoindulgente, carism¨¢tico y poco convencional. Ejerci¨® el oficio sin verg¨¹enza y sin amargura, cobr¨® estupendamente y supo dejarlo a tiempo y dedicarse a otra cosa. Tal vez en otra vida, si se lo hubiese propuesto, le hubiese dado tiempo tambi¨¦n de ejercer de pianista en un burdel.
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